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Dice la tribuna de doctrina que CFK no mencionó la Revolución de Mayo de 1810 en su discurso en la Plaza de Mayo. Con lo cuál la tribunita confirma su mirada de la historia, una mirada cargada de lugares comunes, mármoles, palabras prosopopéyicas, glosas escolares copiadas de otras glosas escolares copiadas de otras glosas escolares copiadas del Billiken, caras tiznadas por el corcho, pastelitos calientes que queman los dientes, bronce cobre y plomo, cuadros altisonantes y discursos huecos de carne y hueso, lights, desabridos e inofensivos de tanto uso y reuso. Y ante todo y más que todo: inmóvil. Justo lo que no es una revolución, por otra parte, que es la objetivación del movimiento, proceso chispeante, punto de fuga, pies y manos que caminan el paño de los acontecimientos transformando lo dado en otra cosa bien distinta.
Esa es la mirada que ha campeado en el relato mitrista que nos encocoró la vida a través de nuestra formación escolar. Una revolución que aburría hasta el cansancio por parecerse tan poco a una revolución en la cara de bragueta del busto del prócer correspondiente. Esa ha sido la forma en que la ex-historia oficial nos ha jorobado el horizonte, haciéndonos creer que una revolución es más bien un asunto de escritorio y que los cambios son un poco cambios y luego viene la pompa y circunstancia.
La inmovilidad, señalemos, naturaliza privilegios definiéndolos como derechos cuasi divinos. Por eso, el paradigma quietista de la historia contiene ahí nomás apenas le rascas la pintura la defensa cerrada y corporativa del derecho de pernada que se han atribuido las clases hegemónicas en Argentina, para disfrute propio del esfuerzo y riqueza de toda la sociedad que los mantiene (porque no son ricos y privilegiados por esfuerzo propio o dicha divina sino que, como indicó con certeza una y otra vez el barbudo jodido ése, se apropian del sobretrabajo, la mentada plusvalía, que es laburo de los nadie)
La inmovilidad, señalemos, naturaliza privilegios definiéndolos como derechos cuasi divinos. Por eso, el paradigma quietista de la historia contiene ahí nomás apenas le rascas la pintura la defensa cerrada y corporativa del derecho de pernada que se han atribuido las clases hegemónicas en Argentina, para disfrute propio del esfuerzo y riqueza de toda la sociedad que los mantiene (porque no son ricos y privilegiados por esfuerzo propio o dicha divina sino que, como indicó con certeza una y otra vez el barbudo jodido ése, se apropian del sobretrabajo, la mentada plusvalía, que es laburo de los nadie)
Por eso, cuando CFK abandona el relato de Bartolo (si si, relato, analfabestia político) inmediatamente al pasquín que heredó su inmovilidad ascendente le saltan los tapones y se arranca la peluca empolvada que usa para las grandes ocasiones. Abajo uno puede comprobar la calvicie exterior e interior, siendo esta segunda, la calvicie del lado de adentro, la más pior.
Yo, acá, orejón del tarro como soy, creo que CFK no hizo más que hablar una y otra vez de la Revolución de Mayo. Todo el discurso estuvo referido a la Revolución de Mayo. Sin nombrarla, por suerte. Mäs que nada porque habló de movimiento, de situaciones osificadas que por la fuerza dialéctica que el sujeto le imprime a su existencia (como proyecto diría Sartre, poder en el sentido de poder hacer diría Foucault) han estallado. Habló todo el tiempo de la revolución de mayo porque describió engranajes que ahora se mueven, sonrisas que ahora están, futuros que ahora pueden ser futuros. O sea, lo que una revolución busca. Lo que los hombres de mayo, con mayor o menor conciencia de ello, con mayor o menos entusiasmo, buscaron.
Movimiento. No inmovilidad.
Es comprensible el enojo de La Nación. En un escenario de inmovilidad perpetua sus invectivas tienen algún sentido. Cuando la revolución es revolución, o sea, cuando es movimiento, lo que dicen se derrumba como ese revestimiento simil piedra con el que se disfraza a las paredes para simular tradición.
Desde hace 12 años no hacemos más que hablar de la Revolución de Mayo, poniéndola de nuevo a caminar.
Por eso, como dicen los pibes "tu no puedes comprar mi alegría".
6 comentarios:
lindo, muy muy lindo don Dormi!!
Usté es un irrespetuoso,Dormi, ¿cómo se atreve a llamar "relato" a las maravillosas fábulas del bartolo?, a poner en duda los fundamentales conceptos de lalalatraición de cada mañana?
¿Usted cree que mi viejo me compró 10 años de billiken para que un Dormi cualquiera me destrate asÍ?, por suerte ya viene el bicialcalde al rescate de las peores tradiciones.... lucifer nos escucha...
Dormi:
¡Clap, clap, clap, clap !!!!
Con ese nudito en la garganta que se hacía en cada argentino que tuvo la suerte de ser entrevistado por los medios ayer en la Plaza y con el que se hacía en cada uno de los que fuimos a los actos del resto del país... sin duda...
Estamos haciendo Patria.
Como en 1810.
Lo que pasa es que algunos no quieren escuchar.
Abrazo patagónico !!!
Giso:
Muchas gracias, muchas.
Ram:
Soy un nostálgico del corcho quemado che, aunque no parezca...
Colorado:
No hay peor ciego que el que no quiere escuchar ni peor sordo que el que no quiere ver.
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