Son tan cretinos, tan soberbios, tan inescrupulosamente oligarcas, tan horrorosamente empresarios, tan insoportablemente CEOs que no logran comprender que el país no es una empresa, más que nada, su empresa. Que es un país y que tiene "gente" adentro y que esos orejones del tarro se mueren de hambre y se cagan de frío. Claro, eso desde la comodidad de la loza radiante no puede apreciarse, desde las paredes de un cerebro esclerosado por el sonsonete "rentabilidad" no puede entenderse. Todo lo que una existencia tiene de humana en esas neuronas seducidas por la falsa ecuación: "costo-beneficio" ha fenecido, queda el vehículo de carne y hueso que guarda una similitud notable con el resto de los mortales, pero el parecido se queda en la apariencia: no tienen ningún sentimiento, ninguna sensibilidad, ningún gesto que los aproxime a la especie humana. Si aquí tuviéramos alguna fe en la escala evolutiva diríamos que tipos como los que integran el gobierno nacional están en un proceso de involución acelerada, aproximándose peligrosamente a ese individuo que debía competir en un entorno salvaje por la comida, lejos de la necesaria cooperación y solidaridad que funda las sociedades contemporáneas (calculo que ni un Neanderthal estaba tan desprovisto de empatía con sus semejantes, dado que se han encontrado pruebas de que cuidaban a los enfermos y débiles).
De estos especímenes no puede esperarse otra cosa que las que hacen. Por ejemplo el ministro de energía, Juanjo Aranguren, que declara, suelto de cuerpo y con una media sonrisa, que "hubo un error de cálculo" pero que no se preocupen, tiene más aumentos entre pecho y espalda.
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Evidentemente, los directorios de las Transportadoras de Gas están llenos de especímenes como el citado. De lo contrario no podrían decir que están "perdiendo" dinero (con lo que confirmamos que son entidades filantrópicas que se han quedado en el negocio por pura vocación de servicio) desmitiendo las suculentas ganancias que han embolsado a lo largo de muchos años sin invertir más que unas monedas en mantener a los ponchazos la infraestructura existente.
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Además, es bueno señalarlo otra vez, el "estado" (léase nosotros, los bobos que garpamos la fiesta de Aranguren y la Concha Company) les sigue garpando los subsidios. O sea, les pagamos los costos operativos y les aseguramos las ganancias ¡dos veces!.
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Así, entendiendo que no son más que "hombres de negocios", o sea, terminators, solo de esta forma, es posible comprender la burla y provocación permanente hacia los orejones del tarro (algunos se sienten provocados, otros, bueno, otros...). Por ejemplo, Marquitos Peña diciendo también como quien pide un café con leche: "-Estoy aprendiendo del tema del gas" e informando que la audiencia pública que debe llevarse a cabo antes de cualquier modificación de las tarifas se hará en ¡octubre!
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O la sensibilidad inmensa del prescindente de la nación, Mau Awada que expelió: "Cuando de golpe se encuentran en su casa y vean que están en remera o están en patas es que están consumiendo demasiada energía". Una gran contribución a la paz social que los depositará de una vez por todas en el helicóptero que muchos argentinos comienzan a extrañar (otros lo pedimos a gritos hace rato).
Hay un conteo que estos señores no escuchan. Puede que los medios serios digan que no está, pero está. Suena fuerte y claro, recorre las calles, casas y oficinas, fábricas y campos. Indica que incluso los que tenían paciencia la están perdiendo. Que incluso los que le dan esperanza a la esperanza (las esperanzas ciegas de las que habla la tragedia griega) se están quedando sin esperanzas. Están dejando tierra arrasada. Están destruyendo el país de forma tal que vamos tardar décadas en reconstruirlo. Como sociedad nos estamos quedando sin tiempo. Esta asociación ilícita que gobierna también.