sábado, 13 de julio de 2013

PORQUE ESTÁ AHÍ

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En vista de esta noticia y ante la probable catarata de opiniones y críticas ante lo que ni siquiera los andinistas comprenden, publico un artículo que escribí hace tiempo y que fue un intento de explicar lo que no tiene explicación. Intento fallido por lo tanto, pero que vale como aproximación.
Y también será un digno epitafio para los que murieron sabiendo que podían morir.
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“Porque está ahí”
Historias de Montañistas
Por Marcelo Fernández Olivares
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En 1923 George Leigh Mallory estaba brindando una serie de conferencias en EE.UU., promoviendo su tercera expedición al Monte Everest (Mallory había intentado escalarlo en 1921 y 1922 sin éxito). En una de las charlas un periodista le preguntó por qué un grupo de hombres arriesgaba su vida para llegar a la cumbre de una montaña desconocida y casi inaccesible en un país remoto. Ante la insistencia del reportero Mallory, con evidente fastidio, respondió: “-Porque está ahí("-Why do you want to climb Mt. Everest? - Because it is there")
La pregunta del periodista se sigue repitiendo en la actualidad. No es fácil comprender las motivaciones de un montañista, su particular visión de la vida, su amor a la montaña. Las reglas mismas de los montañeros son, las más de las veces, incomprensibles para quien nunca subió una montaña unido a una cordada de escaladores. Lionel Terray, alpinista, escalador y guía de montaña francés decía que “la montaña quizá no sea más que un ingrato desierto de hielo y roca, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle. Pero, sobre esta materia siempre virgen, por la fuerza creadora del espíritu cada uno puede a su gusto moldear la imagen del ideal que persigue.
George Leigh Mallory murió en 1924 junto con Andrew Irvine (su compañero de cordada) intentando llegar a la cumbre del Chomolungma (nombre tibetano del monte Everest, significa “Diosa Madre del Mundo”). Lionel Terray falleció en 1965 en Vercors, Francia, escalando una vía de dificultad media (el año enterior había coronado el complicado Monte Huntington en Alaska).
De los dos podríamos decir, como señalaba Terray “soy, si esta palabra tiene algún sentido, un montañero.
De esto hablaremos, de montañeros.
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Juan Jorge Link
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Juan Jorge Link era un montañista alemán radicado en Argentina. La primera de sus cinco ascensiones al cerro Aconcagua (la cumbre más alta de América, con 6962 metros)  tuvo lugar en 1936. No fue una escalada más: Link fue el primer hombre que subió al Centinela de Piedra en solitario. Por esa hazaña se le otorgó el reconocimiento de “El Condor de los Andes”. Además, decidieron premiarlo en las Olimpíadas que tuvieron lugar en Berlín en 1936. Hacia allí viajo Link, llevando con él dos objetos que había rescatado de la cumbre: un par de anteojos de escalada y una carta escrita para una dama italiana. Con la ayuda de una motoneta Link viajó por Europa y entregó los elementos a sus dueños. Luego regresó a Alemania, recibió su medalla y volvió a Argentina.
En 1936 Link también había concretado otro descubrimiento no tan amable: el cadáver del austríaco Juan Stepanek, el primero que murió intentando escalar el Aconcagua en 1926. En 1940 Link y su esposa, la francesa Adriana Bance de Link, llegaron nuevamente a la cumbre del Aconcagua. Adriana Bance se conviertió en la primera mujer que escaló el Aconcagua. En el descenso Link sufrió el congelamiento de parte de los dedos de sus pies. Debido al peligro de gangrena su esposa los amputó usando una tijera.
