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lunes, 29 de junio de 2015

AYUDAMEMORIA PARA ANALFABETOS Y ANALFABESTIAS POLÍTICOS

Mi querido analfabeto y analfabestia político:

Las noticias que llegan de Grecia ¿no te hacen acordar a algo? ¿Te resultan familiares? ¿No despiertan algún eco en esa cabecita calva del lado de adentro? ¿No? ¿Ni una sola imagen vuelve a tus retinas? ¿No sentís cierto dolor en el órgano sensible que, en tu anatomía, claramente es el bolsillo? ¿En serio? ¿Nada?
A ver si esto mueve ese sorete atravesado que no te permite hacer sinápsis.
¿Ahora sí? ¿Un poco? ¿Alguito?
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Bueno, poné en movimiento esas dendritas, acá tenés un poco de ayuda. Y otro poco por si falta. Debería asustarnos repasar la memoria de aquellos días. Debería, digo, porque parece que...
Bueno mi querido Analfabeto o Analfabestia Político, tampoco es la primera vez que vuelve a ocurrir. Ya le pasó a Chipre, lo que nos pasó a nosotros y lo que le está pasando a Grecia. ¿Semejantes casualidades no te hacen por lo menos sospechar algo? ¿Quizás un plan para dejarnos a todos con el tujes mirando al sudeste y no asiático?
¿No?
Estás peor de lo que pensaba amigo mío.
Porque los tipos que nos mandaron de culo a la crisis de 2001 ahora golpean tu puerta para tomar mate y decirte que ellos van a salvar a la patria. Cosa que bien podría ocurrir si desistieran de cualquier candidatura. Pero no. Vuelven camuflados por sus privilegios. Privilegios que te excluyen analfabeto o analfabestia. No sos parte del círculo en donde esa reserva moral se mueve. Sos, y es bueno que te lo tatúes con un pirograbador, fungible. Completamente fungible. No interesás más que como quintacolumnista de un surtido de intereses que te cagan, por lo que tus elecciones políticas no hacen más que cargarte a vos mismo, que sería lo mismo que ir a defecar, atajar el sorete con una mano, ponerlo en un plato y decir que es una novedad gourmet. Así de asqueroso.
Cuando pensás en votar por un tipo como el alcornoque amarillo además, nos estás cagando a todos. Yo sé que lo que querés es venganza, porque pensás que el progreso es hablar con una papa en la boca y deplorar a la mersada y todos esos negros de mierda no solo me estorban sino que me recuerdan quién soy en realidad, de dónde vengo y toda la escenografía de bossa nova y almuerzos en restó. Venganza porque ellos no y yo sí, que me pelé el culo y acá estoy y cómo que esos vagos de mierda viven de "mis" impuestos.
Ya lo sé.
Pero por lo menos pensá que la comodidad de tu "chalé" depende de que a toda la mersada le vaya más o menos bien. Acordate, pedacito de boludo, el cartel que campeaba en una villa miseria de los noventa: "Bienvenida Clase Media"
Un esfuercito. Uno nada más. Dale, haceme la gamba.

