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domingo, 9 de julio de 2017

DE SOBERANÍA Y LIBERTAD MEJOR NI HABLAR ¿NO?

Nuestro eselentísimo sinior prizidinti nos tiene acostumbrados a su verba pobretona en contenido y forma. Hace un año le hablaba al ex-rey de la angustia de los patriotas y esta vez expelió razonamientos sobre el concepto de independencia. Según él "ser independientes significa que nuestro futuro depende de nosotros."
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Pero el concepto de independencia política (que es de la que hablamos cuando hablamos de independencia un 9 de julio) es la situación de un país o nación que no está sometido a la autoridad de otro. Siendo más precisos aún es un "concepto que califica jurídicamente al Estado en base a la exclusividad, autonomía y plenitud del ejercicio de la competencia. Clásicamente fue definida como «ausencia de dependencia» o «de subordinación política», identificándose con el concepto de soberanía".
Como vemos, es algo un poco más complejo que las consideraciones de libro de autoayuda que lanza con la seguridad del que sabe de qué habla Mauricio. 
En este punto es insultante que el coso que funge como presidente no sepa o no quiera saber que independencia está enlazada con la libertad y las dos con la forma de libertad política por excelencia llamada "soberanía". Soberanía económica y política sin las cuales todo lo demás son pedos en un canasto de pedos. Y que en el medio sugiera además que la soberanía es una pavada de nostálgicos kerneristas.
San Martín lo resumía como pocos: "Seamos libres y lo demás no importa nada"
De eso se trata. Ni más ni menos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

CASACIÓN PENAL AUSPICIA LA SIGUIENTE SUELTA DE CRETINOS

Hablando de la justicia independiente
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Y no es la primera suelta de cretinos que propician. Acá, acá y acá se puede comprobar qué partido están jugando. Los republicanos ni pío che. ¿Les habrá comido la lengua El Futre?

viernes, 22 de noviembre de 2013

EXTRAVIADOS

Los discursos preconciliares no solo provienen de los lefebvristas. Acá están las palabras de Aguer que no me dejan mentir.
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lunes, 8 de abril de 2013

LA LIBERTAD YA ES CUALQUIER COSA

Dijo Obama de Margarita Iron que el mundo ha perdido "una de las grandes campeonas de las libertades". Pienso (si, alguna vez lo hago, aunque sin mayores consecuencias): o la libertad ha mutado de forma tal que ya se parece a cualquier otra cosa, incluso a su antípoda, u Obama no habla de la misma libertad que acostumbramos mentar cuando cantamos el himno junto a Los Pumas oh juremos con gloria morir.
Es cierto que la libertad desde Adam Smith para acá ya no es tanto libertad a secas o en sentido amplio sino libertad de comercio, empresa y otras delicias así. Pero tampoco puede pifiar tanto el moreno.
Si ser campeona de las libertades es haber mandado al muere a la clase obrera inglesa bajo la forma de una guerra y mediante la aplicación de las recetas neoliberales entonces si, hip hip hurra.
Pero calculo que Obama Bin Laden quiere hacernos creer que sus palabras se refieren a la libertad en general y no al particular concepto que el neoliberalismo militante tiene de la libertad.
Pero bueno, qué se puede esperar de un tipo al que le dieron el Premio Nobel de la Paz por andar matando morochoides árabes ¿coherencia?

