...
Recuerdo el día como si fuera ayer: me levanté de la cama el 15 de mayo de 1995 sabiendo que Carlos Saúl I y Rucucu habían habían obtenido 8.687.319 votos, o sea, el 49,94% y con eso teníamos de nuevo a Méndez como presidente con el agravante nada menor de Carlos Ruckauf como vicepresidente.
Predicábamos en el desierto desde hacía muchos años y evidentemente hablamos al pedo. Porque contra todos los indicadores, esos que relataban la historia de un país que se iba a la mierda, casi la mitad del electorado había ungido a los verdugos otra vez de nuevo al frente del país.
No lo podía entender. No me cabía en la cabeza.
Luego algunos intentamos analizar porqué: ahí salió el voto cuota, el voto vertical ("la disciplina partidaria" que vendría siendo meter la mano en las fauces del cocodrilo solo porque el domador lo indica), el voto culposo (nadie lo había votado), etc.
Pero el tipo, luego de desmantelar el país entregándolo a los oligarcas de siempre, había sido reelegido.
El día 15 de mayo de 1995 tenía ganas de tirarme en palomita desde la cumbre del Aconcagua por la cara sur, aterrizando al final de ese abismo con todo y humanidad.
Hoy me levanté de la cama pensando en este asunto, en la bronca, rabia e impotencia que tenía ese mayo de 1995, con los habitantes de este país más que nada, por haber elegido cortarse la mano que faltaba, luego de tener la experiencia terrible del neoliberalismo en el poder camuflado bajo un falso gobierno popular.
¿En qué estaban pensando? ¿En qué carajo estaban pensando, decime vos?
Reviví aquellos días aciagos y tuve miedo.
Tengo miedo de levantarme el 26 de octubre de 2017 con la misma abrumadora sensación.