Un amigo

jueves, 30 de octubre de 2014

LUEGO DEL ANALFABETO POLÍTICO LLEGA EL ANALFABESTIA POLÍTICO

Uno a veces cree que nada puede empeorar. Que el Analfabeto Político resume en su figura toda la degradación racional y moral que proviene del usufructo de lugares comunes que se conectan al arsenal de prejuicios del sujeto y que aparecen cuando algo o alguien aprieta el botón de play.
Pero no. El asombro puede asombrarse. Porque hay algo peor que un Analfabeto Político: el Analfabestia Político.
El Analfabestia Político, además de la pereza intelectual del Analfabeto Político, tiene la pretensión de analizar la situación en términos pseudo-sociológicos con los que intenta encubrir la supina confusión que inunda su mirada y -más que nada- los prejuicios que transforma en conceptos erróneos plagados de peticiones de principio.
Va un ejemplo de lo que el Analfabestia Político desparrama por ahí:
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Pasemos por alto -piedad, por favor, piedad que es Analfabestia- el error de confundir "estatus" con "clases" como si fueran la misma cosa y pertenecieran a paradigmas similares.
Concentrémonos en la caracterización de los nuevos "estatus". Más que nada en el "estatus" número 1. La parquedad del análisis en ese punto es revelador. Sobre la "clase alta" no hay nada que decir. El que escribe un mamotreto como el mostrado no considera que ahí haya algún problema. Que esa "clase alta" tenga algo que ver con la situación de las dos que siguen. Que merezca algo más que una mención. Gracias Barthes, lo que no se dice dice mucho.
Los dos puntos que siguen expresan una agenda que es en parte los prejuicios del que piensa así y un poco la postura de los medios concentrados que abonan esos preconceptos. No me resisto a indicar que "los que no trabajan" son en realidad desocupados, y anónimo los sindica como "vagos". La "nueva clase media" mantenida por el "gobierno". Le faltó poner "negros de mierda", pero le pareció demasiado.
El punto tres es desopilante. Primero porque se considera a sí mismo (porque habla en tercera y penosa persona pero podría hacerlo en primera persona y confesarse) el único que trabaja, gente decente bah. Y además porque está convencido de que a él no lo "mantiene el gobierno". Lo del "tumbe" es delicioso ¿no me digan?. Quizás apenas salió de pobre o quizás lo es, pero su identificación con los intereses de la clase dominante le hace creer que sus problemas son los problemas de esa escueta "clase alta" que mima y añora, y además defiende, con su silencio y omisión.
No vamos a decir nada nuevo: el asunto es la vieja falsa conciencia de clase que mentó el barbudo Marx hace ya mucho tiempo y que, como podemos comprobar, sigue vivita y derrapando.
Añadamos que esta porquería circula por Fachobuk, como para comprender el contexto.
Señores, con Uds. el Analfabestia Político.

martes, 7 de octubre de 2014

LA MORAL DE LOS VERDUGOS

Parecen dos noticias distintas, pero no lo son.
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Cualquier algarabía que despidan estos cretinos envenena al resto de la sociedad. Y el resto de la sociedad haría muy bien en no creerles, negándoles apoyo tanto en las urnas como en la opinión pública (esa colección de lugares comunes que se postula a sí misma como verdad revelada).
Pero no. Una y otra vez "la gente" vuelve a escuchar los cantos de sirena y con la misma alegría con la que veranea en Mar del Plata se lanza en brazos de sus verdugos. Sonriendo a mandíbula batiente por otra parte. Y uno, que no sale de su asombro, considera que habla al pedo todo el tiempo. 
Que a pesar de presentar evidencia tras evidencia, el inveterado analfabeto político tropieza ocho veces con la misma roca. Hasta que uno dice "que se joda", pero piensa que en ese joderse del analfabeto también está el propio joderse. Y sigue hablando al flato. Pobrecito.

viernes, 4 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO V: FANFARRIA FINAL PARA EL UOMO QUALUNQUE