lunes, 25 de febrero de 2013

TEOCENTRISMOS

Resistimos con éxito aquella petición de principio que indicaba que dios, a través de algunos elegidos, decretaba lo que era legítimo y deseable. Y dado el supuesto origen divino, siempre según los mediadores, de esos mandatos el hombre debía sentir temor y desplegar obediencia ¿quién era el sujeto humano para andar desconfiando de la voluntad divina expresada usando como vehículo a hombres que, dada su cercanía con la inmortalidad, eran por lo menos venerables?
Una buena dosis de tragedia, injusticia, horrores e iniquidad sirvió para comprender que esos hombres, en todo caso, suplantaban al dios que decían representar. Y que la tal voluntad divina era la voluntad de esos hombres camuflada en oraciones y jaculatorias. Que lo que ataban y desataban era tan terrenal como su propia búsqueda de poder. En fin, que si dios era dios, esos hombres no eran sus emisarios, porque sus actos desmentían a cada paso sus palabras.
Luego también resistimos (o tratamos de resistir) a la teología de la ciencia. También la ciencia pretendió erigirse en medida de todas las cosas y los científicos, en los adalides del progreso humano y ya que estamos, de la felicidad. Si detrás de cada frase estaba la palabra mágica "ciencia" cualquier cosa era legitimada a la larga o a la corta. Las peores aberraciones se convirtieron en daños colaterales y la conciencia moral, esa que debería gritar cada vez que abofetean a un hermano, lentamente comenzó a languidecer.
Pero este reinado, el de la ciencia, vino de la mano de la entronización, a la derecha del cielo, de la economìa. No de cualquier economìa, la economía de mercado, la que se precia de identificarse con las leyes naturales (tal como hace la ciencia o la religión). Esa que dice de sì misma que es nada más que una prolongación de la naturaleza de donde obtiene su legitimidad. Procedencia que la vuelve inevitable porque ¿quién puede gambetear a la naturaleza?
La combinación entre economía de mercado y ciencia da lugar a un tipo de libertad acotada que se parece bastante a aquella que nos proporcionaba la teocracia. Una libertad que no es libertad en sentido amplio sino el resultado de la obediencia a unas leyes que preceden al hombre y lo subsumen. Un hombre no es libre porque se despliega en el mundo: según estas religiones combinadas es libre si se somete a las leyes del mercado, a las de la ciencia y ya que estamos, a un dios normativo refundado para la ocasión.
¿Y la libertad? Bien gracias.
Le queda para consolarse una libertad parcelada. Mi libertad termina donde comienza la de los demás, dice la jurisprudencia. O sea, mi libertad se resta a la del otro, cada uno tiene un lote de libertad (bien reglado y en donde la supuesta autonomía está regulada ad nauseaum). La libertad en sentido amplio debería sumarse, no restarse. El sujeto debería ser más libre en tanto el otro fuera más libre. Pero para un sistema que se funda en la ética del egoismo tal cosa no sirve.
A ningún sistema polìtico le conviene un hombre verdaderamente libre.
Y esta es la verdadera tragedia. Descubrir, luego de cientos de años de historia, que siempre hemos sido libres solo de construir nuestras propias mazmorras.

viernes, 11 de enero de 2013

UNA LIBERTAD QUE NO ES LIBERTAD

Cuando era un estudiante bisoño, allá lejos y hace tiempo, aprendí que "libertad" es un concepto que aprovechan muchos inescrupulosos para disculpar sus tropelías. Por ejemplo, el liberalismo se aprovecha de la polisemia del término para ejecutar un desplazamiento de sentido que te deja culo pa´rriba. 
Los liberales han alumbrado a una bestia llamada "Homo Economicus", un ser cuya única libertad es la "libertad económica". Un sujeto que no es libre en sentido amplio, sino que es libre de comerciar.
No es una diferencia pequeña la nombrada dado que un sujeto que solo tiene la libertad de mercar, no es libre más que en ese sentido y con los límites de la irracionalidad de mercado. Toda su existencia se subsume bajo la forma del intercambio planteada por el mercado y son las relaciones de mercado las que conforman su ethos. Es esa taxonomía la que gobierna sus acciones y no esa difusa escala de valores que proclaman las religiones de este mundo a modo de disculpa post mortem.
Y la libertad económica, derivada de la actividad del homo economicus no es libertad en sentido estricto. Esa libertad económica es la legitimación del despojo. No es libertad dado que propone al resto de los sujetos que limiten su propia existencia a los efectos de permitirle desplegarse por todo el cuerpo social..
Algo así.
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miércoles, 24 de octubre de 2012

