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lunes, 10 de junio de 2013

HUBO UN TIEMPO QUE FUE HERMOSO

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Alguna vez, cuando era adolescente y el mundo amenazaba detrás de las puertas, pensé que mi tarea, que mi "misión" por decirlo de forma heróica era cambiar o, por lo menos, ayudar a cambiar eso que está afuera  y es una máquina de triturar almas. Con toda la arrogancia de mis escasos años, conjeturé que ese destino enlazaba todas las inquietudes que me traspasaban, para las que apenas tenía palabras, para las que sigo buscando palabras en un vano intento por conjurar el espanto y nombrar la belleza (nombrarla es apuntar un dedo para que otro u otros puedan verla, aunque la mayoría de las veces, como en el proverbio chino "cuando el dedo señala la luna, el imbécil mira el dedo").
Si había que señalar la belleza, indicar su existencia, insistir en su existencia, era porque había fealdad, porque como contrapartida el mundo alumbraba espanto por todas partes. Y transformaba ese espanto, el horror, en sentido común. Definir al horror como inevitable y forzar al sujeto humano a perseguir la adaptación, desalentando cualquier esperanza de transformación colectiva porque ¿para qué?, es un aspecto central del sistema en el que estamos metidos, del que somos, y aquí la palabra viene como anillo al anular, "prosumidores". 
Desmontar esa mascarada, refutar el discurso de las cosas inevitables, mostrar las huellas del engaño. Seguir la trama de ese asesinato silencioso que consume existencias y condena al silencio.
Para todo eso hace falta la desconfianza, la sospecha. Conjeturar la belleza a partir del horror, sostenerla aún cuando sea solo pura posibilidad, puro sueño, puro empecinamiento. Sostener contra viento y marea que la apariencia de las cosas oculta una trama que propicia el horror para muchos y el privilegio para otros. Un dispositivo a veces tan evidente que pasa inadvertido y uno no sabe cómo.
No es que todo eso se me ocurriera de una sola vez: de a poco los años me han colmado de argumentos a favor y en contra. Que la vida, que ya sos grande, que alguna vez hay que sentar cabeza, que no podés ser un nómade toda tu vida, que las utopías juveniles, que si a los 30 todavía sos de izquierda sos un pelotudo y tantas otras razones que lanzaron sobre mi como los mìticos Angry Birds. Que a nadie le preocupa que Cortázar escribiera "Salvo el Crepúsculo" justo en el crepúsculo de su vida y a Cortázar lo conozco por la propaganda del Megane y qué pedazo de auto che ¿leiste el cuento? no, vi la pelìcula (decía Claudio Alonso gerente de publicidad de Renault en los tiempos de aquel comercial: "Cuando escribió La autopista del sur, tal vez sin saberlo, Cortázar estaba formulando una idea clave para la publicidad de autos: uno lleva el nombre del auto que maneja. Eso está en el cuento, lo que hizo la agencia fue recrearlo", que lindo ¿no? acá tenemos al imbécil mirando al dedo del que hablaba más atrás) y mucho menos saber que el que toca la batería con Path Metheny y Dave Holland en "Question and Answer" es Roy Haynes y no Dennis Chambers que sí grabó con Greg Howe y Victor Wooten "Extraction" o cosas asì. Ni que "Nosferatu" pertenece al expresionismo alemán que no es el mismo movimiento de "El Acorazado Potemkin" de Eisenstein y que "La Diligencia" de John Ford es una obra maestra. Cosas así, tan supérfluas para el contador que amontona expedientes o el corredor de bolsa que suma úlceras. Trastocado el mundo, confundidos sus habitantes, pensar que todo lo nombrado es un snobismo o un simple pasatiempo indica el horror en el que estamos metidos y que seguimos abonando con nuestra ética del sufra hoy-gane mañana.
Contra todo eso prometí luchar allá lejos y hace tiempo.
Hoy sigo pensando que esa pelea es necesaria. Y que tengo la derrota casi asegurada.
Retomo a Cortázar: en uno de los poemas de "Salvo el Crepúculo" dice que sus amigos "no tienen donde caerse vivos".
Creo que ese verso magistral resume mis intuiciones.
Al menos hoy, día en el que me levanté pensando en "Canción para mi muerte" que fue confundida con una balada romántica durante mucho tiempo por contadores que, como buenos psicóticos, no entendían metáforas.
Yo por mi parte seguiré señalando la luna, aún cuando yo sea, cada tanto, el imbécil que mira el dedo.
Bienvenidos a la semana.
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PD:
La imagen que ilustra este tanteo se explica aquí, hablando de Cortázar. El protagonista de ese cuento, Johnny, dice en algún momento: "esto lo estoy tocado mañana" y "No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta." Algo asì.
Un día de estos tendré que hablar del concepto de "gratuidad", lo anoto ahora para no olvidarme.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA CAJITA ANTIPÁNICO

