miércoles, 25 de septiembre de 2013

DÍA INTERNACIONAL DEL EJÉRCITO ARGENTINO

1.-Jamás le diría a un cirujano cómo realizar una operación a corazón abierto, mucho menos acometería semejante tarea. De la misma forma nunca aconsejaría a un ingeniero acerca de los cálculos que realiza sobre la resistencia de los materiales destinados a la perforación de un pozo petrolero, ese trabajo excede mi capacidad y formación. Diseñar un edificio, proyectarlo, transmitir esas ideas a planos y maquetas es algo para lo cuál no estoy preparado y no tengo ninguna autoridad para opinar sobre el trabajo del arquitecto, a lo sumo el edificio, casa o puente me puede gustar o no, puede gustarme o no la escuela arquitectónica a la que pertenece, pero no puedo decir mucho más.
¿Y esto por qué? Porque no soy médico, ingeniero o arquitecto. No tengo la competencia profesional requerida para asumir la tarea de cualquiera de ellos y mis opiniones serán necesariamente las de un lego (con menor o mayor fundamento, pero lego al fin)
Entonces: ¿por qué los profesionales antedichos y varios más encaran la docencia sin contemplar el simple hecho de que no han recibido formación profesional para ejercerla? La docencia, la educación formal y sistemática no es una actividad simple, que se pueda acometer sin más pertrecho que una sólida formación intelectual. Esta última es un requisito fundamental, pero por sí sola no alcanza. Cualquier sujeto que desee enseñar debe aprender cómo se enseña, dado que la docencia requiere una formación particular que contempla el desarrollo de habilidades específicas que son fundamentales para más o menos acertar el vizcachazo.
No es soplar y hacer botellas. Pararse delante de un pizarrón y desarrollar un tema es apenas una parte del asunto. Hay mucho más en danza. Y quien esté dispuesto a dedicarse a la docencia, incluso parcialmente, debe saber cuál es el alcance de sus aciertos y errores.
También el docente es un profesional. Y la docencia como disciplina implica el despliegue de una serie de herramientas y recursos que el educador tiene que manejar para llevar adelante su trabajo. Y hay que aprenderlas y aprender a enseñar.
2.-El docente, le guste o no le guste, está en la posición de un intelectual. Su tarea es intelectual. Entonces, además de saber cómo enseñar (técnicas, herramientas, recursos, etc.) debe poseer una sólida formación intelectual. Formación que es, como se dijo anteriormente, un requisito fundamental pero que no le alcanza dado que deberá seguir capacitándose y formándose en el ámbito intelectual siempre, al menos mientras sea docente, dado que el mundo cambia, los alumnos cambian, los paradigmas cambian y la forma de enseñar y lo que se enseña necesariamente tiene que acompañar estos cambios (y quizás hasta anticiparlos).
El docente, cualquier docente, de cualquier área o materia, no puede darse el lujo de dormir sobre sus primeros conocimientos. De la misma forma un docente está obligado a prescindir del sentido común, de la pseudo-ciencia, tiene que tener un criterio analítico entrenado, capacidad crítica, una mirada que vaya más allá de lo evidente, que pueda reelaborar la cultura de masas que transita por los medios adudiovisuales. Porque como intelectual tiene que enseñar a los alumnos a indagar el mundo, aprehenderlo, renunciando a los lugares comunes y frases hechas. Tiene que poseer, entre otras cosas, un sentido estético desarrollado, ejercitado en la apreciación de objetos artísticos de cualquier soporte: pintura, música, cine, escultura, literatura. El docente tiene la obligación de estar más allá, de ser más profundo,  más incisivo, más analítico que el resto de los sujetos, porque nadie puede guiar a alguien si está aquejado de ceguera.
Si alguien puede perpetrar un afiche que dice "Día Internacional del Ejército Argentino" (caso absolutamente real) y ponerlo en la entrada misma de un colegio a modo de cartelera diré que estamos mal y que vamos peor.
...
Epílogo:
La educación está en crisis. Eso no es malo. Significa que se mueve. El problema es cómo se resuelven estas crisis. Ahí está, si me permiten, el meollo del asunto.

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