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lunes, 5 de agosto de 2013

YO, LO QUE ES YO...



En estos días tan contemporáneos ha cundido la moda de la autoalabanza. ¿Cómo es éso? Alguien, uno, un sujeto, sujeta y/o, que ha obtenido algún tipo de reconocimiento por cosas trascendentes como la cerámica en frío o la búsqueda de tréboles de cinco hojas, decide nombrarse "ejemplo de vida".
Munido con las credenciales de la aprobación del sistema se coloca a sí mismo en el centro del cuento con moraleja, en donde la idem consiste en "Yo pude ¿vistes?" y desde ahí extiende su dedo de prócer para señalarnos, a los que somos simples mortales, la blandengue sustancia de nuestra voluntad.
Pero no se detienen en este punto, de ninguna manera.
Ahora él, símbolo de la potencia humana, comienza con las lecciones de vida que desparrama a los cuatro puntos cardinales a quien quiera escucharlo. Y tanto es el hechizo de su persona que incluso le pagan para que explique cómo cuernos pudo lograr lo que logró.
Nuestro yóico señalará sus virtudes y capacidades individuales, mentará el esfuerzo y los sacrificios, etc. Antes de cara oración dirá "Yo" y quizás también corone un argumento con otro "yo".
Nunca nadie escuchará al prohombre diciendo que él solo no hubiera llegado a ninguna parte. Porque su éxito contiene una enorme dosis de esfuerzo colectivo que nunca nadie reconoce.
Y ya puesto a teorizar sobre lo que no comprende o comprende y se hace el bobo, el sujetoide arremeterá contra cualquier forma política que no provenga de su culto al esfuerzo individual (que nunca es individual sino cada vez, colectivo).
Lo que deriva de este error podrá constatarse si uno sigue con atención y un antiácido la trayectoria de Miguel Del Sel. Para muestra basta un botón.

martes, 5 de junio de 2012

AÑOS DE SOLEDAD

...
¿Por qué son tan malos los libros de autoayuda?
Que estén mal escritos no es el problema, porque hay tanta mala literatura por ahí, que una mancha más al felino no le hace nada. No va por ahí el asunto.
Tampoco porque sean un rejunte de dudosas doctrinas esotéricas, malas conjugaciones de la palabra metafísica y leyendas de todos los pelajes misturadas en un solo paquete. Al fin y al cabo no he hecho más que describir un libro de Dan Brown.
No es un motivo que posean información científicamente irrelevante, datos no verificados, coordenadas históricas erróneas, interpretaciones sesgadas de doctrinas filosóficas basadas en la razón que terminan fundando argumentos mágicos. En cualquier libro de economía de corte neoliberal uno puede encontrar todo lo anterior y cosas mucho peores.
¿Entonces?
¿Por qué son tan malos los libros de autoayuda?
Porque te dejan solo.
Paso a explicarme, permiso:
Los libros de autoayuda se fundan en el supuesto de que todos los problemas del sujeto son individuales. Que se originan en su interior y se manifiestan en una mala adaptación al mundo. Incluso cuando los problemas se localizan en el exterior, la referencia es el individuo. La dirección es adentro-afuera. Lo que le ocurre, le ocurre a él y le ocurre por su culpa. Por cosas que no hizo, que hizo mal, que dejó de hacer o que no tiene pensado hacer. En eso se resume la fórmula mágica de esos libros. Y la solución, según los textos de autoayuda, también está en el interior del individuo (no "interioridad" que es un concepto más complejo y digno de crédito). De lo que se siguen al menos un par de conclusiones: si no resuelve "sus problemas" es porque no quiere y que él tiene esos problemas y otros no, porque los otros han hecho lo que él tendría que hacer para modificar ese interior molesto que lo condiciona. Entonces, un empresario exitoso es exitoso por sus condiciones internas y no por el mercado en el que se mueve. Un individuo no tiene "éxito" económico porque no aprovecha su potencial y no porque esté en medio de unas condiciones concretas de existencia que lo colocan en una posición y no en otra.
Al reducir los conflictos existenciales a encrucijadas interiores se pierde de vista la condición esencial de la humanidad: el sujeto es social. No vive "en medio" de una sociedad como sugieren los gurúes autoayudantes, vive "dentro" de una sociedad siendo él mismo producto y productor de una existencia articulada en forma colectiva. No es el centro de un universo, es uno de los nodos de una trama compleja que muta y reacciona constantemente (Norbert Elías). No posee unidad existencial en sí mismo, no agota su vida en su propia vida: su despliegue en el mundo es singular y colectivo. Es porque otros son. Existe con los otros.
Cuando la "autoayuda" le cercena al sujeto su condición social, le amputa su existencia y empobrece su horizonte. Empujándolo hacia su interior le quita el auxilio colectivo. Al envolverlo en una crisálida que lo aísla, lo hace vulnerable. Vulnerable porque ahí dentro es sólo un individuo cuyos problemas son sus problemas y arreglate solito y jodete.
Y sobre todo, la moral y ética de la autoayuda encubre la verdadera condición de los problemas que afectan al sujeto en tanto sujeto singular y colectivo. Le sacan presión a los verdaderos responsables, haciendo que el sujeto mire para otro lado mientras los lazos siguen apretándole el cogote sin que advierta que hay manos distintas a las suyas empuñando la soga que lo ahoga. Manos que ahora tienen una coartada. No son ellas las que lastiman, son las manos del lastimado.
En fin, y ante todo, el discurso de los libros de autoayuda es la coartada del sistema económico reinante. Desvía la atención y construye un universo paralelo en donde el sujeto se parece a el self made man que preconiza la cultura hollywoodense. Un tipo que sube y asciende en virtud de su esfuerzo y por contrapartida, si cae o no sube, es por no esforzarse lo suficiente.
Los libros de autoayuda empujan al sujeto a un mayor aislamiento. Rota la imprescindible trama social, pujando cada uno por trepar aunque sea aplastando la cabeza de los demás, otro hecho tiene lugar con la mayor premura: cuando el individuo cree que todo se debe a él y sólo a él, también da por sentado que el mundo social es inmutable. No lo cuestiona, se cuestiona a sí mismo en tanto su adaptación sea o no funcional a lo dado.
No hay mayor pesimismo que éste. Un pesimismo que a veces se confunde con felicidad en tanto el individuo se regocija de su adaptabilidad y la ensalza como el sentido común.
Un sentido común que no es más que la circulación del discurso ético del sistema dominante.
Los libros de autoayuda refuerzan esa circulación, la legitiman y transforman en una ley natural. Y el sujeto más que libertad encuentra nuevas cadenas para añadir a las que, por vivir en este sistema, cargamos a diario.