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SURTIDO ANALFABETO
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Algunas consideraciones finales para cerrar (al menos por ahora) esta tosca caracterización del analfabeto político. Podríamos incluir lo que sigue en el rubro “misceláneas”
a.-Así como con casi todo, el analfabeto político busca fuentes de legitimación que le otorguen la seguridad de estar diciendo cosas que no merezcan repudio ni aporten inquietud a su monolítica concepción del mundo. Y como de algo hay que agarrarse en estos tiempos turbulentos el analfabeto recurre a la ciencia. Pero no como ejercicio ni buscando en ella por lo menos el ensayo de una respuesta. La usa como fetiche, como justificación absoluta, como excusa y chicana (es notable este uso de la ciencia como ídolo en tanto que la práctica científica implica ingresar en tembladerales que ni te cuento de donde uno sale más perplejo que al comienzo de la exploración y por ende, va disolviendo sus certezas, cosa que por lo general incomoda).
El analfabeto político usa la ciencia como adjetivo. Para zanjar una discusión (o suponer que queda finiquitada), un entredicho, una polémica, le pone a lo que dice la calificación de “científico”. De esa forma cree que impresiona al otro, a los otros, que se rendirán ante la efectividad de la ciencia, la que todo lo puede.
En consecuencia, también usa a la ciencia como justificación de la inmovilidad que es su estado intelectual cotidiano. Ante algún desaguisado, por lo general causado por la mano del hombre ayudado por la ciencia, el analfabeto espetará a sus oyentes “-Los norteamericanos ya tienen inventado algo para arreglarlo” o “Los científicos han inventado el automóvil que funciona con agua de mar, pero lo esconden para no cagar la producción de petróleo”. Tal construcción discursiva lo pone a él a salvo de hacer algo, alguna cosa, para revertir el problema y además, lo exime para siempre de la pesada tarea de indagar y conocer el asunto.
b.-Nicos Poulantzas dice que el poder designa la capacidad de una clase para realizar sus intereses específicos en oposición con los intereses de las otras clases, por lo tanto el poder es una situación estratégica (lo que articula el concepto de poder del marxismo con el de Foucault). El analfabeto político no concibe el poder de esta manera y por tanto, no puede percibir las estrategias que las clases dominantes despliegan para imponer sus objetivos de clase. Esto implica que no puede articular le vaca con el bife de chorizo, lo que hace que las más de las veces sea cómplice (consciente o no) de esas estrategias. Como un boxeador al que le han cerrado los ojos a sopapos, el analfabeto político no puede ver de dónde le llueven los golpes y acepta como válidas las explicaciones del que le pega. El victimario le sopla en la oreja que la culpa la tiene el que le pasa el agua y le pone el banquito al final de cada round. Y allá irá el analfabeto, a dirimir un conflicto inexistente con el sujeto equivocado mientras el verdadero agresor disfruta por partida doble.
c.-El analfabeto político concibe al mundo como un conjunto de oposiciones binarias. Dueño de un irreductible maniqueísmo mide la realidad con el barómetro de lo blanco o negro. No hay medias tintas ni atenuantes. Solo que los bandos no surgen de su análisis sino que provienen del sentido común que el analfabeto se apropia y ejecuta. Puede cambiar de bando con una velocidad asombrosa y no verá en esa mutación ningún problema, en tanto le digan que ese giro dramático es legítimo porque el mundo es sasí ¿vistes?
A veces el analfabeto político toma decisiones correctas por motivos equivocados. En esta coyuntura tal situación es poco deseable, dado que el analfabeto es por definición, un converso instantáneo. Como sus convicciones son epidérmicas (que no es lo mismo que superficiales) no sufre por esos bruscos cambios de rumbo. Es un error pedirle coherencia, porque su coherencia es estar en línea con lo que debe opinarse.
d.-El arte es para el analfabeto político lo que le dicen que es arte. Ni más ni menos. No tiene opinión propia sobre música, pintura, literatura, escultura, etc. Tiene las opiniones que hay que tener y basta. Y cuando lo apurás usa el argumento por excelencia en estos casos “-Sobre gustos no hay nada escrito ¿no?” como si con esa postura cerrara la discusión impidiendo el análisis estético.
Esta mutilación de la sensibilidad no es un dato menor, dado que el analfabeto político tiene recortada su capacidad de exploración del mundo a través del arte. Exploración que implica siempre ponerlo en cuestión, dudar de su validez, interrogarlo, dinamitar sus certezas, expandir los límites de lo posible.
Como no puede hacerlo, como no quiere hacerlo, porque “no es lo mío”, porque no se le frunce, descalifica esos esfuerzos y se conforma muy conforme con la cultura prefabricada que le otorga cierto sentido de pertenencia y que tiene escalafones: digamos, si quiere parecer popular citará a Arjona pero si desea posar como aspirante a intelectual usará a Sabina o a los Tres Tenores.
No le hace falta más. Con eso alcanza y sobra.
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Conclusión che, no seas pesado:
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A lo largo de estos cinco días nos hemos adentrado en la descripción del analfabeto político. Sin la pretensión weberiana de establecer tipos ideales, diré que estas características no se dan en estado puro, aunque algunas veces sí. Y además, muchas veces hemos ingresado con patas y marulo, en el terreno del analfabetismo político por error u omisión. Sirvan estas torpes reflexiones para evitar la tentación.
Nos vimos.
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jueves, 3 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO IV: ANDANTE CON VARIAZIONI

