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viernes, 26 de junio de 2015

ARRANCANDO PÁRPADOS

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Luego de unas semanas duras e impiadosas, hoy el artículo político lo escribe Cortázar. Julio Cortázar para más datos. Procede de un libro de edición reciente llamado "Papeles Inesperados" que recolecta una muy variada cantidad de textos del autor, recuperados, ordenados (si es que Cortázar puede admitir semejante operación) y luego publicados.
En esa colección aparece un texto breve escrito por Cortázar en 1949 para el catálogo de la exposición "Otano", que tuvo lugar en la Galería Cantú en Buenos Aires, del 5 al 17 de diciembre de ese año. En el libro mencionado figura en la página 391. Hasta ahí los datos necesarios para que no haya posiblidades de aupar un plagio.
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El lector desprevenido puede conjeturar que Cortázar se dedica a presentar los cuadros del artista llamado "Otano". Pero a poco de deslizarse por las palabras comprenderá que tal cosa es apenas una excusa. Que ahí nomás, a tiro de comprensión hay un minucioso artículo político. Y si me permiten la licencia, calculo que sirve y mucho para estos tiempos en donde la mirada está muchas veces cubierta con la "mala pintura que cubre la realidad enseñada".
Por eso, acá mismo dejo de hablar yo y que entre Cortázar, o lo que es lo mismo, que ingrese esa claridad que alumbra esa cosa nebulosa que los mitómanos llaman alma.
Que lo disfruten, y estas no son solo palabras.
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Otano, 1949
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"Cosa buena es pintar, si sirve para despintarnos de la mala pintura que cubre la realidad enseñada y nos tiene con el alma al duco.
Antes de enternecernos frente a la lámina de la Primavera (quinto grado) habíamos pasado por un tiempo de ver y entender, a esas horas en que amábamos los vidrios facetados, la deformación reveladora de los sifones contra la luz, el espectáculo maravilloso de una cucaracha rabiando en un calidoscopio.
Tenemos muchísimos párpados, y en lo hondo, y pérdidos están los ojos. La lista de párpados -que continúo descubriendo y clasificando- incluye la instrucción primaria, el contrato social, la tradición, el culto a los antepasados sin discrinimar entre los meritorios y los idiotas, el realismo ingenuo, la viveza, el a mí no me engrupen, la necesidad de hacer juego con el ropero provenzal, el cine y Vasari. Los párpados son muy útiles porque protegen los ojos, tanto que al final no los dejan asomarse a beber su vino de luz. Otano, con grandes pinzas, se ha puesto a arrancar párpados. Ay, duele, vaya si duele. Como que hace ver las estrellas.
Los ojos son para ver las estrellas."
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lunes, 13 de abril de 2015

PALABRAS DE UN NADIE PARA DECIR QUE ESTE FINAL ES UN COMIENZO, COMO SIEMPRE PASA CON GALEANO, POR OTRA PARTE

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Soy un nadie que integra la extraña legión de lectores empedernidos, lectores a toda prueba, lectores hinchalepotas, lectores que sienten un insano orgullo cada vez que pescan uno de esos libros que para qué te voy a contar, mejor leelo.
Como parte de ese colectivo de alienados una vez comprendí que hay libros que se pueden leer y si te he visto no me acuerdo (poné los de Coelho, que, como criticador con fundamento, he leyido), libros que uno recuerda por espacio de tres cafés con leche (alguno de los primeros de Vargas Llosa de cuyo estupor palabrístico me curé en tres días) y libros puerta.
Si señó, libros puerta que son aquellos que, cuando uno los abre pasa al otro lado y, como bien sabemos, dejamos de ser los mismos más que nada porque algunas cosas quedaron de aquel lado de la puerta y ahora hay este otro lado y hamacate, porque cuando pasás no hay vuelta.
Libros que uno no puede paladear impúnemente, que cuestionan al lector ahí donde le duele el callo. Libros que se proponen reventar el espejo en donde nos hemos mirado hasta ahora, buscando por lo menos multiplicar la sospecha, diversificar la mirada, revolverle la tripas satisfechas al sujeto humano que, las más de las veces, se apoltrona con soltura en los best sellers que dicen lo que uno quiere escuchar.
Pongo ahí a Cortázar, Juan Filloy, Juan Rulfo, Ciro Alegría, Liliana Bodoc, Jorge Luis Borges y un largo etc. Y por supuesto a Galeano.
Galeano que te deja sin aliento a través de los tres tomos de las Memorias del Fuego y te quedás pensando que te contaron una historia por lo menos manca de una oreja. Galeano que taladra la cosmovisión dominante haciéndote sangrar por Las Venas Abiertas de América Latina. Galeano que te muestra un hermoso juego más allá de los excesos excecrables de un Niembro o un José María Muñoz o un tantos otros en El fútbol a sol y a sombra. Galeano que destroza a palabrazos esa tendencia a la negación del propio cuerpo y el afecto en El Libro de los Abrazos. Y así podría seguir todo el calendario.
Galeano que amaba las palabras, que las cuidaba, que las afilaba para que siguieran cortando. Galeano que peleaba contra esos frascos vacíos que andan por ahí con las etiquetas de costumbre: patria, amor, revolución, tratando de restituírles la sustancia perdida.
Galeano que decía las cosas sin volutas dóricas para que las ideas -bravas y jodidas- que encerraban sus palabras pudieran hacerse carne.
A Galeano no lo voy a extrañar, porque si hay algo vivo son las palabras que escribió y en esas palabras él vive así como viven todos los nadies a los que nos dió voz y corporeidad.
No murió Galeano. Aunque haya muerto Galeano.
No mueren, nunca mueren, las cosas que siempre comienzan.
Como aquello que escribió del Che:
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El nacedor
¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?
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También Galeano es un nacedor. Y un nacedor, por definición, nunca muere.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA CUCARACHA

