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sábado, 4 de marzo de 2017

¿NO ME DIGA?¿EN SERIO?

Marmotas: toda movilización es política
Por definición
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Claro, hablar de política con Cambiemos...

viernes, 26 de agosto de 2016

EL MIEDO

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El miedo fue el arma. Más allá de la tortura, el horror, los crímenes espantosos, los secuestros, etc., el instrumento fue el miedo. Infundir miedo a la sociedad para que se mantuviera quieta, indemne, con las defensas bajas, silenciosa, sin reacción, sin dignidad.
En Córdoba una multitud esperó el fallo por la causa La Perla que condenó a perpetua a muchos represores entre los que se cuenta el ominoso Luciano Benjamín Menéndez, "jefe del Tercer Cuerpo de Ejército y máximo responsable de los crímenes cometidos en la denominada Subzona 33, Zona 3, según el organigrama de la represión en la que dividieron el país con el fin de aniquilar el accionar subversivo".
Esa multitud es la demostración de que estamos venciendo al miedo. Porque pese a la sintonía de amor que existe entre el gobierno nacional y los represores, ahí estaban todas esas personas, con su dolor a cuestas, esperando escuchar que se había hecho justicia.
Las bravuconadas de la ministra de seguridad que saca a pasear sus bulldogs para amedrentar y apalear a quién no esté de acuerdo con la revolución de la alegría, de las amenazas del presidente de la Nación, del secretario de derechos humanos Claudio Avruj, del jefe de gabinete Marcos Peña, etc., no pudieron impedir que esa multitud estuviera en la puerta del tribunal esperando justicia.
Pero hay otros miedos, hay otros temores que derrotar. Uno de ellos por ejemplo es el que nos dice que "la política es así", o sea, que las negociaciones opacas, las apelaciones a la gobernabilidad para justificar traiciones, el intercambio de votos por favores aunque eso represente rifar el futuro de los orejones del tarro, etc, son inevitables y que no hay otra manera de hacer las cosas, y que sin todo éso estaríamos ante una catástrofe. Que sin reconciliarnos con los tipos que nos dejaron tirados en la banquina nos convertiremos en una "secta de puros" que no convence a nadie (¿no es una secta la de los que se juntan para rosquear sin que les importe un pito lo que dicen representar?), que no entedemos nada de nada, que así no se hace política, que las elecciones se ganan con más votos (¿no me digas? lo que es la ciencia che) y que hay que "sumar". Pero "sumar" no es "amontonar", rejuntar a cualquier costo es en realidad, "restar". ¿Cómo lo sé? Mirá el Congreso, ahí hay una suma que resta. ¿Cómo lo sé? Observando las señas de amor que muchos de los que no son "puros" le hacen a Sergio Massa, al que han declarado su esperanza electoral. Y si osamos recordar que Massa fue siempre un canalla, entonces somos una máquina de impedir.
Este es el nuevo miedo a vencer: el miedo a construir la política desde otro lugar, desde las convicciones, desde los acuerdos programáticos y no los arreglos de cúpulas, política que no renuncia a su ideología pero descarta el pragmatismo a cualquier costo. 
Este miedo también lo heredamos de la dictadura cívico-militar del ´76 que intentó convencernos acerca de la inutilidad de la política como herramienta de transformación.
Apenas se insinúa esta posibilidad aparecen los agoreros, los "realistas", los "infalibles", los que se las saben todas y una más, los estadistas de maceta a los que una construcción de ese orden no les conviene ni un poco. Esos personajes también provienen de la lógica de los dictadores, son funcionales a los fines de los cómplices civiles que ahora se han encaramado al poder a caballo de la desmemoria y el olvido voluntario.
Y ahí sí tenemos que recordar, no acordanos, recordar a los 30000. Porque fueron asesinados más que nada por tratar de construir una sociedad distinta con una politica distinta.
Cada vez que alguien, algunos, intenten argumentar que la política no puede ser otra cosa que una batea de mierda, entonces tenemos que recordarlos. Y decirles "No, sabes que no".
Luego, sin pérdida de tiempo, enfilar a la calle y dejar que el pragmatismo a toda rosca perezca de inanición.

