jueves, 31 de octubre de 2013

OPOSICIÓN XXX Y REPÚBLICA CACEROLA

Que la Corte Suprema haya declarado que la Ley de Medios es constitucional ya ha dado sus primeros frutos.
¿Cuáles?, me dirá el descuidado ciudadano que anda preocupado por la tormenta perfecta esa que prometen desde hace unos días.
Respondo:
El fallo de la corte ha terminado por derrumbar los últimos vestigios del simulacro republicano que guardaron hasta ahora la oposición y la república cacerola. Hasta justo antes que la Ley de Medios fuera declarada completamente constitucional, amparados en la esperanza de un fallo en contra de la normativa, mantenían con dificultad cierto pudor. Fingían, haciendo un esfuerzo tremendo, que todo lo que hacían era para defender las instituciones, la república, las leyes y cuanta excusa solemne anduviera por ahí.
Perdieron todo recato y pudor.
Ahora son decididamente pornográficos.
Golpeándose el pecho en actitud heroica se postulaban como los defensores de la patria, los que elevaban su voz para proteger y protegernos de las acechanzas comunistas, troscovitas, montoneras, zurdas, etc. Proclamaban (aún proclaman) su cerrada confianza en instituciones estáticas, de las que guardan una foto que no se condice con la dinámica de la sociedad. Confundidos en un nacionalismo católico que tiende a lo medieval, un liberalismo económico que apunta hacia los noventa y un conservadurismo político que pretende refundar nuestras insignes décadas infames, salieron a la calle, más o menos conservando los buenos modales (aunque más de una vez se les corrió la máscara civilizada y vimos el monstruo que guardan entre pecho y espalda).
Todo ese simulacro se derrumbó estrepitosamente, dejando al descubierto el odio visceral del que nunca abjuraron y, dicho sea de paso, las verdaderas intenciones que ocultaban enarbolando la Constitución como un crucifijo para exorcizar herejes.
Detrás de las palabrejas sin sustancia (diálogo, consenso, no confrontación, acuerdo, institucionalidad, previsibilidad, etc.) estaba -y ahora lo hemos visto a la luz del día- el anhelo profundo de tirar abajo un gobierno, a como de lugar.
Si, lo que ya habíamos señalado una y otra vez, confirmado por sus propios dueños: buscan destituir al gobierno porque no les gusta, promoviendo un golpe de estado por cualquier medio.
¿Evidencias?
Basta recorrer un rato el contenido de los “medios serios e independientes” (diarios, canales, radios) para encontrarlas sin demasiado trabajo. Políticos adictos que piden desde juicio político hasta resistencia civil activa, que guiñan el ojo a la cámara cómplice cuando desean de la boca para afuera la recuperación de la presidente, que tratan de corruptos a los jueces de la Corte Suprema (olvidando que los habían aplaudido cuando fallaron en contra del gobierno), que plantean escenarios destituyentes, que aguardan una sola oportunidad para retrotraer el mapa de los derechos sociales a los noventa, que defienden programas económicos similares a los que nos mandaron al tacho una y otra vez, que lanzan anatemas y amenazas sin control, prometiendo caos y destrucción. Los periodistas de esos mismos medios replican y aumentan las invectivas, amplificando y magnificando en cuanta ocasión tienen disponible el clima de intolerancia y, una palabra que les gusta mucho, crispación.