Mediante ese dispositivo en la televisión le pasan información y órdenes a los animadores, conductores y otros manochantas de turno. Parece que en la legislatura de Chubut también curten esa onda, aunque en vez de cucarachas usan celulares. Ahora que lo pienso mejor, sí usan cucarachas.
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¿Comento algo más?
No creo que lo que pienso pueda reproducirse.

viernes, 11 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO V: UNA MANO ATA A LA OTRA Y LAS DOS HACEN NEGOCIOS

El zorro en el gallinero
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Circula una frase que repite el sentido común: “la policía tiene las manos atadas”. Por supuesto, el uomo qualunque atribuye esas ataduras a los “jueces garantistas”, esos “zurdos de los derechos humanos", esas “viejas de mierda madres de subversivos”, etc.
Diremos que sí, que la policía tiene las manos atadas pero no por la ley (ojalá) sino por todo lo contrario, por su profunda y estrecha relación con el mundo del delito.
Como no nos gusta hablar al flato, indicaremos que desde hace más de dos décadas las penas no han hecho más que endurecerse y la ley no detiene a los policías cuando actúan como escuadrones de la muerte o como sicarios de alquiler, o cuando masacran civiles en medio de una lucha entre bandas de uniformados, etc. (las estadísticas del CELS y de varios organismos internacionales que analizan estos asuntos son contundentes, y acá algunos ejemplos como éste o éste o éste). Se ve a las claras que no tienen las manos atadas por la ley. Mucho menos por la justicia, que no les ata las manos excepto que haya un negocio en puerta (manos que se desatan por lo general mediante una buena cantidad de bonos contribución en moneda extranjera)
Pretender que no pueden intervenir porque la justicia los limita, no les da espacio, no los respalda, es una fantochada inmensa. Simular que no saben cuánto cuesta entrar por una puerta y salir por la otra, que no tienen idea de cómo se negocian esas cosas, que ellos no tienen nada que ver es el colmo del cinismo.
Las fuerzas de seguridad invocan esta excusa - tener la manos atadas- cuando buscan mayor impunidad aún de la que tienen. Cada vez que alguien intenta controlarlos, ponerlos en caja, recordarles que están del lado de la ley y no del delito se plantan frente a una cámara de televisión (que siempre está dispuesta a escuchar esas quejas) y dicen que no pueden hacer nada porque tienen las manos atadas por la justicia.
Y con eso basta para que un clamor de analfabetos políticos reclame para estos desamparados mayor libertad de acción (a casi nadie se le ocurre reclamar que los policías actúen dentro de la ley, porque ni siquiera piensan o no quieren pensar que por lo general actúan fuera de la ley en beneficio propio con el consiguiente perjuicio que causan sus ilícitos en la sociedad en su conjunto y en la institución que dicen representar)
Mal podrá lucharse contra el delito (descartaremos el nebuloso universo de la “inseguridad” dado que como objetivo a combatir es incierto y brumoso) si no se comprende el verdadero papel que cumplen las fuerzas de seguridad en la administración del delito en beneficio propio, con protección política y cobertura judicial.
No entender cómo funciona esa articulación, cómo se trama ese universo paralelo que los mencionados ocultan bajo la amplificación y multiplicación de delitos menores impide cualquier abordaje eficaz de la lucha contra el delito.
En definitiva, montar el escenario de la “inseguridad” es un engañapichanga que oculta el verdadero mundo del delito y enmascara a sus protagonistas reales.
Y por ahora, gran parte de la sociedad ha caído en la trampa.
Lamentablemente.
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jueves, 10 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO IV: LA GRAN ESTAFA

