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jueves, 13 de octubre de 2016

INDIGNACIÓN SELECTIVA: LES JODE UNA PINTADA, PERO UNA ADOLESCENTE ASESINADA "ALGO HABRÁ HECHO"

Durante los primeros días de la semana, asistí un poco hastiado un poco estupefacto, a la indignación munícipe de varios "vecinos", "gentes" de Rosario, que se sintieron ofendidos por las pintadas que el espíritu colectivo del 31° Encuentro Nacional de Mujeres que se llevó a cabo en esa ciudad dejó en varios edificios.
Leí y escuché argumentos bizarros: ensuciaron "mi" ciudad, soy mujer pero no me representan, marimachos, tortas en tetas, feministas terroristas, ¡ISIS vaginal! y, como no podía ser de otra manera, todos estos republicanos sensibles justificaron la represión que desató la policía de Rosario. Hervían en su enojo, fruncían la napia, miraban para arriba con cara de impolutos ciudadanos y pedían más represión. 
El día 12 de octubre nos enteramos por los medios de comunicación (en algunos, con la morbosidad a la que nos tienen acostumbrados) que apareció una joven, Lucía Pérez, asesinada en Mar del Plata.
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Las características del asesinato son aberrantes. Tengo que repetirlas, no con ánimo sensacionalista sino para dejar constancia del horror: la jovencita fue drogada hasta que no pudo ofrecer resistencia y luego la violaron en reiteradas ocasiones. Murió por un paro cardíaco causado por el dolor indescriptible que le causó la violación con un objeto contundente en el ano. No sé si me explico, fue tanto el dolor que el corazón de la piba no resistió. ¿Pueden conjeturar ese dolor? ¿Pueden imaginárselo?
Luego de conocer el caso, esperé una reacción unánime de los republicanos que antes se habían puesto como locos por una pintada en un muro. Todavía la estoy esperando.
Quizás los señores no dicen "esta boca es mía" porque la piba fue a comprarles un porro a los tipos que la violaron y mataron. Y con solo esa circunstancia las bellas y prístinas almas de los republicanos ya tienen una excusa para volver a fruncir la nariz y decir "ella se lo buscó" mientras piensan "esta debe ser una putita, una yegüita" y se quedan tranquilos con sus conciencias mientras justifican un crimen aberrante.
Sin duda las almas superiores de estos cosos haran que, cuando vean las pintadas o los restos de las pintadas, vuelvan a insultar a esas minas que no merecen ser mujeres (no se preocupen, son más que eso, son más que el género y su militancia, por suerte) y sigan sin indignarse de verdad, desde la víscera, con los tipos que asesinaron a una pibita. Además, uno de los asesinos es el hijo de un conocido escribano de la ciudad de Mar del Plata, "gente decente", con lo que estarán a un paso de perdonarle "la canita al aire" porque es "gente bien".
No lograrán entender o si lo entienden, no les importa, que el Encuentro Nacional de Mujeres se organiza, entre otras cosas, para intentar evitar asesinatos como el de Lucía, para que los ciudadanos de a pata entiendan que existe el "femicidio" y que es necesario hacer algo además de buscar en el diccionario. No. Se indignan por las pintadas. El asesinato de una piba, otro femicidio, les chupa uno de sus acicalados huevos.
Siento un asco infinito. Y comprendo que los monstruos nos habitan.

viernes, 25 de septiembre de 2015

EL INDIGNADO ESTÁ PA´INDIGNARSE

Muy lindo. La polémica y la indignación es por el cartel que señala al Liceo Militar General Espejo en Mendoza como centro clandestino de detención y torturas. Pero no por las detenciones y torturas ocurridos en el Liceo General Espejo. Lo que los "indigna" es que señalen los lugares en donde la maquinaria del terror funcionó. No la maquinaria del terror.
En vez de guardar un respetuoso silencio, en vez de charlar con sus hijos, alumnos de esa institución acerca de lo que no tiene que volver a pasar, se indignan porque alguien propone memoria mediante la instalación de un cartel. Que lindo che. Como mendocino de origen estoy chocho.
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martes, 23 de abril de 2013

