viernes, 27 de noviembre de 2009

El regalo



Cerré los ojos, como ella me dijo. A mis 9 años, era fácil hacer caso a mamá cuando sabía que se venía una sorpresa. Esperé ansioso nuevas órdenes, desesperado, luchando por desobedecer al impulso que me ordenaba hacer trampa, abrirlos un poquito, aunque sea uno, para espiar el regalo venidero. Sinceramente, y ahora, a la distancia, confieso que creí que luchaba en vano, porque siempre me pasaba: hacerle caso a mamá no significaba hacer lo que ella decía, sino hacer lo que yo quería sin que se enterase.
Pero cumplí, por esa vez cumplí. Dejé los ojos completamente cerrados hasta que mamá me dio la orden de abrirlos. Creo que tuvo mucho que ver el estado en el que me agarraba: las paperas me tenían con la cara hinchada, el cuerpo dolorido y los huevos llenos. Estaba derrotado, podían hacer conmigo lo que quisieran: me abrazaban, me tapaban, me prendían y apagaban la luz y me traían el desayuno y el almuerzo a la cama. Y yo nada.
Ahí acostado, ahí sentado, padeciendo la enfermedad, pero sobre todo el aburrimiento. Hasta en algunos momentos llegué a pedir ir al colegio.
Por eso, y pese a estar casi desahuciado tuve la lucidez de pensar que era el momento justo para pedir el Sega Génesis. Hacía un año que había jugado por primera vez y era una sensación de éxtasis similar a la que podría haberme producido ser el 9 que se parase adelante de Gorosito y Silas o cantar un tema en un hipotético segundo regreso de Serú Girán. O mucho mejor: el FIFA 96 era el juego que más me permitía acercarme a ser, por ejemplo, no sé, Sergio Vázquez. O Fabián Basualdo. Jugar el Mundial con la Selección Argentina. Ser Gabriel Omar Batistuta, el goleador de la Florentina, la figura del Calcio. Y si me cansaba de la fama del futbolista, podía convertirme en un personaje de un cómic, que entre viñeta y viñeta, se hacía amigo de una rata, detonaba bombas y peleaba con mutantes, no sé con qué objetivo, porque el texto aparecía en inglés, pero ¿qué importaba?
Así que pensaba todo el tiempo en eso, en el Sega Génesis. Mis viejos ni siquiera me decían que no. Sólo atinaban a responderme: “pero si ahí tenés el family y no jugás nunca”. Ellos no entendían. El family game, a esa altura de la historia del desarrollo tecnológico se había convertido en una consola que generaba sensaciones análogas a tocar las maracas en un tema de Montaner. O jugar un picadito con Lalo Maradona. Eso, el family game a esa altura era el Lalo de los Maradonas. Pero que iba a entender mi viejo. La única forma de conseguir que me compren el Sega era por medio de la lástima. Tenía que ser artero y preciso, pegar donde duele y en el momento justo. Agarrarlos con la guardia baja y derrotarlos para siempre. Porque en ese momento yo creía que nunca la humanidad iba a poder superar el nivel de realismo y el desarrollo gráfico del Sega Génesis. Por eso esa pelea que yo estaba dando era tan importante. Se jugaba mi futura identidad: Silas o Lalo.
Así que en un momento llegué a sentirme casi seguro: cuando abriera los ojos, iba a tener mi nuevo Sega en las manos. El corazón me latía rápido y fuerte y creo que las manos me temblaban de la emoción. Me acuerdo la fuerza que hacía para cerrar los ojos. No sé cuanto tiempo habrá pasado entre que los cerré y los abrí pero para mí fueron más de 20 minutos, aunque seguramente no hayan sido más que 2. Estaba a punto de llorar. No de la emoción, sino de la fuerza que estaba haciendo. Y en ese momento mamá dijo:
- Bueno, ya podés abrir
Lo hice desesperadamente, como cuando me dejaba levantarme de la mesa después de un rato largo de discutir y esperar a que los demás terminen. Abrí los ojos y estiré las manos para agarrar la caja que ella me había traído. La caja del Sega Génesis era rectangular, más bien chata, me acuerdo bien que lo había visto en un negocio a la vuelta del colegio. Y la caja que traía mi vieja, acompañada de su sonrisa era un cuadrado perfecto, de unos veinte por veinte, digamos. Ahí empecé a dudar: ¿Y si no es el Sega? El corazón me latía mucho más fuerte todavía y no sé si no me habría subido la temperatura. Pero no, me dije, qué otra cosa puede ser. No era posible pensar que mi mamá hubiera armado todo ese espectáculo para algo que no fuera el Sega. Otro family no podía ser. Era el Sega. Me apuré a abrir la caja y la vi, ahí, tan estática, pequeña, indefensa, tan despreocupada. Ese caparazón con texturas, esas patas rugosas, y la cara, sobre todo me acuerdo eso: esa cara de tortuga que sólo una tortuga puede tener. Miré a mi mamá, no sé con que cara, supongo que estaría desfigurado, porque me parece que se asustó. Supongo que tendría los ojos rojos de ira, la baba cayendo de la boca jadeante y estaría haciendo ruido a algo o algo así, porque en seguida me preguntó, casi con miedo: “¿Qué pasa, no te gusta? Es una tortuga”. Claro que era una tortuga, qué mierda iba a ser. Tiré la caja y la tortuga al piso y me volví a la cama. Mi vieja empezó a gritar que cómo tiraba así al animal, que cómo le hacía ese desprecio, que no me tendría que haber comprado nada. No, nada no. Era el Sega Génesis, ¿a ver si nos entendemos?
Ayer, cuando cumplí 22 y mi vieja se apareció en mi pieza con la caja rectangular, esta vez sí, no tuve dudas. Me paré con mucha calma, y me acerqué mirándola a los ojos, que ví tan brillosos como la vez que me dijo que iba a tener un hermanito. Se acercó hacia mí y me dijo: “tomá, felíz cumpleaños, que lo disfrutes”. Creo que hasta la pelotuda de manuelita que, obvio, todavía vive (y seguramente nos vea morir a todos) percibió la emotividad del momento y detuvo su andar. A mí también se me llenaron los ojos de lágrimas, rompí el papel y ahí estaba. El puto Sega Génesis. El que tanto me había costado conseguir. El que venía deseando desde hace casi catorce años. Y de yapa, con el FIFA 96. Tanto pedirlo, tanto mirarlo, tanto jugarlo de prestado, si hubiera sabido que era tan fácil, si uno tuviera la fórmula, que simple y feliz sería la vida, que contento hubiera estado de saber que para que me regalen el Sega, tenía que pedirles la play 2…