Mono con navaja
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El dispositivo de control basado en la inseguridad (temor extendido al delito) funciona sobre el miedo de los sujetos. El miedo oscurece el análisis, desvía la mirada y propicia situaciones de excepción.
Quienes usan la inseguridad como plataforma de lanzamiento explotan este miedo, azuzándolo, configurando escenarios futuros en donde el miedo es la norma dadas las circunstancias actuales.
Indican que “de no reaccionar”, la situación –de temor generalizado- será cada vez peor, más profunda.
En ese momento postulan la necesidad de establecer, dada la emergencia, un estado de excepción que contiene una notable disminución de las libertades individuales y una cesión de derechos y garantías (si si, es lo que están pensando, los proponentes reactualizan el Leviatán de Thomas Hobbes).
Una vez alumbrada esta coyuntura, las herramientas legales y punitivas se vuelven contra los que supuestamente debían proteger. Las excepciones operan sobre otras situaciones (que no eran las descriptas originalmente) y las definiciones nebulosas encuadran por polisemia hechos que se buscaba suspender o coartar definiéndolos como un delito o contravención fuerte (el caso de la Ley Antiterrorista sirve como ejemplo, acá y en varios países, como Chile). En ese punto aparece con claridad la verdadera naturaleza e intenciones del endurecimiento legal y punitivo, que no buscaba disminuir la sensación de indefensión sino avanzar sobre los derechos y garantías individuales.
La paradoja es que el endurecimiento legal y punitivo no sirve para combatir el delito, ni siquiera el delito que pretende combatir. Esa pelea no tendrá lugar porque los delitos menores y sus efectos psicológicos son funcionales al estado de temor generalizado. A lo sumo serán administrados y reguladas sus dosis para causar el efecto deseado (parece un escenario de ciencia ficción, pero no lo es. Recomiendo leer a Ragendorfer).
La delincuencia mayor, que implica relaciones estrechas y complejas entre las fuerzas de seguridad, el poder judicial y el mundo de la política, permanecerá a buen resguardo mientras la atención de los sujetos se concentra en los delincuentes de poca monta que no por violentos son menos intrascendentes. Sujetos que con gusto habrán renunciado a una buena porción de su autonomía, motivados por el miedo extendido al delito.
Esa renuncia los deja expuestos a represalias del poder político, toda vez que sus probables acciones de resistencia pueden ser caratuladas, por ejemplo, como actos de terrorismo o sedición y recibir castigos impensables en otras circunstancias.
En el fondo, o no tan al fondo, subyace la intención de blindar la propiedad privada concentrada de forma tal de evitar cualquier escenario en donde la legitimidad de la misma pueda ser cuestionada.
No hay que cruzar ríos engalanados con botas. Mejor, antes de cruzar cualquier río habría que, por prudencia, verificar la necesidad de ese cruce.

miércoles, 9 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO III: LA AMENAZA FANTASMA

