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jueves, 11 de octubre de 2012

HERNÁN BRIENZA Y LOS DAÑOS COLATERALES

Cada vez que puedo escucho el programa “Argentina tiene historia” en Radio Nacional. Anoche, al regreso de Santiago del Estero, el conductor del susodicho espacio radial, Hernán Brienza, editorializó sobre la situación de Santiago del Estero, indicando que había observado importantes avances sociales en la provincia. En rigor de verdad, en la ciudad de Santiago del Estero.
Dicho lo cual el programa comenzó, con el armoniquista Franco Luciani como invitado.
Habiendo transcurrido una buena media hora del mismo, la locutora leyó los consabidos “mensajes de los oyentes” que oscilaban entre el elogio al músico presente en el estudio y la consulta sobre las influencias que moldeaban su carrera.
Hasta que, casi con timidez, asomó un mensaje de naturaleza distinta: una oyente informaba que en Santiago del Estero habían asesinado a un campesino del MOCASE, Miguel Galván, ese mismo día miércoles en el que Brienza volvía de esa provincia. Y sostuvo que el gobernador Zamora poco había hecho desde el crimen de Cristian Ferreyra en noviembre de 2011 también en Santiago del Estero y por motivos similares.
El periodista contestó el mensaje indicando que, en principio, él no se había enterado del asunto dado que estaba en tránsito, cosa que es perfectamente entendible. Lo que no es comprensible es la actitud defensiva de Brienza que reaccionó al comentario como si hubiera sido una ofensa personal, como si la autora del mensaje dudara de su credibilidad. Cosa que el mensaje no sugería.
Luego de señalar el desconocimiento del hecho, y ahora en posición de ataque, Brienza indicó que pese al asesinato de Galván, él sostenía lo dicho anteriormente, o sea, los avances sociales en Santiago del Estero, en la ciudad más precisamente, como el periodista se encargó de aclarar.
Luego desgajó una floja justificación acerca de la complejidad de los conflictos por tierras en “el interior del país”. Con lo que dio por clausurado el tema, al menos por el resto del programa.
Un profesor de esos que no tienen que faltar en cualquier vida académica decía que el cientista social, el observador social, el intelectual (cosa que no soy) tiene que estar atento a las alarmas ¿qué alarmas? Las que se encienden cuando el desatino se manifiesta en cualquiera de sus formas.
De más está decir que los comentarios de Brienza encendieron esas alarmas.
¿Qué es lo que no estaba bien?
Varias cosas.
Hace algunos post hablamos sobre la tortura y la naturaleza de la sociedad invocando un diálogo famoso de “Los Hermanos Karamazov” de Fyodor Dostoyevsky. En resumen el planteo decía que si estábamos dispuestos a tolerar la tortura para fundar la felicidad del hombre. Y agregábamos que de la respuesta a esa pregunta devenía el tipo de sociedad que queríamos y la clase de personas que somos.
Parecía una pregunta retórica. No lo es por cierto. La reacción de Brienza muestra hasta qué punto responderla es crucial.
Parafraseando a “Los Hermanos Karamazov”: ¿Cuántas muertes estamos dispuestos a tolerar para fundar la felicidad futura?
Mejor ¿estamos dispuestos a tolerar la muerte, un asesinato, para fundar la felicidad futura?
Nosotros en este humilde blog hemos dicho y sostenido que la muerte, el asesinato, es un límite infranqueable. Que una muerte es demasiado. Mucho más si esa muerte es la de los que siempre mueren. Pero cualquier muerte, porque la muerte es la anulación de la vida que es la condición de la existencia.
En el caso de Brienza la respuesta parecía bien distinta. Dado que había avances sociales en Santiago del Estero, una muerte era, por decirlo de alguna forma, un daño colateral. Algo tolerable en el contexto presentado. Un argumento que conocemos de sobra y que justifica el asesinato de mujeres, niños, ancianos, etc., considerados como consecuencias inevitables justificadas por un objetivo mayor.
La pregunta entonces vuelve a asaltarnos: ¿estamos dispuestos a tolerar la muerte para fundar la felicidad futura?
En estos días nos hemos acordado del Che. El Che tuvo una lucha enorme con esa pregunta y fue asesinado sin poder responderla cabalmente. Como soldado de una revolución y en esa condición mató y quisieron matarlo. Conocía la naturaleza de la lucha y aceptó sus consecuencias. Quizás no compartamos el camino elegido, o sí, pero el fundamento de sus acciones tenía que ver con algo distinto a lo que las motoconformadoras del status quo esgrimen como excusa. El Che indicaba en un discurso del 8 de agosto de 1961 “también decía Martí: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.»”
Intentar de cualquier manera justificar el asesinato de los más débiles, de los nadies, de los últimos orejones del tarro, aduciendo un estado de cosas que por su naturaleza amortiza esa muerte es una manifestación expresa del debilitamiento gradual del sentido moral. Implica tolerar el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.
Althusser (tipo al que no me canso de citar) escribió que la ideología nos interpelaba directamente, a la cara, como sujetos. Que Brienza opinara lo que opinó también nos muestra hasta qué punto Althusser tenía razón.
Pero no todo es llanto.
En el programa posterior, “Voces del Sur” Carlos Polimeni se ocupó del asesinato de Galván, recordando que la semana anterior había tenido una charla con gente del MOCASE y que éstos le habían manifestado al aire que tenían miedo de que alguien fuera asesinado, cosa que finalmente ocurrió.
Nadie puede decir que Polimeni sea de la “opo” o le haga el juego a la derecha. Lo que tiene Polimeni es coherencia con los principios que ha sostenido desde siempre, cosa que le permite acordar con el gobierno nacional casi en todo pero señalar sin miramientos ni cortapisas aquellas situaciones que deben ser denunciadas.
Me gustaría decir lo mismo de Brienza pero no puedo.
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Nota:
¿Quién soy yo para cuestionar a Brienza que tiene pergaminos como para empapelar una casa? Nadie che. Eso, un nadie.

