Antonio Gala, escritor español, dice sin pelos en la lengua: "Y yo resulta que los domingos se los dedico de una manera especialmente cariñosa a la Iglesia católica, que es una hija de la gran puta, eso está clarísimo", refiriéndose a su columna en diario El Mundo que tiene lugar, como todos habrán sospechado, el domingo en el diario susomentado.
Por supuesto, semejante cuestión despertó la indignación de los ultramontanos de Religión en Libertad que dicen: "la inquina del escritor castellano a la Iglesia raya en lo obsesivo por sus reiteradas críticas desaforadas al cristianismo". Resulta que Antonio era un cartujo, o sea, como estuvo en las entrañas mismas del catolicismo habla con conocimiento de causa. Por eso la reacción de los cruzados del teclado.
Pronto, con el auxilio de Rajoy, solicitarán, y quizás logren, quemar al escritor en hoguera pública. Eso saca uno por andar caminando por el sendero de la blasfemia.
Obviamente, Gala no tiene razón, como todos acá sabemos.
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