...
Esta campaña vacía, superficial y marketinera (ahora que lo pienso, este último pseudo-adjetivo resume los anteriores) me ha dejado un gusto amargo en la boca. Hiel, supongo, de esa que uno regurgita cuando tiene un ataque al hígado de dimensiones épicas.
Ni siquiera ha sido una guerra de consignas, que no es tan interesante pero al menos es algo. Lo que hemos visto, porque calculo que estuvimos prestando atención, es un bombardeo constante de spots voluntaristas, demagogos, new age, descafeinados, con menos sustancia que el fantasma de Canterville que, siendo un fantasma, tiene una entidad superior a la catarata de fruslerías con las que se despacharon los candidatos. Aquí me encantaría decir "salvo honrosas excepciones", ese lugar común que disculpa vacuidades, pero no estoy en modo generoso.
Claro que en ese carnaval de leprosos hubo algunos desbordes que merecen figurar en los libros de Paulo Coelho, ponele, el logo de Margarita Stolbizer con una margarita en lugar de la O y la candidata apelando al corazón para fundar una opción de voto.
O la arenga nacionalista de Biondini con bigotito adolfo ad hoc.
O la neo-agulla de Massa prometiendo el infierno con música funcional de consultorio de fondo y con un rictus casi tan aburrido como el tipo aquel que ahora no se acuerda de nada. No quiero irme sin mencionar el acertado slogan "el cambio justo" que hace las delicias de los supermercados chinos que no tienen que perder caramelos en vueltos inexactos.
O el escaso dominio del lenguaje de los partidarios de Bodart que en un alarde de redundancia braman "si querés una alternativa distinta", ignorando o fingiendo ignorar que cualquier aternativa es distinta porque de lo contrario no sería alternativa.
O la moralina a cuerda de Lilita Carrió (que merece un castigo judicial, sin que la locura sea un atenuante) que parafrasea los diez mandamientos o indica que no usará "nuestra plata" para la campaña pero se alquila un jet privado que vaya a saber uno quién pagará y hasta te digo que prefiero pagarlo yo antes que los financistas de Carrió.
O la cara de quincho cordobés de De la Sota diciendo que es el hombre correcto en el momento justo y yo me pregunto ¿correcto en qué sentido y cuál es el parámetro para definir el momento justo? De La Sota que se presenta a sí mismo como "democristiano perteneciente al partido justicialista" y eso solo tendría que ahuyentar a los prevenidos.
O el verso eterno de Rodríguez Saa acerca de San Luis otro país como plataforma. ¿El "acuerdo de los diez millones"? Dale Saádico, eso atrasa por lo menos cinco décadas.
O la decrepitud de Altamira proponiéndose como "alternativa" de los trabajadores, trabajadores que tienen en esa izquierda nostálgica un tigre de papel que sirve para asustar y no mucho más.
O la liviandad de un desconocido como Yattah que pretende poner como base de su discurso a "la familia", esa familia que los de Tradición, Familia y Propiedad consideran sagrada.
O Víctor De Gennaro prometiendo como solo puede prometer quien no tiene esperanzas: "un millón de chacras", lo que implica una reforma agraria necesaria pero impensable en un país repleto de analfabetos polítcos que salen a defender los intereses de la Sociedad Rural Argentina al grito de "confiscaciones no" cuando a los que la juntan con pala les quieren cobrar impuestos.
Y para el final, las dos estrellas.
El PRO y una estudiada campaña de la nada. Camuflando sus intenciones, dejando que "la gente" diga su frase matadora en las radios o sentándose a tomar un mate con los pobres, o abrazando a la fuerza a una nena que instintívamente quiere escapar. En todos los casos, diciendo que hicieron cosas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que brillan por su ausencia porque lo real es todo lo contrario y una buena ristra de analfabetos políticos aplaudiendo los globos que se elevan en el aire.
La Ola naranja no se quedó atrás, te voy a informar. La campaña de Scioli ha sido tan vacía como las anteriores, con el agravante de subestimar aún más al votante. Porque suma en los spots las margaritas de Stolbizer, las fruslerías voluntaristas del PRO, la prospectiva de un De la Sota, el mesianismo al pedo de Rodríguez Saa y, ya que estamos, el naciente
neo-macartismo que aloja Fernando Espinoza entre pecho y espalda y los
think tank naranjas. Ni que hablar de la actuación a mitad de camino entre Stamateas y Odolito de Daniel diciéndote que podés ¿podemos qué cosa Daniel? Mención aparte merece
el jingle de Julián Domínguez "
todos los domínguez, todos los domínguez.." que se puede dar la mano con el
jingle de campaña de Scioli compuesto y balado por Ricardo Montaner que no se transformó en nada y sigue siendo el mismo ¿vistes?
Para terminar esta excursión por el infierno, quiero recordar algo que ahora muchos tienen ganas de olvidar. ¿Se acuerdan de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final?. Bueno, Daniel
opiniaba así. Y ahora resulta que
opina así.
Anoto esto último para recordarme a mi mismo que no tengo que olvidar. Porque cuando te olvidás, cuando no tenés memoria, te pasan por arriba como si fueras un pobre sapo al paso rugiente de un
Scania Vabis.
También quiero decir que estoy hasta la perinola de cretinos. Que no quiero escuchar a ninguno más. Porque han insultado lo que queda de mi inteligencia con saña y empecinamiento. Y no hace falta.
De paso se me ocurre desmentir otra frase al pedo de campaña de no recuerdo quién: "el país que nos merecemos". Dejame que disienta. Quizás no merezcamos más que este país.
Porque, mirémose el ombligo, si más de treinta años de democracia solo han logrado que los candidatos produzcan estas campañas, es más, si más de treinta años de democracia solo nos han deparado éstos candidatos, debo decir que algo no hemos hecho bien, o algo no estamos terminando de hacer.
Quizás nos falte, como a los buenos vinos, madurar. No esa bobada de "madurar como sociedad", sino madurar como sujetos políticos. Porque esos dirigentes que han encabezado semejante campaña no provienen de Alfa del Centauro. Nacen, crecen y se desarrollan en las entrañas de nuestra sociedad, la que hacemos todos por acción u omisión.
Alguna esperanza hay, seamos justos. Apareció una camada de políticos que parece tener una sustancia distinta a la de los citados anteriormente. Esperemos de nosotros mismos que sepamos protegerlos, cultivarlos y promoverlos para que de una vez por todas las campañas políticas no sean una competencia de frivolidad y pavadas en serie.
Esperemos en acción.
Eso sí.
...
Fuente de la imagen