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martes, 30 de junio de 2015

LA JUSTICIA INDEPENDIENTE

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Independiente...de los controles democráticos
Añadamos, el CIJ es el house organ de Ricardo I
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En otro orden de cosas, y para equilibrar reaccionarios de ambas orillas, esta mañana en el programa de Roberto Caballero, nuestro héroe liminar, aspirante al Parlasur, Hernán "guardián de la ortodoxia" Brienza atacó a Horacio Verbitsky y al CELS, diciendo, canchero él, que los citados no habían presentado objeciones a Cundom, el nuevo Jefe de Ejército, y que simplemente le habían marcado la cancha. Todo lo anterior dicho al aire con una media sonrisa despreciable. Si se lo consultan él dirá que no, que simplemente fue una pregunta, pero no lo fue y lo sabe.
Fue esto algo tan despreciable como el comentario realizado ayer en el mismo programa en una pseudo-pregunta comentario a Walter Vuoto, intendente electo de Ushuaia e integrante de La Cámpora: antes de hacerle una consulta Hernán "orange de la primera hora" Brienza le informó que es el primer intendente que pertenece a esa agrupación porque "hasta ahora no habían tenido presencia en el territorio", con lo que dejó flotando en el aire que los que la tienen más larga son los caciques del PJ. Uno se sorprende de hasta dónde está dispuesto a llegar este muchacho con su peronómetro para medir ortodoxias.