Bad
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Al promover el miedo al delito, llamado genéricamente “inseguridad”, se apunta a dos objetivos centrales: por un lado obtener consenso en torno a medidas de corte punitivo y por el otro, centrar el foco de la atención sobre un determinado objeto punitivo.
El primer objetivo implica un achicamiento de perspectivas en torno a la política de lucha contra el delito: el estado de alarma permanente que se promueve tiende a buscar en los sujetos –dominados por el temor- consenso en torno a la pérdida de derechos y libertades que deberían sacrificar para recuperar la tranquilidad, esto es, no sentirse amenazados. Indirectamente (o no tanto) se sugiere que la libertad y las políticas que la incrementan aumentan la “inseguridad”, puesto que opera el concepto de libertad parcelada en vez de sumada. Se asocia derecho humano (con todos los límites que tiene el concepto) a delito, estableciendo una cadena de causas y consecuencias sin sustento ni evidencias.
El individuo se repliega y abandona los lazos colectivos que le proporcionaban sentido a su existencia social. Ese repliegue permite obtener control político efectivo, mediante la administración del miedo, que delimita y reconfigura los espacios colectivos.
El segundo objetivo, establecer un objeto punitivo excluyente, sirve para ocultar el amplio espectro de la actividad delictiva. Nombrar (que es hacer aparecer) al delito como “inseguridad” y señalar un culpable (antes de cualquier proceso judicial) esconde al resto de los actores, y, más que nada, las relaciones en donde se mezclan fuerzas de seguridad, organizaciones delictivas muy sofisticadas, cobertura política y legal, etc. Establecer como blanco de castigo y coerción a una sola de las porciones en las que el delito se despliega, hace que el sujeto amenazado concentre su atención sobre ese punto y no vea, no pueda ver, las verdaderas dimensiones y estructura del universo del delito. Si pudiera observar sin esas anteojeras, quizás por primera vez comprendería que las fuerzas de seguridad más que combatir el delito lo administran.
Y para tal fin, desvían la mirada de la sociedad (con la complicidad de los medios masivos de comunicación) centrándola en delincuencia menor (que tenga objetivos económicamente menores y que no tenga una estructura logística compleja no implica que no sea violenta, de hecho, la violencia de estos delitos menores logra el efecto de aumentar el temor del sujeto y de esta forma refuerza el imaginario en donde estos delitos son todo el delito),
En definitiva, la política fundada en el miedo al delito, la “inseguridad”, propone recortar derechos y garantías individuales en pos de obtener tranquilidad. Aumentar penas, endurecer leyes, limitar el despliegue de los sujetos en el espacio público. En esas propuestas subyace la amenaza a la sociedad en su conjunto, dado que cada vez que se reduzca el espacio individual y colectivo la explicación y justificación será “la inseguridad”, situación que legitimará cualquier medida que se tome, por más dañina que pueda ser.
Estigmatizar a una parte de la sociedad como culpable y objeto de castigo ejemplar refuerza el escenario anterior. El desvío de la mirada se acentúa con cada imagen de televisión que repite hasta la náusea la ocurrencia del delito (un solo delito multiplicado por cientos de exposiciones). Y, como dice el refrán oriental, mientras el dedo señala la luna, el imbécil mira el dedo. Y (sigo amontonando refranes) no hay peor imbécil que aquel que no quiere ver, ni peor sordo que el que tiene las orejas tapadas por los anuncios con música trágica.
Como consecuencia de lo anterior, y dado el escenario distorsionado, no hay políticas e control del delito de amplio espectro (como algunos antibióticos) sino modalidades punitivas dirigidas a una parte del mismo que se postula como un todo. Visto de esta forma comprobaremos azorados que la existencia de estos delitos menores (violentos, llamativos, dignos de titulares catástrofe) es imprescindible para poder dejar en la sombra todo el resto del mundo delictual, protegiendo de esa forma a los administradores y sus alianzas.
No es moco de pavo el asunto. Cuando uno cambia de perspectiva la cosa se vuelve mucho peor, pero al menos, más lógica.

martes, 8 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO II: EL CLUB DEL MIEDO

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Ojos que no ven corazón que no siente, indica el refrán popular que pretende refutar los efectos de una traición. Nosotros lo aplicaremos en otro contexto.
Siendo la inseguridad efectivamente una sensación (miedo al delito), es necesario que el objeto que produce ese temor sea conocido por los atemorizados. Dicho de otra manera, si el sujeto no se entera de los delitos que lo pueden afectar no tendrá miedo y no se postulará como potencial víctima amedrentada.
Por tanto, si la inseguridad (considerando inseguridad como temor extendido) se ha vuelto un tema central en la agenda de los ciudadanos, debemos inferir necesariamente que los citados se han enterado de que pueden ser víctimas de un delito.
Pero esto no basta. Para que el miedo haya recubierto las relaciones sociales es imprescindible construir un escenario de tensión insoportable en torno al delito. Pongo por caso, en tiempos no tan pasados, también había ilícitos, y también los sujetos se enteraban de ellos, pero no se suscitaba la sensación de desamparo que implica el miedo visceral a un potencial victimario. Los medios de comunicación tenían una sección (casi en desuso) llamada “policiales” en donde se alojaban las noticias de ese rubro.
El nombre de “policiales” indicaba de alguna forma una situación fuera de lo normal, una excepción, algo que no ocurría todos los días. Al leer, por ejemplo, que alguien había robado tal o cual cosa, el lector sabía que el asalto había quebrado la rutina del asaltado y que, efectivamente, era una ruptura del ritmo cotidiano de esa persona o personas. Y comprendía que el asalto no continuaba en el tiempo, y, aunque compartía con los delitos que ocurrían la condición de ilícito, la relación culminaba en ese factor común.
Esta situación mutó a nivel informativo cuando los delitos comenzaron a ser encuadrados en la categoría de “inseguridad”. Colocar como rótulo la palabra “Inseguridad” indica que hay un marco más amplio para describir y definir al delito. Y más que nada, implica construir en el imaginario la idea de que existe una relación que sobrepasa la ocurrencia de cada hecho particular, que los une y les da un nuevo sentido.
Esta situación en donde cada asalto u homicidio adquiere relevancia como singularidad pero también como parte de una supuesta red de actividades delictivas es la novedad.
Se podrá argumentar que ese cambio refleja un aumento del delito. No es el objetivo de estas reflexiones analizar esa relación, pero podemos decir que si los delitos no son enhebrados en una cadena de sentido que les de la unidad de un relato, mal podrían causar temor. Las páginas policiales tendrían más incidencia en un diario, pero aún así, seguirían siendo delitos.
Pero cuando el delito es una muestra de la “creciente inseguridad” la cosa cambia.
Porque en ese momento el miedo es posible, dado que la ola nos puede alcanzar a todos, según sugiere el discurso mediático dominante.
Ahora solo resta conformar un escenario plausible para ese fenómeno, una taxonomía que describa con claridad quiénes son los protagonistas y qué papel cumplen, dónde están, qué aspecto tienen, a quién hay que tenerle miedo.
De eso nos ocuparemos mañana.

