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Para comenzar voy a citar una frase muy certera de
Dady Brieva (a lo que hemos llegado, por Tutatis): "
No me van a venir a hablar de moral con la bragueta abierta"
Eso más o menos resumiría lo que hoy tengo ganas de decir por escrito, usía. Antes de que nos metan presos a todos por portación de idología.
Recorren el país hordas de votantes de La Cambioronga, más o menos fanáticos (pero todos fundamentalistas de la moral) solicitando amablemente la cabeza de cualquier kernerista que ose caminar bajo el cielo límpido de invierno. Asco, asco, asco, inmorales, ladrones, choriplaneros, kukarachas, korruptos, chorros, populistas (si, lo usan como un insulto, así como el pejotismo dice "zurdo" o "trosko" con el mismo objetivo). Hay que castigarlos. Por lo menos tienen que guardar silencio, no les da vergüenza, apoyar a esa manga de ladrones que la justicia (que ahora funciona) está metiendo en gayola.
Eso, eso, que se callen. No tienen pudor.
¿Sabes qué? ¡De acá!
Y al decir esto miro de arriba-abajo a toda esa chusma medio pelo sentido común que siempre junó el país de afuera y nunca dijo esta boca es mía, excepto cuando le tocaron el bolsillo (que en su escala es el valor más alto, nada de esas boberías que dicen mirando al cielo como "amor, justicia, paz", las pelotas, les importa la guita y no mucho más, y cuando no están pensando en guita prenden la televisión para que "los entretenga" y a la mierda con todo lo anterior).
A esa turbamulta amorfa y descafeinada le repito, mirándolos a los ojos "¡De acá!"
Cuando todos descansaban nadando entre productos importados, atiborrándose en un parripollo, adorando las camisas Versace y las fragancias del freechop que se compraron en el viaje a Mayami, este pelotudo que teclea estaba en la calle, jorobando la paciencia (porque la democracia dura lo que dura la obediencia) porque tenía la sensación de que una parte sustancial del país en el que vivía estaba afuera de ese Valhala (un libro resumía gastronómicamente esa expulsión: "
La Argentina fermentada" de Matías Bruera).
Y en ese estar en la calle recibió palazos, gases y corrió como un gamo torpe esquivando el chorro de los hidrantes. No, no era de Quebracho. Era un pelotudo, parte de un grupo de pelotudos, que tenía la pretensión de mierda de construir una sociedad más justa (que vendría siendo una en donde todos seamos un poco más iguales, no uniformes). Mientras huía y volvía, volvía y huía, nunca vi a los campeones de la moral combatiendo en la calle contra un régimen que aplaudían.
Los campeones de la moral que ahora sí, montados en una supuesta impolutéz, arrojan piedras contra lo que odian (porque lo odian y quieren venganza). Se ve que no les funcionan los espejos o no los tienen, porque tanto ellos como yo vivimos en una sociedad capitalista, y todos en alguna medida hemos vulnerado las reglas de ese sistema. ¿No? Ajá, permítame una foto para la estampita.
Por eso a toda la brigada de La Cambioronga le espeto en pleno rostro un telúrico: "¡De acá!"
Un corrupto, dos corruptos, de esos profundos y obscenos, no me van a correr de mis ideas y convicciones.
El país que Macri propone (o a través de él quien corresponda) es un país de mierda, para pocos, expulsivo, en donde los orejones del tarro sobran. Un país de supervivencia en donde los nadies tenemos que resignarnos a seguir garpando la fiesta de los piolas de siempre.
Yo no quiero que a Macri "le vaya bien" porque si eso pasa a los orejones del tarro nos va a ir como el orto.
Por tanto, y más allá de las cortinas de humo y la moralina barata de La Cambioronga y sus quintacolumnistas, acá estaré dándole patadas en las costillas y metiéndole el dedo en el ojo a Cambiemos cada vez que pueda.
¿Está claro o les hago un planito?