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domingo, 3 de mayo de 2015

LA VIOLENCIA PRO NO ESTÁ EN SUS PALABRAS SINO EN SUS ACTOS

Tiene razón la Vidalita. Las palabras, el discurso del PRO destila una miel empalagosa de lugares comunes referidos al diálogo, el consenso y esas menudencias que se esfuerzan por desparrramar a los efectos de que los boludos que siempre hay crean que son la encarnación viva del Sri Sri Ravi Shankar (al que le pagaron un fangote para que convenciera a otros boludos acerca de la importancia de respirar).
La agresión, la violencia, está en las acciones del PRO. Ahí el PRO se puede sopesar en toda su perversidad. Con una sonrisa taimada te mandan al féretro sin mayor problema. Luego TN dirá que te prendiste fuego solo como un bonzo, que te tiraste encima el entrepiso de un boliche por descontrolado, que los pobres en la calle agarraron los bastones de la UCEP a carazos.
Y lo peor es que se lo van a creer. Como algunos desprevenidos y otros no tanto piensan que estos tipos representan un cambio, y son, a lo sumo, una restauración al estilo Metternich.
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martes, 28 de abril de 2015

LA FURIA

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Ayer a la mañana asistí en primera fila a un espectáculo dantesco, pavoroso, una especie de relato salvaje en potencial con gesticulaciones ad hoc e hilo de baba correspondiente.
Resulta ser que este ciudadano de a pata necesitaba adquirir una porción de proteina compleja (léase carne) circunstancia que impulsó mis pasos al lugar más apropiado para tal fin: la carnicería (cada vez que voy a un establecimiento de esa naturaleza no puedo evitar pensar en Delicatessen).
Quizás por ser lunes o vaya uno a saber porqué, había solo dos personas en fila. Y aquí hay que hacer una salvedad acerca de la velocidad del carnicero. Velocidad apenas superada por una picada de caracoles en un plano inclinado. A eso nos exponemos con tal de satisfacer nuestros instintos omnívoros. Prosigo, dada la velocidad del profesional del tajo uno nunca espera menos de media hora, aún cuando solo haya dos personas delante. Por eso, resignado y comprensivo me dedicaba a pispear de ojito los cortes disponibles cuando de pronto los murmullos entusiastas del cliente de turno se volvieron más audibles, explícitamente audibles.
Resulta ser que la charla que mantenía sotto voce con el carnicero se convirtió en una diatriba que requería mayor volumen a los efectos de enfatizar lo dicho. Y lo dicho era como el vómito de una cloaca con dolor de estómago.
Lo primero que registraron mis orejas hasta ese momento indiferentes fue: "-¡Se les acabó anoche la joda a esa manga de hijos de puta!" Ups, dije yo. Pobres señoras que culpa tienen, pensé.
Y el cliente continuó con un: "-El hijo del pelotudo ladrón de mierda ése, chorro el padre y chorro el hijo, perdió como en la guerra, la puta que lo parió, cabrones de mierda."
A esta altura, la otra persona de la fila miraba disimuladamente el piso reluciente y el carnicero, pese a estar de acuerdo con el exultante panegirista, intentaba bajar la voz, aunque el gritador compulsivo no registraba ese tácito pedido de discreción.
"-¡El bigotudo de mierda salió esta mañana a hablar y tuvo que reconocer que habían perdido! lo tuvo que reconocer ese hijo de puta"