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MITOLOGÍA ANALFABETA
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El analfabeto político sostiene varios mitos a la vez que le dan forma a su particular mirada del mundo. Veamos algunos (ya que abordarlos a todos y cada uno sería largo y tedioso).
a.-El mito de la perpetua inocencia: el analfabeto político ha decidido excluirse unilateralmente de cualquier responsabilidad sobre la situación política-social-económica de su país. Como el sujeto que se pone por fuera de la sociedad y nunca se considera parte del asunto que describe Norbert Elias, nuestro analfabeto se extradita de la responsabilidad que le cabe por ser parte de esa red compleja de interdependencias llamada sociedad (adviértase que se usa la palabra “responsabilidad” y no “culpabilidad”). Por efecto espejo, siempre actúa el papel de víctima, nunca el de victimario. Y como víctima reclama derechos no reconocidos o que no se hacen efectivos, pero nunca admite tener responsabilidades de orden público. Su compromiso con el entorno político se limita a depositar un voto en la urna cada cierto periodo de tiempo.
Si se le reclama participación reacciona indicando que no se mete en política, que la política es una porquería, que es apolítico, que ¿para qué? Pero si hay alguna crisis, reclama participación.
Se proclama dueño de una decencia a prueba de balas y no considera que sus actos tengan algo que ver con la corrupción. Por ende, la corrupción siempre está en otra parte y lo perjudica. Nunca se reconocerá actor de algún acto de corrupción y mucho menos, admitirá responsabilidad por ello.
b.-El mito de la infalibilidad: este mito deriva del anterior, el analfabeto político no efectúa autocrítica alguna. No es que piense que nunca se equivoca, sino que disculpa de antemano sus metidas de pata amparado en una nebulosa equivocación estructural que lo apaña y asegura impunidad. Si todos nos equivocamos yo no me equivoqué, sería el resumen perfecto. No es capaz de advertir su impronta en los procesos colectivos.
c.-El mito del estado enemigo: como consecuencia de los dos mitos anteriores, el analfabeto político piensa que el estado es su enemigo. Nunca se pensará como parte del estado. Por lo tanto se exime de cualquier responsabilidad en el cuidado de lo público (que considera “propiedad” del estado del que él, supone, no forma parte). Confunde con total impudicia gobierno y estado, por eso no cree que esté mal engañar al estado evadiendo impuestos, obteniendo beneficios que no le corresponden, etc. Porque el estado, que ha confundido con administración, lo persigue o él supone que lo persigue cuando lo conmina a cumplir sus obligaciones (obligaciones que él considera, no tiene).
Sus acciones cotidianas son una evidencia de la vigencia de este mito en tanto atenta contra lo público cotidianamente y no cree que tal cosa esté mal, total, que pague el estado.
Como corolario de los tres mitos, diríamos que el analfabeto político reclama, siempre, beneficios. Y nunca reconoce tener obligaciones porque siempre se pone por fuera y a distancia de la sociedad en la que vive, de los sujetos con los que comparte esa red de interdependencia y de la dinámica colectiva que debe satisfacerlo pero sin reclamarle esfuerzos.
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miércoles, 2 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO III: ANDANTE CON MOTO