LA DIFERENCIA

Transitando las caudalosas y fértiles páginas de Cornelius Castoriadis, volví a leer algunos versos de "Antígona" que el filósofo y psicoanalista griego tradujo, restituyéndoles su sentido en contra de la traducción que había hecho Heidegger, en el capítulo denominado "Antropogenia en Esquilo y Autocreación en Sófocles". Aquí están y éstos son los citados versos:
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"Ya que aquel que cree ser el único que puede juzgar, o bien aquel que cree poseer un alma o un discurso que ningún otro posee, éstos, si se los abre, se muestran vacíos". (Versos 707-709, "Antígona" de Sófocles traducción de Cornelius Castoriadis en "Figuras de lo Pensable" pag. 27.)
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No sé si les pasó lo mismo pero al leer estos versos sentí el impacto de los conceptos como un uppercut. Pensé (a veces tengo ese vicio) que describían con precisión varias situaciones muy contemporáneas en donde aparecen ciertos personajes, individuos o multitudes munidas con esa vacuidad de la que habla Sófocles.
Pensé en la diferencia que percibí entre el 18A y otras movilizaciones en donde participé. Recordé la enorme manifestación que tuvo lugar para pedir que Carlos Saúl I no indultara a los genocidas (que no tuvo ningún éxito por otra parte). Esa diferencia de la que hablo se me venía escapando desde hace rato. Sabía que existía, pero no podía definirla. Hasta que, la conjunción entre los versos de "Antígona" y el reportaje que le hicieron a una señora durante el 18A me dió la pista para resolver el entuerto.
Resulta que, durante la marcha, un movilero de los tantos que había entrevistó a una mujer de unos cincuenta años que golpeaba con entusiasmo una cacerola. El diálogo no fue novedoso y circuló por los caminos -indignados- previsibles. Pero al final la señora le pidió al periodista que le permitiera decir algunas palabras. El muchacho del micrófono accedió y el camarógrafo puso en primer plano a la mujer que dijo algo como ésto (me gustaría ser literal pero estoy viejo y apenas retengo el sentido de lo dicho): "-Quiero decirle a la gente humilde, a los pobres, que no se dejen engañar, que no sean tontos. Que aunque reciban un "plan" a la hora de votar son libres y no tienen que hacer lo que les dicen. Piensen, piensen"
Con la ayuda inestimable de Sófocles y Castoriadis la diferencia entre aquella manifestación citada y el 18A apareció ante mis ojos de forma tal que si hubiera sido perro me mordía la pierna: soberbia.
Nuestro pedido aquel septiembre de 1989 no provenía de la soberbia sino del dolor. De la muerte que nos había asolado, de la bronca hacia los genocidas impunes y sus defensores, de la rabia contra los monstruos con cara de señores civilizados que justificaban este nuevo asesinato fundados en palabras vacías como "reconciliación nacional" o "dejar atrás la confrontación". No salimos a la calle a enseñarle nada a nadie sino a mostrar nuestras heridas y pedir que no siguieran adelante con la injusticia que se tramaba.
Desde ese dolor, pedíamos.
El 18A no fue una manifestación desde el dolor sino desde la soberbia. Esa soberbia que con tanta precisión describe Sófocles en dos versos. Esa soberbia que la señora entrevistada puso en el tapete definiéndose a sí misma como la única que puede juzgar, que posee un alma o un discurso que ningún otro posee. Esa soberbia que lleva a una porción nada despreciable de la sociedad argentina a decir de sí misma cosas como "Soy de la mitad que mantiene a la otra mitad" o "Ahora El Pueblo va por todo". Iluminados, autosuficientes y pagados de sí mismos que miran desde arriba del pedestal a esos que, según sus almas, no merecen el nombre de pueblo, que replican el desprecio del monárquico Ortega y Gasset hacia "las masas", que se describen como situados uno o varios escalones por encima del resto, que se conjeturan "mejores", "gente decente", etc.
Una soberbia que es la antesala de la violencia. Violencia que por otra parte, estuvo presente de una y otra manera en el 18A como objetivación de la soberbia.
Esa era la diferencia.
Una distancia que no es poca, te voy a decir.
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Nota:
Me dirán, con razón, que de este lado del mostrador hay muchos que también ponen en acto los versos de "Antígona". Ciertamente diré yo, anticipándome a las crítica por mirada tuerta. Acá también deploramos ese asunto y lo hemos criticado muchas veces.

