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jueves, 11 de agosto de 2016

CACHETAZO

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"En le Nouvel Observateur del 29 de mayo (1978), François Schlosser traza un cuadro aterrador de los calabozos y los campos de tortura, y titula su artículo: "Lo que el equipo de Francia no verá en la Argentina". En un recuadro presenta el testimonio de una mujer que, al oir llorar desesperadamente a uno de sus codetenidos en la Escuela de Mecánica de la Marina, se enteró de que acababa de ver cómo le cortaban las manos a su mujer con una sierra mecánica.Amigo ¿lo oyes?" (Julio Cortázar, "Papeles inesperados", pag.307)
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No es menor que el tipo que eligieron para presidente no le importe si fueron 30000 o 9000 los desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. Tampoco que diga "no tengo idea y no me interesa participar del debate." En principio, no es un debate. No es una discusión de ideas. Son los desaparecidos, los asesinados por la dictadura militar en complicidad con una parte nada despreciable de la sociedad civil. Los descendientes de esos cómplices civiles ahora están en el gobierno. Quizás por eso, sospecho, manifiesta semejante indiferencia.
A veces, cuando hablamos de los crímenes de la dictadura olvidamos que no consisten en estadísticas. Son ese detenido que lloraba desperadamente porque había visto cómo le cercenaban las manos a su compañera con una sierra eléctrica. Ése es el dolor. Toda la perversidad resumida en una acción despreciable que insulta todo lo que tenemos de humano y sensible. Si alguien de la especie no puede sentir empatía con el tipo que lloraba de dolor e impotencia ante la tortura que sufría su pareja a manos de los sádicos de la ESMA estamos ante un monstruo. Y es mucho peor el que encuentra excusas para esa fría maldad. Sin duda, el que declara que no le importa está incluso un paso más allá, porque carece de sensibilidad alguna. Si además el que manifiesta esto último es el presidente de la nación en donde ocurrieron esos crímenes el problema es mucho mayor. 
Es un cachetazo, una piña en el estómago. Es de nuevo la sierra cortando las manos de una mujer mientras su esposo la mira sufrir sin poder hacer otra cosa que llorar.
Por eso está la grieta. Ésa es la razón central de la oquedad que nos pone de uno u otro lado. En este asunto no hay grises. No puede haberlos. Y no es maniqueismo patotero ni reduccionismo político. No se puede debatir acerca del horror comprobado y documentado. Quien no lo condena lo justifica y apoya. Así de simple.
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viernes, 26 de junio de 2015

ARRANCANDO PÁRPADOS

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Luego de unas semanas duras e impiadosas, hoy el artículo político lo escribe Cortázar. Julio Cortázar para más datos. Procede de un libro de edición reciente llamado "Papeles Inesperados" que recolecta una muy variada cantidad de textos del autor, recuperados, ordenados (si es que Cortázar puede admitir semejante operación) y luego publicados.
En esa colección aparece un texto breve escrito por Cortázar en 1949 para el catálogo de la exposición "Otano", que tuvo lugar en la Galería Cantú en Buenos Aires, del 5 al 17 de diciembre de ese año. En el libro mencionado figura en la página 391. Hasta ahí los datos necesarios para que no haya posiblidades de aupar un plagio.
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El lector desprevenido puede conjeturar que Cortázar se dedica a presentar los cuadros del artista llamado "Otano". Pero a poco de deslizarse por las palabras comprenderá que tal cosa es apenas una excusa. Que ahí nomás, a tiro de comprensión hay un minucioso artículo político. Y si me permiten la licencia, calculo que sirve y mucho para estos tiempos en donde la mirada está muchas veces cubierta con la "mala pintura que cubre la realidad enseñada".
Por eso, acá mismo dejo de hablar yo y que entre Cortázar, o lo que es lo mismo, que ingrese esa claridad que alumbra esa cosa nebulosa que los mitómanos llaman alma.
Que lo disfruten, y estas no son solo palabras.
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Otano, 1949
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"Cosa buena es pintar, si sirve para despintarnos de la mala pintura que cubre la realidad enseñada y nos tiene con el alma al duco.
Antes de enternecernos frente a la lámina de la Primavera (quinto grado) habíamos pasado por un tiempo de ver y entender, a esas horas en que amábamos los vidrios facetados, la deformación reveladora de los sifones contra la luz, el espectáculo maravilloso de una cucaracha rabiando en un calidoscopio.
Tenemos muchísimos párpados, y en lo hondo, y pérdidos están los ojos. La lista de párpados -que continúo descubriendo y clasificando- incluye la instrucción primaria, el contrato social, la tradición, el culto a los antepasados sin discrinimar entre los meritorios y los idiotas, el realismo ingenuo, la viveza, el a mí no me engrupen, la necesidad de hacer juego con el ropero provenzal, el cine y Vasari. Los párpados son muy útiles porque protegen los ojos, tanto que al final no los dejan asomarse a beber su vino de luz. Otano, con grandes pinzas, se ha puesto a arrancar párpados. Ay, duele, vaya si duele. Como que hace ver las estrellas.
Los ojos son para ver las estrellas."
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lunes, 10 de junio de 2013