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L´UOVO
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Pese al sentido común (que es el más traicionero de los sentidos) el analfabeto político no crece con profusión en las clases menos favorecidas (por decir algo, decir “bajas” suena fiero porque tiene una connotación peor que lo dicho anteriormente). Muy por el contrario, el analfabeto político florece en aquellos sectores en donde ya se han resuelto algunos problemas económicos. 
¿Y esto por qué? 
Aquí tendremos que decir algo del capitalismo en relación a la tópica de la sociedad: para quienes son pobres estructurales o marginales, el capitalismo es una realidad que los extermina sin eufemismos. Estando fuera del sistema de una u otra forma, no hay mucha piedad con los sujetos que se encuentran en esa posición. No hace falta adularlos, convencerlos o tenerlos contentos. Se los combate y ya. Con mayor o menor intensidad, con esta o aquella estrategia. Ser la porción más débil de la sociedad los deja en un estado de indefensión tal, que pueden ser atacados con frecuencia sin que ocurra casi nada, sin que haya repercusión mediática alguna, impunemente bah (búsquese aquí uno de los motivos por los cuáles se los usa como chivo expiatorio de casi todo, más que nada de la “inseguridad” que para estos sectores es la tónica de su vida cotidiana). 
Y, aunque no siempre puedan conjeturarlo o ponerlo en palabras, saben que el sistema que los coloca y mantiene en donde están, es un enemigo. Lo saben a ciencia cierta y no se hacen ilusiones, al menos, no como nosotros nos hacemos ilusiones. 
En el otro extremo se encuentran los que se ven favorecidos por el capitalismo, los ganadores finales, los que acumulan la plusvalía, los que tienen el chupetín por el palito, etc. Ellos también tienen plena conciencia del capitalismo, de cómo funciona, de sus efectos y de lo que hace falta para que funcione. Saben que necesitan mano de obra barata y gente que la controle, también por monedas. Son los defensores conscientes del capitalismo dado que la vigencia del sistema les asegura a ellos sostener sus privilegios y acrecentarlos. 
O sea, unos y otros diseñan estrategias que provienen de un análisis dramático de la realidad, dado que en un extremo necesitan sobrevivir a los embates del capitalismo y en el otro, asegurar su existencia. 
En el medio, en esa nebulosa zona nace y florece el analfabeto político (no se usará la expresión “clase media” dado que la clase está relacionada con la capacidad económica y, como se ha dicho, el analfabeto político está desasido por imaginario de sus condiciones concretas de existencia, es más preciso decir “estamentos medios”, en tanto un estamento cultural se define por sus consumos idem). 
El analfabeto político, dada su posición económica también es víctima del capitalismo. Pero él no se siente víctima sino aspirante. Siendo parte de las clases subalternas cree que él no es como esos “negros”, que además le han enseñado: tienen la culpa de todo (y él ha estado muy contento de aprenderlo). Los mira por encima del hombro, así como observa desde abajo del pedestal a los que están en el otro extremo. Como tiene esa esperanza persistente en su destino de gloria, nunca atacará a los que están en ese pedestal, si, en cambio, a los que están por debajo (imaginariamente) de su dignidad. Y los atacará porque sostiene que ellos tienen la culpa de sus problemas y porque le recuerdan lo que apenas maquilla el sueldo y las compras en cuotas. 
Para el que lo explota hay un guiño cómplice y para los otros un escupitajo. 
De esa mirada interferida surge su analfabetismo político, que no es otra cosa que la ética de las clases dominantes que el analfabeto comparte esperando que lo dejen entrar alguna vez en ese paraíso. Y como esa ética le indica girar hacia allá o hacia acá, pero nunca en la dirección que le conviene, ahí anda el analfabeto, perdido como perro en cancha de bochas. 
No sabe, o se hace el que no sabe, que esas puertas están cerradas para él ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
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martes, 1 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO II: ALLEGRO MA NON TROPPO

