Este rejunte de imbéciles apenas puede calificar en una prueba de existencia. También se creen muy bravos, republicanos, y no son más que empleados. A lo sumo empleados y estoy siendo generosos. No empleados del estado al que deberían defender porque es quien les paga sus privilegios sino de los grupos económicos concentrados que encuentran en esa caterva de leguleyos una instancia cómplice para sus encubrimientos.
Le hemos tenido mucha paciencia a este grupo de carroñas judiciales. Demasiada. Nos quedamos en ésta muchachos: desde la calle tendríamos que haberlos llamado al orden, haciéndoles comprender que no gobiernan, que no pueden torcer la voluntad popular expresada en leyes que ellos mismos han declarado constitucionales. Pero fuimos demasiado civilizados. Incluso sabiendo que no responden a nada que no sea su propio peculio e interés, que lo único que reconocen es la fuerza.
Hubiera sido lindo poner dos millones de tipos en la calle, rodear el palacio de justicia en Plaza Lavalle, y demostrarles que no estábamos contentos con tanta estulticia. Me temo que eso no ocurrirá. Mucho me temo que no. Y la falta que hace.
Clarín mientras tanto goza de excelente salud y sigue en cadena nacional destruyendo conciencias y alimentando prejuicios.
Permiso, voy a vomitar sobre una foto de Lorenzetti y vuelvo.
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Lo dije al pasar pero, repito: se pronuncian en contra de una ley que ellos mismos declararon constitucional. ¿Para cuándo la remera amarilla y los globos saliendo desde la parte de atrás del estrado?
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