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lunes, 28 de septiembre de 2015

PEPITITO + BONUS TRACK

Hoy escuché en Radio Nacional al hermano de DOS, José "Pepe" Scioli ponderando y destacando la gestión de Cristina Kirchner, indicando que deja un país con sólidos cimientos, etc., etc.
Casi me da vuelta la peluca con semejantes palabras. Más que nada porque en el año 2011 no decía nada parecido, ni de CFK ni del kirchnerismo.
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A mi corto entender, lo que este artículo demuestra no es que la gente cambia, sino que hay tipos que tienen un apetito de poder tal que se les cae la baba por los cuatro costados y encima se nota. Y que pueden dar una vuelta de campana cada vez que lo necesiten.
Veamos, el poder por el poder mismo es peligroso. El poder para poder hacer es lo deseable.
Por otro lado, hablemos un poco del famoso "debate". En lo particular, no tengo una opinión formada acerca de los debates presidenciales televisivos. Pesan sobre mi los argumentos de Bourdieu en su libro "Sobre la Televisión" que sugiero leer con la mayor atención.
Lo que sí tengo claro es que, si quien se hubiera negado a debatir o a concurrir al debate (que no es lo mismo una cosa que la otra) fuera Mauricio Macri le estaríamos cayendo con el mayor rigor en su cabezota. Diciéndole cosas como que no tiene ganas de blanquear sus ideas, que no las tiene, que no puede mantener un argumento coherente mediante el discurso hablado, etc. 
Pero como el que no va al debate es DOS entonces, a priori, el debate televisivo es malo. Quizás lo sea, pero la decisión de tildarlo de inservible proviene de la postura del candidato del FPV de no concurrir y no de la naturaleza misma del debate.
O sea, para justificar lo que DOS hace o no hace, primero decimos que es malo y luego buscamos justificaciones ad hoc. Contorsionismo discursivo. Dispositivo peligroso en todos los casos porque el sujeto enunciador está dispuesto a condonar cualquier barbaridad.
No está bien que ocurra semejante.cosa. Créanme que no está para nada bien.
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Yo que vos me pegaría un baño de humildad
Porque, no sé si te dijeron
Los votos no son tuyos chabón
Y tu moderación boluda no sumó ni uno solo
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¿Tu espíritu de integración es, ponele, reunirte con Buzzi, abrazarte con Noah Mamet, poner a Blejer y a Bein, prometerle prebendas a los gordos de la CGT, etc.? Eso no es "integración", es rosca. Y la sangre que cueste esa rosca la vamos a poner nosotros. No entendiste nada. Nada de nada. Estás ahí porque de alguna forma vendiste que eras un catalizador de votos. Y no pibe. El voto que te respalda es el voto del kirchnerismo duro. No sumaste una mierda y encima restaste a varios, puntos que ahora se extrañan.
Sostengo, junto con varios de los visitantes de este blog, que de este asunto se sale con más kirchnerismo, no con las pavadas tibias de consenso, diálogo y confianza. Esas cosas están muy bien, pero para cambiar la realidad hay que pelearse, disentir y poner en vereda a los que tienen que estar en vereda. Vos no estás dispuesto a hacer semejante cosa. No veo a ningún militante cantando "Acá tenés los pibes para la revolución". Hace falta y hará falta más épica y no sos el tipo que aglutine y conduzca.
Insisto. Pegate un baño de humildad y agradecé la oportunidad que no te merecés.¡Shut up!