domingo, 17 de enero de 2016

LA POLÍTICA HA MUERTO I

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Antes de comenzar aclaremos: yo creo que uno respira política. Elegir entre helado de limón o de chocolate o ambos contiene una buena porción de política en sentido fuerte y en todos los órdenes de la vida pasa lo mismo. De hecho, declamar que uno es "apolítico" es una de las maneras más perversas de la política.
Dicho lo anterior paso a explayarme acerca del título del post.
Desde hace no menos de doces años (y más también) los medios de comunicación hegemónicos (que representan los intereses de los grupos económicos concentrados, of course) han sembrado en la sociedad la idea de la no política como medio y fin. La no política contiene, y es imprescindible decirlo y comprenderlo, los no políticos (suena a neolengua ¿no?). O sea, un grupo de administradores "apartidarios", "sin ideología" (aunque esa sea su ideología) haciéndose cargo del estado y además la extinción de los que sí creen en la política en sentido fuerte en oposicón a esta supuesta asepsia de ideas que oculta un paradigma de exterminio.
De hecho, un no político y una opción no política debe construirse en oposición a los políticos y la política. La única posibilidad de existencia de la no política es la denuncia de la política. Para suplantar la política la no política debe postular que la política es esencialmente un problema. Y los políticos y los que adhieren a esa mirada deben ser combatidos. La no política existe en un vacío y opera en ese vacío. Ese vacío es el fruto de la extirpación de la política. Y de los políticos. Y de aquellos que sostienen que la política (en sentido fuerte) debe manejar todas las variables de una sociedad para que esa sociedad sea plausible.
Cuando la no política se propone exterminar la política también desea anular los mecanismos que la política establece para mediar entre los conflictos que atraviesan a la sociedad y que en una sociedad capitalista giran alrededor de la contradicción entre capital y trabajo, que no es más que la vieja y nunca bien ponderada lucha de clases, en tanto los poseedores del capital y los poseedores del trabajo tienen intereses contrapuestos (los siguen teniendo, a pesar de los sofismas).
Cuando la no política desestima esos canales, los vacía de contenido o recubre su esencia con formalismos vacíos, en rigor lo que ocurre es que los vasos comunicantes entre capital y trabajo se cierran, dejan de existir válvulas que permitan soltar la presión del magma que discurre bajo la estructura de una sociedad de clases.
Ahora sí, estamos en presencia de un abismo. No tanto por su profundidad sino porque marca un espacio que no se puede atravesar con negociación y diálogo dado que si la propuesta es la no política de ello se deriva la desestimación de los políticos como mediadores y de los instrumentos políticos como herramientas.
Si no existe otra mediación que la obediencia a la dominación, y no existen válvulas para que la presión acumulada no provoque un colapso, el escenario presente y futuro es al menos complicado.
Esto no significa que como resultado de este proceso de transformación del adversario político en enemigo de clase tengamos una revolución o un estallido o cosa por el estilo.
Los procesos sociales no son lineales. Son imprevisibles y azarosos (algo que los economistas deberían saber pero se niegan a comprender).
Pero hasta ahora cada vez que un adversario se transformó en enemigo y cada vez que los bandos quedaron aislados y sin posibilidades de canalizar las contradicciones latentes mediante mecanismos institucionales hubo tragedias.
Ojalá me esté equivocando feo.

jueves, 21 de mayo de 2015

YO NO FUI EMINENCIA

Como si la farandulización no los involucrara. Como si la farandulización no fuera promovida desde sus propias entrañas. Como si la farandulización no fuera aplaudida desde sus tribunas con entusiasmo y sonrisas cómplices. En fin, como si nada, hoy los dos diarios serios e independientes de la Argentina Potencial salen a la palestra como inocentes querubines repitiendo la advertencia de "La Iglesia" (que no es La Iglesia sino la Iglesia Católica, porque hay más de una iglesia en Argentina y sería bueno que los periodistas lo comprendieran a la hora de escribir una nota sobre sus dichos, porque sino, parece que fuera única y omnipotente como la prensa seria).
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Lo dicen en voz alta apuntándonos con el dedo índice cual Torquemadas de la pureza intelectual y moral. Y no les da vergüenza. No les causa ninguna contradicción los bombos y platillos desplegados en sus páginas para aplaudir de pie y en respetuosa ovación a Tinelli y la tinellización de los candidatos que admiten ser tinellizados. Una tinellización que a los dos grandes diarios del pensamiento nacional les viene al pelo para evitar discutir lo que hay que discutir, y les permite desviar la atención a huevadas tales como manco sí, manco no. Una tinellización que les sirve para instalar candidatos vacíos, cáscaras a las que luego se puede llenar con las ideas y conceptos que resulten agradables a las fuerzas vivas del país.
Como si nada che.
Tan como si nada que yo me pregunto si son los mismos diarios de estas tapas.
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Lo que es la desmemoria Doña Rosa
La suya, claro está.