lunes, 7 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO I: NEW SENSATION

Vamos a meternos esta semana con un tema que es el caballito de batalla de la derecha reaccionaria, los renovadores que buscan la restauración conservadora, los medios de comunicación sumamente serios que riegan con nafta los incendios y así.
Dado que se habla mucho, mal y con alarma de “inseguridad” arriesguemos el pellejo y pensemos sobre el asunto tratando de desmenuzar lo que hay debajo, encima, atrás y delante de ese fenómeno que asola las pantallas y marca agendas y produce encuestas.
Vamos por parte, como dijo Jack el Destripador.
New Sensation
Aunque parezca una pavada decirlo, Inseguridad no es lo mismo que delito. ¿Cómo cómo?
El delito es el hecho mismo, la violación de una ley que implica el famoso ilícito. Un robo, un asalto, pero también una estafa, el ataque a una persona con fines de abuso sexual, y tantos otros etcéteras.
La inseguridad entonces, no es el delito sino el temor a ser víctima de un delito. ¿Me van siguiendo? O sea, no es el hecho mismo sino la representación del hecho. Y no cualquier representación, sino una representación prospectiva que presupone en el sujeto la percepción de que existe una alta probabilidad de ser víctima de un ilícito.
Ergo, la Inseguridad es una sensación. No podría ser de otra manera. Es la sensación de vulnerabilidad ante el delito. Los políticos de campaña insisten con que la inseguridad es “una realidad”. Tienen razón en un sentido, o sea, la “inseguridad” existe como el fenómeno descripto anteriormente.
Pero no tienen razón (o se hacen los boludos) en otro sentido: la inseguridad como percepción puede o no estar relacionada con el aumento del delito. No hay, repito, no hay, una relación directamente proporcional entre aumento o disminución del delito con aumento o disminución de la inseguridad, que como hemos señalado, es efectivamente una sensación.
No vamos a meternos con estadísticas del delito, de ninguna manera. No es ése el propósito de esta nueva serie (tiembla Lost). Lo que buscamos es desmantelar el sentido común instalado y naturalizado e impulsar el análisis, para aportar uno que otro elemento a la hora de soportar el bombardeo mediático sobre el asunto.
Decía entonces, la relación entre delito e inseguridad no es directa. De hecho, hay muchos factores que pueden provocar sensación de inseguridad, con lo que tenemos entonces que inseguridad no solo implica miedo al delito sino además otros temores que acechan en el imaginario del sujeto. De lo que se deduce que cuando se habla de inseguridad como temor a un ilícito se escamotean el resto de las causas que pueden producir sensación de inseguridad.
Además, al establecer esta delimitación taxativa se ocultan extensos campos de la vida social que se vuelven invisibles, opacos, impermeables al análisis.
Hablar de inseguridad y presuponer que un aumento de la misma implica necesariamente el aumento del delito es una petición de principio sin sustento empírico.
Sobre esta confusión teórica, sobre este recubrimiento discursivo se montan los dispositivos de control, que actúan, en ese sentido, como aparatos ideológicos de estado.
Mañana, si Tutatis lo permite, seguiremos tirando del ovillo.

viernes, 4 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO V: FANFARRIA FINAL PARA EL UOMO QUALUNQUE