lunes, 8 de junio de 2015

CHOCHO GARDEL


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El desprevenido puede creer que este asunto de que Lali Espósito fuera la "gran figura de los premios Gardel" es apenas una anécdota. Total, a quién carajo le importa.
Bueno che, lamento deciros que la cosa es más compleja de lo que parece. Pero no seré yo quién les arrime letra para pensar. Lo dejaré a Don Pierre Bourdieu que la sabe lunga.
¿Vieron ese lugar común que indica "sobre gustos no hay nada escrito"? Bueno, es mentira. Claro que hay y mucho. Entre lo mucho está el tremendo libro La Distinción, criterios y bases sociales del gusto.  Esa frasecita de que no hay nada escrito esconde la necesidad de clausurar cualquier análisis sistemático del gusto, más que nada porque en ese tópico se libra la famosa batalla cultural. La batalla por la sensibilidad, que es también la pelea por la reconstrucción del sentido común de las clases subalternas, lo que es lo mismo que poner en evidencia el dispositivo que recubre la propia sensibilidad estética con la taxonomía cultural de las clases dominantes. Vaya si hay mucho que pensar sobre el gusto.
Para comprender por ejemplo, porqué un disco de boleros de Luis Miguel no es un producto inocente de la industria cultural o porqué Cortázar es popular pero no masivo.
Les dejo una excelente reseña del libro de Pierre a manos de David Orta González y el libro mismo para leer de ojito, sin poner un mango. No le saquen el culo a la lectura de Bourdieu, vale la pena en todos los casos.
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"Consumo, ocio, arte… todos estos niveles de interacción de la vida cotidiana, se explican por una cosa muy obvia aunque no por ello insignificante, a saber, el gusto. El gusto limita nuestras preferencias, nuestras actitudes, ideas, acciones, pero, ¿qué es lo que limita y da forma a nuestro gusto?. En principio podríamos señalar que el gusto pertenece a un orden abstracto que conforma nuestros criterios y disposiciones hacia las cosas, y que en este orden, se definen las relaciones diferentes e incluso antagónicas con la cultura, según las condiciones en que hemos adquirido nuestro capital cultural y los mercados en los que podemos obtener de él, un mayor provecho (p.10). Este orden al que Bourdieu hace referencia no es otro que el habitus.

El habitus es a la vez el principio generador de prácticas objetivamente enclasables y el sistema de enclasamiento de estas prácticas (p.169). Es decir, es el conjunto de prácticas generadas por las condiciones de vida de los grupos sociales así como la forma en la que éstas prácticas vislumbran una relación concreta con la estructura social, esto es, el “espacio de los estilos de vida” (p.477). Estos estilos de vida, son aquellos productos del habitus que devienen en sistemas socialmente clasificados. Es decir, se puede observar como aquellas prácticas cotidianas que conforman un estilo de vida se corresponden con un habitus determinado (de clase alta, de pequeña burguesía, etc.).
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Bourdieu propone una diferenciación de clases atendiendo no únicamente a las propiedades o a las relaciones de producción sino a la manera en que estas propiedades en relación conforman un habitus de clase determinado y cómo éste se sostiene con las prácticas de las que es producto. De una manera concreta, el habitus depende de las relaciones que existen en un individuo / grupo entre el capital económico y el capital cultural. Bourdieu propone una diferenciación de los habitus en función de la clase social, encontrándose en cada una, una multiplicidad de matices al modelo general.
Las diferentes especies de capital cuya posesión define la pertenencia a una clase y cuya distribución determina la posición en las relaciones de fuerza constitutivas del campo de poder y, al mismo tiempo, las estrategias que pueden adoptarse en esas luchas son simultáneamente unos instrumentos de poder, desigualmente poderosos en realidad y desigualmente reconocidos como principios de autoridad o signos de distinción legítimos (p. 317).

El sentido de la distinción, se basa en la búsqueda del máximo de “rentabilidad cultural” (p.267). Esta rentabilidad se maximiza mediante el establecimiento de una relación próxima con la cultura legítima y se encuentra representada por la clase dominante. Es precisamente esta proximidad la que provoca una relación cotidiana y por tanto despreocupada con actos como ir al teatro, conciertos de música clásica contemporánea etc. Esta clase social se encuentra en el mapa social donde se intersecciona una gran cantidad de capital económico con una no menos importante de capital cultural. Suele identificarse esta clase social por el hecho de recurrir frecuentemente en aquel tipo de ocio y consumo propios de “la clase ociosa” de Veblen, a saber, el ocio y consumo ostensible. Este tipo de actividades suponen una importante inversión en capital social y cultural por parte de este tipo de clases, y por tanto, proporcionan elementos distintivos de habitus que reproducen la cultura legítima en contraposición a otros habitus de clase. Es la clase dominante la que quiere poseer y posee la “cultura legítima” (p.280) y esto es lo que les confiere el más alto grado de habitus distinguido.