9 comentarios:

vae dijo...

Excelente!!

DOLORES FUENTES dijo...

A MI ME paso igual casi lo mismo, yo queria unos rompecabezas de 600 piezas cada uno y no me los compraban. entonces cuando me operaron de apendice, mi mama me dijo que tenia algo para mi, y salte de alegria porque pronto iba a armar esos deseados rompecabezas , pero nooo... me regalaron una tortuga, siii te lo juro yo tenia 11 años y la loca no se si vive porque se la regale a un albañil para su hijito, jajaja, que barabaro eh, la cosa que junte moneda por moneda y me compre los rompecabezas y me los arme a los cinco eh, aun los tengo, BESITOSSS

José Pepe Parrot dijo...

Haciendo algo de arqueología, cuando yo tenía nueve años, ponele, quería un coso que se llamaba "Joe El Temerario" que era como un muñeco de comic (http://sp5.fotolog.com/photo/53/47/125/rebobinando/1214231540150_f.jpg).
Yo tenía la idea de combinarlo con un auto en donde, yo pensaba, entraba justito como para piloto.
Lo pedí, lo pedí, lo pedí. ¿Y qué me trajeron? No che, una tortuga no.
Una caja de Rasti.(http://3.bp.blogspot.com/_OgtwVSioMPE/SPH5vHR_tYI/AAAAAAAABrU/gALx89tz-kc/s400/rasti.jpg).
No le dí pelota más o menos por una semana. Quedó ahí la caja medio de soporte de otras cosas, hasta que por curiosidad la abrí y me entusiasme. Igual, nunca dejé de querer El Temerario.
Y no me enfermé como para reclamar el juguete che.