Mi reacción natural en otro tiempo de mi extensa vida hubiera sido solapear al tipo y solicitarle amablemente ferme la bouche. Pero yo soy otro distinto y además, no me quería transformar en eso que ahora decía:
"-¿Y la puta no salió a dar la cara? Puta de mierda, yegua de mierda"
Juro que hasta el carnicero (que, repito, comparte esos conceptos) se puso colorado. Miró para todos lados, pero el hombre de la cara roja y diente por medio era inatajable.
"-¡Ella y el hijo de mil putas del hijo!¡lacra de mierda!¡vago hijo de puta! viviendo a costillas nuestras ¡la reconcha de su madre y la puta madre que lo parió!"
Por primera vez, un milagro en todo sentido, el carnicero apuró su faena para completar lo que el tipo solicitaba, lo embolsó y le cantó a modo de conjuro el valor de la compra. Todo esto a fin de apurar el trámite y espantar al insultador, que a esta altura merecía un soplamocos.
Mientras bolsiqueaba el importe nuestro pacífico ciudanado decía:
"-¡Yo no lo quiero a Macri, pero lo voy a votar para que no ganen estos hijos de remilputas!"
Le dieron el vuelto y ese espacio de tiempo le alcanzó para decir:
"-¡Habría que caparlos a todos los que votan a esos hijos de puta!"
Guardó su compra en el canastito y cambió el tono para despedirse del carnicero: "-Buen día"
Diose vuelta y espetó al aire delante de él: "-¡Se van a tener que ir a vivir todos a Bolivia hijos de puta!" Dato éste que registró el verdulero, que es efectivamente boliviano y que en ese momento trasladaba su mercadería hacia los estantes correspondientes. 
Me quedó en la cabeza ese maremagnum de insultos y lugares comunes y me pregunté si yo mismo soy capaz de tanta violencia. Ponele, a mi Macri me subleva, me da ganas de hacerlo puré con el triciclo, pero no lo haría. En todo caso reservo mis sentimientos y los dejo a buen resguardo en la intimidad y me dedico a criticarlo políticamente, porque mi aversión hacia un sujeto no es un argumento válido, es un prejuicio. Por eso trato en la medida de lo posible de fundar mis objeciones racionalmente. Incluso la ironía y el cinismo apuntan en esa dirección.
Me pregunté cuántos de nosotros somos capaces de tanta violencia, violencia que se hace pública y explota al menor contacto. No diré que somos una manga de pacifistas, pero dudo mucho que tengamos reacciones tan virulentas (hay excepciones, claro que si).
En general, como animal de protestas y marchas de toda índole, no vi en ninguna de ellas niveles de violencia como la descripta. En todas las manifestaciones en donde estuve metido había solo pedidos de justicia. No le queríamos pegar a nadie (a pesar del PCR) ni exterminar a los oponentes. Queríamos, queremos justicia.
Si me preguntás, el señor de los insultos no pide lo mismo: pide venganza. De algo, de todos, de bronca, de puro atavismo reaccionario.
Y ahí si, disculpame, ahí sí hay una grieta que nos separa.
Al hombre que insultaba lo tolero, no lo voy a matar por lo que piensa, pero no lo respeto, ni lo respetaré porque sus opiniones no son respetables.
Estoy seguro que ese tipo y los que comparten su mirada del mundo observarían impasibles a los verdugos mientras ejecutan la venganza que ellos llevan en su odio.
Esa es la grieta. Y no la arregla ni magoya.
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Fuente de la ilustración

