jueves, 7 de junio de 2012

LA VERDAD DE LA MILANÉSIDA


En estos días tan contemporáneos en nuestra Argentina idem, está en boga quejarse del proteccionismo. Diversos "profesionales" de todas layas, comunicadores, intelectuales, diletantes y estafadores, protestan por las medidas proteccionistas y el coro de adulones (que nunca falta ni acá ni acullá) asiente al unísono, otorgándole entidad a las críticas que no son ni un poco bienintencionadas.
Los argumentos de los detractores se enlazan velozmente con la colonización pedagógica que nos inunda aún sin saberlo y como resultado tenemos a cientos de personas enojadas por que su gobierno (su, no tu) toma medidas proteccionistas.
Debo decir a esta altura que me joroba que las palabras de Jauretche en torno a la colonización de la sabiola sigan siendo válidas. Porque eso significa que seguimos ejecutando la danza que dictan los que tienen el chupetín por el palito.
Veamos:
Las economías del "Primer Mundo" prosperaron gracias a un expediente elemental, simple de comprender por cualquiera que consiga conectar una neurona con otra. Compraron poco (y a precios irrisórios) y vendieron mucho. Compraron materias primas sin elaborar (a mercados cautivos o semi-cautivos por obra y gracia de las oligarquías locales) y vender (casi siempre a esos mismos mercados) productos manufacturados, que, como se puede inferir, contiene valor agregado por los procesos industriales involucrados y la mano de obra consiguiente.
Para mantener ese esquema (la balanza comercial favorable, tal como le dicen, o sea, vender más de lo que se compra), recurrieron y recurren a mil y un artilugios. Tomán medidas que protegen su industria y su actividad agropecuaria. Y nadie pone el grito en el cielo por ésto más que los perjudicados. Si alguien quiere comprobar cuál es el tenor de semejantes medidas que intente vender en un país "desarrollado" algún producto manufacturado o semimanufacturado. Es más, que trate de vender sin más y todo lo que quiera productos agropecuarios a granel. Se encontrará con cientos de barreras que harán lento y engorroso el proceso o, directamente, lo impedirán.
El razonamiento es simple: si ingresan productos que se fabrican o producen en el país, se afectan los intereses de los industriales o productores locales. O sea, si se compra más de lo que se vende la cosa no funciona (en una economía capitalista, marco en el que estamos formulando estas perogrulladas). Por eso, incluso con los productos agropecuarios, esos países recurren al dumping, o sea subsidiar a ese sector para que la producción sea "competitiva" en el exterior (o sea, tenga precios más bajos dado que el Estado se hace cargo de muchos costos).
Por contrapartida, el discurso de esos países en el mundo es la promoción del "libre comercio". Por las buenas o por las malas intentan imponerlo dado que eso les garantiza mercados en donde vender. De vuelta, vender más de lo que compran. Y no hay ninguna contradicción entre lo que hacen en su propio país, blindarlo contra el ingreso de productos importados, y su abnegada promoción de la libertad de comercio que les permite colocar su producción industrial.
Ése es el "secreto" de su prosperidad y la fuerza motora de su capacidad industrial.
Ahora, este esquema tan obvio no puede ser reconocido cuando las mismas medidas se toman en nuestro país. Ahí emerge el colonizado que campea en el "sentido común" indicando que semejante curso de acción nos aisla del mundo.
Y ahí yo me enojo, sabelo.

1 comentarios:

Luis dijo...

Ay, mi viejo, cada vez que un nabo (mediático o no) se queja de 'estos populistas' espero que concluya con un "hay que hacer como en USA, che, cero proteccionismo a lo largo de su historia". Pero no, esa parte no la dicen, no se porqué.
Hasta Sarmiento, el querido prócer de la derecha rabiosa vernácula (sí, el mismo racista, genocida y sorete), cuando volvió del viaje por allá propuso industrializar en serio... y así le fue con Mitre y su pandilla. No han cambiado mucho sus herederos. Abrazo y feliz dia.