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martes, 23 de abril de 2013

LA DIFERENCIA

Transitando las caudalosas y fértiles páginas de Cornelius Castoriadis, volví a leer algunos versos de "Antígona" que el filósofo y psicoanalista griego tradujo, restituyéndoles su sentido en contra de la traducción que había hecho Heidegger, en el capítulo denominado "Antropogenia en Esquilo y Autocreación en Sófocles". Aquí están y éstos son los citados versos:
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"Ya que aquel que cree ser el único que puede juzgar, o bien aquel que cree poseer un alma o un discurso que ningún otro posee, éstos, si se los abre, se muestran vacíos". (Versos 707-709, "Antígona" de Sófocles traducción de Cornelius Castoriadis en "Figuras de lo Pensable" pag. 27.)
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No sé si les pasó lo mismo pero al leer estos versos sentí el impacto de los conceptos como un uppercut. Pensé (a veces tengo ese vicio) que describían con precisión varias situaciones muy contemporáneas en donde aparecen ciertos personajes, individuos o multitudes munidas con esa vacuidad de la que habla Sófocles.
Pensé en la diferencia que percibí entre el 18A y otras movilizaciones en donde participé. Recordé la enorme manifestación que tuvo lugar para pedir que Carlos Saúl I no indultara a los genocidas (que no tuvo ningún éxito por otra parte). Esa diferencia de la que hablo se me venía escapando desde hace rato. Sabía que existía, pero no podía definirla. Hasta que, la conjunción entre los versos de "Antígona" y el reportaje que le hicieron a una señora durante el 18A me dió la pista para resolver el entuerto.
Resulta que, durante la marcha, un movilero de los tantos que había entrevistó a una mujer de unos cincuenta años que golpeaba con entusiasmo una cacerola. El diálogo no fue novedoso y circuló por los caminos -indignados- previsibles. Pero al final la señora le pidió al periodista que le permitiera decir algunas palabras. El muchacho del micrófono accedió y el camarógrafo puso en primer plano a la mujer que dijo algo como ésto (me gustaría ser literal pero estoy viejo y apenas retengo el sentido de lo dicho): "-Quiero decirle a la gente humilde, a los pobres, que no se dejen engañar, que no sean tontos. Que aunque reciban un "plan" a la hora de votar son libres y no tienen que hacer lo que les dicen. Piensen, piensen"
Con la ayuda inestimable de Sófocles y Castoriadis la diferencia entre aquella manifestación citada y el 18A apareció ante mis ojos de forma tal que si hubiera sido perro me mordía la pierna: soberbia.
Nuestro pedido aquel septiembre de 1989 no provenía de la soberbia sino del dolor. De la muerte que nos había asolado, de la bronca hacia los genocidas impunes y sus defensores, de la rabia contra los monstruos con cara de señores civilizados que justificaban este nuevo asesinato fundados en palabras vacías como "reconciliación nacional" o "dejar atrás la confrontación". No salimos a la calle a enseñarle nada a nadie sino a mostrar nuestras heridas y pedir que no siguieran adelante con la injusticia que se tramaba.
Desde ese dolor, pedíamos.
El 18A no fue una manifestación desde el dolor sino desde la soberbia. Esa soberbia que con tanta precisión describe Sófocles en dos versos. Esa soberbia que la señora entrevistada puso en el tapete definiéndose a sí misma como la única que puede juzgar, que posee un alma o un discurso que ningún otro posee. Esa soberbia que lleva a una porción nada despreciable de la sociedad argentina a decir de sí misma cosas como "Soy de la mitad que mantiene a la otra mitad" o "Ahora El Pueblo va por todo". Iluminados, autosuficientes y pagados de sí mismos que miran desde arriba del pedestal a esos que, según sus almas, no merecen el nombre de pueblo, que replican el desprecio del monárquico Ortega y Gasset hacia "las masas", que se describen como situados uno o varios escalones por encima del resto, que se conjeturan "mejores", "gente decente", etc.
Una soberbia que es la antesala de la violencia. Violencia que por otra parte, estuvo presente de una y otra manera en el 18A como objetivación de la soberbia.
Esa era la diferencia.
Una distancia que no es poca, te voy a decir.
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Nota:
Me dirán, con razón, que de este lado del mostrador hay muchos que también ponen en acto los versos de "Antígona". Ciertamente diré yo, anticipándome a las crítica por mirada tuerta. Acá también deploramos ese asunto y lo hemos criticado muchas veces.