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Los pilares del Analfabetismo Político
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El analfabeto político asienta su mirada del mundo sobre tres ejes que se confunden hasta volverse inextricables: 
a.-El analfabeto político tiene una mirada distorsionada acerca de sus condiciones concretas de existencia. La forma en que conjetura su vida material es por lo menos curiosa, dado que supone estar uno o dos escalones por encima de lo que le permiten sus recursos. 
Tal situación no es moco de pavo en tanto que sitúa el imaginario del analfabeto político lejos de los intereses que debería defender y cerca de los intereses que lo perjudican, que lo dejan afuera, que lo extraditan de su condición de ciudadano. 
Esta deformación proviene de otro mito: del mito del progreso personal que los que tienen el chupetín por el palito se encargan de alimentar (en una estrategia propia de un aparato ideológico de estado) y difundir y que el analfabeto político consume con una sonrisa plena de éxtasis místico: “-Este es mi destino”, piensa, y en su cabeza aparecen imágenes de islas paradisíacas, hombres y mujeres hermosas que le rinden homenaje, llamadas telefónicas que anudan negocios faraónicos, ropa cara, autos lujosos, etc. Esta es la zanahoria, pero el analfabeto jamás querrá ver la condición de señuelo que tienen esas leyendas. 
b.-El analfabeto político tiene una memoria de corto plazo que no puede anudar causas y efectos más allá de periodos cortos de tiempo. Como sus construcciones míticas no provienen del análisis racional de sus condiciones concretas de existencia y de los procesos históricos que hunden sus raíces en el pasado, cree (dije “cree” muy a propósito) que cada hecho es nuevo y novedoso, como el nacimiento de una vaca púrpura con lunares amarillos, y que la comprensión del mismo debe ser inaugurada cada vez. 
De este reseteo permanente fluye su incapacidad para conjeturar la diacronía histórica, lo que propugna un análisis sincrónico que carece de sustancia. También de este Ctrl+Alt+Supr nace la imposibilidad de ubicar a los sujetos que se proponen como referentes de este o aquel espacio político en el contexto de su trayectoria.
El analfabeto político conjetura que la política es puro presente. De esta forma supone que el político no tiene más ideología que aquella que expone y que su historia comienza hoy (quizás ésta sea la razón por la cual Cavallo puede presentarse cada vez que haya una elección o Patricia Bullrich pueda mutar saltando de partido en partido impunemente o Scioli se haya vuelto un referente progresista y asì).
c.-El analfabeto político analiza la política como si fuera el campeonato de algún deporte (el fulbo sirve de ejemplo en Argentina, pero en otros países en donde no es tan masivo será otro) en donde hay, como no podría ser de otra manera, campeones. En donde la victoria despeja a los vencidos y evita conjeturar un escenario en donde deberemos convivir. En su imaginario binario, el ganador es bueno y el que pierde es malo. Y siempre es mucho más gratificante estar del lado del que gana, porque eso garantiza pertenencia. Y el analfabeto político, ya lo hemos dicho, quiere pertenecer.
La victoria para el analfabeto político, proviene del ámbito del fanatismo, de lo que no se debe analizar porque ganamos perdimos el baile se lo dimos. No desmenuza la vida política desde lo racional, sino desde la pasión (luego comete el error inverso: analiza los eventos que provienen de la pasión racionalmente y así tenemos mesas redondas con miradas preocupadas y trágicas que intentan asignarle un grado de previsibilidad a lo que es nada más ni nada menos que un juego, la dinámica de lo impensado, según acierta Dante Panzeri). Esta falla en la elección de las herramientas idóneas para abordar el mundo político es aprovechada al máximo por los candidatos de uno u otro partido, que apuntan sus cañones a ese bug. Saben que no hace falta darle razones, sino crear una mística a la que el analfabeto pueda adherir sin mayores preocupaciones.
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De nuevo, to be continued...

lunes, 30 de septiembre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO: OPUS I

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El Analfabestia Político
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El analfabetismo político es uno de los peores analfabetismos. En rigor de verdad, el analfabetismo político es letal, dado que sus consecuencias son de orden colectivo, y todos pagamos el pato (y en este caso el todos tiene entidad y peso) cuando el analfabeto político toma una u otro camino montado en el jamelgo de la supina ignorancia que él considera un caballo de carrera.
Este es el peor de los problemas del analfabeto político: conjetura que su desconocimiento es una virtud y que la miopía de su criterio es un valor para atesorar.
Como transita por la vida con esa falsa certidumbre, pontifica a dedo índice suelto, desparramando errores de apreciación y razonamientos sin fundamento por todas partes. De la misma forma se apropia de argumentos que no poseen mayor peso que la repetición. Los reproduce con el mismo gesto de suficiencia con el que descalifica lo que no comprende y desestima aquellos senderos que le exigen análisis profundos y sostenidos.
Porque antes que todo y previo a nada, la condición que distingue al analfabeto político es la pereza intelectual. La pachorra domina sus incursiones en el mundo de las ideas, pero como quiere tener razón a como de lugar y contra cualquier evidencia recurre a los reservorios de frases y pensamientos hechos, de forma tal de simular una idoneidad que no posee.
Así, veremos al analfabeto político despotricando contra el marxismo o el neoliberalismo sin haber transitado ni siquiera un tibio manual que le explique los rudimentos de ambos. No tener idea de lo que está hablando no es impedimento alguno: el conocimiento puede ser reemplazado por la batería de opiniones y prejuicios que ha escuchado por ahí (sobre los que tampoco ha meditado demasiado) y que amplifica con gesto de mono sabio
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Si les gustó o quieren más argumentos para insultarme to be continued...
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