A lo largo de una semana, días más, segundos menos, escuché por lo menos cuatro veces el razonamiento que sigue: "Pero eso no es A. A es tal cosa y éso no es A". Coloque el televidente en lugar de "A" la palabra que le pluguiere. En mi caso debo completarlo con "tango", "chamamé", "rock" y "pizza".
Teniendo yo mismo una batería de definiciones que me permiten no sobresaltarme con la variedad de lo real, que tales argumentos me hayan molestado es bastante significativo. La alarma se encendió con la primera palabra: "tango".
Uno de los dialogantes sostenía que el tango podía ser tango aunque utilizara instrumentos electricos y se ocupara temáticamente de problemas contemporáneos y el otro, por supuesto, postulaba que eso era cualquier cosa menos tango porque el tango era tango como el de antes y listo.
Mi primera y silenciosa reacción (no me voy a andar metiendo en conversaciones ajenas, claro está) fue solidarizarme con el primero de los hablantes. Porque la música no es un sistema cerrado sino un proceso en movimiento. Pero luego lo pensé mejor. O seguí pensando, qué se yo. Puede ser cierto que lo que hace Tanghetto o Narcotango no sea tango. ¿Cuál es el problema? Puede tener el nombre que quieran. Alfredo el Tape Rubín y Las Guitarras de Puente Alsina pueden no estar haciendo tango. ¿Cuál es el problema? Si la música que hacen se inspira en el tango y avanza hacia otros territorios mediante el recurso de la fusión instrumental y temática ¿cuál es el problema de que no sea tango? Girando el argumento (que algo que se inspire en el tango y no sea tango puede parecer una descalificación pero no lo es) yo diría que si una mixtura supera el concepto de un estilo musical lo que tenemos es algo nuevo, con una riqueza mayor ya que concentra varias influencias. Y está muy bien que no se llame como el estilo original dado que lo ha superado. La discusión acerca de si algo es o no tango, rock o folklore calculo que es baladí. Puede serlo en parte o no serlo para nada. Pero sin duda es una superación de lo anterior, al menos por el intento de abordar lenguajes conocidos mediante enfoques originales (me acordé del grupo Dora Brown que combina reaggae y tango y decime si no es una mescolanza original o el Pablo Ziegler Jazz Tango Trío que apuesta a otra combinación audaz). Lo que salga de esa exploración puede gustar o no, pero de alguna forma se trata de lanzarse al vacío para buscar nuevas formas de expresión.
Los nombres, las categorías, las cajitas, nos sirven para quedarnos panchos y tranquilos. Esto es ésto y aquello es aquello. Y listo. Asunto subsanado. Pero cuando el arte pega un brinco y nos descoloca ahí empiezan los problemas y las academias, que ya son demasiadas, ponen el grito en el cielo y reclaman su derecho de pernada sobre lo que protegen hasta asfixiar.
Creo que podríamos extender el razonamiento anterior a otros ámbitos que no son el arte. Como la pizza, o las empanadas o el deporte o tantas cosas. Con ciertas precauciones claro está, dado que, como ya hemos dicho en algún lugar, lo real es tan diverso que nos deja tujes pa´rriba tratando de meter lo que discurre en un montón de compartimentos que nos salven de la entropía.
La creación, sospecho, requiere la disposición del creador a ejecutar brincos a la nada misma, a un territorio desconocido que no ofrece garantías. Se puede no saltar. Refugiarse en el mullido sillón del canon, sin ningún problema ni sobresalto. Ejercitar hasta el paroxismo la idoneidad en ese espacio previsible que, como todo arte, requiere un adiestramiento cada vez más complejo hasta alcanzar al menos algo parecido a la perfección. Pero en algún momento, en esa persecución (¿se acuerdan de "El Perseguidor" de Cortázar? hablaba de este tema) el artista estará frente al abismo. 
Algunos deciden saltar y otros no.
Y Marat en su bañadera (gracias de nuevo Don Julio)