La oposición: esa cosa amorfa y oportunista que camina por el mundo despojada de argumentos y convicciones, oponiéndose con argucias patéticas y conceptos vacíos de contenido operativo.
Oposición que se siente (junto con una parte de esa gente que se ha tildado de decente) guardiana de la moral y las buenas costumbres, que mira al mundo desde una torre de autosuficiencia, señalando con el dedo y obedeciendo, ante todo, obedeciendo.
Porque si hay algo que no es la oposición es independiente. Y no hablo de disciplina partidaria. Hablo de obedecer a intereses que no son los que propalan como sanata permanente y que les interesan un soto. Se cagan en la democracia, se cagan en el pueblo, se cagan en el diálogo. Usan esas palabras para encubrir sus intenciones, las verdaderas.
Inútiles. Venales. Pueriles. Y les estoy haciendo precio.
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La única maniobra que deberían denunciar es su propia estulticia.
Pero no creo en milagros.
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