Por su parte, la pequeña burguesía puede ser caracterizada por su buena voluntad cultural. Esta es entendida como la distancia que se produce entre el conocimiento y el reconocimiento. Es decir, el pequeño burgués venera la cultura dominante, reconoce su valor como fuente de distinción social pero no participa de una relación estrecha con ella. Con asiduidad, la distancia entre el conocimiento y el reconocimiento, evidencia su falta de proximidad con la cultura legítima con lo que quedaría demostrada su alodoxia cultural. Este concepto recoge todos aquellos errores de identificación de la cultura legítima en las que se pone de manifiesto esta distancia. La cultura pequeñoburguesa genera una serie de subproductos de la cultura legítima que, por decirlo brevemente, son más baratos y producen el mismo efecto. El jazz en contraposición a la ópera (aunque últimamente, y según de que tipos de jazz hablemos, se puede considerar como gusto propio de cultura legítima), la divulgación en lugar de la ciencia… Es la pequeña burguesía la que juega un papel más serio en relación a la cultura dominante, ya que poseerla es el fin que pretenden conseguir y con ello alcanzar mayores cotas de distinción social, pero, al contrario de la gran burguesía no pueden permitirse una relación distendida con la cultura pues no existe una familiaridad tradicionalmente adquirida. Es por esta razón, por la que las expectativas se centran en el sistema educativo como fuente de provisión de esta relación y delegan, por tanto, en muchos casos la satisfacción cultural que no pueden conseguir en el presente en sucesivas generaciones que puedan cumplir el deseo de ascensión (y distinción) social. Por razones de espacio, no entraré aquí en los matices y diferenciaciones que existen en el seno de cada clase social.

Por su parte, el habitus de clase obrera se define por la elección de lo necesario. Es decir, se trata de la “necesidad hecha virtud”. Podemos advertir, aquí, cómo la cómo el habitus de clase puede desligarse de las condiciones de vida de la que es producto, de manera que aunque, los recursos materiales de los que dispongan aumenten notablemente, las prácticas estarán condicionadas por esta elección de lo útil, de lo funcional, de lo que, en definitiva “está hecho para ellos”. Las elecciones en materia cultural de esta clase social se justifican, entonces, en aquellas prácticas que consuetudinariamente se han establecido como propias de la gente de esa clase. De ahí viene la norma del principio de conformidad, que tiene su explicación en el sentido de que se trata de una llamada de atención a la gente de clases populares que tiende a revestirse de acciones propias del habitus pequeñoburgués. Viven en un “universo cerrado” (p.388) en el que las acciones sirven como refuerzo de la tradición y a su vez como negación de la vanguardia, que, en muchos casos es percibida como un ataque frontal contra el orden tradicional de “sus” cosas y efecto de las prácticas destructoras del propio grupo.

Estos tres modelos de la realidad en la que se divide el habitus son el ejemplo perfecto de cómo hasta los detalles más inadvertidos, que se producen en la interacción social, en cualquier ámbito, responden, sin duda a un orden propio de cada clase que es percibido como el “natural” en el seno de la misma. El revestimiento de sentido común de estas prácticas y elecciones dota al habitus del grupo de una consistencia muy difícil de transgredir. Asimismo, sugiere una jerarquización enclasante de habitus que es inconscientemente asumido como estructura mental en los diferentes grupos sociales y que, nuevamente, aparece como lo natural, lo obvio o incluso lo deseable."
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¿Cachai?
Por eso, no hay Romeo Santos inocente.

martes, 2 de noviembre de 2010

HAY QUE PENSAR MENOS, YO SIEMPRE LO DIGO

A Marco Antonio Solís no le conviene, como a tantos, que el escuchante piense. Si piensa, Marco se queda con el pescado sin vender.
Hay un mito aquí, un supuesto de sentido común que es necesario desmentir: sin duda en el arte hay pasión, "sentimiento" en el pensamiento lineal de Solís. Pero también hay reflexión, práctica, una lucha cuerpo a cuerpo con las herramientas de expresión y con uno mismo como artista que se cuestiona su capacidad para traducir, para objetivar con mayor eficacia (no eficiencia, eficacia) el universo interior que no es nada más ni nada menos que el propio diálogo entre el adentro y el afuera. Ese diálogo con las sombras que da por resultado cosas exquisitas como "Ojalá", "Balada para un loco", "What a wonderful world", "Summertime" o "Par Mil".
Nadie podrá decir que esas canciones carecen de "sentimiento". Pero tienen un signo distintivo: son la manifestación de una búsqueda tozuda, que no se conforma con lo que encuentra y sigue hurgando y trabajando y trabajando y trabajando.
Asi que Solís, ojalá siga habiendo artistas que buscan. Con éso solo alcanza.
No hay nada más difícil que vivir sin arte.
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Antes que aparezca la frase "sobre gustos no hay nada escrito", quiero acotar que sobre gustos sí hay mucho escrito. Por ejemplo "La Distinción, criterios y bases sociales del gusto" de Pierre Bourdieu. Por las dudas aviso ¿vió?