Mostrando entradas con la etiqueta sujeto de la revolución. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sujeto de la revolución. Mostrar todas las entradas

lunes, 30 de mayo de 2011

PATAS ARRIBA

...
Marx observó que Hegel había puesto la dialéctica para para arriba. Decía que Hegel tenía mucha razón con la dialéctica, pero al revés, que el pensamiento no es un demiurgo, que el pensar no puede estar por encima de la realidad, sino que la realidad es la que determina la manera en que pensamos. O sea, son las condiciones concretas de existencia que Marx se encargó de analizar para dar cuenta de la verdadera naturaleza del capitalismo.
En eso consiste la genialidad de Marx, en el método, que es un método y no una receta. En el método que propone el análisis constante y dialéctico de la realidad de la que derivarán las formas de lucha, la estrategia, las propuestas. Una realidad que es dinámica, que cambia y muta.
Desde hace más de un siglo el capitalismo ha cambiado. Usa nuevos métodos, recurre a otras estrategias, utiliza distintos caminos para seguir manteniendo su condición de tal. Por supuesto que persiste la explotación, que las clases sociales gozan de buena salud, que la plusvalía sigue cayendo en manos del capitalista. Pero ésto no ocurre como en 1848. Entre otras cosas obvias, porque aquel mundo de 1848 no es el mismo del 2011. Digo insistiendo en la obviedad del argumento, apelando a las nuevas herramientas que aparecieron en el transcurso de varias décadas, ahora el capitalismo consolida su dominación de clase de otra forma, manteniendo intactos sus objetivos originales.
Eso no parece tan complicado de entender, más que todo si uno pretende, como marxista, enfrentar al capitalismo. Debería, como mínimo, comprender las condiciones actuales del capitalismo para poder combatirlo. Incluso diría que es una condición sine qua non
Pero esto no parece tan cierto cuando uno revisa la doctrina, la estrategia, y los análisis de gran parte de la izquierda vernácula. Si no fuera por la evidente mutación del entorno podría el desprevenido exégeta creer que todavía se encuentra inmerso en las complejidades de la Segunda Internacional, en plena Revolución Cultural o batiendo la selva junto al Che en Cuba.
Esa izquierda que atrasa varias décadas hizo lo que Hegel había hecho con la dialéctica: puso a Marx para para arriba. Y transformó un método de análisis e intervención de la realidad, en un dogma eficaz en todo tiempo y lugar. En una mera receta, que, de acuerdo a pasos mecánicos, estáticos, efectivos por sí mismos, nos llevarían de cabeza a la revolución.
Olvidando siglos de experiencia de luchas revolucionarias, sin la menor preocupación, siguen pronunciando las palabras fetiche: proletariado, obreros, masa, contradicciones de clase, palabras que el dogmatismo ha vaciado de contenido y que no son más que cáscaras y excusas de análisis mecánimos plagados de frases y pensamientos hechos.
Así está Marx, patas arriba, como mucha izquierda que todavía espera, como quien aguarda el 60, el "sujeto de la revolucíón".