Denunciando la supuesta confrontación (que no es nada más que la política moviéndose y transformando la realidad) apuestan a convertirla en una lucha abierta, con muertos y heridos, preocupaciòn que comparte con Los Cacerolos. Cosa que también uno puede comprobar recorriendo algunas muestras en donde los exaltados piden rebelión armada, entre otras cosas.
De esa forma pretenden defender la institucionalidad, destruyéndola a balazos porque no les gusta ceder ni un tranco de pollo. Y con ellos, a su lado, al costado, atrás y adelante, los grupos de poder que tampoco quieren perder ni un ápice de sus privilegios y amparados y legitimados por la República Cacerola buscan destruir lo que no pueden conquistar mediante herramientas democráticas y, es importante decirlo, institucionales.
Y aquí llega la advertencia (porque, ya lo he dicho, estamos con los tapones de punta): quienes aspiramos a un país distinto (al menos eso, no discutiremos las condiciones que son motivo de otro texto) hemos recurrido a los caminos estrictamente legales e institucionales como corresponde. Lo que se ha obtenido se logró mediante los mecanismos previstos por la constitución y las leyes. Ni más ni menos. Claro que hubo presión en la calle, eso también es parte del juego. La respuesta a los excesos y, a esta altura, apología del delito que pone en acción la Oposición XXX y la República Cacerola fue respondida legalmente. Cuando se perdió una votación, se perdió y la solución fue y es profundizar la propuesta, seguir peleando por ella dentro de los cánones que proponen las leyes.
No hubo respuesta física a las agresiones que en las marchas cacerolescas se multiplicaron por miles, traspasando cualquier límite institucional. Ni siquiera una contramanifestación para poner las cosas en su lugar. Hemos salido a la calle a pedir y festejar, haciendo lo que dicen que no hacemos, no confrontar.
Las cacerolas han salido al asfalto, y con todo derecho, se han hecho escuchar. No hubo ninguna reacción más allá de las críticas, a esas protestas. Como corresponde, por otra parte.
Pero la legalidad tiene un límite. Justamente, la legalidad. La Oposición XXX y la República Cacerola no tienen que confundir (sería un grave error) la apuesta potente que hemos hecho canalizando los conflictos a través de los medios institucionales previstos con pasividad.
Le pifiarían fiero fiero.
Porque hay una muy buena porción de la sociedad que no está dispuesta a rifar lo que consiguió y muchos menos, perderlo a manos de una oposición irresponsable que está dispuesta a quebrar el orden institucional para lograr sus fines.
No se confundan.
Porque estamos dispuestos a resistir, si las circunstancias así lo requieren.
PD: Off topic. Hoy vi y escuché a muchos protestando por Jalogüen. Les recuerdo, parafraseando un twitt que leí ayer, que celebramos navidad morfando mantecol y con el viejito pascuero vestido en riguroso traje de invierno, frente a un pino nevado y chupando sidra y engullendo panes dulces plagados de frutas abrillantadas, almendras, avellanas, nueces y otras delicias para disfrutarse en climas bajo cero. Me dirán que esa tradición es más añeja y nos pertenece. Responderé que no, que no nos pertenece y que su vejetud no le otorga ningún privilegio.
Hay cosas más importantes para rasgarse las vestiduras.

