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viernes, 15 de mayo de 2015

IMPUNIDAD Y SOBERBIA

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Cada vez que el fútbol argentino propicia un muerto aparecen los sacerdotes de las vestiduras arrancadas para despotricar en contra de ésto y aquello. Como si la violencia en el fútbol hubierna nacido en ese momento y no fuera un perverso dispositivo que se alimenta de sangre, terror y asesinatos varios. Una pequeña reseña del año 2015, solo del 2015, nos muestra que el asunto peina largas canas (ups).
Cuando uno mira y revisa la lista de víctimas de la violencia en el fútbol argentino desde 1939 hasta 2013, comprende que el asunto viene de muy atrás y antes que nada, indica que poco se hizo y se hace para cortarlo de cuajo y erradicarlo de las canchas de una buena vez por todas.
Dos palabras me vienen a la cabeza: impunidad y soberbia.
Solo con impunidad pueden hacer lo que hacen. Y solo con soberbia se puede justificar lo que se hace.
La impunidad proviene de un entramado de relaciones non sanctas entre fuerzas de seguridad, barras bravas, punteros y dirigentes políticos. Porque para que un tipo o tipos tengan manos libres para hacer más o menos lo que quieren sin que nadie diga esta boca es mía es necesario que los ojos (multiplicados por cámaras hasta en el inodoro) miren para otro lado. Y además, que si alguien llega a ver lo que no tiene que ver, exista una instancia que diga que el sol no sale todos los días.
Esa articulación que proporciona impunidad se logra con negociados como éste en donde la connivencia entre el entonces presidente de Boca, Mauricio Macri y el Rafa Di Zeo permite obtener beneficios económicos varios (obsérvese en el artículo que es del 2009, el papel de Angelici que era tesorero de Boca en ese momento). O las hazañas de Angelici y la barra brava que van más allá de verse en la cancha.
O la anuencia o complicidad entre el presidente de Independiente, Hugo Moyano y la barra brava de ese club, que queda probada en esta nota.
¿Es necesaria mayor evidencia? Hay, pero sería larga de enumerar y como muestra bastan esos botones.
Y los botones pertenecen a varios clubes, no solo a Boca.
A eso me refiero cuando digo que hay un entramado complejo entre fuerzas de seguridad, dirigentes y barras bravas en donde se cocina la impunidad con la que estos tipos siguen haciendo lo que hacen.
Y la soberbia: la soberbia (que se extiende, ponele, a la resistencia a usar dispositivos electrónicos para constatar situaciones conflictivas en el juego, cosa que otros deportes hacen porque nadie es perfecto excepto que sea árbitro de fulbo y sanseacabó) que sirve para justificar con discursos vacíos lo que ocurre a la vista de todos y la paciencia de los cómplices.
Pocas veces escuché a un dirigente de fútbol practicando la autocrítica. Recurren a los lugares comunes, que vamos a trabajar para ésto o para aquello, un grupo de inadaptados, esto le hace mal al fútbol, etc., pero todo sigue como antes y empeorando.
Y en rigor de verdad, tampoco he escuchado a los hinchas de fútbol haciendo autocrítica, desmenuzando al fútbol tal como se hace con otros temas más trascendentes. Parece que el universo fulbo es impermeable al análisis. Ser "hincha" de un club implica una dosis nada despreciable de fe, de confianza ciega. Y esa confianza ciega impide la reflexión y a su vez, propicia adhesiones inexplicables a situaciones que merecen repudio, cuando menos.
Confieso mi impotencia en este punto.
Hay aquí un nudo gordiano, en donde se atan la ceguera de los hinchas y la impunidad y soberbia descriptas al comienzo. Lo que nos deja un universo que se autocomplace en su excelencia y justifica todo lo que ocurre con un gesto de displicencia o un categórico "es así" que subraya el componente conservador y reaccionario que campea en el universo fulbo.
Y los nudos gordianos, como dice la mitología griega, se cortan de un tajo.
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Bonus Track: La AFA tiene síndrome PRO. Ellos no son responsables de nada. Porque el partido suspendido se jugaba en Namibia. Y en el mismo bolso poné a Orión que objetivó la complicidad jugadores-barra brava. Que lindura ¿no?
Añado, la poca repercusión de este post y la falta de comentarios no hace más que reafirmar lo que dije acerca de la imposibilidad de pensar el fútbol por encima del dogmatismo del fanático. Espero que me desmientan.