Todavía, a pesar de haberla repasado cien veces, cuanti menos, me sigue causando un profundo desagrado
la frase de Paolo Rocca, el trompa de Techint: "El costo de un obrero industrial...". Esa parte, ese fatídico segmento de la argumentación de Rocca. Esas seis palabras que blanquean la condición de objeto del laburante. Un objeto que tiene un costo. Una mercancía, ni más ni menos (si si, ya lo dijo Marx allá lejos y hace tiempo, pero no dejo de sorprenderme).
Y un objeto no es, verdad de perogrullo, un sujeto. Y con un objeto uno no tiene demasiadas consideraciones, es un objeto y ya, con todo lo que eso trae aparejado. A un objeto no se lo consulta acerca de sus preferencias o sentimientos, se lo utiliza como objeto que es y luego, cuando deja de "servir" es desechado sin más, como todos los objetos. Un objeto se compra y se vende y nadie le pregunta si está o no de acuerdo.
Un sujeto, que es todo lo contrario a un objeto, es alguien per se. A un sujeto le corresponde la consideración a priori de su condición de existencia de la que se desprenden los derechos que luego reconoce la legislación nacional o internacional. A un sujeto debe reconocérsele la dignidad, expresada en el respeto a lo que es y a su posterior despliegue integral por el mundo. Y hay más, pero paremos acá porque parecerá ésto una clase de ciencias políticas.
Menudas diferencias hay entonces, entre un objeto y un sujeto.
Paolo Rocca y los de su casta consideran al laburante (que es un sujeto) un objeto.
Que lindo ¿no? Iupi.