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lunes, 26 de septiembre de 2016

MATEMATICA MODERNA

A ver si aprendí algo de estadística
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En cualquier encuesta el universo analizado es el 100 % de la muestra. Cuando se realiza alguna medición las porciones resultantes conforman un abanico de porcentajes, o sea, "n" porcentajes, tantos como variables o items sean relevados. Al procesar los datos aparece la segmentación de la muestra, o sea, sobre el 100 % del universo analizado. Por lo tanto, cuando se suman los segmentos porcentuales debemos obtener de nuevo 100 %. Cualquier resultado distinto a ése indica que, o no procesamos toda la muestra o que añadimos al universo una cantidad de casos que producen el desborde.
Veamos qué resulta de sumar los segmentos porcentuales de los resultados de la encuesta que añadí a este post:
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65,7  % + 32,1 % + 16,9 %= 114,7 %
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O sea que esta encuesta procesa más casos que los determinados en el universo analizado, o sobredimensiona una cifra para multiplicar el efecto de los resultados. En cualquier caso, y más allá de las opiniones, el universo de una encuesta es un 100 %, no un 114,7 %.

viernes, 18 de septiembre de 2015

UN ERROR LO TIENE CUALQUIERA

Aunque, cometer el mismo error tres veces ya no es un error sino más bien un modus operandi. Hablo del electorado porteño que votó por el PRO.
Porque lo de C5N no fue ni por asomo un error. Ni un poco un error. Aunque Ritondo pretenda camuflarlo. Les jode la libertad de prensa y expresión. Mucho. Y apenas pueden disimularlo. Claro, ahora la culpa será de los inspectores. O del gobierno nacional, quién sabe.
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¿No sabían que existía esa ley que menta Ritondo? ¿No sabían que C5N era un canal? ¿No estaban al tanto de nada? Quizás, en una de esas, querían quedar bien con alguien, que se yo. Digo nomás, por desconfiado.

jueves, 7 de mayo de 2015

EL VIEJO TRUCO DE NUEVO UNA VEZ MAS

Cómo no se me había pasado por la cabeza. Un error de redacción. Eso era todo. Listo muchachos, sigan tranquilos con la ceremonia de coronación de Ricardo I. Todos los que estamos acá les creemos como si fueran un oráculo del Uritorco.
Recuerden que desayunamos vidrio molido y de almuerzo, como estamos a dieta, sapo a las brasas casi sin sal.
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Vaya tranquilo a Italia Don Ricardo. Acá le cuidamos la corona.

domingo, 16 de diciembre de 2012

EVIDENCIAS

Ayer, por una circunstancia circunstancial, fui a un colegio. Y por otra circunstancia, entré en un aula. Un aula de primer grado. Como tengo la mala costumbre de observar, me puse a mirar la decoración que me rodeaba.
Entre toda la parafernalia que adornaba el salón había una curiosa adaptación de "Caperucita y el lobo". En ese parafraseo, Caperucita intentaba arrimarle a su abuela un celular reluciente.
La versión libre no me causó sorpresa. 
Pero la forma en que estaba redactada si. Imaginen un enorme papel afiche amarillo escrito con letras negras, grandes. En el segundo párrafo campeaba la siguiente oración: "La Abuelita le pidió que le lleve...etc."
Casi se me salen los anteojos del susto. Evidentemente el afiche fue confeccionado por la maestra. En enormes y negras letras visibles desde diez metros de distancia. Y había escrito "le pidió que le lleve...", ignorando por completo la concordancia entre pasado y presente.
Lo peor, pensaba, es que ni siquiera debe haberse dado cuenta del horror que había plasmado en ese cartel. Lo peor, incluso, es que quizás hablaba tal como escribía y no percibía ningún error en ninguno de los dos campos. De hecho, ahí estaba la evidencia.
Permítanme en este punto un comentario: el docente, le guste o no, ocupa el lugar del intelectual. Quiéralo o no, está ahí como un intelectual. Y aunque no lo quiera tiene que estar a la altura de esa posición. Y si no está dispuesto a asumir su responsabilidad, debría cambiar de profesión. ¿Por qué la taxatividad? Porque el perjudicado es el pibe que está bajo su guía y que pensará que "le pidió que le lleve" es una forma correcta de expresar el pensamiento.
Deberán disculparme la irreductibilidad.

viernes, 22 de junio de 2012

RESPETO POR LA AUTORIDAD

Hace miles de años, dos amigos míos, de esos que permanecen a pesar del paso del tiempo y el aumento de la calvicie, estaban sentados en una plaza, degustando sendos sánguches y una gaseosa de tamaño familiar. El descanso obedecía a una pausa entre trámite y trámite, dado el consabido corte por la siesta que es de rigor en Mendoza.
Mientras comían con la tranqulidad del que no le debe nada a nadie, un patrullero estacionó frente a ellos. La patrulla del ¿orden? llegó blandiendo sirenas por el aire y del móvil descendieron varios policías que avanzaron hacia el banco de plaza en el que estaban despachando su almuerzo.
Uno de los policías, con gesto adusto y una voz cortante que hubiera asustado a cualquiera que no fuera mi amigo, los miró de arriba a abajo y, dirigiéndose al más blanco de la dupla le espetó:
"-¡Documentos por favor!"
El interpelado, que nunca se ha llevado bien con la autoridad y más que nada con la prepotencia, contestó con la mayor tranquilidad:
"-No gracias, ya tengo".
Lo que sigue puede ilustrarse con una viñeta de esas en las que el historietista da cuenta de un arresto cargado de gritos, empujones y cosas que se caen.
El resultado del asunto fue la detención de los dos en una comisaría cercana. Los dejaron sentados en un incómodo banco de madera unas cuatro horas sin decirles porqué y para qué estaban ahí, vigilados por supuesto, por un agente que los miraba con ganas de arrancarles los ojos.
Al cabo de ese lapso entró a la comisaría un hombre que pasó delante de ellos saludándolos:
"-¿Cómo andan muchachos?"
Llegó al mostrador de guardia y pidió hablar con un oficial. Salió entonces de la oficina posterior el policía que los había detenido. Hablaron y se escuchó decir:
"-Ya detuvimos a los ladrones"
Acto seguido se volvió hacia mis amigos y los señaló. El hombre, medio sorprendido y bastante disgustado dijo:
"-Nada que ver. Esos no son ni parecidos".
El policía ensayó una disculpa con el comerciante (porque eso era el señor que había entrado) que salió de la comisaría más enojado que al entrar. Luego avanzó hacia los dos demorados y les dijo:
"-Se pueden ir"
Con algo del autoritarismo anterior, pero con cierta vacilación en la voz dado el error cometido.
Pero no contaba con los dos abominables sujetos que había detenido por equivocación: viendo que ahora tenían una ventaja táctica y moral, los dos se dedicaron a denostar al señor oficial, paladeando cada palabra. Le pidieron su nombre e identificación y amenazaron con una contradenuncia que daría cuenta de la injusticia cometida. Denuncia que nunca se concretó dado que los dos se conformaron con la cara de susto que tenía el policía ante la andanada pseudo-leguleya que los dos desplegaron.
Se fueron sonriendo, con la satisfacción de quienes han vapuleado a la autoridad competente y saben que gozan de la más amplia impunidad.
Los dos siguen contando esta anécdota, como buenos fascinerosos que son, riéndose impúnemente de la sagacidad policial. Eso saca uno por ser amigo de dos anarquistas en potencia.