miércoles, 30 de octubre de 2013

HACERME CARGO, HACERNOS CARGO

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El 24 de octubre de 1999 cometí uno de los errores más grotescos de mi corta aunque extensa vida: voté a Fernando de la Rúa y a la Alianza. Podría esgrimir como disculpa que en la otra vereda acechaban Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega, pero no, eso no es excusa. Pude haber elegido, como lo hice por mucho tiempo, una opción más acorde a mis convicciones, aunque Patricia Walsh y Altamira no las representaran cabalmente en esa elección (recuerdo que también andaba por ahí Cavallo y Armando Caro Figueroa y su Acción por la República, la tercera opción más votada, dicho al pasar para refrescar la memoria).
Yo voté a Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez.
Por tal voto me considero en parte responsable de la hecatombe del 19 y 20 de diciembre de 2001 (nótese que uso el concepto “responsable” y no “culpable”. Culpable es Fernando de la Rúa por los asesinatos de esos dos días y por otros más que aún son invisibles, aunque la justicia lo absuelva).
Optar por la Alianza, elevarla al rango de gobierno para el que no le daba el cuero, legitimar con mi voto (y el del 48,37 % del padrón electoral de ese año) la timorata mirada del país que pusieron en marcha, ejecutando pactos y enjuagues con los que terminaron de destrozar la vida de millones, poniéndole como frutilla al postre el llamado a Domingo Felipe Cavallo para que compusiera lo que él mismo había pergeñado, me hace responsable. No hay dudas sobre eso.
Y soy mucho más responsable porque conocía a los que votaba, uno por uno, prontuario por prontuario y sin embargo los voté.
Y es necesario ponerle el cuerpo a esa decisión y reconocer el error. Eso no me disculpa, pero por lo menos sirve para no tirar la piedra y esconder la mano. Que no es poco.
La miopía de mi voto y el de muchos, puso sobre los hombros de la sociedad la tarea de reconstruir lo que la demolición dejó por el piso, desmenuzado, pisoteado y escupido mil veces por los mismos que ahora, en la calle, reclamaban por la inexistencia del estado en el que se habían cagado graciosamente durante mucho más de una década.
Porque, también es imprescindible decirlo, nuestros errores políticos los garpan los que vienen. Los que van a tener que agachar el lomo para construir lo que nosotros dinamitamos montados en un analfabetismo político alarmante.
Yo me siento parte integrante de ese colectivo electoral que derrumbó lo poco que quedaba, dándole la oportunidad de gobernar a un grupo de políticos que no estuvieron (porque no estaban) a la altura de las circunstancias y cuyos únicos argumentos fueron profundizar el ajuste, reforzar el despojo y por último, sitiar a la población para disciplinarla.
Yo le cargué al país una mochila que aún resulta muy pesada. Le impuse a los que vienen detrás la necesidad de superar esa debacle, mi mala decisión los obliga a un sacrificio más, un yugo que no pidieron pero tienen que cargar (otra que cruz, que acá los males son concretos y pesan toneladas)
Hoy se cumplen 30 años de democracia ininterrumpida en Argentina.
Y pienso que todavía nos falta hacernos cargo.
Tomar absoluta conciencia del peso de nuestros errores.
Aún hoy la “gente” se resiste a aceptar que votando a Carlos Saúl I nos mandó al tacho, no una sino tres veces. Aún hoy la “gente” se resiste a aceptar que votar a Rico, Patti, Bussi, Cariglino, Biondini y siguen las firmas, es inmoral.
Y luego de arrojar su voto sobre el resto de la sociedad (porque las decisiones colectivas se las endosamos a todos) hacen como el mítico perro que volteó la olla y dicen, en el mejor de los casos, yo no fui (aunque la mayor parte de las veces ni siquiera responden).
Es hora, repito, de hacernos cargo.
Porque elegir determinadas opciones electorales es más que un acto cívico, es además, y ante todo, un hecho ético. Porque quienes le dan su confianza a alguien que apalea indigentes, expulsa ciudadanos, abandona escuelas y hospitales, demuele edificios históricos, etc., deciden que todas esas acciones no son reprobables, con lo cual fundan una ética, lo que no es moco de pavo.
Refrendar con el voto una retahíla de promesas vacías de contenido, lanzadas por un grupo de tipos que son un rejunte de lo peor que el país pudo producir, es un hecho ético. Porque al legitimarlos el elector en el mismo movimiento disculpa sus pasados, ese pasado que nos mandó redondamente a la mierda.
Y le cargan a las futuras generaciones la responsabilidad de la reconstrucción. Alegremente, sin despeinarse.
No sirve más hacerse el zonzo. Cada vez que metemos la pata la culpa la pagan los que vienen detrás, porque tendrán que abrirse paso en un mundo mucho más áspero y hostil.
Calculo que lo mejor que podríamos pedir, a 30 años de la recuperación de la democracia, es responsabilidad. No solo de los gobernantes, sino de todos nosotros, los electores.
Sobre todo esos electores que luego de tirar una palada de tierra sobre la sociedad se hacen los boludos y, con gesto de inocencia fingida, dicen “qué país de mierda”.

PD: notarán que este blog anda con los tapones de punta. Así es. Porque, remedando a Casero diré que pelearé para que ningún Massa gobierne este país. Más que nada porque sería una inmensa y lúgubre derrota cultural.

lunes, 28 de octubre de 2013

SÍNDROME CALABRÓ: MISERY

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Dudo del "sin"
Le pongo fichas al "por"
Gracias TN IV

jueves, 24 de octubre de 2013

"LE ROMPIMOS EL OJETE"

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No, la frase no es mía. Es de el señor Sergio "El Jocoso" Massa ¿Querías razones para no votar a Massa por si hicieran falta las expuestas por él mismo? Acá La Nación las expone una por una. Y es La Nación, calculá.
Si, les va a romper el ojete.

miércoles, 23 de octubre de 2013

CHUPATE ESTA MANDARAINA III

Sonrisas grabadas
Sturzenegger no actualizó la postiza.
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Ojo que cuando se manden una cagada, la culpa será de los "vecinos"
Yo te aviso.

CHUPATE ESTA MANDARAINA II

¿Lo qué?
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Claro, tropezar de nuevo con las mismas piedras.
Ahora me explico.