viernes, 27 de marzo de 2015

LAKRA

En los últimos días he recibido, calculo que sin razonamiento de parte de los enviantes, sendos mensajes en donde se me acusa de, a saber: no podés estar en la plaza del 1° de marzo si no te pagaron, no podér ser K gratis. Con lo cual queda en evidencia (menos para mi) que sustento mis opiniones a cambio de un emolumento (que debe estar cobrando otro choripanero). Digo menos para mi que reviso y reviso mi buzón y no veo cheque alguno con el matasellos del gobierno nacional. Por tanto además de rentado soy un boludo sin remedio.
Es curioso que estas personas que me increparon mediante los argumentos citados me conozcan y sepan, porque lo han visto y comprobado, que tengo una independencia de criterio que me ha costado más de un dolor de cabeza. Que me cuesta más de un dolor de cabeza. Lo que no significa que no me equivoque sino que intento fundamentar mis opiniones y las defiendo aún cuando no convenga y cause mal olor en las patas.
Es llamativo que me acusen de percibir alguna retribución cuando saben que me he negado sistemáticamente a participar en enjuagues de diverso color y sabor.
Es más que sorpresivo que me sindiquen como sospechoso de maleabilidad cuando están al tanto de los garrotazos y gases que me cayeron sobre lomo y napia defendiendo lo que pienso, aún cuando la situación no lo ameritara y tal expediente fuera incómodo e incluso, suicida.
Es descorazonador además.
Porque se verifican prejuicios disfrazados de razones.
Prejuicios de los cuales mi existencia es una refutación.
Pero para los increpadores mi existencia no hace más que confirmar sus prejuicios, aún cuando mi praxis sea la demostración palmaria de que sus argumentos son falaces. 
Eso no los detuvo, y, lamento decirlo, no los detiente.


