Es así: llega una camioneta amarilla, bajan trabajadores que a toda velocidad montan un placebo blindado y distribuyen a los francotiradores de la Gendarmería que siempre acompañan estos esfuerzos cívicos.
Luego un segundo equipo baja a los funcionarios de una combi con vidrios polarizados, los rodea conformando un escudo humano, van hacia la plataforma y suben al elegido, encienden el micrófono, vigilan el entorno para cuidar al orador a lo largo de los tres minutos interminables del discurso y luego, como el equipo de seguridad de POTUS, llevan a los mencionados funcionarios a la camioneta blindada y parten raudamente a la seguridad de algún country vecino.
Todo esto ocurre ante la sorprendida mirada de un jubilado que había sacado a pasear a su cuzquito que -ajeno a toda la parafernalia- descarga un sorete notable sobre la fría indiferencia de las baldosas de la plaza.
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Es que los aman profundamente
Por eso los quieren ahogar en cariño