CHUPATE ESTA MANDARAINA

Nuestra conocida sección sacala cara e´bala.
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A ver si superan este alarido humorístico.
A que no pueden.

martes, 22 de octubre de 2013

TIPO CASERO

Esta pequeña reflexión tiene tres partes que intentaré relacionar. Espero que me salga, de lo contrario, Tutatis y la Patria me lo demanden.
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Impermeables
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El otro día usé ese término como título de un post. Ahora que lo pienso el concepto de impermeabilidad es bastante más amplio. Los sectores Impermeables están desparramados por todos lados y comparten una característica en común: no están dispuestos a ceder ni un cachito así de sus privilegios (privilegios obtenidos, es necesario decirlo, a costa del resto de la sociedad). Los Impermeables piensan que su posición dominante proviene de la preferencia divina o de la certeza científica de que son de alguna forma superiores, biológicamente hablando. Ni falta hace decirlo, cualquier cosa que no sean ellos mismos es inferior y está viva y sobrevive solo porque cuenta con su anuencia y permiso. Creen, por las razones antedichas, que se les debe rendir pleitesía, adorando la voluntad magnánima con la que admiten la existencia de un mundo fuera de sí mismos.
Y lanzan anatemas y conjuros en contra de los que se atreven, aunque sea tímidamente, con tibieza y mesura, a cuestionar su posición en el mundo. La furia desencaja su rostro y toda la cáscara de civilización y savoir faire con la que han ocultado sus extensas fechorías cae de una sola vez y los deja en pelotas frente a la cámara, sin maquillaje que amortigüe su condición.
Como tienen el chupetín por el palito (que en el mundo capitalista consiste en tener decadracmas en abundancia) ponen en movimiento todos sus recursos (que son extensos) para hacer callar a esos atrevidos sujetos que los señalan, dejándolos aunque sea por un instante, en evidencia.
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Manhattan Ruíz.
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Hemos asistido en estos días al exabrupto de Alfredo Casero en torno al asunto Juan Cabandié.
Digamos en principio que cualquier cosa que diga Casero no le quita un ápice de mérito a sus dotes y calidad como artista. Quienes vimos Cha Cha Cha (en mi caso en diferido y varios años después) y varias de las cosas que puso en acto el gordo, damos fe de ese punto. El talento de Casero es innegable y es una reverenda pavada (por no decir otra cosa) atacar la carrera artística del nombrado porque ahora no nos guste alguna cosa que diga. Usar como respuesta la falacia ad hominem nos convierte en una manga de boludos. No señor: respondamos con argumentos o desistamos de cualquier respuesta.
Sigamos. Casero tiene, por suerte añado, el derecho de decir lo que se le cante el culo. Lo que quiera. Y eso no es algo de lo que nos debiéramos sorprender. De hecho Casero dice lo que se le canta el culo y yo aplaudo que pueda decirlo. Y lo dice en un medio que lo difunde (cosa que también está muy bien) y su voz es escuchada (otra cosa que está muy bien). Nadie le ha puesto un bozal, no han llegado guardias de civil a su casa para llevarlo a una oscura oficina e interrogarlo, nadie lo amenaza por lo que dijo, etc.
Todo lo anterior está muy bien, y hay que celebrarlo con bombos y platillos.
Ahora, vamos a lo nuestro. No solo Alfredo Casero tiene derecho a decir lo que se le canta el culo. El resto de la sociedad que no es Alfredo Casero también tiene, por suerte, ese derecho. Por lo tanto, cuando Casero habla y opina todo el resto que no es Alfredo Casero puede responderle y de hecho, le responde. Le guste o no le guste a Alfredo Casero. Porque, repitamos, no solo Alfredo Casero tiene derecho a decir lo que se le canta el culo sino que toda la sociedad comparte ese derecho. Supongamos que Alfredo Casero hablara y nadie pudiera responderle, felicitarlo, cuestionarlo, decirle que es un genio o un pelotudo, entonces Alfredo Casero hablaría solo, unilateralmente digamos, y el derecho que él tiene de hablar no sería compartido por el resto de la sociedad. Esa sí es una situación en donde viviríamos de hecho, coaccionados y, me imagino, con miedo.