Ando por el mundo recibiendo insultos en silencio: gentes que reclaman respeto y tolerancia no me respetan y mucho menos, toleran. Si por ellos fuera me mandarían a un islote abandonado en la profundidad del Mar del Norte. Incluso conociéndome. Porque no opera su discernimiento sino, lo dicho, sus prejuicios.
Gritan a todo volumen pidiéndome que no sea violento, que escuche los argumentos de los "otros", aún cuando mis propios argumentos sean desestimados a priori porque "no podés opinar así gratis". 
Me faltan el respeto de arriba a abajo mientras me piden respeto diciéndome que o soy boludo o me hago el boludo o me pagan para que me haga el boludo, situaciones que terminan en lo mismo: soy un boludo en cualquier circunstancia.
Le llaman "disenso" a la supuesta obligación de pensar como esas torres de probidad moral me señalan. Si me aparto un centímetro de esos pilares me dan con una palmeta en los dedos de la mano. Pero en el mismo movimiento me acusan de no escuchar a los que piensan distinto, o sea, de no darles la razón a secas y sin cuestionamiento.
Dicen que soy, somos, violentos, porque respondemos a sus posiciones, oponiéndoles razones distintas. Eso es violencia. Decir que soy un boludo a pedal al que usan o le pagan no es violencia. No no. Para ellos es justicia.
Yo creo, humildemente, que deberían revisar sus argumentos que vienen a coincidir en este caso con sus prejuicios. Porque me acusan, nos acusan, de exactamente lo que son: violentos, intolerantes, sectarios, etc.
Eso si, usan una máscara de buenos modales que da gusto. Aunque cuando los dejan vociferar a gusto y piacere esa máscara también se cae.
Como digo más veces de las que puedo contar, sigue habiendo una diferencia fundamental entre ellos y nosotros. Entre ellos y yo: yo sigo pidiendo justicia, ellos reclaman lisa y llanamente, venganza.

jueves, 19 de febrero de 2015

INVITACION AL DIALOGO

Fomentando el diálogo, el disenso y el consenso, los acuerdos, la armonía, los pajaritos y las cascadas de melodías ad hoc para calmar los ánimos.
A mi me esperanza mucho que los estadistas que se proponen conducir los destinos de nuestro país tengan esta vocación de unirnos a todos en un abrazo fraternal.
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domingo, 18 de enero de 2015

HABLANDO DE ABRAZAR VIOLENTOS

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Massa, el que te jedi, indica muy suelto de cuerpo que el gobierno eligió abrazar a los violentos del mundo. Más allá de la discrepancia obvia, si busca a alguien que anda por el mundo abrazando violentos, debería nada más mirarse al espejo.
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sábado, 15 de noviembre de 2014

LE GENTE COMO LA GENTE

Casi al final del video verán y escucharán a una señora rubia, sin la máscara de la civilización afectada, vociferando desencajada: "La gente como la gente". Categoría en donde, por supuesto se incluye. Categoría en donde, por supuesto, no nos incluye.
Este testimonio viene a reforzar lo que señalamos hace algunos post acerca de la venganza. Buscan venganza y lo bueno (si es que hay algo bueno en medio de ese odio irracional) es que cada vez lo disimulan menos. Las imágenes no solo muestran falta de respeto por el otro que existe tanto o más que el cacerolero (aunque el golpeador de fricorsan crea que esa existencia es supérflua) sino además una violencia inusitada, esa ferocidad que intentan recubrir con apelaciones al republicanismo.
Pero es solo violencia. Y buscan sangre. Eso es necesario advertirlo y recordarlo cada vez que el aroma a Patio Bullrich que despiden nos haga confundir el recubrimiento sofisticado con algo parecido a la humanidad.
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viernes, 24 de octubre de 2014

miércoles, 1 de octubre de 2014

AL BORDE DEL INADI

No hay caso. No pueden vender sus porquerías sin recurrir a la agresión sistemática. Que linda la publicidad ¿no?
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Para más datos, la susodicha bazofia está en el hall de Consti. ¿Cachai?

lunes, 12 de mayo de 2014

SEÑORA VIOLENCIA

Si decís que somos violentos, te rompo la cabeza de un culatazo.
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A confesión de parte...

