miércoles, 4 de septiembre de 2013

MIEDO AL RETORNO


Se puso de moda (como las calzas ¿ha visto?) decir que hay “miedo”, que la “gente” tiene “miedo” de hablar en contra del gobierno. Repasando quince minutos los noticieros, diarios y/o varios “medios serios” de nuestro país comprobamos que mucho miedo no parece tener la “gente” que habla ahì. De hecho se habla y opina mucho y variado (lo que está muy bien) y se dicen unas barbaridades que Doña Bárbara enrojecería de vergüenza.
Entonces ¿qué cuernos vendría siendo el miedo?
Traduzcamos Cacho.
En realidad “miedo” debe comprenderse como “fastidio”. ¿Fastidio por qué? Porque los que hablan de “miedo” no están acostumbrados al retorno. ¿Qué retorno? El feedback que genera las palabras que vuelcan al aire.
No hace mucho tiempo, por la condición monopólica de los medios concentrados y por la falta de herramientas tecnológicas, muchos próceres de la comunicación hablaban solos, nadie les contestaba públicamente, nadie les pedía razones de sus palabras, nadie podía, en definitiva, cuestionarlos. Porque no tenía el respondente acceso a un medio que amplificara su voz, porque no existía modo alguno de que la respuesta llegara a la misma vez al respondido y a la luz pública.
Esa imposibilidad les garantizaba una impunidad notable, dado que eran la primera y la última palabra. Enmendarles la plana, dejarlos en evidencia, confrontarlos con su historia y opiniones anteriores, con su prontuario, con sus aciertos y errores, era una utopía.
Eso ahora cambió. Porque hay alguno que otro medio que no sigue a la manada, porque hay medios electrónicos (llámese Facebook, Twitter y similares) en donde las palabras y declaraciones tienen inmediata repercusión, porque hay espacios como los blogs en donde las notas periodísticas son analizadas desde otros ángulos, etc. Entonces el que antes hablaba trepado a su pedestal en prístina soledad ahora escucha, ni bien pronuncia sus arengas, las respuestas de los arengados.
Y no le gusta nada. Ni un poco.
Y se fastidia. Se fastidia porque el monolítico dominio de la palabra que antes detentaba se ha quebrado y ahora se encuentra con las consecuencias de sus opiniones y posturas, casi inmediatamente.
No es miedo señores, es fastidio.
Bienvenido sea.

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