No parece que Casero esté coaccionado o con miedo, o al menos no hay evidencias de tal cosa, más que nada porque dice lo que quiere decir y nadie lo va a matar por eso.
Pero Alfredo Casero tiene que comprender (y aceptar) que le van a responder por eso de la ampliación de derechos que ha multiplicado las voces que se escuchan, y que tendrá que bancarse las respuestas, así como el resto de la sociedad que no es Alfredo Casero escucha o no lo que quiere decir. Ahora, tecnología de por medio, podemos decirle a Alfredo Casero: “esta boca es mía” y aplaudirlo o abuchearlo.
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Hombres Membrana
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Siguiendo con el hilo del asunto, ahora uniremos los dos puntos anteriores que por el momento parecen excluirse (bueno, no tanto).
Aclaremos que la palabra Membrana está en el texto en relación con el concepto “impermeable”, y hace referencia a la famosa membrana asfáltica que impermeabiliza techos o el piso de algunos vehículos más bien vetustos. Esto servirá para aclarar la metáfora que sigue.
Los sectores impermeables necesitan que esa condición sea reforzada permanentemente, dado que no pueden sostener su condición solo en base a coacción. También necesitan obtener consenso en torno a su posición privilegiada en el mundo, y controlar a la gilada que les da de morfar con el sudor de su cuerpo. Para reforzar ese consenso es que aparecen los Hombres Membrana.
Los Hombres Membrana son tipos que alguna vez compartieron con los nadies su destino y, dado el talento o la posibilidad con la que contaron, pudieron expresar desde esa situación los desatinos cotidianos que están sembrados en nuestra sociedad. En esa condición los Hombres Membrana han dicho cosas importantes, cosas que siguen siendo importantes.
Pero el Hombre Membrana tiende a olvidar o relativizar aquellos tiempos en los que tomaba café con leche cada dos días, hiciera o no falta. Comienza a sobrestimarse, a adquirir consistencia de estatua de sí mismo, de prócer. Y ahí es cuando el Hombre Membrana, por acción, omisión o lo que fuere, refuerza la impermeabilidad de los sectores impermeables, obteniendo consenso para ellos y sus acciones.
Y ni siquiera hace falta que el Hombre Membrana los defienda abiertamente. Basta que lance críticas invocando su anterior condición de nadie desde las tribunas que le ceden los Impermeables. Como fue un nadie, los nadies lo escuchan. Le dan pelota porque recuerdan que el tipo tomaba mate con yerba secada al sol y contaba las peripecias de los que compartían esa condición de vida.
Pero ahora no es un nadie, ahora es alguien y ese desplazamiento estamental lo pone en un lugar distinto. Ya no es aquel pibe, ahora es este señor.
El Hombre Membrana quiere pensar, cuando elige la tribuna del Impermeable para mostrar su descontento, que su integridad no está comprometida (aunque acusa a aquellos que con honestidad intelectual dicen quiénes son, qué piensan, desde dónde lo piensan y en dónde lo dicen en otras tribunas). No comprende (o no quiere comprender) que la forma es contenido y que no solo interesa lo que dice sino en qué lugar lo dice, quién amplifica sus dichos y quiénes aplauden esos dichos (claro, podemos aplicar este razonamiento a la otra vereda, si es que un simplismo mayúsculo me llevara a admitir que hay solo dos veredas).
Pero claro, por supuesto, of course que puede pensar distinto y decirlo, pero tiene que saber que cuando lo hace en determinados espacios impermeabiliza a los sectores impermeables, regalándoles el consenso que por sí mismos no podrían lograr.
No puede hacerse el boludo y actuar como si nada.
Calculo que ahora se unieron todos los puntos de un mismo lazo ¿no?

