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MITOLOGÍA ANALFABETA
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El analfabeto político sostiene varios mitos a la vez que le dan forma a su particular mirada del mundo. Veamos algunos (ya que abordarlos a todos y cada uno sería largo y tedioso).
a.-El mito de la perpetua inocencia: el analfabeto político ha decidido excluirse unilateralmente de cualquier responsabilidad sobre la situación política-social-económica de su país. Como el sujeto que se pone por fuera de la sociedad y nunca se considera parte del asunto que describe Norbert Elias, nuestro analfabeto se extradita de la responsabilidad que le cabe por ser parte de esa red compleja de interdependencias llamada sociedad (adviértase que se usa la palabra “responsabilidad” y no “culpabilidad”). Por efecto espejo, siempre actúa el papel de víctima, nunca el de victimario. Y como víctima reclama derechos no reconocidos o que no se hacen efectivos, pero nunca admite tener responsabilidades de orden público. Su compromiso con el entorno político se limita a depositar un voto en la urna cada cierto periodo de tiempo.
Si se le reclama participación reacciona indicando que no se mete en política, que la política es una porquería, que es apolítico, que ¿para qué? Pero si hay alguna crisis, reclama participación.
Se proclama dueño de una decencia a prueba de balas y no considera que sus actos tengan algo que ver con la corrupción. Por ende, la corrupción siempre está en otra parte y lo perjudica. Nunca se reconocerá actor de algún acto de corrupción y mucho menos, admitirá responsabilidad por ello.
b.-El mito de la infalibilidad: este mito deriva del anterior, el analfabeto político no efectúa autocrítica alguna. No es que piense que nunca se equivoca, sino que disculpa de antemano sus metidas de pata amparado en una nebulosa equivocación estructural que lo apaña y asegura impunidad. Si todos nos equivocamos yo no me equivoqué, sería el resumen perfecto. No es capaz de advertir su impronta en los procesos colectivos.
c.-El mito del estado enemigo: como consecuencia de los dos mitos anteriores, el analfabeto político piensa que el estado es su enemigo. Nunca se pensará como parte del estado. Por lo tanto se exime de cualquier responsabilidad en el cuidado de lo público (que considera “propiedad” del estado del que él, supone, no forma parte). Confunde con total impudicia gobierno y estado, por eso no cree que esté mal engañar al estado evadiendo impuestos, obteniendo beneficios que no le corresponden, etc. Porque el estado, que ha confundido con administración, lo persigue o él supone que lo persigue cuando lo conmina a cumplir sus obligaciones (obligaciones que él considera, no tiene).
Sus acciones cotidianas son una evidencia de la vigencia de este mito en tanto atenta contra lo público cotidianamente y no cree que tal cosa esté mal, total, que pague el estado.
Como corolario de los tres mitos, diríamos que el analfabeto político reclama, siempre, beneficios. Y nunca reconoce tener obligaciones porque siempre se pone por fuera y a distancia de la sociedad en la que vive, de los sujetos con los que comparte esa red de interdependencia y de la dinámica colectiva que debe satisfacerlo pero sin reclamarle esfuerzos.
a.-El mito de la perpetua inocencia: el analfabeto político ha decidido excluirse unilateralmente de cualquier responsabilidad sobre la situación política-social-económica de su país. Como el sujeto que se pone por fuera de la sociedad y nunca se considera parte del asunto que describe Norbert Elias, nuestro analfabeto se extradita de la responsabilidad que le cabe por ser parte de esa red compleja de interdependencias llamada sociedad (adviértase que se usa la palabra “responsabilidad” y no “culpabilidad”). Por efecto espejo, siempre actúa el papel de víctima, nunca el de victimario. Y como víctima reclama derechos no reconocidos o que no se hacen efectivos, pero nunca admite tener responsabilidades de orden público. Su compromiso con el entorno político se limita a depositar un voto en la urna cada cierto periodo de tiempo.
Si se le reclama participación reacciona indicando que no se mete en política, que la política es una porquería, que es apolítico, que ¿para qué? Pero si hay alguna crisis, reclama participación.
Se proclama dueño de una decencia a prueba de balas y no considera que sus actos tengan algo que ver con la corrupción. Por ende, la corrupción siempre está en otra parte y lo perjudica. Nunca se reconocerá actor de algún acto de corrupción y mucho menos, admitirá responsabilidad por ello.
b.-El mito de la infalibilidad: este mito deriva del anterior, el analfabeto político no efectúa autocrítica alguna. No es que piense que nunca se equivoca, sino que disculpa de antemano sus metidas de pata amparado en una nebulosa equivocación estructural que lo apaña y asegura impunidad. Si todos nos equivocamos yo no me equivoqué, sería el resumen perfecto. No es capaz de advertir su impronta en los procesos colectivos.
c.-El mito del estado enemigo: como consecuencia de los dos mitos anteriores, el analfabeto político piensa que el estado es su enemigo. Nunca se pensará como parte del estado. Por lo tanto se exime de cualquier responsabilidad en el cuidado de lo público (que considera “propiedad” del estado del que él, supone, no forma parte). Confunde con total impudicia gobierno y estado, por eso no cree que esté mal engañar al estado evadiendo impuestos, obteniendo beneficios que no le corresponden, etc. Porque el estado, que ha confundido con administración, lo persigue o él supone que lo persigue cuando lo conmina a cumplir sus obligaciones (obligaciones que él considera, no tiene).
Sus acciones cotidianas son una evidencia de la vigencia de este mito en tanto atenta contra lo público cotidianamente y no cree que tal cosa esté mal, total, que pague el estado.
Como corolario de los tres mitos, diríamos que el analfabeto político reclama, siempre, beneficios. Y nunca reconoce tener obligaciones porque siempre se pone por fuera y a distancia de la sociedad en la que vive, de los sujetos con los que comparte esa red de interdependencia y de la dinámica colectiva que debe satisfacerlo pero sin reclamarle esfuerzos.
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6 comentarios:
No, no y no. No, usted a mí no me engaña; se larga a opinar de supuestos "analfabetos políticos", omitiendo (porque no le conviene, claro) considerar los méritos de esos que insidiosamente llama analfabetos.
Sepa usted, jovencito, que la gente meritoria, de valor, no necesita "alfabetizarse" en esa cosa fea, desagradable y sucia llamada política (Aaaajjjj!!) que solo sirve para mantener vagos.
Primero seamos buenos, esforcémonos y hagamos las cosas bien, después y sólo a partir de nuestro laburo fecundo y creador, podrá derramarse algo, alguito, para las razas, clases, seres, inferiores que, esos sí están muy "alfabetizados" en política, esa porquería que les permite vivir sin laburar como uno.
legrand, mirta (de regreso)
Y sobre todo el analfabeto político es el único, el único que trabaja, el único que paga impuestos, el único que cumple la ley, el único que la tiene clara, el único.
Ram:
Cierto.
La famosa gente decente de la que todos tenemos que aprender.
Soy muy ladino yo.
Iris:
Si, la famos aúltima coca cola del inmenso desierto.
Todos los demás estamos equivocados.
En la antigua Grecia les decían idiotas.
Muy buenos los mitos! Si me permite, podría intentar agregar un matiz en el item de la infalibilidad: Jamás reconoce dificultad intrínseca en ninguna tarea. Por ejemplo, en problemas de gran complejidad como inseguridad o inflación, presupone que existe una solución inmediata, pero que el obcecado que se encuentra a cargo del gobierno es incapaz de percibir. Si lo apuran para que la enuncie, entonces se refugia en el mito de la perpetua inocencia o recurre a algún tópico...
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