sábado, 14 de julio de 2012

LONDON CALLING

Dentro de poco prohibirán el deporte en Londres 2012.
¿Qué se han creído esos deportistas?
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Igual que el zurdito ése.
Que se quede en Sudacamérica, pssst.

jueves, 25 de agosto de 2011

¿TENÉS CAMBIO?

¿O te hago un cheque?
Como decirlo, anotalo en el agua.
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Calculá, si EE.UU. tuviera que pagar indemnizaciones...

lunes, 30 de mayo de 2011

PATAS ARRIBA

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Marx observó que Hegel había puesto la dialéctica para para arriba. Decía que Hegel tenía mucha razón con la dialéctica, pero al revés, que el pensamiento no es un demiurgo, que el pensar no puede estar por encima de la realidad, sino que la realidad es la que determina la manera en que pensamos. O sea, son las condiciones concretas de existencia que Marx se encargó de analizar para dar cuenta de la verdadera naturaleza del capitalismo.
En eso consiste la genialidad de Marx, en el método, que es un método y no una receta. En el método que propone el análisis constante y dialéctico de la realidad de la que derivarán las formas de lucha, la estrategia, las propuestas. Una realidad que es dinámica, que cambia y muta.
Desde hace más de un siglo el capitalismo ha cambiado. Usa nuevos métodos, recurre a otras estrategias, utiliza distintos caminos para seguir manteniendo su condición de tal. Por supuesto que persiste la explotación, que las clases sociales gozan de buena salud, que la plusvalía sigue cayendo en manos del capitalista. Pero ésto no ocurre como en 1848. Entre otras cosas obvias, porque aquel mundo de 1848 no es el mismo del 2011. Digo insistiendo en la obviedad del argumento, apelando a las nuevas herramientas que aparecieron en el transcurso de varias décadas, ahora el capitalismo consolida su dominación de clase de otra forma, manteniendo intactos sus objetivos originales.
Eso no parece tan complicado de entender, más que todo si uno pretende, como marxista, enfrentar al capitalismo. Debería, como mínimo, comprender las condiciones actuales del capitalismo para poder combatirlo. Incluso diría que es una condición sine qua non
Pero esto no parece tan cierto cuando uno revisa la doctrina, la estrategia, y los análisis de gran parte de la izquierda vernácula. Si no fuera por la evidente mutación del entorno podría el desprevenido exégeta creer que todavía se encuentra inmerso en las complejidades de la Segunda Internacional, en plena Revolución Cultural o batiendo la selva junto al Che en Cuba.
Esa izquierda que atrasa varias décadas hizo lo que Hegel había hecho con la dialéctica: puso a Marx para para arriba. Y transformó un método de análisis e intervención de la realidad, en un dogma eficaz en todo tiempo y lugar. En una mera receta, que, de acuerdo a pasos mecánicos, estáticos, efectivos por sí mismos, nos llevarían de cabeza a la revolución.
Olvidando siglos de experiencia de luchas revolucionarias, sin la menor preocupación, siguen pronunciando las palabras fetiche: proletariado, obreros, masa, contradicciones de clase, palabras que el dogmatismo ha vaciado de contenido y que no son más que cáscaras y excusas de análisis mecánimos plagados de frases y pensamientos hechos.
Así está Marx, patas arriba, como mucha izquierda que todavía espera, como quien aguarda el 60, el "sujeto de la revolucíón".

lunes, 11 de octubre de 2010

REFERENCIAS

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Quizás los pibes conozcan mucho de la historia del siglo XX. Y por eso no quieren saber nada con la "doctrina social de la Iglesia" que tiene mucho de iglesia pero poco de social y que ha hecho lo que Aguer le atribuye a otros en un acto de deshonestidad intelectual que asombra. Por eso saben bastante de "los estragos a que dio lugar esa orientación social, filosófica, política" y también de "las decenas de millones de muertes que ha causado".
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viernes, 9 de octubre de 2009