Durante la década del 50, 60 y 70 usaron los golpes de estado protagonizados por militares, apoyados por la iglesia católica, el poder judicial y los grandes medios de comunicación. Esta conjunción derribó gobiernos elegidos por medio de las urnas y aniquiló a generaciones de militantes y dirigentes políticos que se oponían a la hegemonía de la oligarquía agraria o industrial aliada a EE.UU.
En algún momento de los años 80 el poder detrás de esos golpes descubrió que no podía continuar manteniendo su dominio por medio de la fuerza, dado el desprestigio de los militares y los extensos crímenes de lesa humanidad que salían a la luz. Ese poder sabía que tirando de la piola de las responsabilidades todos los hilos llevarían al norte. Por eso y no por otra cosa simularon ponerse al frente de los reclamos por los derechos humanos (concepto que todavía no hemos discutido lo suficiente y créanme, necesita ser cuestionado). Un giro tan drástico no muestra una genuina preocupación por los destinos de los pueblos que habían ayudado a desaparecer sino todo lo contrario: indica el agotamiento de una estrategia.
La democracia apareció entonces como la única manera de superar la negra etapa de las dictaduras, pero los países latinoamericanos habían quedado entrampados en el cepo económico que tenía como llave maestra a la deuda externa. Mediante la deuda externa EE.UU. pudo controlar y dominar a gusto y piacere a las ex-dictaduras convirtiéndolas en democracias devaluadas y cooptadas. Digamos, podíamos elegir al tendero, como dice el Subco Marcos. Pero la tienda era de otros y en esa tienda no teníamos ni voz ni voto. Este dominio económico mediante los organismos financieros internacionales encabezados por el FMI también implosionó con la crisis que casi desmembró del país en 2001 (nos enteramos en el 2007 que era un síntoma, dado que en ese año el capitalismo se derrumbó sobre sí mismo y decidió extorsionar al planeta para salvar el culo).
A esas dos formas de dominación (por la fuerza y económica) reaccionó gran parte de América Latina y ahí tenemos a Lula, Hugo Chávez, Lugo, Rafael Correa, Evo Morales y Néstor y Cristina Kirchner. Todos y cada uno de los nombrados pusieron en acto medidas tendientes a romper el segundo eje de control sobre cada país que todavía quedaba en pie: el económico. Romper esas ataduras era la única posibilidad de construir una democracia que tuviera algún significado.
El poder real (que no son las oligarquías locales que actúan como empleados del mes) comprendió entonces que tampoco podía sostener esa dominación económica, entre otras cosas porque los daños que causaba eran demasiado evidentes y además porque tenía sus propios problemas económicos domésticos. Y un eje de países ponía en discusión su hegemonía (que a esa altura ya era un mito, como ahora, aunque el sentido común piense lo contrario) conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los BRICS. Por lo tanto, el FMI dejó de ser el arma (que seguirían usando en Europa por ejemplo con Grecia, España, Irlanda, etc.). Y ahí aparecieron con fuerza las ONGs.
¿Cómo retomar el control y dominio de estos países sin la posibilidad de usar la fuerza o la extorsión económica? La respuesta se encontraba en la excusa con la que EE.UU. invadía países: la democracia. En vista de que una dictadura ya no era posible la solución era convertir a la democracia en un arma que pudiera ser disparada contra cada país. ¿Cómo lograrlo? Controlando los medios de comunicación (porque había que convencer a los pueblos de que no lo eran, de que apenas llegaban a "gente" o "vecinos") y el poder judicial (que permitiía controlar los resortes de la constitución y domar a los gobiernos que tuvieran demasiados prúritos progresistas). Por supuesto, contaban con el apoyo incondicional de la oligarquía local y las iglesias (no una sola, varias). Esa suma de elementos permitía atacar a la democracia desde sus propios dispositivos e instituciones. De esa forma los golpes de estado alcanzaban una legitimidad que por la fuerza no tenían. Y las medidas económicas que sumergirían a esos mismos pueblos en la pobreza se transformaban por obra y gracia de los medios de comunicación en el pedido de la "opinión pública".
El primero de estos golpes de estado tuvo lugar en Honduras, pero no salió del todo bien porque el mecanismo no estaba todavía bien aceitado. Claro que eso cambió cuando el golpe lo dieron en Paraguay. Ahí sí todo salió a pedir de boca y los tipos indicaron que estaban actuando de acuerdo a la constitución. Y lo jocoso del asunto es que tenían razón. Por lo cual queda confirmado quién armó la constitución y con qué fines.
Ayer el golpe de estado se cargó a Brasil (y en el mismo movimiento se llevaron puesto al Mercosur y al BRICS). En Argentina no pudieron culminar la tarea mediante el poder judicial pero los medios se encargaron de instalar en la presidencia a un personaje que defienda sus intereses y que está actuando como un dictador bananero. Lo mismo ocurre en Bolivia y en Ecuador.
Algunas conclusiones de la perorata anterior:
1.-La democracia tal como nos la enseñaron en educación cívica no existe.
2.-No creo que se pueda "mejorar" la democracia para que no sea lo que es, o sea, creo que el problema es la democracia, no sus condiciones de aplicación.
3.-Quienes diseñan estos dispositivos de control advirtieron que la democracia como forma de gobierno podía ser usada contra los gobernados. En términos hacker encontraron los "bugs" que tiene e implantaron allí troyanos y virus.
4.-Cuando un programa tiene tantos problemas de seguridad uno opta por llenarlo de parches (como las actualizaciones de Windows que no son ni más ni menos que la confesión de lo mal programado que está y de las verdaderas intenciones de la empresa) o, y esta es la salida, lo vuelve a programar. Esto incluye una revisión profunda de los diagramas de flujo, de la pseudo-programación y de la codificación. Porque un programa que se vuelve en contra del usuario es una contradicción que se corta como un nudo gordiano.
5.-Teniendo en cuenta el objetivo del programa (de la democracia) el programador inteligente crearía otro programa que alcanzara el mismo fin pero que no tuviera las debilidades de seguridad del anterior y fallido algoritmo. Parece complicado pero en general es la solución más eficiente y simple.
6.-La democracia en virtud de sus propias limitaciones se ha convertido en un arma que le sirve al poder hegemónico para atacar a quienes debería servir como herramienta. Esto es doblemente grave, porque no solo tenemos el ataque sino además, la legitimación del ataque en un solo paquete. Ese esa la solución que encontraron como respuesta a los intentos de independencia real de los países de latinoamérica: cooptaron el consenso subvirtiendo a la democracia.
7.-La democracia entonces es una forma de gobierno mejor que cualquier dictadura pero no es la mejor forma de gobierno. ¿No existe otra forma de gobierno mejor que la democracia? Entonces habrá que inventar otra forma de gobierno que, manteniendo los objetivos de la democracia, sirva realmente para mejorar la vida de los pueblos y no pueda ser usada en contra de los mismos.
8.-Para todo lo anterior es necesario también transformar la naturaleza de los medios de comunicación.
¿Soy utópico yo?
Y si. No me, no nos queda otra.