Si los que tienen que hacer que se cumpla la ley son los que, en la práctica,
la violan sistemáticamente.
Así, el pobre tipo de a pata que es uno queda preso de dos predadores: los señores chorros (cuya excarcelación tiene precio y se negocia, cuyos servicios son requeridos por los guardianes del orden para recaudar algunos pesos mal habidos, cuyas acciones son estimuladas por cierto sector de las fuerzas de seguridad para justificar lo injustificable, cuya impunidad las más de las veces tiene que ver con zonas liberadas que responden a la distracción para nada desinteresada de las fuerzas del orden) y los señores guardianes del orden que, en realidad están a su propio servicio y al servicio de otros con más poder que también están a su propio servicio que a su vez están al servicio de otros con más poder todavía que están, of course, a su propio servicio.
Por lo tanto verán ladrones que con el mayor desparpajo y despliegue de armas roban una casa en una calle transitada a las tres de la tarde (hecho comprobado) y huyen con paso cansino por esa misma avenida sin que aparezca uno solo de los móviles policiales que recorren la zona cada diez minutos pero justo a esa hora no aparecen ni con la orden de usía. Una casualidad.
O la entrada a las nueve y media de la noche a otra casa saltando la reja, amenazando a toda una familia que cena, bebé incluído, sin que tampoco apareza uno solo de esos llamativos vehículos policiales que fatigan la cuadra todo el tiempo pero justo en ese momento no están (hecho comprobado) y cuando aparecen respondiendo al llamado del 911 ni siquiera entran a la casa para verificar el asunto, aunque fue un robo a mano armada, para ser más específico, tres manos armadas y un cretino amenazando a los gritos montado en su consumo de cocaína.
Tanta impunidad que todos los descriptos actúan a cara descubierta, dejando huellas y rastros por todas partes. Huellas y rastros que la benemérita policía ni siquiera se detiene a considerar.
Dirán los ingénuos de siempre: "-Es que no los dejan actuar, tienen las manos atadas". Yo diré que sí, que tienen las manos atadas, pero no por la ley sino por los compromisos que tienen con el delito mismo. No lo combaten, lo administran. Para lo cual tienen padrinos políticos, que no quepa la menor duda.
Ergo: ya no se sabe de qué lado está la ley, si es que está en algún lado fuera del código penal en donde duerme el sueño de los olvidados. Parece que la ley y su cumplimiento depende de unos factores que no tienen un soto que ver con los procedimientos y normas establecidos. Normas y procedimientos que son tan violentados como los hogares amenazados por los ladrones que gozan de una sugestiva impunidad.
Unamos a tanta impunidad cómplice
la reciente desaparición de armas del Renar, la creciente
connivencia entre la policía y los narcotraficantes y otras delicias más, y tendremos, tenemos, un panorama desalentador, ominoso.
Agreguémosle la brutalidad policial que se ensaña con el pobrerío, la propensión a la tortura, la costumbre persistente de pedir y obtener coimas.
¿En dónde nos refugiamos entonces, ciudadanos de a pie, cuando todo está en contra, cuando somos un mercado tanto para los chorros como para la policía que recauda con mano de obra alquilada o atendida por sus propios dueños?
A mi en este punto me aparecen algunas preguntas para las que no tengo respuestas: ¿Qué se puede hacer?¿Cómo se puede solucionar este despelote? ¿Cómo se cambia este paisaje espantoso?
Me asusta no tener respuestas, porque de esas respuestas dependen muchas cosas.
Lo que sí me queda absolutamente claro es que hasta ahora, lo que se ha hecho sobre el tema ha fracasado estrepitósamente o, sospecho, el fracaso ha sido uno de los objetivos de las medidas tomadas.
Nadie se le atreve al asunto.
Y lo pagamos muy caro. Muy pero muy caro.