sábado, 25 de abril de 2015

sábado, 15 de noviembre de 2014

lunes, 17 de febrero de 2014

MANIPULAME MANIPULATE

¿Ejemplo de manipulación periodística?
Yo yo, señorita.
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Uno espera que se dediquen a hacer periodismo.
Claro, aguardamos al dope.

miércoles, 8 de enero de 2014

jueves, 28 de noviembre de 2013

WORD OF MOUTH

Nombrar es hacer ver. Un nombre, una palabra no es sólo una palabra, es un cincel que talla el mundo que vemos. En ese mismo acto, lo que no se nombra queda oculto o velado. También las palabras contienen en sí mismas el modo de mirar, aquello que le otorga un sentido particular del que proviene el sentido que le asignamos a las cosas una vez que las nombramos con esas palabras.
Las palabras, entonces, no son inocentes. Contienen una historia que se despliega en el momento es que salen al mundo colgadas de la boca del que las dice o escribe. La historia de las palabras indica quiénes las pergeñaron, cómo las usaron, con qué intención fueron proferidas, para qué nacieron y hacia dónde apuntan. Por eso, cuando usamos palabras también ponemos en acto esos sentidos previos, incluso cuando no creemos en ellos. Incluso cuando pensamos que ese sesgo queda anulado por el modo en que la palabra fue enhebrada junto a otras.
Las palabras, en ese caso, pueden traicionarnos.
En la literatura, el escritor juega con los sentidos almacenados en cada término, tejiendo y destejiendo los conceptos que esas palabras alumbran u oscurecen, forzando su significado, desguazando las sílabas para tramar historias que se alimentan de esa recombinación. La condición de la literatura es esa búsqueda minuciosa que destroza y construye, en donde la polisemia es una herramienta para crear.
Y sabe (o debería saber) que cada palabra corta como un bisturí. Y que hay que tener mucho cuidado y nunca confiar en ellas.
Las mismas precauciones habría que tomar al usar determinadas palabras en otros campos que no son la literatura. Por todo lo dicho. Pero además porque en ciertos contextos el efecto de las palabras irá mucho más allá del goce estético.
Por ejemplo en política y economía.
Sobre todo en política y economía.
En ambos espacios las palabras son letales. Cada concepto, cada término proviene de una genealogía determinada y alumbra la realidad desde ese sesgo, aún cuando la pongamos en otro contexto. Seguirá diciendo lo que decía porque fue construida para decir de una forma y no de otra.
Y ese sesgo enseña a mirar, aún cuando creamos que nuestra mirada es diferente. Al nombrar un proceso social mediante un término determinado lo estamos definiendo de una forma y no de otra, incluso si nuestras convicciones en la materia son distintas. La disidencia queda anulada por las palabras que usamos. Porque esas palabras, ya lo hemos dicho, no son solo palabras.
Veamos un ejemplo para poner fin a tantas abstracciones:
Supongamos que tenemos una mirada progresista (en sentido estricto) de la sociedad. Defendemos la intervención del estado en educación, justicia y vivienda, etc. Postulamos que el mercado no se autoregula, etc. Entonces, en medio de una discusión decimos que “el gasto público” ha subido o bajado. De pronto nuestra concepción de la sociedad se ha desbaratado, dado que el concepto “gasto público” proviene de una mirada teórica distinta, que propone exactamente lo contrario al progresismo (por decirlo de alguna manera) y que no solo son dos palabras sino un universo de significados enfrentados a nuestra propia mirada de la historia. Usar ese concepto no es solo una concesión sino también una confesión. Al ponerlo en acto estamos legitimando una postura que sostiene que hay que hacer exactamente lo opuesto a lo que pensamos que hay que hacer. Las palabras, entonces, nos han traicionado.
Y así podría seguir citando ejemplo tras ejemplo de palabras usadas con descuido o pereza: seguridad jurídica, previsibilidad, buen clima de negocios, etc.
Caemos en la trampa o ya habíamos caído.

