jueves, 28 de junio de 2012

ANTEOJERAS OFF

Leí con mucho placer hace un par de días este artículo. En el mismo se describe la forma en que se investigó desde la sociología la cumbia villera. Dice cosas tan inreresantes como estas:
".-Acercarse a la cumbia es indagar en un fenómeno demográfico y territorial que determina una mirada sobre la vida. Lo que sucede es que muchas veces aproximarse al fenómeno puede resultar incómodo por las razones que mencioné antes. Ahora, ¿desde cuándo el lugar del investigador social debe ser cómodo?"
".-En un principio, creo que existe una cuestión de prejuicio con la cumbia. El prestigio que adquieren los objetos sociales tiene que ver con los lugares por los cuales circulan. Muchas veces, los sociólogos y antropólogos que se dedican a estudiar fenómenos que poseen una baja valoración cultural hacen lo más fácil: convertirse en denunciadores de un acabose; profetas del apocalipsis. Si se analiza un hecho considerado de baja jerarquí­a, lo mejor es refugiarse en la descalificación. Pero para abordar la cumbia es necesario dejar esa lógica atrás. Se debe comprender que no se trata de un objeto menor, sino de un producto cultural que nos dice mucho con respecto a la realidad social argentina."
No hay mucho que aclarar al respeto porque Pablo Seman pone en blanco sobre negro el asunto.
Mientras repasaba la nota me acordé, necesariamente, de los libros de Cristian Alarcón, "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia" y "Si me querés, quereme transa" en donde el periodista labura desde adentro del mundo "marginal" contándonos dos historias potentes, conciente de las anteojeras que lleva por su origen, evitando en lo posible juzgar lo que ve y relata desde ellas, digamos, esquivando la descalificación, como dice Seman en la nota de Página.
Inevitablemente esta deriva mental me llevó de cabeza a un libro maldito: "Los hijos de Sánchez" de Oscar Lewis. Cuando se publicó el libro gran parte de la cultura académica mexicana criticó duramente a Lewis indicando que su investigación no poseía rigor metodológico y que además, lo que ahí estaba escrito era una farsa. "Los hijos de Sánchez" es una obra que transita la vida de la familia Sánchez, pobres, a través de los testimonios que Lewis recogió in situ. Mediante ese texto Lewis logra exponer la cultura de la pobreza, la pobreza como forma de vida con sus propias estrategias, valores, ética y moral.
Esto emparenta a los libros que cité y al artículo del principio: todos ellos muestran que no se puede comprender la pobreza, la marginalidad y los productos culturales que en ellas se producen, sin renunciar a las anteojeras que tenemos como resultado de cierta formación académica, del tránsito por determinados espacios culturales, como parte de una clase social, de un estamento cultural, etc.
Pretenderlo es treparse a un pedestal y pontificar con el dedito índice, tal como hacen algunos sacerdotes que intentan convertir infieles.
Hay otra consideración final en estas reflexiones deshilachadas: leyendo los libros antes citados uno descubre (¿hace falta decirlo?) que la marginalidad y la pobreza tienen su propia lógica, sus propios valores e intereses. No los que tiene la sociedad "normalizada" en la que nosotros movemos las patas. Nuestros valores e intereses corresponden a sujetos que permanecen, de una u otra forma, al amparo del sistema social. Muchos pretenden que los que habitan la marginalidad, expulsados de la sociedad, respeten los códigos de esa sociedad exclusora que no los contempla más que como problemas, objeto de odio o población sobrante y descartable.
Calculo que es una pretensión demasiado peregrina ¿no?

2 comentarios:

Moscón dijo...

Hay una contradicción,estudiar el fenómeno dentro de sus propios parámetros lo clasifica,acción por lo cual lo circunscribe ya sea por área,estrato social o frontera geográfica,al gueto,y ahí lo separamos del resto.
Si es separado por calificación de cualidades particulares ya tenemos el prejuicio,porque al referirnos al mismo mentalmente nos remitimos a las peculiaridades del mismo.
A lo que voy es que el prejuicio es inevitable,lo peligroso es la condena.

José Pepe Parrot dijo...

Moscón:
Ha dicho una gran verdad. Es imposible estudiar desde la asépsis, desde la supuesta objetividad que no es tal. Lo que tiene que hacer un investigador que se precie de tal, es ser honesto intelectualmente hablando y vigilar con la mayor atención sus propios marcos de referencia, lo que en epistemología instrumental denominamos "contexto de investigación", esto es, la propia formación del investigador, su situación social-económica, su adscripción a determinadas opiniones políticas, etc.
No va a poder evitarlas, pero siendo conciente de ellas, poniéndolas en cuestión, podrá aproximarse al objeto de estudio con mayor precisión.
No es otra cosa lo que han hecho Seman, Alarcón y Lewis. Otro ejemplo de esta epistemología de construcción que pone en juego la elaboración colectiva del conocimiento son las actividades de la Universidad Trashumante. Algo digno de conocer, asegúroselo.