Al 51% le molestó que los negros se organizaran. Y a un gran porcentaje de ese porcentaje le molestó que los negros vivieran mejor. Y a un porcentaje de ese porcentaje de ese porcentaje le molestó que esos negros por primera vez tuvieran voz, pileta, casa, comida y no agacharan la cabeza cada vez que aparecía la "gente decente". Gerardo Morales los resume, pero son varios, muchos. Y ahora tienen un cómplice: Cambiemos.
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El motivo sigue siendo el odio. El odio que los llevó a votar en contra de su propio principio de placer. Por ese odio militante y militonto abjuraron de los derechos obtenidos, porque les jodía en el orto que el negro también los tuviera. Porque se retorcían de bronca cuando el negro no quería laburar por una limosna. Porque tenían los ojos inyectados en sangre cada vez que un negro se compraba una moto o viajaba una quincena completa a Las Toninas. Ese odio pelotudo, ciego, estúpido les hizo pegarse un tiro en la pata. Prefirieron la pauperización de todos a resignar su envidia tilinga y corta de vista, optaron por cagarse en el otro con tal de verlo humillado.
Así no va. Ahora ellos también son humillados pero eligen seguir con el cantito autocomplaciente, el onanismo brutal que pone la culpa en el otro. Intentan consumar el suicidio colectivo que la porción de los despreciados evitó a fuerza de patear la calle.
Llegará el momento en que decidiremos prescindir de los escrúpulos de esa masa gelatinosa que hace política diciendo que no la hace. No falta mucho porque los tiempos urgen. Y no creo en conversiones súbitas y colectivas.