martes, 19 de noviembre de 2013

ESA ES LA IDEA FIERA

¡Ohhh, qué horror! Profundizará algunas políticas y seguirá con la misma línea. Pero ¿cómo se le ocurre a esta señora hacer éso?
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¿Cuál vendría siendo el "mensaje de la gente"?
Ahhh, ya sé. Mayoría en ambas cámaras.
Ahora entendí.

martes, 10 de septiembre de 2013

AHORA SI, CERREMO TODO Y VAMOLÓN

Desopilante. Lo que nos faltaba. Odolito opinando de "política", "partidos", y por supuesto, abonando las teorías sobre soberbia y humildad que están en boga en estos días. Lo que tiene que aguantar un boxeador, por Tutatis.
Mostro, fiera, titán, campeón, hagamos un trato: yo no contesto en Odol pregunta y vos dejás de opinar sobre lo que no tenés idea. Para robar alcanza con jugar con la esperanza de la "gente", aprovechándose de los crédulos que suponen que decís cosas importantes porque cada dos palabras metés "amor", "felicidad" y "unidad".
¿Quedamos así?

viernes, 26 de abril de 2013

LA PUTA POLÍTICA METIÓ LA COLA

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Fiel a su costumbre, el PRO, en la ¿persona? de María Eugenia Vidal justifca sus hazañas mediante el sonsonete "esto es una cuestión política". ¿Qué otra cosa va a ser Vidalita? ¿Una clase de cerámica en frío? ¿Meditación espiritual estilo yogatón?.
"No queremos que los empleados sigan utilizando a los pacientes". Si, me imagino. Es mejor abandonarlos y cagar a palos al que quiere defenderlos, aunque sea por conveniencia política.
Ahora, pese a mi asco, debo reconocer que Eugenita dice una verdad sólida y vergonzosa: la construcción del Centro Cívico la aprobaron todos los sectores. Incluso los legisladores del FPV. Anotalo.

