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viernes, 31 de enero de 2014

HABLANDO DE APOLOGÍAS

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De todas formas yo los hubiera invitado.
Para evitar estas críticas tan obvias.
Y porque son autores argentinos.
Al menos eso.

jueves, 8 de agosto de 2013

EL ODIO TUERTO

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Hace algunos números la revista noticias publicó una nota de Beatriz Sarlo sobreel odio. De esa nota me voy a ocupar. Antes de comenzar debo decir que tiempo atrás leía con bastante gusto a Sarlo porque me parecía una pensadora lúcida y punzante. Cosas ambas que han desaparecido de su prosa.
Decía, provisto con alguna esperanza me interné en la lectura de la nota mencionada. Al fin y al cabo era Beatriz Sarlo ¿cuán malo podía ser un artículo suyo? Digamos, no acuerdo con sus actuales opiniones pero siempre intentó fundar sus apreciaciones sobre un sólido andamiaje teórico.
Bueno, al repasar el texto descubrí que eso también había desaparecido,
El título de la nota indica que estamos frente a un ensayo. Yo creo que es una calificación exagerada. Aunque el ensayo como género no requiere la rigurosidad de una investigación científica, la hipótesis que defiende debe ser argumentada con solvencia. No es éste el caso.
En principio no hay ninguna definición de “odio”. Y eso no es moco de pavo dado que no contamos con la referencia básica para saber en qué términos hablamos. Esa es una trampa o un error, porque le otorga demasiada amplitud al concepto sin precisar sus contornos.
La única referencia que contiene el texto es una vaga alusión al odio como consecuencia de la confrontación política. Tampoco es inocente este recurso. Al disipar los límites del concepto la autora apela al atavismo del lector, a un imaginario construido con anterioridad y que, como habrán sospechado, asume la forma de prejuicio. Se da por sentado un hecho que es una petición de principio. No hay ningún argumento con el que polemizar porque la discusión fue cerrada por Sarlo antes de comenzar.
Digamos, no está demostrando mediante un razonamiento conceptual riguroso. Lo que ha hecho es recubrir su opinión con un supuesto análisis que no es tal, presuponiendo unanimidad en torno a lo que ella considera como odio.
Procedimiento que repite para presentarnos un nuevo hallazgo: esta época ha exacerbado el odio. Pero no todos en esta época lo han hecho. Solo los que encarnan los males que Betty considera insoslayables. Otra vez, fundamentación cero. Bien gracias.
Sigamos.
Sin haber definido parámetro alguno Sarlo indica a continuación que el odio se ha impuesto al diálogo, cosa que “algunos advierten” (¿quiénes, dónde, cómo, porqué?). Deriva esta nueva hipótesis de la nunca explicitada caracterización del odio. La polisemia es aquí utilizada para reforzar los prejuicios del lector, al que se le guiña el ojo en actitud de “Ud. Y yo sabemos de qué se trata”. No hay argumentos que conecten ambos puntos. Apenas una descripción poco minuciosa, tan general que puede servir para muchos escenarios, todos ellos, disímiles.
Y aquí viene el problema mayor:
Sarlo inclina la balanza sobre el origen de ese odio que no se molestó en definir, estableciendo que proviene de las características del gobierno actual. Lo que resta del artículo es una muy mala incursión en las herramientas lingüísticas (herramientas que Sarlo maneja, no me cabe duda) para analizar evidencias que no son tales dado que no se establece en el hilo argumental cuál es la relevancia que poseen a la hora de explicar el odio como producto de las acciones del gobierno. Esa relación no se esclarece porque de esa forma queda abierta a la libre interpretación del lector o lo que es lo mismo, a sus prejuicios al respecto.
Evidencias débiles, pobreza argumental y más que nada, un análisis que busca forzar una conclusión son las dolencias de esta nota.
Pero este asunto quedaría con una sola pata si yo no tuviera una memoria molesta y jodida.
Hace varios años, cinco o seis, ponele, asistí a un ciclo de charlas y conferencias sobre Juan José Saer que tuvieron lugar en el Malba. En una de esas conferencias estaba presente Beatriz Sarlo.
La ponencia que presentó en torno a la figura del escritor indicaba que no era lícito forzar los textos de Saer para hacerles decir lo que el investigador quería que dijeran, que no se podían extraer conclusiones inapelables de evidencias demasiado parciales. Que muchas veces Saer había sido mal leído y peor comentado porque los autores de esos abordajes estaban contaminados con los prejuicios de la subjetividad. Entonces Saer era cualquier cosa menos Saer. Era lo que sus exégetas querían que Saer fuese, pero Saer se les escapaba por todos lados.
Algo así.
No pude menos que pensar en aquella conferencia y la postura que defendió Sarlo (que comparto, pensando también en Susan Sontag y los límites de la interpretación) y este pobre texto sobre el odio.
No interesa a los fines de este post, indicar que no suscribo las opiniones de Sarlo. Bien puedo no hacerlo y a la misma vez reconocer un ensayo bien escrito, argumentado, sólido con el que puedo disentir en el campo de las ideas y con el que puedo confrontar en ese mismo campo. En esta oportunidad no hay nada con lo que uno pueda discutir dado que ya se ha cerrado el análisis sin análisis.
Este ensayo comparte la misma condición de debilidad, por ejemplo, que el fallido “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano” o los artículos de Rolando Hanglin en La Nación. Y Sarlo tiene mejores armas que los autores mencionados.
Pero ha decidido no usarlas.
Hablando de abandonar el diálogo.
Para concluir:
1.-Con los prejuicios no se puede discutir, porque son un juicio acerca del mundo inapelable en tanto que no poseen fundamentación más allá de la petición de principio que entrañan. Un prejuicio ya ha decidido que el mundo es así, es una foto que intenta inmovilizar un proceso. Este artículo de Sarlo opera desde el prejuicio.
2.-No comprendo, o al menos no entiendo, cómo aquella Sarlo de la conferencia sobre Saer puede ser la misma que la Sarlo de este endeble artículo sobre el odio, mejor, sobre lo que Sarlo considera es el odio. No puedo, que querés que te diga.
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Nota:
El texto completo del artículo lo leí de ojito en la revista de un compañero de laburo que sospecharán lo que opina de mis opiniones. No pude encontrar un link con la nota completa on line. Si lo consiguen me lo pasan, please.