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SURTIDO ANALFABETO
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Algunas consideraciones finales para cerrar (al menos por ahora) esta tosca caracterización del analfabeto político. Podríamos incluir lo que sigue en el rubro “misceláneas”
a.-Así como con casi todo, el analfabeto político busca fuentes de legitimación que le otorguen la seguridad de estar diciendo cosas que no merezcan repudio ni aporten inquietud a su monolítica concepción del mundo. Y como de algo hay que agarrarse en estos tiempos turbulentos el analfabeto recurre a la ciencia. Pero no como ejercicio ni buscando en ella por lo menos el ensayo de una respuesta. La usa como fetiche, como justificación absoluta, como excusa y chicana (es notable este uso de la ciencia como ídolo en tanto que la práctica científica implica ingresar en tembladerales que ni te cuento de donde uno sale más perplejo que al comienzo de la exploración y por ende, va disolviendo sus certezas, cosa que por lo general incomoda).
El analfabeto político usa la ciencia como adjetivo. Para zanjar una discusión (o suponer que queda finiquitada), un entredicho, una polémica, le pone a lo que dice la calificación de “científico”. De esa forma cree que impresiona al otro, a los otros, que se rendirán ante la efectividad de la ciencia, la que todo lo puede.
En consecuencia, también usa a la ciencia como justificación de la inmovilidad que es su estado intelectual cotidiano. Ante algún desaguisado, por lo general causado por la mano del hombre ayudado por la ciencia, el analfabeto espetará a sus oyentes “-Los norteamericanos ya tienen inventado algo para arreglarlo” o “Los científicos han inventado el automóvil que funciona con agua de mar, pero lo esconden para no cagar la producción de petróleo”. Tal construcción discursiva lo pone a él a salvo de hacer algo, alguna cosa, para revertir el problema y además, lo exime para siempre de la pesada tarea de indagar y conocer el asunto.
b.-Nicos Poulantzas dice que el poder designa la capacidad de una clase para realizar sus intereses específicos en oposición con los intereses de las otras clases, por lo tanto el poder es una situación estratégica (lo que articula el concepto de poder del marxismo con el de Foucault). El analfabeto político no concibe el poder de esta manera y por tanto, no puede percibir las estrategias que las clases dominantes despliegan para imponer sus objetivos de clase. Esto implica que no puede articular le vaca con el bife de chorizo, lo que hace que las más de las veces sea cómplice (consciente o no) de esas estrategias. Como un boxeador al que le han cerrado los ojos a sopapos, el analfabeto político no puede ver de dónde le llueven los golpes y acepta como válidas las explicaciones del que le pega. El victimario le sopla en la oreja que la culpa la tiene el que le pasa el agua y le pone el banquito al final de cada round. Y allá irá el analfabeto, a dirimir un conflicto inexistente con el sujeto equivocado mientras el verdadero agresor disfruta por partida doble.
c.-El analfabeto político concibe al mundo como un conjunto de oposiciones binarias. Dueño de un irreductible maniqueísmo mide la realidad con el barómetro de lo blanco o negro. No hay medias tintas ni atenuantes. Solo que los bandos no surgen de su análisis sino que provienen del sentido común que el analfabeto se apropia y ejecuta. Puede cambiar de bando con una velocidad asombrosa y no verá en esa mutación ningún problema, en tanto le digan que ese giro dramático es legítimo porque el mundo es sasí ¿vistes?
A veces el analfabeto político toma decisiones correctas por motivos equivocados. En esta coyuntura tal situación es poco deseable, dado que el analfabeto es por definición, un converso instantáneo. Como sus convicciones son epidérmicas (que no es lo mismo que superficiales) no sufre por esos bruscos cambios de rumbo. Es un error pedirle coherencia, porque su coherencia es estar en línea con lo que debe opinarse.
d.-El arte es para el analfabeto político lo que le dicen que es arte. Ni más ni menos. No tiene opinión propia sobre música, pintura, literatura, escultura, etc. Tiene las opiniones que hay que tener y basta. Y cuando lo apurás usa el argumento por excelencia en estos casos “-Sobre gustos no hay nada escrito ¿no?” como si con esa postura cerrara la discusión impidiendo el análisis estético.
Esta mutilación de la sensibilidad no es un dato menor, dado que el analfabeto político tiene recortada su capacidad de exploración del mundo a través del arte. Exploración que implica siempre ponerlo en cuestión, dudar de su validez, interrogarlo, dinamitar sus certezas, expandir los límites de lo posible.
Como no puede hacerlo, como no quiere hacerlo, porque “no es lo mío”, porque no se le frunce, descalifica esos esfuerzos y se conforma muy conforme con la cultura prefabricada que le otorga cierto sentido de pertenencia y que tiene escalafones: digamos, si quiere parecer popular citará a Arjona pero si desea posar como aspirante a intelectual usará a Sabina o a los Tres Tenores.
No le hace falta más. Con eso alcanza y sobra.
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Conclusión che, no seas pesado:
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A lo largo de estos cinco días nos hemos adentrado en la descripción del analfabeto político. Sin la pretensión weberiana de establecer tipos ideales, diré que estas características no se dan en estado puro, aunque algunas veces sí. Y además, muchas veces hemos ingresado con patas y marulo, en el terreno del analfabetismo político por error u omisión. Sirvan estas torpes reflexiones para evitar la tentación.
Nos vimos.
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miércoles, 2 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO III: ANDANTE CON MOTO

