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Muchos caracteres han corrido esta semana intentando explicar el apoyo de los votantes porteños a Mauricio Macri. Incluso nosotros
hemos degranado algunas explicaciones parciales, insuficientes a todas luces. En el primero de esos análisis este que mueve los dedos escribió que "
una gestión que propicia la expulsión de una cantidad importante de
ciudadanos, la destrucción de los lazos de contención social y el
desmantelamiento de la infraestructura pública termina (y los ejemplos
abundan) en una tragedia."
Y sin más trámite comprobamos hasta qué punto
el ingeniero y sus asesores de campaña están preocupados por el tema: "
Macri va a Europa a buscar fotos con Tévez y Messi". Leimos "la foto es política. El líder del PRO se garantiza así una foto que le
permitirá llegar a un electorado que era demasiado joven cuando Boca,
bajo su conducción, ganó 8 campeonatos. Por eso, en La Matanza –el
distrito que el candidato visitará antes de partir– hombres de su
partido reparten panfletos de Macri abrazado a Ramón Díaz, a quien sí
reconocen como hombre del fútbol." Y para completar "
tres de los mejores jugadores del planeta suman más votos que Angela Merkel."
Hasta ahí la sensibilidad del líder del PRO.
En el análisis chapucero que emprendimos del voto porteño indicamos que el votante del PRO no es culpable, pero si responsable por su voto (como todos). Por tanto, votar al PRO implica de uno u otro lado compartir sus valores, el proyecto que lleva adelante, sus prácticas. E insistimos que no podían evitar esa responsabilidad. Que esa responsabilidad devenía del voto. Brienza había usado la figura del flaco del quinto que es un tipazo y votó al PRO. Yo digo que puede ser un tipazo, pero voto al PRO compartiendo con ese partido su mirada del mundo. No es culpable de quemar a los niños, pero si es responsable por la continuidad de un proyecto de ciudad en la que un taller clandestino no es inspeccionado y se incendia (así como yo soy responsable por la misma razón del estado de cosas que permite que
una beba de dos meses esté desnutrida en el Chaco y que
varios bebés y niños hayan muerto por la misma razón en esa provincia y puteo a los tipos que se rascan el higo y no hacen una mierda al respecto y los cagaría a patadas en el culo). Estoy harto de los tipos que miran para otro lado y dicen "
yo no fui".
Hace poco asistimos a una marcha en nombre de un fiscal cuya muerte desató la furia del indignatorio.
Todos eran Nisman. Hubo gente que lloraba por el sujeto elevando sus ojos al cielo y solicitando al supremo una santificación inmediata, sin más trámite (claro, está el asunto del conflicto de intereses entre dos religiones que apenas se miran a la cara, pero bueno, la intención estaba).
No he podido ver lo mismo en estos días. Los indignados de ese día parecen estar dispuestos a enfurecerse por Nisman pero no por Orlando y Rodrigo Camacho. Si eran Nisman. Pero no Orlando y Rodrigo Camacho.
En el fondo, ahí donde están las cosas que no se confiesan en público, no se indignan porque comparten las opiniones de Mauricio Macri acerca de los talleres clandestinos. Y de tantas otras cosas. Porque aunque no desearan la muerte de los dos niños (quiero suponer que nadie lo deseaba) piensan que se lo buscaron por ser inmigrantes, encima bolivianos. Para la consideración de
los indignados de Nisman, están varios escalones por debajo de su status. No merecen marchas ni jaculatorias. Ellos no son Orlando y Rodrigo Camacho ¿cómo se te ocurre? Ellos son Nisman.
Todos son Nisman.
Nostros, aquí, humildemente, queremos ser sin merecerlo, Orlando y Rodrigo Camacho (y Néstor Fermenía). Nosotros, que somos nadies, seremos esos tres nadies que tienen nombre y apellido, Orlando y Rodrigo Camacho y Néstor Fermenía. Al menos para que el pobre eco de nuestras palabras haga que esos nombres permanezcan un poco más en el aire: Orlando y Rodrigo Camacho y Néstor Fermenía..
Nosotros no somos Nisman. Ni siquiera somos todos. Al menos somos algunos.
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