Link guardó sus propios dedos en formol. Cuenta la anécdota que cuando llegaban visitas a su casa, Link ofrecía mostrar “los hongos del Aconcagua”. Inmediatamente le pedía a su esposa que trajera el frasco con “los hongos”. Cuando los azorados visitantes constataban que en realidad, lo que había en el recipiente eran dedos, Link lanzaba una carcajada de satisfacción.
Link decía que las puertas de su casa estaban siempre abiertas para quien quisiera hablar de montañas y mucho más si se trataba del Coloso de América. Su pasión por la montaña era interminable, pese a las secuelas que había sufrido en carne propia.
En 1944 Juan Jorge Link y su esposa volvieron al Aconcagua como parte de una expedición científica. Al bajar de la cumbre, en la zona de La Canaleta, Adriana Bance se fracturó de una pierna. Link se quedó a su lado acompañándola en vez de descender y salvarse. La furiosa tormenta que se había desatado acabó con la vida de ambos. Entre el 17 y el 20 de febrero de 1944 mueren atrapados en esa zona.
El caso de los Link fue profusamente cubierto por los medios de la época. Varias expediciones intentaron rescatarlos, pero las malas condiciones climáticas impidieron la tarea. Un año después los cuerpos de los esposos Link fueron hallados por una expedición militar y bajados tiempo después. Ambos están enterrados en el Cementerio de Andinistas en Puente del Inca, Mendoza.
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Heber Orona
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Heber Orona es un montañista mendocino, criado en la localidad de Polvaredas, en Mendoza. Polvaredas está a 2400 metros sobre el nivel del mar y a 150 km de la ciudad de Mendoza, en la Cordillera de los Andes. En ese lugar Heber Orona descubrió las primeras montañas. Cuando cursaba el secundario, junto con un amigo comenzaron a  escalar. En esa época se formó como Instructor Nacional de Montañismo y Guía de Alta Montaña.
Hace 20 años, el 24 de enero de 1991, Heber Orona hacía cumbre por primera vez en el Aconcagua. Fue la primera de sus 23 ascensiones al Centinela de Piedra (llegó a la cima por cuatro rutas diferentes).
El 27 de mayo  de 1999 coronó el Monte Everest. Es el tercer argentino en llegar a la cumbre y el primero en hacerlo sin oxígeno adicional. Además la expedición de la que participaba no utilizó porteadores para cargar el equipo, por lo que el mérito es mucho mayor.
También es el primer argentino que escaló las Siete Cumbres: el Everest en Asia, el Vinson en La Antártida, el McKinley en Norteamérica, el Elbruz en Europa, las Pirámides de Carstensz en Oceanía, el Aconcagua en Argentina y  el Kilimanjaro en África. La lista de las montañas que completan su currículum impresiona.
Cuando fue por primera vez al Himalaya vendió su auto para pagar el viaje (el vehículo que había comprado ahorrando el dinero ganado en varias temporadas de trabajo en el Aconcagua): “Hice el sacrificio. Otros deben hacer lo mismo si quieren estar en las mismas condiciones.”
Lejos de la profesionalización de los escaladores de otros países, Orona señala las dificultades a las que se enfrenta cuando emprende cada nueva expedición:“Te encontrás gente que te dice: ‘¿Cómo un argentino se dedica a esto, cómo es que tiene la plata?’. Allá, un tipo que se dedica a esto recibe 260 mil dólares; se gasta 100 mil en el proyecto y con el resto vive. Acá es mucho más complicado” (Página 12)
La frase de cabecera de Heber Orona es "tener un objetivo claro, aunque todo esté oscuro; cruzar los dedos pero no los brazos, tener miedo pero no caerse, caerse pero no fracasar".
Detalles más, detalles menos, cada montañista en el mundo comparte esa consigna.

