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SURTIDO ANALFABETO
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Algunas consideraciones finales para cerrar (al menos por ahora) esta tosca caracterización del analfabeto político. Podríamos incluir lo que sigue en el rubro “misceláneas”
a.-Así como con casi todo, el analfabeto político busca fuentes de legitimación que le otorguen la seguridad de estar diciendo cosas que no merezcan repudio ni aporten inquietud a su monolítica concepción del mundo. Y como de algo hay que agarrarse en estos tiempos turbulentos el analfabeto recurre a la ciencia. Pero no como ejercicio ni buscando en ella por lo menos el ensayo de una respuesta. La usa como fetiche, como justificación absoluta, como excusa y chicana (es notable este uso de la ciencia como ídolo en tanto que la práctica científica implica ingresar en tembladerales que ni te cuento de donde uno sale más perplejo que al comienzo de la exploración y por ende, va disolviendo sus certezas, cosa que por lo general incomoda).
El analfabeto político usa la ciencia como adjetivo. Para zanjar una discusión (o suponer que queda finiquitada), un entredicho, una polémica, le pone a lo que dice la calificación de “científico”. De esa forma cree que impresiona al otro, a los otros, que se rendirán ante la efectividad de la ciencia, la que todo lo puede.
En consecuencia, también usa a la ciencia como justificación de la inmovilidad que es su estado intelectual cotidiano. Ante algún desaguisado, por lo general causado por la mano del hombre ayudado por la ciencia, el analfabeto espetará a sus oyentes “-Los norteamericanos ya tienen inventado algo para arreglarlo” o “Los científicos han inventado el automóvil que funciona con agua de mar, pero lo esconden para no cagar la producción de petróleo”. Tal construcción discursiva lo pone a él a salvo de hacer algo, alguna cosa, para revertir el problema y además, lo exime para siempre de la pesada tarea de indagar y conocer el asunto.
b.-Nicos Poulantzas dice que el poder designa la capacidad de una clase para realizar sus intereses específicos en oposición con los intereses de las otras clases, por lo tanto el poder es una situación estratégica (lo que articula el concepto de poder del marxismo con el de Foucault). El analfabeto político no concibe el poder de esta manera y por tanto, no puede percibir las estrategias que las clases dominantes despliegan para imponer sus objetivos de clase. Esto implica que no puede articular le vaca con el bife de chorizo, lo que hace que las más de las veces sea cómplice (consciente o no) de esas estrategias. Como un boxeador al que le han cerrado los ojos a sopapos, el analfabeto político no puede ver de dónde le llueven los golpes y acepta como válidas las explicaciones del que le pega. El victimario le sopla en la oreja que la culpa la tiene el que le pasa el agua y le pone el banquito al final de cada round. Y allá irá el analfabeto, a dirimir un conflicto inexistente con el sujeto equivocado mientras el verdadero agresor disfruta por partida doble.
c.-El analfabeto político concibe al mundo como un conjunto de oposiciones binarias. Dueño de un irreductible maniqueísmo mide la realidad con el barómetro de lo blanco o negro. No hay medias tintas ni atenuantes. Solo que los bandos no surgen de su análisis sino que provienen del sentido común que el analfabeto se apropia y ejecuta. Puede cambiar de bando con una velocidad asombrosa y no verá en esa mutación ningún problema, en tanto le digan que ese giro dramático es legítimo porque el mundo es sasí ¿vistes?
A veces el analfabeto político toma decisiones correctas por motivos equivocados. En esta coyuntura tal situación es poco deseable, dado que el analfabeto es por definición, un converso instantáneo. Como sus convicciones son epidérmicas (que no es lo mismo que superficiales) no sufre por esos bruscos cambios de rumbo. Es un error pedirle coherencia, porque su coherencia es estar en línea con lo que debe opinarse.
d.-El arte es para el analfabeto político lo que le dicen que es arte. Ni más ni menos. No tiene opinión propia sobre música, pintura, literatura, escultura, etc. Tiene las opiniones que hay que tener y basta. Y cuando lo apurás usa el argumento por excelencia en estos casos “-Sobre gustos no hay nada escrito ¿no?” como si con esa postura cerrara la discusión impidiendo el análisis estético.
Esta mutilación de la sensibilidad no es un dato menor, dado que el analfabeto político tiene recortada su capacidad de exploración del mundo a través del arte. Exploración que implica siempre ponerlo en cuestión, dudar de su validez, interrogarlo, dinamitar sus certezas, expandir los límites de lo posible.
Como no puede hacerlo, como no quiere hacerlo, porque “no es lo mío”, porque no se le frunce, descalifica esos esfuerzos y se conforma muy conforme con la cultura prefabricada que le otorga cierto sentido de pertenencia y que tiene escalafones: digamos, si quiere parecer popular citará a Arjona pero si desea posar como aspirante a intelectual usará a Sabina o a los Tres Tenores.
No le hace falta más. Con eso alcanza y sobra.
a.-Así como con casi todo, el analfabeto político busca fuentes de legitimación que le otorguen la seguridad de estar diciendo cosas que no merezcan repudio ni aporten inquietud a su monolítica concepción del mundo. Y como de algo hay que agarrarse en estos tiempos turbulentos el analfabeto recurre a la ciencia. Pero no como ejercicio ni buscando en ella por lo menos el ensayo de una respuesta. La usa como fetiche, como justificación absoluta, como excusa y chicana (es notable este uso de la ciencia como ídolo en tanto que la práctica científica implica ingresar en tembladerales que ni te cuento de donde uno sale más perplejo que al comienzo de la exploración y por ende, va disolviendo sus certezas, cosa que por lo general incomoda).