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L´UOVO
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Pese al sentido común (que es el más traicionero de los sentidos) el analfabeto político no crece con profusión en las clases menos favorecidas (por decir algo, decir “bajas” suena fiero porque tiene una connotación peor que lo dicho anteriormente). Muy por el contrario, el analfabeto político florece en aquellos sectores en donde ya se han resuelto algunos problemas económicos. 
¿Y esto por qué? 
Aquí tendremos que decir algo del capitalismo en relación a la tópica de la sociedad: para quienes son pobres estructurales o marginales, el capitalismo es una realidad que los extermina sin eufemismos. Estando fuera del sistema de una u otra forma, no hay mucha piedad con los sujetos que se encuentran en esa posición. No hace falta adularlos, convencerlos o tenerlos contentos. Se los combate y ya. Con mayor o menor intensidad, con esta o aquella estrategia. Ser la porción más débil de la sociedad los deja en un estado de indefensión tal, que pueden ser atacados con frecuencia sin que ocurra casi nada, sin que haya repercusión mediática alguna, impunemente bah (búsquese aquí uno de los motivos por los cuáles se los usa como chivo expiatorio de casi todo, más que nada de la “inseguridad” que para estos sectores es la tónica de su vida cotidiana). 
Y, aunque no siempre puedan conjeturarlo o ponerlo en palabras, saben que el sistema que los coloca y mantiene en donde están, es un enemigo. Lo saben a ciencia cierta y no se hacen ilusiones, al menos, no como nosotros nos hacemos ilusiones. 
En el otro extremo se encuentran los que se ven favorecidos por el capitalismo, los ganadores finales, los que acumulan la plusvalía, los que tienen el chupetín por el palito, etc. Ellos también tienen plena conciencia del capitalismo, de cómo funciona, de sus efectos y de lo que hace falta para que funcione. Saben que necesitan mano de obra barata y gente que la controle, también por monedas. Son los defensores conscientes del capitalismo dado que la vigencia del sistema les asegura a ellos sostener sus privilegios y acrecentarlos. 
O sea, unos y otros diseñan estrategias que provienen de un análisis dramático de la realidad, dado que en un extremo necesitan sobrevivir a los embates del capitalismo y en el otro, asegurar su existencia. 
En el medio, en esa nebulosa zona nace y florece el analfabeto político (no se usará la expresión “clase media” dado que la clase está relacionada con la capacidad económica y, como se ha dicho, el analfabeto político está desasido por imaginario de sus condiciones concretas de existencia, es más preciso decir “estamentos medios”, en tanto un estamento cultural se define por sus consumos idem). 
El analfabeto político, dada su posición económica también es víctima del capitalismo. Pero él no se siente víctima sino aspirante. Siendo parte de las clases subalternas cree que él no es como esos “negros”, que además le han enseñado: tienen la culpa de todo (y él ha estado muy contento de aprenderlo). Los mira por encima del hombro, así como observa desde abajo del pedestal a los que están en el otro extremo. Como tiene esa esperanza persistente en su destino de gloria, nunca atacará a los que están en ese pedestal, si, en cambio, a los que están por debajo (imaginariamente) de su dignidad. Y los atacará porque sostiene que ellos tienen la culpa de sus problemas y porque le recuerdan lo que apenas maquilla el sueldo y las compras en cuotas. 
Para el que lo explota hay un guiño cómplice y para los otros un escupitajo. 
De esa mirada interferida surge su analfabetismo político, que no es otra cosa que la ética de las clases dominantes que el analfabeto comparte esperando que lo dejen entrar alguna vez en ese paraíso. Y como esa ética le indica girar hacia allá o hacia acá, pero nunca en la dirección que le conviene, ahí anda el analfabeto, perdido como perro en cancha de bochas. 
No sabe, o se hace el que no sabe, que esas puertas están cerradas para él ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
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martes, 1 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO II: ALLEGRO MA NON TROPPO