HUBO UN TIEMPO QUE FUE HERMOSO

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Alguna vez, cuando era adolescente y el mundo amenazaba detrás de las puertas, pensé que mi tarea, que mi "misión" por decirlo de forma heróica era cambiar o, por lo menos, ayudar a cambiar eso que está afuera  y es una máquina de triturar almas. Con toda la arrogancia de mis escasos años, conjeturé que ese destino enlazaba todas las inquietudes que me traspasaban, para las que apenas tenía palabras, para las que sigo buscando palabras en un vano intento por conjurar el espanto y nombrar la belleza (nombrarla es apuntar un dedo para que otro u otros puedan verla, aunque la mayoría de las veces, como en el proverbio chino "cuando el dedo señala la luna, el imbécil mira el dedo").
Si había que señalar la belleza, indicar su existencia, insistir en su existencia, era porque había fealdad, porque como contrapartida el mundo alumbraba espanto por todas partes. Y transformaba ese espanto, el horror, en sentido común. Definir al horror como inevitable y forzar al sujeto humano a perseguir la adaptación, desalentando cualquier esperanza de transformación colectiva porque ¿para qué?, es un aspecto central del sistema en el que estamos metidos, del que somos, y aquí la palabra viene como anillo al anular, "prosumidores". 
Desmontar esa mascarada, refutar el discurso de las cosas inevitables, mostrar las huellas del engaño. Seguir la trama de ese asesinato silencioso que consume existencias y condena al silencio.
Para todo eso hace falta la desconfianza, la sospecha. Conjeturar la belleza a partir del horror, sostenerla aún cuando sea solo pura posibilidad, puro sueño, puro empecinamiento. Sostener contra viento y marea que la apariencia de las cosas oculta una trama que propicia el horror para muchos y el privilegio para otros. Un dispositivo a veces tan evidente que pasa inadvertido y uno no sabe cómo.
No es que todo eso se me ocurriera de una sola vez: de a poco los años me han colmado de argumentos a favor y en contra. Que la vida, que ya sos grande, que alguna vez hay que sentar cabeza, que no podés ser un nómade toda tu vida, que las utopías juveniles, que si a los 30 todavía sos de izquierda sos un pelotudo y tantas otras razones que lanzaron sobre mi como los mìticos Angry Birds. Que a nadie le preocupa que Cortázar escribiera "Salvo el Crepúsculo" justo en el crepúsculo de su vida y a Cortázar lo conozco por la propaganda del Megane y qué pedazo de auto che ¿leiste el cuento? no, vi la pelìcula (decía Claudio Alonso gerente de publicidad de Renault en los tiempos de aquel comercial: "Cuando escribió La autopista del sur, tal vez sin saberlo, Cortázar estaba formulando una idea clave para la publicidad de autos: uno lleva el nombre del auto que maneja. Eso está en el cuento, lo que hizo la agencia fue recrearlo", que lindo ¿no? acá tenemos al imbécil mirando al dedo del que hablaba más atrás) y mucho menos saber que el que toca la batería con Path Metheny y Dave Holland en "Question and Answer" es Roy Haynes y no Dennis Chambers que sí grabó con Greg Howe y Victor Wooten "Extraction" o cosas asì. Ni que "Nosferatu" pertenece al expresionismo alemán que no es el mismo movimiento de "El Acorazado Potemkin" de Eisenstein y que "La Diligencia" de John Ford es una obra maestra. Cosas así, tan supérfluas para el contador que amontona expedientes o el corredor de bolsa que suma úlceras. Trastocado el mundo, confundidos sus habitantes, pensar que todo lo nombrado es un snobismo o un simple pasatiempo indica el horror en el que estamos metidos y que seguimos abonando con nuestra ética del sufra hoy-gane mañana.
Contra todo eso prometí luchar allá lejos y hace tiempo.
Hoy sigo pensando que esa pelea es necesaria. Y que tengo la derrota casi asegurada.
Retomo a Cortázar: en uno de los poemas de "Salvo el Crepúculo" dice que sus amigos "no tienen donde caerse vivos".
Creo que ese verso magistral resume mis intuiciones.
Al menos hoy, día en el que me levanté pensando en "Canción para mi muerte" que fue confundida con una balada romántica durante mucho tiempo por contadores que, como buenos psicóticos, no entendían metáforas.
Yo por mi parte seguiré señalando la luna, aún cuando yo sea, cada tanto, el imbécil que mira el dedo.
Bienvenidos a la semana.
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PD:
La imagen que ilustra este tanteo se explica aquí, hablando de Cortázar. El protagonista de ese cuento, Johnny, dice en algún momento: "esto lo estoy tocado mañana" y "No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta." Algo asì.
Un día de estos tendré que hablar del concepto de "gratuidad", lo anoto ahora para no olvidarme.

domingo, 8 de noviembre de 2009

EL DOMINGO DE LOS CRONOPIOS: El campito de los Peñaloza

Dejemos que Julio convierta las certezas en un acertijo para buscadores.




Instrucciones para subir una escalera al revés
Julio Cortázar
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En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.