Ringo dijo...

Dolores: a mí nunca me pasó en realidad, pero que mierda de regalo la tortuga. Porque aparte tiene mayor esperanza de vida que uno mismo, es como que uno es la mascota de la tortuga...
Dormidano: Que grosso, Joe el Temerario, andá a saber cuánto costaba ese muñeco que te fueron a comprar los rastis...

Anónimo dijo...

Es que con el mayor de los respetos por Darwin, Noé, Maria Elena Walsh, los ciudadanos de Pehuajó... qué animal de mierda la tortuga!!
Es toda tan desmotivante que obvio nadie la bautizaría con otro nombre que Manuelita...
Creo que lo más util que hizo esa especie alguna vez fue aparecer en la célebre frase "se le escapó la tortuga" (!!)

A mi me pasó que tenía la Comodore 64 con el "dataset" osea el pasacasette para cargar juegos. Un día un amigo de mi hermano mayor decidió heredarme su disketera de Comodore y más de dos cajas de zapatos llenas de juegos en diskettes de 5 1/4 (de esos grandes y flexibles).
Cuando me llegó el momento de hacer mi sueño realidad y conectarla para empezar el deleite tecnologico estaba yo tan sobre excitado que la enchufé directo a la pared. La disketera encendió su lucecita verde y al instante dejó de funcionar para siempre.
La quemé. La hice cajeta.
De ahi en más solo sirvió para estorbar en mi placard y ocasionalmente caerseme intempestivamente en la cabeza, como si quisiera remarcar una de las primeras frustraciones de mi hasta entonces corta vida.

Hoy, cada vez que veo la publicidad en la que el pendejo le pregunta a su mamá "qué es frustración?", después de jugar a las respuestas obvias en las que la madre contestaría "frustración es cuando tu papá se baja los pantalones", me acuerdo de ese microsegundo en que casi casi casi tuve disketera...

Salud!

Ale dijo...

Más allá de la frustración de recibir una tortuga (creo que no hay mascota más fea que una tortuga, porque los jilgueros cantan por lo menos)... me quedo pensando en mi párvulo que a diario y desde su cumpleaños, en enero de éste año (tiene 10 años) juega con su Play 2, pero todos los días sistemáticamente pide la Nintendo Wi (ni se como se escribe... y ésta madre no puede satisfacer esa demanda, menos éste año que vino flojito de laburo, no, no, y no.... eso si tengo claro que no le voy a regalar una tortuga.
Me encantó su cuentito Señor Ringo.
Besitos

Ringo dijo...

Geniodos: es así, un animal de mierda. Buenísima la historia de la disketera.
Ale: mientras no le regales la tortuga, todo lo demás es aceptable.

Anónimo dijo...

Pero que barbaridad!! Tengo que venir a este espacio a reivindicar la tortuga como amorosa mascota??
Que cosa, che!! Tengo también una historia de regalo con tortuga pero al revés.
Yo tenía una mascota que se llamaba Euclides (mi vieja era profe de matematicas, y se la habian regalado a ella). Eucli era maravillosa y aunque me miren como a una loca, ella venia cuando yo la llamaba y escuchaba todas mis cuitas pre adolescentes.
Hasta que alguien le dijo a la "cientifica" de mi vieja que la tortu traia mala suerte y entonces realacionó no se que cosa que nos pasaba - algun problema economico quizás - con ella y ¡la regaló!!
Todavía la extraño y por cierto aun no he perdonado a mi vieja.
Aguanten las tortugas!!

Sugus

Anónimo dijo...

Yo todavía tengo la consola Génesis, con un par de joysticks pero no anda el transformador, creo.
Asì que hace poquito, encontré un emulador para Linux y le doy al Fifa 95. Qué gran juego!

Muy buena la historia del dataset.