viernes, 31 de agosto de 2012

INDIFERENCIA

"Ý descubrí que no es la muerte lo que más temen esos guardianes de la dignidad humana contemporánea, sino la indiferencia, esa muerte más fría y perversa y peligrosa que se instala en nuestra alma cuando vemos algo insensato y terrible y cruel y preferimos olvidar los desmanes que hemos presenciado, en vez de levantar la voz en protesta." (Ariel Dorfman. "Otros Septiembres")
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Incómoda y precisa descripción de un mal que nos aqueja. Añado a las lúcidas palabras de Dorfman las pobres especulaciones de mi pluma: la indignación es un tipo de indiferencia que se camufla detrás de una improbable solicitud de justicia. La indignación es una apuesta por el status quo porque no busca cambios sino silenciar la conciencia. La indignación es superficial, apenas fluye se evapora sin dejar ninguna huella.
Entonces, romper la indiferencia no es indignarse. Indignarse, por el contrario, refuerza la indiferencia.
Lo saben tantos asesinos que contaron con la anuencia tácita de una indignación culpable.

sábado, 7 de agosto de 2010

EL VOLUMEN DE LA INDIGNACIÓN

En estos días he comprobado que la INDIGNACIÓN (así, en mayúsculas, con el dedito levantado y apuntando al infinito) tiene Volumen. No me refiero al volumen físico, volumen=densidad x masa o al de un cubo, volumen=lado x lado x lado.
Me refiero a esa perilla que se usa en los aparatos de audio para elevar la amplitud del sonido.
La Indignación tiene un control semejante.
¿Cómo opera?
Funciona bajo ciertos parámetros, determinadas variables que, sumadas, logran elevar o atenuar la amplitud de la Indignación, o sea, incrementar o disminuir el volumen de la misma.
Veamos un par de ejemplos:
1.-Supongamos que se mueren 25 niños por día por causas evitables antes de cumplir un año en Argentina. Veamos la perilla de Volumen. Apenas se ha movido. Sube unos pocos decibeles y baja instantáneamente. Es que apareció Marcelo Tinelli en la pantalla y están a punto de bailar esbeltos cuerpos femeninos apenas cubiertos por efímeras vestimentas, mientras un jurado de notables establece cuál de todos se deslizó con mayor presteza por el caño de acero inoxidable.
2.-Supongamos que los policías de la federal hace un par de semanas levantaron a un grupo de pibes en la vereda del Alto Palermo y los torturaron haciéndoles pasar electricidad por el cuerpo. Observemos la perilla de Volumen. Otra vez, apenas unos decibeles. Y ya bajó. Es que en la pantalla ahora está Botineras
3.-Supongamos que un bebé murió por un parto prematuro producto del asalto que sufrió su madre en una "salidera bancaria". Atención, el control de Volumen comienza a subir, no para de trepar. Gira hasta llegar al máximo. Se ha quedado ahí. No baja. La amplitud de la indignación alcanzó toda su magnitud (es aquí cuando podemos constatar llamadas frenéticas a los programas de radio, frases del tipo "hay que matarlos a todos", ruedas de consulta acerca de la pena de muerte, el que mata tiene que morir, ojo por ojo diente por diente, todos somos X, todos somos Y). El control permanece en ese límite que amenaza con romperle los tímpanos a cualquiera. Es extraño, porque aún cuando siguen en la pantalla Tinelli y Botineras, la Indignación no baja.
No encontré explicación para estas variaciones en el Volumen de la Indignación.
No sé porqué baja cuando mueren niños.
No sé porqué baja cuando torturan a niños.
No sé porqué sube cuando muere un niño.
Porque en los tres casos hablamos de dolor, sufrimiento y muerte.
Si Uds. me pueden ayudar a desentrañar el misterio, se los agradecería con la mayor deferencia.