El analfabeto político usa la ciencia como adjetivo. Para zanjar una discusión (o suponer que queda finiquitada), un entredicho, una polémica, le pone a lo que dice la calificación de “científico”. De esa forma cree que impresiona al otro, a los otros, que se rendirán ante la efectividad de la ciencia, la que todo lo puede.
En consecuencia, también usa a la ciencia como justificación de la inmovilidad que es su estado intelectual cotidiano. Ante algún desaguisado, por lo general causado por la mano del hombre ayudado por la ciencia, el analfabeto espetará a sus oyentes “-Los norteamericanos ya tienen inventado algo para arreglarlo” o “Los científicos han inventado el automóvil que funciona con agua de mar, pero lo esconden para no cagar la producción de petróleo”. Tal construcción discursiva lo pone a él a salvo de hacer algo, alguna cosa, para revertir el problema y además, lo exime para siempre de la pesada tarea de indagar y conocer el asunto.
b.-Nicos Poulantzas dice que el poder designa la capacidad de una clase para realizar sus intereses específicos en oposición con los intereses de las otras clases, por lo tanto el poder es una situación estratégica (lo que articula el concepto de poder del marxismo con el de Foucault). El analfabeto político no concibe el poder de esta manera y por tanto, no puede percibir las estrategias que las clases dominantes despliegan para imponer sus objetivos de clase. Esto implica que no puede articular le vaca con el bife de chorizo, lo que hace que las más de las veces sea cómplice (consciente o no) de esas estrategias. Como un boxeador al que le han cerrado los ojos a sopapos, el analfabeto político no puede ver de dónde le llueven los golpes y acepta como válidas las explicaciones del que le pega. El victimario le sopla en la oreja que la culpa la tiene el que le pasa el agua y le pone el banquito al final de cada round. Y allá irá el analfabeto, a dirimir un conflicto inexistente con el sujeto equivocado mientras el verdadero agresor disfruta por partida doble.
c.-El analfabeto político concibe al mundo como un conjunto de oposiciones binarias. Dueño de un irreductible maniqueísmo mide la realidad con el barómetro de lo blanco o negro. No hay medias tintas ni atenuantes. Solo que los bandos no surgen de su análisis sino que provienen del sentido común que el analfabeto se apropia y ejecuta. Puede cambiar de bando con una velocidad asombrosa y no verá en esa mutación ningún problema, en tanto le digan que ese giro dramático es legítimo porque el mundo es sasí ¿vistes?
A veces el analfabeto político toma decisiones correctas por motivos equivocados. En esta coyuntura tal situación es poco deseable, dado que el analfabeto es por definición, un converso instantáneo. Como sus convicciones son epidérmicas (que no es lo mismo que superficiales) no sufre por esos bruscos cambios de rumbo. Es un error pedirle coherencia, porque su coherencia es estar en línea con lo que debe opinarse.
d.-El arte es para el analfabeto político lo que le dicen que es arte. Ni más ni menos. No tiene opinión propia sobre música, pintura, literatura, escultura, etc. Tiene las opiniones que hay que tener y basta. Y cuando lo apurás usa el argumento por excelencia en estos casos “-Sobre gustos no hay nada escrito ¿no?” como si con esa postura cerrara la discusión impidiendo el análisis estético.
Esta mutilación de la sensibilidad no es un dato menor, dado que el analfabeto político tiene recortada su capacidad de exploración del mundo a través del arte. Exploración que implica siempre ponerlo en cuestión, dudar de su validez, interrogarlo, dinamitar sus certezas, expandir los límites de lo posible.
Como no puede hacerlo, como no quiere hacerlo, porque “no es lo mío”, porque no se le frunce, descalifica esos esfuerzos y se conforma muy conforme con la cultura prefabricada que le otorga cierto sentido de pertenencia y que tiene escalafones: digamos, si quiere parecer popular citará a Arjona pero si desea posar como aspirante a intelectual usará a Sabina o a los Tres Tenores.
No le hace falta más. Con eso alcanza y sobra.
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Conclusión che, no seas pesado:
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A lo largo de estos cinco días nos hemos adentrado en la descripción del analfabeto político. Sin la pretensión weberiana de establecer tipos ideales, diré que estas características no se dan en estado puro, aunque algunas veces sí. Y además, muchas veces hemos ingresado con patas y marulo, en el terreno del analfabetismo político por error u omisión. Sirvan estas torpes reflexiones para evitar la tentación.
Nos vimos.
Nos vimos.
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3 comentarios:
Todo muy bonito pero, ¿sabe qué?, a mí no me engaña, y tengo la ciencia de mi parte, ¿se acuerda de la nafta sintética nazi?, se acuerda que la fórmula, después de 1945, los yanquisn la guardaron bajo 7 llaves?.
Ahí tiene la refutación a sus teorías subversivas.... la nafta está, usted es el que no quiere admitir las verdades de la sabiduría popular made by billiken.
Claro, hay un problemita, el carbón es menos abundante que el agua de mar, pero bueno, hay que cambiar prioridades, dejamos de producir tetas sintéticas y hacemos nafta y chau (como que suspendemos el fútbol para todos y con eso le pagamos el 82, el 98% a los jubilados, no?.
La cencia, Dormi, la cencia es la clave, ríndase...
Ram:
Me falta lectura del Reader´s Digest a mi.
Es que me da por esos libros pesados en donde los tipos hablan en dificil.
Un poco más de "Muy Interesante" y listo...
Estuvo muy buena la serie.
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