Acostumbrados como estamos a ser una tribuna de doctrina, nos haremos cargo de semejante mandato. Se ha puesto de moda entre los ¿analistas políticos? hablar del "fin de las lógicas binarias". ¿Qué entienden los señores analistas por "lógicas binarias"? Izquierda y derecha, por ejemplo. Dicen, con una suficiencia que me deja helado, que esa dicotomía ya no funka, que está gagá, que ha dejado de ser efectiva y que ya no describe el universo político.
¿En qué fundan sus apreciaciones? En que políticos de derecha cuando están en el poder toman medidas progresistas, que los candidatos de derecha recurren a un discurso progresista para seducir a los electores oscilantes y el reverso: que políticos progresistas toman medidas de derecha y recurren a discursos de derecha a los efectos de seducir a un electorado oscilante.
Y agregan: si un candidato de derecha toma medidas progresistas, entonces, no es tan malo y ya casi no es de derecha. Con lo que el paquete queda abrochado por delante y por detrás.
De lo que se sigue que, analizar la situación actual usando categorías perimidas como izquierda y derecha es al menos anacrónico, cuando no obsoleto.
Supongo que, mientras leían lo anterior habrán descubierto la futilidad de los argumentos esgrimidos.
La distancia de este razonamiento
con el del fin de la historia que planteara alguna vez Fukuyama es casi inexistente.
Además, campea en lo dicho la reinstalación del
pragmatismo político como método para intervenir en la realidad. Pragmatismo que nos ha causado más de un dolor de cabeza.
Desarticulemos la trampa: lo anterior es un razonamiento que proviene de uno de los dos lados de la ecuación planteada. Decir que izquierda y derecha como "lógica binaria" se han transformado en categorías vacías y que el pragmatismo es la piedra de toque del mundo político contemporáneo son postulados de derecha. Así como te lo bato. Desistir de los principios tildándolos de "principismo" y de la propia cosmovisión diciendo que es "una ideología" que distorsiona la realidad es un curso de acción propio de la derecha que, en forma subrepticia, recubre los procesos sociales con la petición de principio de leyes naturales que gobiernan inexorablemente. Leyes que además, son inevitables.
También es una mirada estática (aunque parezca lo contrario) dado que postula en última instancia la adaptabilidad: del sujeto, del sujeto político, de las acciones políticas. Adaptarse implica considerar al mundo no como dado sino como inmóvil y osificado. Si sólo podemos adaptarnos, resignamos cualquier posibilidad de transformación.
Optar por uno u otro camino implica no tomar el otro. Optar por tomar uno postulando el otro, o apelando a estrategias que no pertenecen al campo seleccionado no implica la desaparición de la izquierda y la derecha sino la adopción de políticas pertenecientes a la derecha: pragmatismo para más datos. Lo demás es una coartada discursiva.
Sigue habiendo izquierda y derecha: la distinción existe, aunque los esfuerzos para delimitar sus alcances deban ser más exhaustivos, menos toscos, ganando en precisión y fuerza explicativa (este esfuerzo debería provenir de quiénes se ubican a sí mismos en la izquieda, que no tendría que tener ningún problema en desmontar sus propios dogmas y verdades de fe para reemplazarlos por un análisis dinámico de lo concreto, sin abjurar de los principios que no son axiomas sino, principios)
En definitiva, decir que el universo político es tan complejo (¡qué novedad!) que no se puede partir al medio en izquierda y derecha es confundir (por error o omisión) la topología maniquea con el análisis político. La partición maniquea genera una división taxativa en donde las mitades se excluyen en tanto que son la pelea eterna entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad. Una sola opción pretende invalidar para siempre a la otra, dado que es irreductible (como sospechan, la Guerra Fría en general, fue ejecutada bajo una lógica maniquea, y el fin de la historia de Fukuyama también está encuadrado dentro de este relato)
Que haya izquierda y derecha indica que hay quienes adhieren a unos principios y no a otros y que intentan guiar sus acciones políticas en consonancia con esos principios porque tienen un proyecto que proviene de su cosmovisión del mundo. Cosmovisión a la que buscan aproximarse mediante sus prácticas cotidianas. No cortan puentes, no promulgan la desparición del "enemigo" ni su aniquilamiento. Defienden o deberían defender su postura en la arena política e intentan ser coherentes con sus palabras en un entramado de relaciones sociales complejas.
Decir que ya no hay izquierda y derecha es, lamento decirlo, un poroto para la derecha que una vez más ha vendido gato por liebre.