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Los pilares del Analfabetismo Político
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El analfabeto político asienta su mirada del mundo sobre tres ejes que se confunden hasta volverse inextricables: 
a.-El analfabeto político tiene una mirada distorsionada acerca de sus condiciones concretas de existencia. La forma en que conjetura su vida material es por lo menos curiosa, dado que supone estar uno o dos escalones por encima de lo que le permiten sus recursos. 
Tal situación no es moco de pavo en tanto que sitúa el imaginario del analfabeto político lejos de los intereses que debería defender y cerca de los intereses que lo perjudican, que lo dejan afuera, que lo extraditan de su condición de ciudadano. 
Esta deformación proviene de otro mito: del mito del progreso personal que los que tienen el chupetín por el palito se encargan de alimentar (en una estrategia propia de un aparato ideológico de estado) y difundir y que el analfabeto político consume con una sonrisa plena de éxtasis místico: “-Este es mi destino”, piensa, y en su cabeza aparecen imágenes de islas paradisíacas, hombres y mujeres hermosas que le rinden homenaje, llamadas telefónicas que anudan negocios faraónicos, ropa cara, autos lujosos, etc. Esta es la zanahoria, pero el analfabeto jamás querrá ver la condición de señuelo que tienen esas leyendas. 
b.-El analfabeto político tiene una memoria de corto plazo que no puede anudar causas y efectos más allá de periodos cortos de tiempo. Como sus construcciones míticas no provienen del análisis racional de sus condiciones concretas de existencia y de los procesos históricos que hunden sus raíces en el pasado, cree (dije “cree” muy a propósito) que cada hecho es nuevo y novedoso, como el nacimiento de una vaca púrpura con lunares amarillos, y que la comprensión del mismo debe ser inaugurada cada vez. 
De este reseteo permanente fluye su incapacidad para conjeturar la diacronía histórica, lo que propugna un análisis sincrónico que carece de sustancia. También de este Ctrl+Alt+Supr nace la imposibilidad de ubicar a los sujetos que se proponen como referentes de este o aquel espacio político en el contexto de su trayectoria.
El analfabeto político conjetura que la política es puro presente. De esta forma supone que el político no tiene más ideología que aquella que expone y que su historia comienza hoy (quizás ésta sea la razón por la cual Cavallo puede presentarse cada vez que haya una elección o Patricia Bullrich pueda mutar saltando de partido en partido impunemente o Scioli se haya vuelto un referente progresista y asì).
c.-El analfabeto político analiza la política como si fuera el campeonato de algún deporte (el fulbo sirve de ejemplo en Argentina, pero en otros países en donde no es tan masivo será otro) en donde hay, como no podría ser de otra manera, campeones. En donde la victoria despeja a los vencidos y evita conjeturar un escenario en donde deberemos convivir. En su imaginario binario, el ganador es bueno y el que pierde es malo. Y siempre es mucho más gratificante estar del lado del que gana, porque eso garantiza pertenencia. Y el analfabeto político, ya lo hemos dicho, quiere pertenecer.
La victoria para el analfabeto político, proviene del ámbito del fanatismo, de lo que no se debe analizar porque ganamos perdimos el baile se lo dimos. No desmenuza la vida política desde lo racional, sino desde la pasión (luego comete el error inverso: analiza los eventos que provienen de la pasión racionalmente y así tenemos mesas redondas con miradas preocupadas y trágicas que intentan asignarle un grado de previsibilidad a lo que es nada más ni nada menos que un juego, la dinámica de lo impensado, según acierta Dante Panzeri). Esta falla en la elección de las herramientas idóneas para abordar el mundo político es aprovechada al máximo por los candidatos de uno u otro partido, que apuntan sus cañones a ese bug. Saben que no hace falta darle razones, sino crear una mística a la que el analfabeto pueda adherir sin mayores preocupaciones.
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De nuevo, to be continued...

lunes, 30 de septiembre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO: OPUS I

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El Analfabestia Político
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El analfabetismo político es uno de los peores analfabetismos. En rigor de verdad, el analfabetismo político es letal, dado que sus consecuencias son de orden colectivo, y todos pagamos el pato (y en este caso el todos tiene entidad y peso) cuando el analfabeto político toma una u otro camino montado en el jamelgo de la supina ignorancia que él considera un caballo de carrera.
Este es el peor de los problemas del analfabeto político: conjetura que su desconocimiento es una virtud y que la miopía de su criterio es un valor para atesorar.
Como transita por la vida con esa falsa certidumbre, pontifica a dedo índice suelto, desparramando errores de apreciación y razonamientos sin fundamento por todas partes. De la misma forma se apropia de argumentos que no poseen mayor peso que la repetición. Los reproduce con el mismo gesto de suficiencia con el que descalifica lo que no comprende y desestima aquellos senderos que le exigen análisis profundos y sostenidos.
Porque antes que todo y previo a nada, la condición que distingue al analfabeto político es la pereza intelectual. La pachorra domina sus incursiones en el mundo de las ideas, pero como quiere tener razón a como de lugar y contra cualquier evidencia recurre a los reservorios de frases y pensamientos hechos, de forma tal de simular una idoneidad que no posee.
Así, veremos al analfabeto político despotricando contra el marxismo o el neoliberalismo sin haber transitado ni siquiera un tibio manual que le explique los rudimentos de ambos. No tener idea de lo que está hablando no es impedimento alguno: el conocimiento puede ser reemplazado por la batería de opiniones y prejuicios que ha escuchado por ahí (sobre los que tampoco ha meditado demasiado) y que amplifica con gesto de mono sabio
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Si les gustó o quieren más argumentos para insultarme to be continued...
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