viernes, 24 de febrero de 2012

CIPAYOS STAND UP

Yo sé que apareció en todos lados, pero, es un puema. Vale la pena volverla a leer para entender de qué son capaces algunas eminencias. ¿Intelectuales? No creo que tengan el tamaño que exige esa palabra:
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Malvinas, una visión alternativa

"A tres décadas de la trágica aventura militar de 1982 carecemos aún de una crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina. Entre los motivos de aquel respaldo no fue menor la adhesión a la causa-Malvinas, que proclama que las Islas son un “territorio irredento”, hace de su “recuperación” una cuestión de identidad y la coloca al tope de nuestras prioridades nacionales y de la agenda internacional del país.
Un análisis mínimamente objetivo demuestra la brecha que existe entre la enormidad de estos actos y la importancia real de la cuestión-Malvinas, así como su escasa relación con los grandes problemas políticos, sociales y económicos que nos aquejan. Sin embargo, un clima de agitación nacionalista impulsado otra vez por ambos gobiernos parece afectar a gran parte de nuestros dirigentes, oficialistas y de la oposición, quienes se exhiben orgullosos de lo que califican de “política de estado”. Creemos que es hora de examinar a fondo esa política a partir de una convicción: la opinión pública argentina está madura para una estrategia que concilie los intereses nacionales legítimos con el principio de autodeterminación sobre el que ha sido fundado este país.
Una revisión crítica de la guerra de Malvinas debe incluir tanto el examen del vínculo entre nuestra sociedad y sus víctimas directas, los conscriptos combatientes, como la admisión de lo injustificable del uso de la fuerza en 1982 y la comprensión de que esa decisión y la derrota que la siguió tienen inevitables consecuencias de largo plazo. Es necesario poner fin hoy a la contradictoria exigencia del gobierno argentino de abrir una negociación bilateral que incluya el tema de la soberanía al mismo tiempo que se anuncia que la soberanía argentina es innegociable, y ofrecer instancias de diálogo real con los británicos y –en especial- con los malvinenses, con agenda abierta y ámbito regional. En honor de los tratados de derechos humanos incorporados a la Constitución de nuestro país en 1994, los habitantes de Malvinas deben ser reconocidos como sujeto de derecho. Respetar su modo de vida, como expresa su primera cláusula transitoria, implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean. La afirmación obsesiva del principio “Las Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños.  
La República Argentina ha sido fundada sobre el principio de autodeterminación de los pueblos y para todos los hombres del mundo. Como país cuyos antecedentes incluyen la conquista española, nuestra propia construcción como nación es tan imposible de desligar de episodios de ocupación colonial como la de Malvinas. La Historia, por otra parte, no es reversible, y el intento de devolver las fronteras nacionales a una situación existente hace casi dos siglos -es decir: anterior a nuestra unidad nacional y cuando la Patagonia no estaba aún bajo dominio argentino- abre una caja de Pandora que no conduce a la paz.
Como miembros de una sociedad plural y diversa que tiene en la inmigración su fuente principal de integración poblacional no consideramos tener derechos preferenciales que nos permitan avasallar los de quienes viven y trabajan en Malvinas desde hace varias generaciones, mucho antes de que llegaran al país algunos de nuestros ancestros. La sangre de los caídos en Malvinas exige, sobre todo, que no se incurra nuevamente en el patrioterismo que los llevó a la muerte ni se la use como elemento de sacralización de posiciones que en todo sistema democrático son opinables.
Necesitamos superar la agitación de la causa-Malvinas y elaborar una visión alternativa que deje atrás el conflicto y aporte soluciones. Los principales problemas nacionales y nuestras peores tragedias no han sido causados por la pérdida de territorios ni la escasez de recursos naturales, sino por nuestra falta de respeto a la vida, los derechos humanos, las instituciones democráticas y los valores fundacionales de la República Argentina, como la libertad, la igualdad y la autodeterminación. Ojalá que el dos de abril y el año 2012 no den lugar a la habitual escalada de declamaciones patrioteras sino que sirvan para que los argentinos -gobernantes, dirigentes y ciudadanos- reflexionemos juntos y sin prejuicios sobre la relación entre nuestros propios errores y los fracasos de nuestro país."
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Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antin (Quintín), Luis Alberto Romero, Hilda Sabato, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli

jueves, 26 de mayo de 2011

¡PEDRO, MIRÁ QUIÉN VOLVIÓ!

Si señores. Está de vuelta. Para recordanos que somos un país de mierda y que cuando tengan ganas "los mercados" pueden castigarnos por bananeros y sudacas. Otra que Beatríz Sarlo vapuleando intelectualoides de poca monta. Si seguimos así vamos a terminar comiendo en el plato del perro, como decían los Enanitos Green.
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