martes, 1 de abril de 2014

JUGAR CON FUEGO

Tuve la tentación de titular a este post "Sieg Heil".
Quién sabe. Hubiera sido un buen título ¿no?
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Massa, o maSSa no le habla a la inteligencia.
Los estimula y los alienta.
Y en ese sentido tiene un campo de cultivo enorme.

lunes, 16 de diciembre de 2013

MORIBUNDO

El fútbol argentino está enfermo. Se me dirá que no es solo el fútbol argentino y responderé que mal de muchos consuelo de imbéciles. Y de paso vamos despejando algunas objeciones clásicas proferidas por esos tipos que fungen como periodistas deportivos que evitan con todo cuidado analizar el “universo fútbol” como acostumbran a decir, dedicándose a intercambiar fruslerías, anécdotas o estadísticas irrelevantes.
Mientras la enfermedad se extiende y ya no solo lesiona al fútbol mismo sino al entorno y proyecta sus nefastas consecuencias mucho más allá de la cancha.
En menos de siete días hubo tres asesinatos relacionados con el fútbol: un hincha de Boca y dos hinchas de Newell´s muertos a balazos.
Pero no sólo eso: además los hinchas de Boca destrozaron parte del centro de la Ciudad de Buenos Aires enfrentándose a la policía federal (la Metropolitana, relacionada con el ex presidente de ese club brilló, sugestivamente, por su ausencia). El domingo anterior la hinchada de Boca desplegó un show de pirotecnia en el partido de marras. Para disponer de tal cantidad de artefactos explosivos obviamente contaron con la complicidad de algunos empleados o funcionarios del club, dado que es prácticamente imposible atravesar los controles de entrada con un encendedor, calculá una bengala.
Esto siguió en la cancha de Vélez Sarsfield en donde se secuestró pirotecnia y alcohol en cantidades industriales, dentro del estadio. Las declaraciones del vicepresidente de Vélez Julio Baldomar serían graciosas sino rozaran el cinismo: “No sabemos cómo apareció la pirotecnia dentro del estadio. Nosotros no tenemos nada que ver.”
Este último subterfugio es un lugar común de los dirigentes deportivos que se lavan las manos con un entusiasmo digno de mejores causas.
Véase que solo recorro hechos ocurridos durante una semana relacionados con el fútbol argentino. Hay mucho más: amenazas cruzadas, promesas de muerte si alguien se atreviere a festejar un campeonato, peleas entre hinchadas en donde se blanden armas blancas y de fuego, etc. Una retahíla de delitos que se suceden semana tras semana, cobrándose muertos, lesionados, bienes destruidos, etc. La organización de un ¿espectáculo? de fútbol requiere un despliegue de policías asombroso para que simplemente los simpatizantes no se maten entre ellos y tengan a bien no matar a otros que anden por las inmediaciones, no destruyan trenes, comercios, roben, violen o quemen casas, autos, vagones, etc.
¿Advierte el lector el grado de locura y estupidez al que hemos arribado?
Con semejante estado de cosas todavía hay hinchas que critican la medida de no jugar con público visitante: la idiotez que despliega el fútbol argentino y que sus defensores contemplan con demasiada paciencia (o complicidad, quién sabe) ha generado la hazaña de convertir en una guerra a muerte lo que simplemente debería ser un partido. Por eso, no se puede ni pensar en que dos hinchadas compartan el mismo estadio sin que luego haya muertos y heridos. Sin cruzarse en una cancha hay tres asesinatos en menos de cinco días, imaginate.
¿Cómo cuernos se soluciona este asunto? No lo sé. Pero quizás una gran medida sería destrenzar los lazos que unen a las barras bravas, la dirigencia de los clubes y los políticos. Romper esas relaciones que encubren, disculpan, perdonan y dejan todo como está es una de las primeras tareas.
A esta altura no sé si tal cosa es posible.
Luego sería necesario atacar el corazón de las barras bravas que es de orden económico y está relacionado con una colección de delitos innumerable que genera una recaudación fabulosa. Por esa guita se matan y matan. Necesariamente cuentan con la consabida protección policial que a su vez cuenta con protección política. Es imprescindible demoler esa madeja de complicidades.
A esta altura no sé si tal cosa es posible.
Hay algo también imprescindible que le compete a los periodistas deportivos, pero además a los hinchas y simpatizantes de cada club: dejar de inventar excusas banales para justificar lo que ocurre en el fútbol argentino. La “pasión” no es un motivo válido para apañar discursivamente el actual estado –calamitoso- de cosas.
A caballo de ese “sentimiento” los hinchas suspenden su capacidad crítica (los periodistas deportivos, salvo honrosas excepciones, la han perdido), se niegan en redondo a revisar con ojos severos el horroroso entorno en donde el fútbol tiene lugar, disculpando de antemano casi todo mediante el falaz argumento de “los colores son una pasión”. Obnubilados por lo que creen es una misión de orden superior, se vuelven cómplices del delito y de sus ejecutores. Y esa anuencia (que no tienen en otros ámbitos de su vida) mantiene impunes y felices a los delincuentes y toda la red de sostén político-policial que se puede advertir con solo abandonar por un momento la comodidad de las explicaciones mágicas.
La agachada de: “la sociedad está enferma y el fútbol también” es otra pavada de tamaño industrial. Esgrimiendo ese artilugio se tira la pelota afuera (nunca mejor dicho) sugiriendo que el problema se arregla componiendo a la sociedad. O sea, el fútbol y su entorno, como siempre en estos casos, quedan disculpados. ¿Cómo los van a culpar de algo si la culpa anida en una supraentidad mayor de la que también el fútbol es víctima?
Se hace lo que se puede, dicen los dirigentes de todas layas evitando hacer algo, mientras políticos e hinchas miran para otro lado, no sea cosa, a ver si descubrimos que el rey está en pelotas y además, que más que rey es un asesino en potencia y acto.
El fútbol argentino está enfermo.
Quién sabe si no ha muerto.
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martes, 26 de marzo de 2013