lunes, 21 de octubre de 2013

ARGENTINA POTENCIA

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Tenía razón Sarmiento: el mal que aquela a la Argentina es la extensión, o la duración, que se yo.

PIALADA

Se bajó tanto los pantalones (o la falda) que ya no puede caminar, como los caballos cuando un certero lazo inmoviliza sus cuartos delanteros para luego ser macados con el hierro candente del dueño de la estancia.
Cualquier parecido con la realidad...
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Que De Narváez o Massa firmen al mamotreto de Chapultepec es una obviedad. Pero Margot quiere jugar al progresismo. Mamita querida.

viernes, 18 de octubre de 2013

TODO LO QUE ELLOS QUIEREN

Hace pocos días, Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer se juntaron con la Mesa de Enlace. Leamos lo que el diario La Nación reseñó del encuentro: “Los dos candidatos remarcaron que proponen, en el corto plazo, bajar las retenciones y eliminar las restricciones a las exportaciones de carne, trigo y lácteos. "Para mejorar los stocks, activar la producción, atraer inversiones y generar trabajo”.
Mirá vos. Justo lo que el “campo” pide. Parece que les sacaron las palabras de la boca a los “hombres de campo
Ayer, ya no sos mi Margarita estuvo en el coloquio de no se nos cae una sola IDEA, en donde los políticos de todos los signos del zodíaco van a rendir examen cuál alumnos en situación del mismo y en mismo acto pleitesía a los próceres empresarios. Y en uno de esos rejuntes en donde los “hombres de negocios” pueden jugar a la escondida ocurrió lo siguiente, según Ámbito Financiero:
“Aunque no fue la única política ni candidata entre los empresarios, Margarita Stolbizer fue la que se llevó una ovación entre los hombres de negocios durante una sesión interactiva donde el conjunto -bajo anonimato- daba a conocer su opinión en temas como seguridad jurídica, corrupción, empleos, salarios y desigualdad.
"Me aplaudieron cuando planteé que la lucha contra la pobreza extrema implica también luchar contra la riqueza extrema e hice la aclaración sobre la riqueza mal habida, en relación a los patrimonios que los funcionarios públicos no pueden explicar", aclaró en diálogo con ámbito.com. Al decir similares palabras en la sesión en la que participó como oyente desató un aplauso cerrado entre los empresarios que cada vez dan más signos de descontento con la administración nacional.”
Volvé a mirar vos.
¿Así que los únicos que tienen riqueza mal habida son los funcionarios públicos que no pueden explicar su patrimonio?
Recurriré a las insignes palabras del Aníbal Fernández que, en alusión a una conductora que no se mira el ombligo declaró: “¿Y Boston?
Resulta ahora, menos mal que me enteré, que los “empresarios argentinos” son unos seres impolutos, decentes y emprendedores, que no hace más que colaborar para la construcción de un país más mejor para todos. ¿Cómo no me di cuenta?
La riqueza que los tipos amarrocan es más limpia que una sábana lavada con Ala.
Por eso aplauden cuando sindican a los funcionarios públicos como sujetos de corrupción. Con justa razón por otra parte, dado que su propia actuación en el campo de los “negocios” los deja a salvo de cualquier crítica.
Y Margarita, como en el caso de la Mesa de Enlace, les da el gusto. Por eso cuando habla de riqueza mal habida señala al gobierno y no a los tipos que la aplauden porque hay que quedar bien con el patrón, no le des de qué quejarse.
“A su turno, lo primero que propuso la diputada fue combatir los bolsones de pobreza y también los bolsones de riqueza. Ante la mirada de desaprobación de más de un empresario, Stolbizer rectificó y habló de riqueza mal habida. "Eso se llama cintura política", bromeó el moderador Alfredo Leuco.”
Los dos, uno más cretino que el otro: Stolbizer porque arrugó como frenada de gusano (costumbre radical si las hay) y Leuco, porque sabe que la riqueza mal habida estaba sentada viéndolo y riéndose a carcajadas, pero él no dirá una sola palabra, por más o menos lo mismo que Margarita.
Lejos del verso pseudo-progresista que anda desparramando por éstos días, frente a los que tienen la tarasca, Stolbizer tuvo que abjurar del discurso con el que recorre los medios moralizando al país hijo de puta que insiste en votar al FPV. Se olvidó de una sola vez del sonsonete de la redistribución y la brecha entre ricos y pobres con el que supo pontificar desde las tribunas televisivas. Sostener esa postura (que, evidentemente no es una convicción sino engañapichanga) hubiera implicado mantener los dichos en primera instancia: luchar contra la pobreza es luchar contra los bolsones de riqueza. Pero se desdijo, libró a los “empresarios” de toda culpa y los absolvió de su responsabilidad, como si la riqueza mal habida de los funcionarios fuera todo el problema, como si la voracidad empresaria fuera una entelequia, como si la brecha entre ricos y pobres no tuviera un soto que ver con la acumulación de riqueza en forma desmedida, especulativa y usuraria.
Volvió a bajarse los pantalones (o la falda, que se yo) como ante la Mesa de Enlace.
Lindos estadistas estos, los tipos indicados para cumplir con lo que proponen: "replantear una política fiscal que no resiste más parches", acordando "con los partidos políticos, representantes sectoriales y las universidades un esquema progresivo".
Si. Seguro. No me cabe la menor duda que lo van a hacer. Previo pedido de permiso al señor patroncito. Faltaba más.