miércoles, 3 de junio de 2015

NUNCA ME GUSTÓ ELVIS


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Resulta ser que vengo de un hogar marcádamente antiperonista. En donde la palabra "peronista" es casi un insulto. "Gorilas" sería una descripción bastante acertada. De ese núcleo primario fui el primer hereje volviéndome "zurdito" a poco de andar las lecturas políticas (de acuerdo a la petición de principio de Churchill "Quien a los 20 años no sea revolucionario no tiene corazón, y quien a los 40 lo siga siendo, no tiene cabeza", yo no tengo cerebro alguno, quevachaché). Me encontré con el barbudo a poco de andar y le entré a El Capital desde mocoso insolente. Al barbudo y a tantos. Tipos que me permitieron entender, comprender, abrir los ojos como en aquella escena antológica de Matrix: yo tomé la pastilla roja (nunca mejor dicho) y me di cuenta de lo profundo del hoyo. A partir de ahí, of course, nada volvió a ser lo mismo.
Comprendiendo la potencia que encerraba la sospecha (que como forma de aproximarme al conocimiento ya tenía en el marulo, aunque en versión Beta) me dispuse a deconstruir el orbe y planetas aledaños, provisto de herramientas más bien rudimentarias y poco sofisticadas.
No hay que ser muy piola para darse cuenta que esta elección me consiguió una nada despreciable cantidad de conflictos. Porque si hay algo que a los que prefieren la pastilla azul les jode y les molesta es que le digas que ellos optan por la pastilla azul. Y por más que ellos crean que la pastilla azul es lo más mejor, al menos está la pastilla roja y no tendrías que tener una mirada tan absoluta y omnipotente porque está la pastilla roja.
Por lo cual anduve arrastrando las patas durante mucho tiempo, arando en tierra seca, nadando en dulce de leche. Intentando escapar de ese asuntito que a veces nos anega a los que tomamos la pastilla roja (que no deja de ser una pastilla y cómo mierda no me di cuenta antes, la puta madre si es tan obvio): la tentación de pararnos arriba de un banquito a lo Julieta Lanteri (pero sin su legitimidad) y ponernos dedo en mano a arengar a las multitudes que, con toda razón, pasan por el costado ignorándonos en nuestra prosopopeya iluminada.
Tarda uno un poco más en darse cuenta de que nadie habla en nombre de nadie. Que no puedo pretender semejante cosa, porque, ahí nomás te digo, yo no soy la subjetividad del otro. El otro, a lo sumo, estará de acuerdo con algunas cosas que digo, incluso ciertos matices, pero pará de contar. La identificación punto a punto, la identidad completa no existe. Por suerte.
Entonces, de la experiencia descripta torpemente provienen mis votos a lo largo de mi vida de votante. De toda mi sarta de elecciones tengo que arrepentirme solamente de una: voté a Frenando de la Duda. Así, sin pensarlo. Lo voté por cansancio de Carlos Saúl I, rey de las pampas chatas. Voto bronca ponele. Voto pelotudo, ponele. ¿Las razones? Bueno, están a la vista. Muy a la vista y cada vez que tengo que enfrentar el cuarto oscuro las recuerdo para no volver a meter la gamba. Porque me siento responsable (no puede ser de otra manera) de aquel voto. Y aunque me digan que fueron muchos los que pensaron como yo (mal de muchos consuelo de salames) eso no me quita ni un ápice de responsabilidad por él.
Excepto esa vez, nunca voté sin analizar mi voto, nunca voté por obediencia debida, nunca voté para salvaguardar la verticalidad. Nunca voté pensando en ganar como si fuera un campeonato del mundo de algo. Cuando mi voto fue a dar a un ganador, esa fue una circunstancia ad hoc. Yo había elegido lo que voté pensando y repensando las alternativas que esa elección lanzaría en dirección al futuro (voto como proyecto, sartreano, digamos)
Y dada aquella equivocación aliancista, sigo haciendo lo mismo.
Por eso, viniendo desde un hogar antiperonista, voté al FPV. Porque elegí, porque opté, a partir de pensar y repensar mi voto. Por eso me sobrepuse a los prejuicios que uno cree no tener y apoyé al FPV. Lo voté porque me parecía la mejor alternativa, no porque fuera a ganar.
Nunca dejé de ser zurdito (dicho esto cariñosamente para aquellos que creen que ese adjetivo es un insulto), lo soy (pero de una vertiente, si vale la ironía, marxista). Nunca dejé de ser progresista (siendo esto último un tema espinoso que mejor dejamos para otro día). No pienso abandonar las convicciones en la puerta del cuarto oscuro.
Por eso, cuando escucho a tipos como Brienza que medio escupen de costado cuando nombran a cosos que se parecen a mi y me reclaman un verticalismo por la ortodoxia porque "lo importante es ganar" yo reculo. Porque apoyo al FPV por el proyecto que lleva adelante y quisiera elegir a un tipo que continúe con lo que se está haciendo y lo mejore. Y si me dicen que lo importante es ganar, y que para ganar quizás tenga que votar a Scioli, que si no lo hago así no entiendo nada de peronismo ni de nada, yo te digo que no, gracias.
Yo apoyo al FPV porque analizo que es la mejor opción, que hace cosas que se parecen a las que yo espero y considero necesarias para, en el marco de este tipo de democracia, nos aproximemos ni que sea un poco, a una sociedad más igualitaria. Apoyo gramscianamente estratégico, diría yo.
Siguiendo el camino que me llevó a apoyar al FPV, considero, fundado en las evidencias que no dejo de amontonar, que Daniel Scioli no está dispuesto a continuar con la impronta del proyecto. Por todos lados el tipo se encarga de informar que él, aunque proviene del FPV, es una instancia superadora hacia el diálogo y el consenso y esas cosas. Cosas con las que yo no acuerdo (no quiero, por ejemplo, que consensúe con el Departamento de Estado qué políticas va a aplicar durante su hipotético gobierno). Por eso, no estoy dipuesto a votarlo. Decirme que tengo que elegirlo por una supuesta disciplina de los que apoyamos al FPV es una pavada. Si yo fuera un verticalista a ultranza debería votar candidatos antiperonistas o de la izquierda ortodoxa y nostálgica que hemos sabido conseguir. No hago ni lo uno ni lo otro dado que no me sirven las apelaciones a la ortodoxia, mucho menos las de un movimiento al que, por "progre" no "comprendo".
Dado que algo logré entender de peronismo es que voté al FPV. Y porque trataré de ser fiel a lo que considero son mis ideas: si el candidato es Scioli, no lo votaré. Porque, ay Tutatis, traicionaría mis principios, como lo hice al votar a Mermando de la Duda. Y no pienso cargar con ese error, ya suficiente tengo con el otro.
Por otro lado, nadie me va a extrañar. Al fin y al cabo el ortodoxo siempre cree que se basta a sí mismo. Que el otro al que le reclama comprensión es apenas un accesorio electoral. A lo sumo.
Seguiré siendo el progresista siome, el que no sabe nada de peronismo, el que no entiende que lo importante es ganar (forma es contenido), etc. Seré, como ya soy, blanco de las invectivas de los que largan el "zurdito" entre dientes y le tienen cierto asco al que tiene la mala suerte de pertenecer, aunque sea de prestado, al mundo intelectual. Me importa un comino. Como dice Brienza, no me interesa la corrección política.
Si he llegado hasta aquí sin la ayuda de un cerebro (Churchill dixit) puedo seguir adelante sin su auxilio. Decime maximalista. Quizás.
¿Qué es eso de que no me gusta Elvis? Bueno, yo no te puedo explicar todo.