Reinhold Messner

Reinhold Messner es un montañista italiano. Nació en Tirol del Sur, en 1944. Su casa estaba cerca de los Dolomitas, una de las cordilleras más hermosas del mundo. Allí se crió y paso la mayor parte de su infancia. A los cinco años, Messner escaló su primer cerro de 3000 metros.
Junto a su hermano Günter, venció las rutas más difíciles de los Alpes. Por esas precoces hazañas, en pocos años sus nombres ya eran reconocidos en varios lugares del mundo. Los grandes cerros de ocho mil metros esperaban a la vuelta de la esquina.
En 1970 escaló junto con su hermano el Nanga Parbat, cerro de  8125 metros ubicado en la cadena de los Himalayas. En esa expedición su hermano muere arrastrado por una avalancha cuando estaban descendiendo. Por mucho tiempo Reinhold fue acusado por muchos montañistas y por la justicia: sospechaban que había abandonado a su hermano para lograr la cumbre. El descubrimiento del cadáver de Günter en el año 2005 confirmó la versión de Messner: Günter murió mientras descendía debido a una avalancha.
El fallecimiento de su hermano lo marcó para siempre. Desde ese momento dedicó toda su energía a las montañas del Himalaya.
Entre 1970 y 1986 Reinhold Messner llegó a la cima de los catorce montes de más de 8000 metros que existen en el mundo. Entre ellos concretó dos ascensos memorables: el Nanga Parbat en 1978 (repitiendo la cumbre de 1970) y el Everest en 1980, ambos en solitario y sin oxígeno.
En 1978 ascendió, junto con Toni Habeler, al Everest, sin suplemento de oxígeno. Los especialistas y sobre todo los sherpas (pobladores del Himalaya) que estaban en ese momento en el monte no creyeron en la hazaña de Messner. Para refutar esas sospechas, en 1980 Messner subió, esta vez solo, y otra vez sin oxígeno.
Messner es un escalador que practicó el “estilo alpino”. El “estilo alpino” es una modalidad de escalada en la que el montañista transporta todo su equipo, comida, refugio, etc., en el ataque a cada cumbre. Messner demostró, en contra de la opinión de muchos expertos, que se podían conquistar montañas muy complicadas, como los ochomiles, mediante esa técnica: "En las expediciones, lo que me interesa es acercarme más a mí mismo; mirar hacia mi interior. Cuando subo muy alto, puedo mirar muy dentro de mí. Pero si introdujera medios técnicos entre la montaña y yo, no podría percibir ciertas sensaciones: con la mascarilla de oxígeno no puedo comprobar, no puedo percibir qué significa escalar alturas de 8000 metros y más, combatir la tendencia del cuerpo a no obedecer y soportar la soledad sin ninguna ayuda"
Messner es considerado como uno de los montañistas más completos de la historia. Un escalador solitario, un lobo que desprecia a la manada. Esa búsqueda le acarreó más de una crítica y el feroz ataque de muchos montañistas.
“Desgraciadamente todavía nos acercamos a las montañas con mucho más deseo de conquista que interés por entender su real dimensión. Yo creo que la montaña nos ofrece una enorme posibilidad de orientación hacia fuera y también hacia dentro de nosotros mismos.
Si destruimos las montañas antes de que la humanidad comprenda ese verdadero valor, entonces el hombre perderá para siempre la posibilidad de disfrutarlas y buscar esa dimensión más profunda.”
En 1999 Messner estuvo en el Europarlamento y forma parte del Partido Verde. Aunque estas dos últimas consideraciones son parte de otra historia.
Por lo pronto Reinhold Messner, el lobo solitario, pone en palabras lo que los montañistas sienten cada vez que enfrentan una montaña: “Hoy el hombre va en busca de la naturaleza salvaje para conquistar los últimos rincones de su alma desconocida, oscura y olvidada.”
¿Para qué subir montañas? Messner nos acerca algunas pistas: “Hay que aprender a caminar un paso detrás de otro. Cada uno tiene que acercarse a su propio límite, que siempre es subjetivo, distinto, personal. A veces está más cerca otras veces está muy lejos. Quien quiera conocer su propio límite, tiene que acercarse poco a poco, porque si los pasos son demasiado largos, tropieza, puede caer y hasta morir.”
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Necesario epílogo
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Frente a los acontecimientos recientes (como la muerte de Federico Campanini en el Aconcagua el 9 de enero de 2009) se torna muy complicado explicar el porqué del montañismo. ¿Para qué arriesgar la vida, buscando qué, para llegar a qué meta, a qué precio? La respuesta es que hay muchas respuestas. Tantas como montañistas existen en el mundo. Cada uno busca en las alturas cosas diferentes.
Hemos repasado la historia de tres montañistas excepcionales tratando de extraer de esas biografías al menos una pista sobre el asunto. Cada uno de ellos es una parte de esa búsqueda de certezas. Certezas a las que el montañista renuncia desde el momento mismo en que se une a la fraternidad de los conquistadores de lo inútil (Lionel Terray).
Yo mismo he transitado montañas, con mayor o menor éxito, buscando en ellas la confirmación de mi estricta condición humana: sin el soporte social que hemos construido para sobrevivir, expuesto a las condiciones extremas de la montaña, el ser humano se reencuentra consigo mismo. En medio del silencio perpetuo, sin el estrépito de la civilización tronando a su alrededor el sujeto se reconoce parte de un planeta, de una especie, de un destino común, compartido y a su vez, individual.
Eso es lo que yo pude descubrir. Más bien redescubrir.
Por eso, porque hay muchas respuestas, porque la montaña está ahí como decía Mallory, la frase de Terray adquiere ahora una nueva dimensión: “Soy, si esta palabra tiene algún sentido, un montañero.

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