jueves, 17 de octubre de 2013

EL JOCOSO

Mirá qué linda anécdota que me encontre:
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"El 5 de junio, cuando se contabilizaban 163 enfermos en todo el país, el Comité de Crisis se reunió en la Jefatura de Gabinete para evaluar la posibilidad de suspender las clases en la Capital y en distritos de la provincia de Buenos Aires desde el lunes 8 hasta el viernes 12, aprovechando que el fin de semana largo permitiría sumar diez días sin actividad escolar. Esta simple medida podía contribuir a hacer más lenta la propagación de casos en un momento en la que la circulación viral dominaba en la comunidad educativa. El objetivo era posponer el pico del brote aplanando en el tiempo la curva de contagios para que no se saturaran los servicios asistenciales. La experiencia mexicana ya había confirmado lo que postulan todos los modelos teóricos: la tardanza en acceder a la atención médica por sobredemanda del sistema es un poderoso factor incidente en la mortalidad. La propuesta de los expertos incluía hacer una comunicación social eficiente para que la gente no tomara el asueto sanitario como unas vacaciones prolongadas porque, si las familias aprovechaban esos días para pasear o viajar por el país y el exterior, el remedio podía ser peor que la enfermedad.
Después de escuchar los fundamentos de la propuesta, el Jefe de Gabinete, Sergio Massa, dijo con su habitual ánimo jocoso:
-¡No, che, que la gente de Turismo me mata!
Algunos de los asesores médicos sonrieron con cierto esfuerzo ante lo que creyeron una broma, pero se les congeló la sonrisa cuando Massa completó el concepto:
-Pero que no se muera ningún pibe, ¿eh?
La propuesta del Ministerio no fue aceptada. El día 10 de junio había treinta escuelas con casos positivos en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires." (“Pandemia”, Mónica Müller, pag. 140-141, Bs. As., 2010)
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Me anticipo: no debe haber sido responsabilidad solo de Massa. Pero bueno, qué querés que te diga, ahora que rompen tanto la paciencia con lo de Cabandié, calculo que el asunto citado es o fue un poco más grave. Del hombre que quiere laburar para un futuro mejor.
En fin.

miércoles, 16 de octubre de 2013

IMPERMEABLES

Siguen ganando guita a cuatro manos y no quieren ceder ni un tranco de pollo. Otro sector impermeable y van...
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La "creatividad empresaria" argentina se agota en aumentar los precios. Y pará de contar. No se para qué mierda van a una universidad a aprender "dirección de empresas" si su única estrategia es la que ponía en práctica el almacenero de mi pueblo que no había pisado ni la escuela primaria.
A lo sumo las excusas son más sofisticadas, pero es lo mismo.

O SEA, EL RUMBO CORRECTO

Más allá de la bravata, ni siquiera este muñeco de torta puede evitar reconocer que apuntamos, en materia energética, para el lado correcto. Y el señor quiere una porción, si es posible gratis. Te conozco mascarita.
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Por otro lado, yo hubiera sido mucho más taxativo con estos tiburones. Yo que soy un zurdito impresentable y me importa un corno la sensibilidad empresaria. Otra que Moreno.

SOBERBIA INABARCABLE

La cosa sería al revés: que los tiempos de un tribunal impermeable a cualquier práctica democrática no marquen los tiempos del gobierno ni de la sociedad. Están mareados de poder y se les nota.
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No pueden con sus taras. Pensábamos que en medio de una sociedad que está cambiando ellos podrían haber cambiado. Tendrían que haber comprendido, bajándose del caballo, quitando sus caprichos y soberbia como motivo, abandonando la defensa cerrada de corporaciones varias. No lo hemos logrado. Siguen igual.

martes, 15 de octubre de 2013

OTRO FRANCHUTE

 Un nuevo solista francés, de la mano de TNé.
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Recontrachequeado

viernes, 11 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO V: UNA MANO ATA A LA OTRA Y LAS DOS HACEN NEGOCIOS