miércoles, 29 de abril de 2015

BRIENZA, PONELE


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Puedo o no estar de acuerdo con el análisis desplegado por Brienza en torno al voto de los porteños a Macri, por intérposita persona dígase Larreta. Ponele que sea afectivo y no siempre racional, que no sea ideológico sino un voto-cosa porque les pusieron un buzón en la puerta o le dieron un chori con manaos.
Demos por buena la mirada que indica que el voto peronista es un voto egoista, que por derivación es el egoismo de la mayoría y que es un voto que va más allá de lo estrictamente idealista, etc.
Aceptemos que el flaco del quinto es un tipazo y votó a Larreta y lo carga al pobre Brienza por ésto. Ni que hablar, los porteños no son todos una manga de boludos. Lo hemos dicho en este mismo espacio con otras palabras. De hecho propusimos no descalificar al votante del PRO solo por votar al PRO.
Todo lo anterior está muy bien.
Pero no cambia un ápice algo fundamental: la responsabilidad del votante por el voto emitido. Aunque haya votado porque ese día le prestaron una bicicleta amarilla, porque tuvo un orgasmo pensando en María Eugenia Vidal, porque calculó el voto de acuerdo a sus intereses, porque votó engañado creyendo pertenecer a la minoría privilegiada, etc. Ninguna de las motivaciones que lo impulsaron a votar al PRO lo exime de la responsabilidad de haber votado al PRO (lo mismo vale para el PFV, cambiá PRO por FPV y usá la misma oración).
Y además, el voto al PRO, sea cual fuere la motivación implica que el votante comparte de alguna manera los valores del PRO. Así como el votante del FPV comparte de alguna manera los valores del FPV. Porque de otra manera (insisto, a pesar de la diversidad de motivos) no se puede votar al PRO.
Por eso, el flaco del quinto puede ser un tipazo y además compartir los valores del PRO.
En resumen, el votante del PRO es responsable de su voto como todo votante de toda fuerza y comparte los valores del PRO así como el votante de cualquier fuerza comparte los valores de la fuerza que vota.
Y además, es cierto que en territorios controlados por el FPV mueren personas por descuido institucional, por corrupción, por desidia, etc. ¿Eso le quita un ápice de responsabilidad al PRO por las muertes ocurridas por desidia, corrupción y abandono en CABA?
Antes de que lo digan: yo me siento responsable por las muertes ocurridas en territorios controlados por el FPV y no pongo excusas. No soy culpable de esas muertes, pero si responsable Porque mi voto apoya a una gestión en donde ocurren esas muertes.
De la misma forma, el votante del PRO no es culpable de la muerte de los dos niños en el taller clandestino, pero si es responsable. Porque con su voto aprueba la gestión de un partido, sea cuales fueran sus motivos racionales o afectivos.
Perdón Brienza, ese ejemplo sí es válido.
"Ningún macrista quiere que mueran chicos", es cierto Brienza, pero ese no deseo no le quita un gramo de responsabilidad al votante por el PRO.
Y eso es válido para el que vota al FPV, ahí está la trampa.
Porque de lo contrario tenemos el voto-yo-no-fui que eligió tres veces consecutivas a Carlos Saúl. De eso no más, gracias, paso.
Por último: es muy de manual proclamarse políticamente incorrecto atribuyéndole al otro la propia ceguera: decir que hay un progresismo siome, es más o menos lo mismo que denuncias en el otro. Es también tratarlo de estúpido y pararte, aunque no sea en forma deliberada, como un iluminado. No hay mayor fascismo que pensar que todos están equivocados y yo traigo la luz que alumbra el camino. Incluso cuando digo que no hay iluminados.

