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La libertad de expresión es un camino de doble mano.
Por un lado diarios como Clarín, La Nación, Perfil y satélites pueden publicar lo que tengan ganas, lo que se les antoje las veces que deseen. Eso es perfectamente legítimo, es más, yo me liaría a sopapos con cualquiera para defender el derecho que tienen esos medios a decir lo que tengan ganas, lo que se les antoje las veces que deseen.
Por otro lado, esas declaraciones emitidas por los primeros pueden ser contestadas, refutadas, aprobadas, criticadas y todo lo que se les ocurra las veces que se les ocurra por los segundos, los aludidos por las declaraciones de los primeros, los denunciados por los primeros y así. Porque la libertad de expresión vale tanto para los primeros como para los segundos.
Y se la tienen que bancar ambos, porque la libertad de expresión está conformada por las dos posibilidades. De hecho, la ausencia de una u otra daría por resultado la no libertad de expresión.
Los medios citados al comienzo, "los primeros", estaban acostumbrados a decir lo que tenían ganas, las veces que se les antojaba cuando deseaban (y esto está muy bien) sin recibir a cambio ninguna respuesta: porque nadie se atrevía a contestarles, porque no convenía contestarles o porque no existía la posibilidad de contestarles. En ese sentido, la libertad de expresión no era tal, estaba mutilada y no escuché a ninguno de esos medios despotricando contra esa mutilación. Básicamente, porque la voz que se escuchaba casi con exclusividad era la de "los primeros".
Ahora las cosas han cambiado y a la libertad de expresión sin mutilar le llaman injuria, ataque a la prensa, atentado contra la convivencia democrática, etc.
Y dicen todo éso porque alguien les contesta y la respuesta se escucha.
Los que hemos recibido palos y gases en pos de conseguir la libertad de expresión nos alegramos por las dos cosas: por la posibilidad de que los primeros digan lo que quieran decir y por la posibilidad que tienen los segundos de contestar.
Amén.
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1 comentarios:
No se la bancan, Dormi. Están mal acostumbrados, a las costumbres de otra época.
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