Durante los últimos meses mucha "gente" me ha solicitado respeto por sus opiniones. Pedido que se ha hecho efectivo mediante gesticulaciones ampulosas e interjecciones rayanas en el insulto, dichas a un volumen cercano al grito, por hombres y mujeres cuyos ojos amenazan salirse de las órbitas mientras la baba ectoplasmática se desliza por las comisuras de los labios, incontrolable, en tanto contraen el rostro en un gesto de rabia furibunda.
Trepados en lo alto de una silla o una mesa, apuntándome con el dedo, como místicos en rapto idem, me interpelan al grito de "¡Tenés que respetar mis opiniones!¡qué te crees que es ésto!¡ya no estamos en una dictadura y yo tengo el derecho de decir lo que se me ocurra y ni vos ni nadie me va a negar ese derecho!". Desde el silencio y para mi coleto, dado que el monólogo de los solicitantes abarca con su histrionismo todos los espacios de habla disponibles, me digo que tienen razón, que pueden decir lo que tengan ganas y que de hecho lo están haciendo. Y me agrego, el problema es que yo no estoy diciendo lo que pienso, mitad porque no me dejan y mitad porque si quiero hablar tengo que gritar más fuerte y eso no es dialogar.
Pero afuera el espectáculo continúa con las siguientes frases que provienen de las amenazantes formas humanas que gritan en soledad desde hace varios minutos: "¡Esto es una dictadura, un país bananero, esto es Venezuela, el país lo gobierna Chávez, no podés comprar dólares, viajar a Europa, tener una casa en un countrie, nos gobiernan los montoneros, te cuentan una historia tuerta, las víctimas no tienen derechos humanos, la inseguridad ya no nos deja vivir, somos Colombia (no, Colombia no porque ahí se juntaron con gente civilizada de EE.UU., no es lo mismo), avasallan las instituciones, ya no hay democracia, todo es confrontación, lo que hacen es dividir a la sociedad alimentando el resentimiento de esos negros de mierda, carajo, la puta madre que lo reparió..!"
Ahí yo digo, me sigo diciendo porque no tengo espacio para decir nada ante la perorata interminable "-Y no, no somos Venezuela, y puedo refutar una por una las objeciones que los cosos éstos plantean, pero no puedo porque están gritando y no me dejan hablar mientras me dicen que los "KKs" no los dejan decir lo que piensan y están censurados junto con las voces de periodistas disidentes que tampoco pueden decir lo que piensan y el que no puede hablar soy yo y el irrespetado soy yo, desde el principio."
Advierto la paradoja, o parajoda como suelo decir a las apuradas: me piden respeto sin respetarme. Entonces, lo que solicitan no es respeto por sus opiniones sino adhesión instantánea a las mismas. Respeto implica aceptar que el otro es un otro, y que por éso es sujeto de derechos. Pero los que me gritan no consideran que yo sea un otro sino un enemigo. Quieren que agache la cabeza y asienta compungido, reconociendo ¿mis errores? y amparándome en toda la luz que mana de su esclarecida verba enardecida.
Pero mientras reflexiono el telón no ha bajado: "¡¿Sabés lo que son?!¡Unos violentos eso son!¡Violencia! éso es lo que han sembrado en la sociedad!¡Falta unión, consenso, dejar de provocar divisiones y resentimientos!". Yo escucho azorado, impactado por la cercanía del aliento que me invade la cara, temiendo que se arrojen sobre mi humanidad y acometan con sus justicieros puños en busca de la paz y la armonía entrenándose con mis riñones bien individuales.
Vuelvo a pensar, y ya es demasiado, que me acusan de violento violentándome. Privándome de la palabra y amenazando mi pasividad con violencia. Entonces, sospecho, no me piden armonía sino que acepte su violencia porque es justa y necesaria.
¡Amalaya con este respeto!
Me impelen a tener vergüenza por mis opiniones y conjeturas, que las refute porque si, porque a ellos se les antoja que no son buenas. Quieren guiarme porque son seres de luz iluminados por sus gurúes infalibles y yo soy apenas un pelotudo que no me doy cuenta de nada y tengo que pensar. Pero no pensar como a mi me salga, tengo que pensar como ellos porque soy un bobo al que llevan de la nariz por el choripán y la coca y si no soy éso soy un pelotudo pero de la orden de los cínicos porque apoyo a este gobierno de mierda a cambio de vaya a saber qué favores, favores que pago con mis impuestos porque soy un tipo decente de la mitad que mantiene a la otra mitad.
Así me piden respeto.
Con ese respeto.
Desde hace varios meses.
Siempre diciendo que no pueden decir lo que piensan porque no hay libertad de expresión, cuchame.