¿DÓNDE ESTÁ EL HUEVO DE LA SERPIENTE?

Por supuesto, los cinéfilos advertirán que el título de este post hace referencia a la película "El Huevo de la Serpiente" de Ingmar Bergman. En ese filme Bergman intenta responder la pregunta acerca del fermento social que favorece el surgimiento del nazismo en Alemania. La pregunta que sobrevuela las escenas es ¿dónde está el huevo de la serpiente? ¿En qué lugar, momento, circunstancias la mayoría de un pueblo como el alemán decide apoyar y elegir a Adolf Hitler y luego legitimar por acción u omisión sus actos, incluído el Holocausto?
Hannah Arendt ensaya una respuesta:
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"Cuando Arendt se pregunta qué tipo de mal está detrás de este horror, que tipo de maldad es la maldad de quienes participaron en él o de quienes lo permitieron, concluye que detrás de de ese mal ejercido no hay ni perversión, ni patologí­a ni tampoco razones ideológicas o convicciones morales, lo que hay en las mentes de aquellos hombres es más bien una ausencia de cualquier posibilidad de referencia a criterios de juicio, se trata de una "incapacidad de pensar" de una insensatez radical que afecta finalmente nuestra capacidad de juicio. El criminal del totalitarismo no es un monstruo ni un alienado, tampoco un loco, es simplemente alguien a tal punto superfluo que se ha vuelto incapaz de dar respuesta a una situación moral conflictiva desde su propio juicio. Es por eso que Arendt llama a este fenómeno banalidad del mal, o mejor del mal banal pues tras él no hay más que superficialidad. Este mismo concepto se opone al concepto moderno de "mal radical" que hace residir el mal en una incapacidad í­nsita a la naturaleza humana de conciliar el deseo de su inclinación sensible con el mandato de su máxima racional, tal impotencia serí­a natural al hombre y sólo se subsanarí­a con el progreso de su razón (Kant). En el caso de Arendt, es imposible pretender que el mal sea algo natural al hombre, consubstancial a su ser dual, caí­do o contradictorio, se trata más bien de que el mal atraviesa el divorcio entre una libertad no soberana y una irrecusable responsabilidad. El mal se cuela por entre las debilidades de la libertad y las impotencias del juicio. (Ver Essays in Understanding, 1930-1954, Eichmann in Jerusalem, Responsability and Judgment)"(Fuente)
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Estas conclusiones de Arendt son inquietantes. Y lo son porque dan por tierra con la teoría de los monstruos excepcionales que son capaces de cualquier cosa. Lo que existe, lo que está ahí, es el mal causado por "alguien a tal punto superfluo que se ha vuelto incapaz de dar respuesta a una situación moral conflictiva desde su propio juicio."
Cuando uno piensa en cosas como la UCEP, por ejemplo, o la xenofobia abierta y expuesta de la ultraderecha suiza, fenómenos ambos que concitan adhesiones, aparece el concepto anterior. Gentes que dificilmente puedan ejercer violencia bendicen su utilización porque son incapaces de responder a una situación moral conflictiva desde su propio juicio. En su propia insensatez radical anida el huevo de la serpiente. Justo en donde uno no buscaría o donde no sospecharíamos que está. Larvado, esperando una conjunción de circunstancias que le permitan prosperar y ser al fin, el terror que contiene como posibilidad agazapada.
No es otra cosa la solicitud constante de represión contra los inmigrantes, contra los "negros de mierda", contra "los zurdos", la justificación de las torturas policiales, el aplauso cerrado con ovación ad hoc cada vez que reprimen manifestantes, etc. No es otra cosa la legitimación de cualquier violencia posible que expresan los tranquilos ciudadanos de clase media en cualquier reunión social.
De estas reflexiones en voz alta quiero extraer dos conclusiones parciales e incompletas:
1.-El mal contiene una alta dosis de miedo a la libertad.
2.-El "sentido común", la "opinión pública" y otros conceptos acuñados por los medios masivos de comunicación contribuyen a crear las condiciones para que el huevo de la serpiente (que está ahí previo a todos estos esfuerzos) sea incubado con éxito.
No en vano en este blog intentamos señalar los desatinos (siendo nosotros mismos un gran desatino) que lanzan al ruedo medios, instituciones, personajes y otras aberraciones, porque esos desatinos intentan impedir que el sentido moral responda al mal cotidiano presente en las relaciones sociales de toda índole. 
También por eso tratamos, sin éxito como se ve, de proponer la reflexión, el pensamiento como acción, el análisis, para que el juicio silenciado por tanto grito de animador compulsivo o panelista sin argumentos, no obstruya la capacidad de pensar.
Nada más eso.
Humildemente. 