jueves, 11 de octubre de 2012

HERNÁN BRIENZA Y LOS DAÑOS COLATERALES

Cada vez que puedo escucho el programa “Argentina tiene historia” en Radio Nacional. Anoche, al regreso de Santiago del Estero, el conductor del susodicho espacio radial, Hernán Brienza, editorializó sobre la situación de Santiago del Estero, indicando que había observado importantes avances sociales en la provincia. En rigor de verdad, en la ciudad de Santiago del Estero.
Dicho lo cual el programa comenzó, con el armoniquista Franco Luciani como invitado.
Habiendo transcurrido una buena media hora del mismo, la locutora leyó los consabidos “mensajes de los oyentes” que oscilaban entre el elogio al músico presente en el estudio y la consulta sobre las influencias que moldeaban su carrera.
Hasta que, casi con timidez, asomó un mensaje de naturaleza distinta: una oyente informaba que en Santiago del Estero habían asesinado a un campesino del MOCASE, Miguel Galván, ese mismo día miércoles en el que Brienza volvía de esa provincia. Y sostuvo que el gobernador Zamora poco había hecho desde el crimen de Cristian Ferreyra en noviembre de 2011 también en Santiago del Estero y por motivos similares.
El periodista contestó el mensaje indicando que, en principio, él no se había enterado del asunto dado que estaba en tránsito, cosa que es perfectamente entendible. Lo que no es comprensible es la actitud defensiva de Brienza que reaccionó al comentario como si hubiera sido una ofensa personal, como si la autora del mensaje dudara de su credibilidad. Cosa que el mensaje no sugería.
Luego de señalar el desconocimiento del hecho, y ahora en posición de ataque, Brienza indicó que pese al asesinato de Galván, él sostenía lo dicho anteriormente, o sea, los avances sociales en Santiago del Estero, en la ciudad más precisamente, como el periodista se encargó de aclarar.
Luego desgajó una floja justificación acerca de la complejidad de los conflictos por tierras en “el interior del país”. Con lo que dio por clausurado el tema, al menos por el resto del programa.
Un profesor de esos que no tienen que faltar en cualquier vida académica decía que el cientista social, el observador social, el intelectual (cosa que no soy) tiene que estar atento a las alarmas ¿qué alarmas? Las que se encienden cuando el desatino se manifiesta en cualquiera de sus formas.
De más está decir que los comentarios de Brienza encendieron esas alarmas.
¿Qué es lo que no estaba bien?
Varias cosas.
Hace algunos post hablamos sobre la tortura y la naturaleza de la sociedad invocando un diálogo famoso de “Los Hermanos Karamazov” de Fyodor Dostoyevsky. En resumen el planteo decía que si estábamos dispuestos a tolerar la tortura para fundar la felicidad del hombre. Y agregábamos que de la respuesta a esa pregunta devenía el tipo de sociedad que queríamos y la clase de personas que somos.
Parecía una pregunta retórica. No lo es por cierto. La reacción de Brienza muestra hasta qué punto responderla es crucial.
Parafraseando a “Los Hermanos Karamazov”: ¿Cuántas muertes estamos dispuestos a tolerar para fundar la felicidad futura?
Mejor ¿estamos dispuestos a tolerar la muerte, un asesinato, para fundar la felicidad futura?
Nosotros en este humilde blog hemos dicho y sostenido que la muerte, el asesinato, es un límite infranqueable. Que una muerte es demasiado. Mucho más si esa muerte es la de los que siempre mueren. Pero cualquier muerte, porque la muerte es la anulación de la vida que es la condición de la existencia.
En el caso de Brienza la respuesta parecía bien distinta. Dado que había avances sociales en Santiago del Estero, una muerte era, por decirlo de alguna forma, un daño colateral. Algo tolerable en el contexto presentado. Un argumento que conocemos de sobra y que justifica el asesinato de mujeres, niños, ancianos, etc., considerados como consecuencias inevitables justificadas por un objetivo mayor.
La pregunta entonces vuelve a asaltarnos: ¿estamos dispuestos a tolerar la muerte para fundar la felicidad futura?
En estos días nos hemos acordado del Che. El Che tuvo una lucha enorme con esa pregunta y fue asesinado sin poder responderla cabalmente. Como soldado de una revolución y en esa condición mató y quisieron matarlo. Conocía la naturaleza de la lucha y aceptó sus consecuencias. Quizás no compartamos el camino elegido, o sí, pero el fundamento de sus acciones tenía que ver con algo distinto a lo que las motoconformadoras del status quo esgrimen como excusa. El Che indicaba en un discurso del 8 de agosto de 1961 “también decía Martí: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.»”
Intentar de cualquier manera justificar el asesinato de los más débiles, de los nadies, de los últimos orejones del tarro, aduciendo un estado de cosas que por su naturaleza amortiza esa muerte es una manifestación expresa del debilitamiento gradual del sentido moral. Implica tolerar el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.
Althusser (tipo al que no me canso de citar) escribió que la ideología nos interpelaba directamente, a la cara, como sujetos. Que Brienza opinara lo que opinó también nos muestra hasta qué punto Althusser tenía razón.
Pero no todo es llanto.
En el programa posterior, “Voces del Sur” Carlos Polimeni se ocupó del asesinato de Galván, recordando que la semana anterior había tenido una charla con gente del MOCASE y que éstos le habían manifestado al aire que tenían miedo de que alguien fuera asesinado, cosa que finalmente ocurrió.
Nadie puede decir que Polimeni sea de la “opo” o le haga el juego a la derecha. Lo que tiene Polimeni es coherencia con los principios que ha sostenido desde siempre, cosa que le permite acordar con el gobierno nacional casi en todo pero señalar sin miramientos ni cortapisas aquellas situaciones que deben ser denunciadas.
Me gustaría decir lo mismo de Brienza pero no puedo.
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Nota:
¿Quién soy yo para cuestionar a Brienza que tiene pergaminos como para empapelar una casa? Nadie che. Eso, un nadie.