Ayer, por circunstancias que aún se tratan de establecer, tuve que viajar en una combi desde Capital hasta Adrogué. El camino de vuelta a casa estaba bastante liviano, cosa que contrastaba con la frenética huida de ciudadanos que volvían a la ciudad de la furia luego de una feliz natividad del señor, etc.
Por tanto, la demanda de un lugar en una combi desde donde fuera hacia la ciudad era alta, perseverante y desesperada.
La evidencia de esa demanda insatisfecha era la velocidad que desarrollaba el móvil en el que viajaba, presteza que obedecía a la muy humana necesidad de llegar de nuevo a la base y volver a salir con una carga completa de atribulados festejadores. Por eso, en menos de treinta minutos, ya habíamos llegado a Lomas de Zamora.
Justo a esa altura, en una esquina, dos damas, jóvenes ellas, hicieron señas al transporte que frenó y por supuesto, las cargó a toda velocidad. Se veía que las señoritas estaban nerviosas por algo. Incómodas es la palabra.
El motivo de esa inquietud se reveló antes de entrar a Adrogué. Una de las mujeres le comentó al señor conductor que ellas habían abordado el vehículo en dirección hacia Adrogué en tanto los que pasaban en la dirección contraria no se detenían dada la ocupación total de los mismos. Ante esta coyuntura habían conjeturado que podían subir en una combi vacía y luego volver en ella, como quien se toma el subte B en Uruguay, llega hasta Alem y se vuelve en el mismo vagón para bajarse en Medrano.
El conductor, un “jubilado de SEGBA” según sus propios dichos, fue comprensivo y dijo que buscaría alguna solución para que pudieran volver en ese vehículo, evitando la bronca de las personas que esperaban en Adrogué en una paciente y larga fila.
A partir de este diálogo la charla entre chofer y pasajeras se tornó animada. El conductor, con esa preferencia por las peticiones de principio que aqueja a muchos sostuvo que “son una manga de vagos” porque no trabajan en navidad. En esta oración incluía a los choferes que no trabajaban ese día y a todos ya que estamos. Luego desgranó una perorata previsible acerca del valor del esfuerzo y “si querés algo tenés que laburar”, ensalzando su propio ejemplo como parte de las guardias rotativas de SEGBA: “¡Shabé la cantidad de navidades y años nuevos que me la tuve que pasá laburando!”. Y luego “-Lo quieren todo fácil, todo regalado, en mi época había que pelarse el culo”.
La verborragia del caballero se vio reflejada en la respuesta de una de las damas: “-Lo que pasa es que no quieren hacer las cosas bien, es eso nada más, con hacer las cosas bien y como se debe alcanzaría”.
Y más: “-Es una cuestión de honestidad y comprensión con los que usan el servicio, no se puede poner el interés individual por encima de la necesidad de todos”.
El tamaño de mis ojos ya había sobrepasado el del mítico huevo frito dada la flagrante contradicción entre el discurso y las acciones emprendidas por las pasajeras con la anuencia del jubilado.
Pero todo se cerró como en un paso de comedia cuando llegamos a la parada. Una de las señoritas le preguntó al chofer: “-¿Nos bajamos nosotras?”
“-No no” –dijo el conductor- “-Hablo yo, porque vamos a tener que mentir...” y afirmó “-Yo invento algo...”
Las pasajeras entonces se quedaron en la combi mientras una larga fila crecía delante del parador. Lo correcto, huelga decirlo, hubiera sido pagar el viaje, bajarse e ir a ubicarse al final de la cola en espera de un nuevo turno y volver a pagar el viaje de vuelta. Pero no: en oposición a lo que proclamaban “primerearon” a los que esperaban con la ayuda del autoproclamado honesto conductor, con lo que pensaron en ellas antes que en los demás, no hicieron lo correcto, no fueron honestas y quisieron y supongo, lograron, usar el camino fácil, cagando en ese acto a un montón de sus semejantes.
Lo peor, pensé para mi coleto, es que tanto las pasajeras como el chofer creen pertenecer a la mitad virtuosa del planeta, y obviamente por oposición, el resto de los mortales es una mierda que debería imitar su virtud.
Y lo seguirán pensando, pese a lo actuado. Y yo me seguiré preguntando los motivos de semejante contradicción, aunque los sospecho.
Pero dejo el interrogante abierto, quizás Uds. tenga alguna idea que no se me haya ocurrido.
No me gusta ser Casandra (versión 2023)
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Otro año interesante ,en el sentido de la maldición china,se termina.
Siempre me he considerado el nivel cero de la perspicacia. No soy buena
previendo aco...
3 comentarios:
"Y lo seguirán pensando, pese a lo actuado. Y yo me seguiré preguntando los motivos de semejante contradicción, aunque los sospecho"
"Efecto ideológico", sin lugar a dudas. No comprender que uno también habla desde una ideología determinada (que es justamente el momento en el que la ideología toma las riendas y de la peor manera ya que al no dar cuenta de ella simplemente no se puede dar cuenta de sus efectos) es un pasaporte seguro a incurrir en estos desaguisados.
Y no me cabe duda que están convencidísimos de que son virtuosos (el famoso ciudadanorespetablequepagasuimpuestoparaquelashhhhhegualorepartaentrelovago)
Cosmo:
En efecto, hablan desde una ideologçia, desde una moral muy particular y espesa, una mezcla peligrosa entre la ética del capitalismo y la moral en abstracto del catecismo católico.
Y no lo ven, no lo pueden ver o no lo quieren ver.
creo que debe ser una especie de déficit, una incapacidad de ser concientes de sí mismos... CONCIENCIA uf que palabrita!
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