viernes, 19 de abril de 2013

KNOW HOW

Estuve reflexionando sobre la manifestación de ayer, el 18A. Quienes transitan este blog de cuando en vez sabrán que acá no le hacemos asco a las manifestaciones. Digamos, nada de "me coartan la libertad de circular" o "esos tres muertos de hambre que cortan la calle" o "mirá quién salió a protestar". Todas las proposiciones anteriores son variantes de la falacia ad hominem que consiste en descalificar al oponente. No haremos éso, puedo asegurarles. Mitad porque acudir a semejante artilugio discursivo implica cancelar cualquier diálogo o debate. Y obturar un posible debate implica falta de argumentos o debilidad de los mismos.
Tampoco admitiremos aquí la absurda refutación: "Es una manifestación política". Chocolate por la nueva ¡obviamente es política! ¿Qué otra cosa va a ser una marcha que pide cambios a nivel político? Cuchame.
En principio considero que está muy bien que hayan salido a la calle a protestar. De alguna forma la manifestación es la reivindicación, por fin, de la política. Aunque gran parte de los manifestantes indique que su reclamo no es político, justamente lo es por poner sobre el tapete sus censuras y aspiraciones, o sea, su propia mirada del país. No hay que tenerle miedo a la palabra "política". Hay que ponerla en movimiento. Una de las formas de hacerla caminar es salir a la calle a decir ésta boca es mía y dice ésto y no aquello.
Que también implica hacerse cargo de la ideología que uno profesa y actuar en consecuencia.
Me parece muy positivo, un paso adelante, dejar en el olvido aquello de "yo no tengo banderías políticas" o "yo soy un ciudadano común que sale a la calle a decir lo que piensa". Es sano y deseable que hayan decidido participar, reconociendo que tienen preferencias políticas distintas y que deseen mostrar que las tienen y que van a luchar por ellas.
En eso consiste. A nadie se le va a correr la peluca por eso.
Quizás ahora, luego de tres marchas, hayan entendido algunas cosas que los que hemos salido a lo largo de décadas a las calles conocemos por viejos más que por diablos. Una de ellas es que la calle es un espacio que se toma, y se toma en contra de otros. Porque hay otros en ese espacio y al salir a la calle a protestar uno desplaza a los que comparten ese espacio cotidiano. Como ninguna protesta es unánime, ni siquiera una que reuna millones de individuos, siempre alguien resultará desplazado y ese desplazamiento le ocasionará al desplazado alguna molestia, mayor o menor. Es inevitable. Espero que lo hayan comprendido.
También espero que ahora entiendan que salir a la calle a protestar genera una doble responsabilidad: por uno mismo como parte de la protesta y por los otros que no la comparten. El cuidado de ambos debe ser minucioso dado que ni unos ni otros tienen que ser lastimados por participar o por no participar. Es una enorme responsabilidad y hay que asumirla en ambos sentidos.
Hay más sobre este tema, pero con esto basta por ahora.
No hay, por otra parte, una protesta más legítima que otra. Tres que gritan frente a tribunales o un millón que recorre las calles tienen pesos estadísticos distintos pero el motivo de ambas, reclamar por situaciones que lesionan a los protagonistas, es el mismo. La coincidencia que reune más o menos personas en torno a un tema o temas en particular no hace que una protesta sea "buena" o "mala". Es una protesta. La moralidad de lo reclamado, su pertinencia, es una discusión que la protesta misma intenta hacer visible. Pero la protesta en si, el derecho a protestar, a expresarse, tiene que ser preservado. Por eso no hay protestas mejores o peores. Hay protestas. Eso también hay que entenderlo.
Y lo último para no cansarles las neuronas: cuando uno protesta posiblemente ese reclamo reciba una respuesta, que puede asumir muchas formas. Una respuesta que, en tanto no consista en reprimir, prohibir o coartar la posibilidad de expresarse, también es legítima. Una respuesta que tampoco debe ser descalificada por su origen. La respuesta a la respuesta también debe asumir la condición de una respuesta política.
Nadie debe asustarse: la confrontación política es necesaria.
Como sociedad somos un producto de esa dialéctica política. Nuestros peores momentos tuvieron lugar cuando no hubo esa praxis cotidiana por ausencia u omisión de uno o ambos términos. Por eso, entendiendo que somos y hemos asumido nuestra condición de sujetos políticos(zoon politikon decía Aristóteles) tenemos que celebrar la posibilidad de debatir en la diversidad y luego decidir en los foros que la democracia define para dirimir las diferencias.
Asi que, bienvenidos a la calle.
Nos estamos viendo.

viernes, 1 de marzo de 2013

lunes, 25 de febrero de 2013

TEOCENTRISMOS

Resistimos con éxito aquella petición de principio que indicaba que dios, a través de algunos elegidos, decretaba lo que era legítimo y deseable. Y dado el supuesto origen divino, siempre según los mediadores, de esos mandatos el hombre debía sentir temor y desplegar obediencia ¿quién era el sujeto humano para andar desconfiando de la voluntad divina expresada usando como vehículo a hombres que, dada su cercanía con la inmortalidad, eran por lo menos venerables?
Una buena dosis de tragedia, injusticia, horrores e iniquidad sirvió para comprender que esos hombres, en todo caso, suplantaban al dios que decían representar. Y que la tal voluntad divina era la voluntad de esos hombres camuflada en oraciones y jaculatorias. Que lo que ataban y desataban era tan terrenal como su propia búsqueda de poder. En fin, que si dios era dios, esos hombres no eran sus emisarios, porque sus actos desmentían a cada paso sus palabras.
Luego también resistimos (o tratamos de resistir) a la teología de la ciencia. También la ciencia pretendió erigirse en medida de todas las cosas y los científicos, en los adalides del progreso humano y ya que estamos, de la felicidad. Si detrás de cada frase estaba la palabra mágica "ciencia" cualquier cosa era legitimada a la larga o a la corta. Las peores aberraciones se convirtieron en daños colaterales y la conciencia moral, esa que debería gritar cada vez que abofetean a un hermano, lentamente comenzó a languidecer.
Pero este reinado, el de la ciencia, vino de la mano de la entronización, a la derecha del cielo, de la economìa. No de cualquier economìa, la economía de mercado, la que se precia de identificarse con las leyes naturales (tal como hace la ciencia o la religión). Esa que dice de sì misma que es nada más que una prolongación de la naturaleza de donde obtiene su legitimidad. Procedencia que la vuelve inevitable porque ¿quién puede gambetear a la naturaleza?
La combinación entre economía de mercado y ciencia da lugar a un tipo de libertad acotada que se parece bastante a aquella que nos proporcionaba la teocracia. Una libertad que no es libertad en sentido amplio sino el resultado de la obediencia a unas leyes que preceden al hombre y lo subsumen. Un hombre no es libre porque se despliega en el mundo: según estas religiones combinadas es libre si se somete a las leyes del mercado, a las de la ciencia y ya que estamos, a un dios normativo refundado para la ocasión.
¿Y la libertad? Bien gracias.
Le queda para consolarse una libertad parcelada. Mi libertad termina donde comienza la de los demás, dice la jurisprudencia. O sea, mi libertad se resta a la del otro, cada uno tiene un lote de libertad (bien reglado y en donde la supuesta autonomía está regulada ad nauseaum). La libertad en sentido amplio debería sumarse, no restarse. El sujeto debería ser más libre en tanto el otro fuera más libre. Pero para un sistema que se funda en la ética del egoismo tal cosa no sirve.
A ningún sistema polìtico le conviene un hombre verdaderamente libre.
Y esta es la verdadera tragedia. Descubrir, luego de cientos de años de historia, que siempre hemos sido libres solo de construir nuestras propias mazmorras.