miércoles, 2 de enero de 2013

EL PACIFISTA

Don Aguer está escribiendo su autobiografía.
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Dos cosas: ¿quién cuernos es Aguer para "advertir" al gobierno? Segundo: ¿cuáles vendrían siendo las tempestades? Al hablar como habla parece tener datos sobre esas probables tormentas, datos que haría bien en compartir. 
Claro, si no lo estorba la complicidad of course.
Y por otro lado, Aguer, pierda un poco de su sagrado tiempo y lea a Laclau, de forma tal de no hablar sin conocimiento de causa. Tenga piedad y más que nada, honestidad intelectual.

martes, 27 de noviembre de 2012

YO NO DIJE LO QUE DIJE

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Habría que revisar los editoriales del #8N.
Seguro que ahí encontraríamos algo de eso ¿no?

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL RESPETO

Durante los últimos meses mucha "gente" me ha solicitado respeto por sus opiniones. Pedido que se ha hecho efectivo mediante gesticulaciones ampulosas e interjecciones rayanas en el insulto, dichas a un volumen cercano al grito, por hombres y mujeres cuyos ojos amenazan salirse de las órbitas mientras la baba ectoplasmática se desliza por las comisuras de los labios, incontrolable, en tanto contraen el rostro en un gesto de rabia furibunda.
Trepados en lo alto de una silla o una mesa, apuntándome con el dedo, como místicos en rapto idem, me interpelan al grito de "¡Tenés que respetar mis opiniones!¡qué te crees que es ésto!¡ya no estamos en una dictadura y yo tengo el derecho de decir lo que se me ocurra y ni vos ni nadie me va a negar ese derecho!". Desde el silencio y para mi coleto, dado que el monólogo de los solicitantes abarca con su histrionismo todos los espacios de habla disponibles, me digo que tienen razón, que pueden decir lo que tengan ganas y que de hecho lo están haciendo. Y me agrego, el problema es que yo no estoy diciendo lo que pienso, mitad porque no me dejan y mitad porque si quiero hablar tengo que gritar más fuerte y eso no es dialogar.
Pero afuera el espectáculo continúa con las siguientes frases que provienen de las amenazantes formas humanas que gritan en soledad desde hace varios minutos: "¡Esto es una dictadura, un país bananero, esto es Venezuela, el país lo gobierna Chávez, no podés comprar dólares, viajar a Europa, tener una casa en un countrie, nos gobiernan los montoneros, te cuentan una historia tuerta, las víctimas no tienen derechos humanos, la inseguridad ya no nos deja vivir, somos Colombia (no, Colombia no porque ahí se juntaron con gente civilizada de EE.UU., no es lo mismo), avasallan las instituciones, ya no hay democracia, todo es confrontación, lo que hacen es dividir a la sociedad alimentando el resentimiento de esos negros de mierda, carajo, la puta madre que lo reparió..!"
Ahí yo digo, me sigo diciendo porque no tengo espacio para decir nada ante la perorata interminable "-Y no, no somos Venezuela, y puedo refutar una por una las objeciones que los cosos éstos plantean, pero no puedo porque están gritando y no me dejan hablar mientras me dicen que los "KKs" no los dejan decir lo que piensan y están censurados junto con las voces de periodistas disidentes que tampoco pueden decir lo que piensan y el que no puede hablar soy yo y el irrespetado soy yo, desde el principio."
Advierto la paradoja, o parajoda como suelo decir a las apuradas: me piden respeto sin respetarme. Entonces, lo que solicitan no es respeto por sus opiniones sino adhesión instantánea a las mismas. Respeto implica aceptar que el otro es un otro, y que por éso es sujeto de derechos. Pero los que me gritan no consideran que yo sea un otro sino un enemigo. Quieren que agache la cabeza y asienta compungido, reconociendo ¿mis errores? y amparándome en toda la luz que mana de su esclarecida verba enardecida.
Pero mientras reflexiono el telón no ha bajado: "¡¿Sabés lo que son?!¡Unos violentos eso son!¡Violencia! éso es lo que han sembrado en la sociedad!¡Falta unión, consenso, dejar de provocar divisiones y resentimientos!". Yo escucho azorado, impactado por la cercanía del aliento que me invade la cara, temiendo que se arrojen sobre mi humanidad y acometan con sus justicieros puños en busca de la paz y la armonía entrenándose con mis riñones bien individuales.
Vuelvo a pensar, y ya es demasiado, que me acusan de violento violentándome. Privándome de la palabra y amenazando mi pasividad con violencia. Entonces, sospecho, no me piden armonía sino que acepte su violencia porque es justa y necesaria.
¡Amalaya con este respeto!
Me impelen a tener vergüenza por mis opiniones y conjeturas, que las refute porque si, porque a ellos se les antoja que no son buenas. Quieren guiarme porque son seres de luz iluminados por sus gurúes infalibles y yo soy apenas un pelotudo que no me doy cuenta de nada y tengo que pensar. Pero no pensar como a mi me salga, tengo que pensar como ellos porque soy un bobo al que llevan de la nariz por el choripán y la coca y si no soy éso soy un pelotudo pero de la orden de los cínicos porque apoyo a este gobierno de mierda a cambio de vaya a saber qué favores, favores que pago con mis impuestos porque soy un tipo decente de la mitad que mantiene a la otra mitad.
Así me piden respeto.
Con ese respeto.
Desde hace varios meses.
Siempre diciendo que no pueden decir lo que piensan porque no hay libertad de expresión, cuchame.