ENTRE PARÉNTESIS

Si uno lo piensa bien la eternidad es una porquería. Al menos desde el punto de vista humano. ¿Cómo es éso? Supongamos que el nacimiento es la apertura, un primer paréntesis de la existencia singular y que el segundo paréntesis es la muerte. Toda nuestra vida, al menos como sujetos de la especie, discurre dentro de esos paréntesis. Antes y después de ellos está la eternidad, o sea, el tiempo en el que no está nuestro tiempo particular. ¿Podemos aspirar a un tiempo distinto al tiempo contenido entre los paréntesis? Algunos opinan que si, otros que no. Unos postulan el agotamiento de la singularidad al final del segundo paréntesis y otros sostienen que la vida entre un paréntesis y otro es nada más que una etapa de una existencia mayor que contiene todos los tiempos, o al menos, un tiempo distinto.
Pero esta última discusión, dada la opacidad anterior al primer paréntesis y posterior al segundo paréntesis, es baladí. Apenas aparece, la hacemos aparecer, como territorio de especulaciones y deseos. Lo que tenemos, lo que persiste es el espacio-tiempo entre un paréntesis y otro.
Y el tiempo delimitado por cada uno de los paréntesis es pertentorio. Es único. Sólo tendremos este segundo por el instante que dura y luego no lo tendremos más, nos atravesará y será pasado.
¿Qué hacer entonces? ¿Cómo calmar la angustia de percibirnos finitos? ¿Cómo sanar el dolor que nos taladra cuando la muerte viene a corroborar la finitud del otro, de aquellos que han compartido nuestro trayecto individual entre los paréntesis existenciales?
Algunos tienen la fe como motivo y refugio: los existentes individuales persistirán y habrá nuevos encuentros exteriores al paréntesis final. En este caso, hay una certeza fundada en la confianza absoluta en una entidad de origen supranatural, que es en última instancia, la esencia misma de cada existencia individual para la cuál la mortalidad es nada más que la condición opuesta binaria de la inmortalidad. Pero, como ya hemos dicho, esta es una discusión que no podemos abordar dado que luego del paréntesis de la muerte hay para nosotros una oscuridad impenetrable, al menos como seres vivientes. La fe no es discutible, la confianza puesta en ese más allá contiene en sí misma su propia justificación.
Otros no tienen esa fe: postulan que sólo disponen del tiempo entre cada paréntesis y que no habrá luego más tiempo para su singularidad y que no hubo antes tiempo para ella. Que son mientras son y que no serán más cuando para ellos se cierre el paréntesis.
Adviértase que, pese a la diferencia de miradas, a unos y otros los une su persistencia entre los paréntesis. Que sigue siendo el espacio propio de la vida, al menos, de esta vida tal como la conocemos.
¿Entonces?
La clave está en la existencia. Una existencia que sea igual al despliegue del sujeto por el mundo intentando proyectar su interioridad, su subjetividad en el espacio tiempo. Ese despliegue, la conciencia de ese despliegue suele conocerse con el nombre de felicidad.
Y para que el despliegue sea efectivo debe ocurrir aquí y ahora, dentro de los paréntesis. Si alguna felicidad es posible tiene que ver con ese paulatino desenvolvimiento que nos envía al tiempo sin ser tiempo.
Hay que descartar entonces, combatir, refutar, destruir la teleología que identifica el futuro como recompensa del presente. Una serie de futuros venturosos que exigen sacrificios para alcanzar ciertos rangos que son calificados por la ética reinante como fuentes de felicidad. Este razonamiento plantea anular el despliegue de cada sujeto en pos de un futuro despliegue al que podrá acceder una vez que complete su cuota de infelicidades, o sea, de retraimientos. Y esto no significa que no sea necesario el trabajo humano ni que para adquirir cierto volumen de despliegue no se requieran esfuerzos persistentes y sistemáticos. No es esto un elogio de la desidia. De lo que se trata es de que los esfuerzos lleven implícita la marca de nuestro despligue y que contribuyan a constituir un sujeto que va descubriéndose en las encrucijadas. Que nuestros esfuerzos no sean apropiados, no nos sean sustraidos, en función de una lógica finalista, por un sistema que se alimenta de la renuncia masiva de mucho sujetos a los que se impide la felicidad, o sea, el despliegue por el mundo.
Hay que desterrar esa ética, esa trampa que nos convierte en engranajes. No tenemos más tiempo que éste para desplegarnos por el mundo. No hay últimos que serán primeros ni primeros que serán últimos en el breve espacio entre los paréntesis inevitables.
Y ninguna institución que propugne la renuncia como condición de la existencia merece alguna consideración.
Quedará para otro momento la charla sobre la libertad como condición del despliegue por el mundo y la libertad de los otros como suma que permite el despliegue de la existencia individual, pero a la vez colectiva en un doble movimiento.
Me gustaría culminar estas reflexiones sueltas con una idea que le afané a Lyotard: lo acontecimental es infinito. Esa auspiciosa complejidad de lo real es lo que abona mi esperanza.

viernes, 9 de diciembre de 2011

APUNTA PARA OTRO LADO

Si hay que pedir por los derechos humanos, la flotilla de las lucecitas tendría que apuntar para otro lado. Mirándose el ombligo diría yo. Custodiada por los mismos guardacostas mayameros.
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viernes, 21 de octubre de 2011

ASÍ NO VAMOS A NINGUNA PARTE

Si todo el mundo cree en lo que quiere nos vamos a quedar sin contribuciones.
¡Pará un cacho! ¡Si le damos libertad de culto a todo el mundo cómo los vamos a amenazar con el infierno!
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viernes, 19 de agosto de 2011

ESO ME HABÍAN DICHO

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En Latinoamérica por ejemplo: 500 años de igualdad, dignidad y libertad.
¡Ay Esperanza, no tenés idem!