martes, 19 de febrero de 2013

LA MEZCLADORA

Asi que "la política se mezcla con la religión".
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Pero por supuesto. Porque las declaraciones del Obispado, de Bergoglio, de Aguer y CIA no son políticas. Porque la adhesión sin fisuras a Macri no es política. Combatir cualquier manifestación de la teología de la liberación no es política. Intentar hacer desaparecer la influencia del Concilio Vaticano II en la Iglesia Católica no es política.
Señores, la religión, sea cual fuere, es política. Sería bueno que se hicieran cargo para no andar por ahí blandiendo como excusa preferencias divinas que tienen un tinte partidario que te la voglio dire.
PD:
Ah, me olvidé. Nada, pero nada de nada, nada en el mundo podrá disfrazar el apoyo que le dio la Iglesia Católica en la persona de sus jerarcas a la Dictadura Mlilitar del ´76. Nada.

domingo, 17 de febrero de 2013

GRACIAS POR AVISAR

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¿Como qué lo vemos entonces?
¿Una reunión de viejos crápulas?
¿Un encuentro de la mafia?
¿Todas las anteriores?
No joda Don Lombardi, es política.

miércoles, 23 de enero de 2013

TODOS PUEDEN

Un enorme cartel de propaganda de la Hormiguita Ocaña indica con toda soltura: "Podemos tener una ciudad mejor". En plena zona norte, enclavado en una columna de una altura considerable, en otra propaganda descomunal, en este caso en vibrante color rojo con letras blancas, el rostro de Francisco de Narváez sentencia "El desafío es vivir tranquilos".
Dos ejemplos que son una muestra de la profusión de peticiones de principio que asolan la calle en forma de reclamos publicitarios polìticos "Momo pueblo" dice una pintada. "La familia ferroviaria es Verde", dice otra, "Mauricio Puede" insiste otra en el paredón exterior de los terrenos del Borda. Ad infinitum, ad nauseam.
Lo que tienen en común estos carteles (¿cárteles?) es que no pueden ser verificados en la práctica. No se puede comprobar en la empiria la realidad de estas afirmaciones. Ni siquiera son promesas lanzadas al aire como tales, son afirmaciones sin sustento, palabras al flato, lugares comunes que no comprometen ninguna acción, que establecen como válido un escenario que nadie puede constatar. Por su ubicación en un futuro probable o por la imposibilidad de establecer la condición indicada para todos los "y" invocados como el universo de aplicación de la petición.
Tampoco son consignas. Nada de "Abajo ésto o lo otro" o "Patria o muerte" o cosa por el estilo. Solo esa media frase que intenta establecer que el pronunciante es una persona honorable preocupada por...por quién sabe qué cosas.
De eso están hechas esas peticiones. De vaguedades que bien pueden indicar esto, pero también lo otro. Etiquetas que se diluyen, como aquellos hombres de azúcar, apenas la lluvia las toque.
Lo que hay detrás, lo que esconden, lo que no quieren mostrar con su arbitraria asepsia, éso es lo que tendríamos que tratar de descubrir.

martes, 4 de diciembre de 2012