miércoles, 8 de agosto de 2012

SEÑORA VIOLENCIA

Dice el calendario comercial (mucho más riguroso que el gregoriano) que el próximo domingo es el día del niño. Aceptemos que la cosa sea así, no es el objetivo de estas reflexiones discutir la legimitidad de una celebración determinada. Hoy las neuronas van por otro sendero, no menos tortuoso.
Resulta ser que, dada la naturaleza del agasajado, o sea niños, se acostumbra regalar a los mismos juguetes. Y esos juguetes, mercancías al fin hasta que caigan en manos de los pibes y a lo mejor tengan algo de magia, son promocionados mediante una profusa y machacante publicidad. En todos lados, en todas partes, en cualquier soporte, a cada momento del día. Y los cañones apuntan al centro mismo del deseo de los pibes. La publicidad los alcanza de lleno, sin piedad alguna.
Me dirán que para todas estas fechas, Día de la Madre, Día del Padre, Día del Mondongo, etc., pasa lo mismo. Si claro, chocolate por la primicia. Pero hay una diferencia. Los adultos pueden procesar con mayor prudencia los mensajes publicitarios. Tienen (uno supone) mayores defensas para evitar que la andanada los deje culo pa´rriba. Como ya carga con un recorrido importante en la sociedad de consumo, el adulto posee herramientas para sopesar la agresividad de la propaganda y tamizarla bajo parámetros más razonables, menos acríticos. Los objetos son objetos y un adulto debería saberlo, aunque el gesto de regalar y agasajar a un sujeto en particular sea legitimado como un acto de reconocimiento, nadie supone que la no posesión de lo que la publicidad declara como imprescindible acarree mayores inconvenientes.
En definitiva, el truco de marketing que establece que, o se tiene determinado objeto o no se es nada, que la felicidad depende de tener un lavarropas con carga horizontal, un peinado perfecto, un teléfono con cámara infrarroja, etc., es recibido por los adultos con un cierto escepticismo, con cierta resistencia (no toda la resistencia que uno espera pero algo es algo).
En cambio un niño no tiene esas defensas desarrolladas. Está inerme, su indefensión frente a la publicidad es un axioma que los marketineros de todos los pelajes conocen y explotan, lanzándole con persistente perversidad sus mensajes de venta.
Entonces, dicen los señores publicistas, la felicidad es igual a tener esa muñeca, aquel auto, ese videojuego, etc. Por tanto, ser feliz es igual a tener objetos. Y no cualquier objeto, el objeto que se postula como portador de felicidad. La felicidad, además, no está en el juego, en jugar, en el disfrute serio de la actividad lúdica: la felicidad está en el juguete. Su posesión te hace feliz nene. Y si no lo tenés no sos feliz. Si no lo tenés, de alguna forma dejás de existir. No sos. Sos un niño que no será feliz porque no tiene el juguete correcto, el adecuado, el que manda la publicidad.
En mi barrio a esto se le llama violencia. Violencia simbólica para más datos. Una violencia insidiosa, que se camufla bajo la forma de mensaje publicitario. Que los niños incorporan sin filtro alguno y de la que no pueden defenderse. Porque, aunque apaguen la TV, serán alcanzados de una u otra forma por las exigencias de la sociedad de consumo.
Y esta violencia además, acota el significado del acto de regalar: regalar es de alguna forma ofrecerse, dejarse de lado, suspender la centralidad del ego para darle paso al otro como un sujeto de afecto, de amor. Al cifrar en ciertos objetos la validez de un regalo, el gesto humano se subsume bajo el acto de consumo, de compra-venta.
El regalo no pone al otro en el centro de nuestro amor. Al contrario. Como en cualquier transacción, se pretende adquirir el afecto del otro usando la mediación de un objeto legitimado como portador del gesto. O sea, el gesto del regalo se desplaza del sujeto al objeto. No es el gesto lo que importa, es el objeto. Y si el objeto no es el correcto, el gesto no vale gran cosa.
Los que elaboran publicidad para niños lo saben. Bombardeados como están, los pibes esperan de los adultos esos objetos-gesto. Sea quién fuere su portador.
O sea, la esencia de la violencia, la ética central de la sociedad de consumo, objetivada y difundida a los cuatro vientos.
Así nos va.

sábado, 19 de noviembre de 2011

SI LO SABRÁ UD. EMINENCIA

Una caracterización completa y sin censura de la institución que encabeza.
A confesión de parte...
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RCP

O son los últimos estertores de agonía.
Vaya uno a saber.
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Claro, estos golpes son parientes de los piquetes blancos.
Por eso no es una pelea, es una discusión acalorada nomás.

sábado, 30 de julio de 2011

¡BIEN DICHO CHUECO!

Así habla un empresario responsable.
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Por eso seguramente a éstos los vas a eschar a la calle como perros.
Por eso de la violencia digo.
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Si si, ya publicamos un post sobre este último recorte.
Me afané a mi mismo che.
Ladrón que roba a ladrón...

lunes, 16 de mayo de 2011

QUE PENA

Los abnegados empresarios norteamericanos no "invertirán" en México. Que cosa. Porque están espantados por la violencia. Así no se puede explotar mano de obra sin problemas. ¿Las víctimas de la violencia narco, de las maquilas, de la trata de mujeres, del turismo sexual, etc.? Bueno, eso no es tan importante como las inversiones, escuchame, psssss.
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Una parte más que importante de la violencia es generada por los "emprendimientos" de los señores empresarios de USA. Y por esa violencia aspiran a un reconocimiento social y económico. Pobres empresarios. Que sacrificio, por Tutatis.