El zorro en el gallinero
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Circula una frase que repite el sentido común: “la policía tiene las manos atadas”. Por supuesto, el uomo qualunque atribuye esas ataduras a los “jueces garantistas”, esos “zurdos de los derechos humanos", esas “viejas de mierda madres de subversivos”, etc.
Diremos que sí, que la policía tiene las manos atadas pero no por la ley (ojalá) sino por todo lo contrario, por su profunda y estrecha relación con el mundo del delito.
Como no nos gusta hablar al flato, indicaremos que desde hace más de dos décadas las penas no han hecho más que endurecerse y la ley no detiene a los policías cuando actúan como escuadrones de la muerte o como sicarios de alquiler, o cuando masacran civiles en medio de una lucha entre bandas de uniformados, etc. (las estadísticas del CELS y de varios organismos internacionales que analizan estos asuntos son contundentes, y acá algunos ejemplos como éste o éste o éste). Se ve a las claras que no tienen las manos atadas por la ley. Mucho menos por la justicia, que no les ata las manos excepto que haya un negocio en puerta (manos que se desatan por lo general mediante una buena cantidad de bonos contribución en moneda extranjera)
Pretender que no pueden intervenir porque la justicia los limita, no les da espacio, no los respalda, es una fantochada inmensa. Simular que no saben cuánto cuesta entrar por una puerta y salir por la otra, que no tienen idea de cómo se negocian esas cosas, que ellos no tienen nada que ver es el colmo del cinismo.
Las fuerzas de seguridad invocan esta excusa - tener la manos atadas- cuando buscan mayor impunidad aún de la que tienen. Cada vez que alguien intenta controlarlos, ponerlos en caja, recordarles que están del lado de la ley y no del delito se plantan frente a una cámara de televisión (que siempre está dispuesta a escuchar esas quejas) y dicen que no pueden hacer nada porque tienen las manos atadas por la justicia.
Y con eso basta para que un clamor de analfabetos políticos reclame para estos desamparados mayor libertad de acción (a casi nadie se le ocurre reclamar que los policías actúen dentro de la ley, porque ni siquiera piensan o no quieren pensar que por lo general actúan fuera de la ley en beneficio propio con el consiguiente perjuicio que causan sus ilícitos en la sociedad en su conjunto y en la institución que dicen representar)
Mal podrá lucharse contra el delito (descartaremos el nebuloso universo de la “inseguridad” dado que como objetivo a combatir es incierto y brumoso) si no se comprende el verdadero papel que cumplen las fuerzas de seguridad en la administración del delito en beneficio propio, con protección política y cobertura judicial.
No entender cómo funciona esa articulación, cómo se trama ese universo paralelo que los mencionados ocultan bajo la amplificación y multiplicación de delitos menores impide cualquier abordaje eficaz de la lucha contra el delito.
En definitiva, montar el escenario de la “inseguridad” es un engañapichanga que oculta el verdadero mundo del delito y enmascara a sus protagonistas reales.
Y por ahora, gran parte de la sociedad ha caído en la trampa.
Lamentablemente.
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jueves, 10 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO IV: LA GRAN ESTAFA

Mono con navaja
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El dispositivo de control basado en la inseguridad (temor extendido al delito) funciona sobre el miedo de los sujetos. El miedo oscurece el análisis, desvía la mirada y propicia situaciones de excepción.
Quienes usan la inseguridad como plataforma de lanzamiento explotan este miedo, azuzándolo, configurando escenarios futuros en donde el miedo es la norma dadas las circunstancias actuales.
Indican que “de no reaccionar”, la situación –de temor generalizado- será cada vez peor, más profunda.
En ese momento postulan la necesidad de establecer, dada la emergencia, un estado de excepción que contiene una notable disminución de las libertades individuales y una cesión de derechos y garantías (si si, es lo que están pensando, los proponentes reactualizan el Leviatán de Thomas Hobbes).
Una vez alumbrada esta coyuntura, las herramientas legales y punitivas se vuelven contra los que supuestamente debían proteger. Las excepciones operan sobre otras situaciones (que no eran las descriptas originalmente) y las definiciones nebulosas encuadran por polisemia hechos que se buscaba suspender o coartar definiéndolos como un delito o contravención fuerte (el caso de la Ley Antiterrorista sirve como ejemplo, acá y en varios países, como Chile). En ese punto aparece con claridad la verdadera naturaleza e intenciones del endurecimiento legal y punitivo, que no buscaba disminuir la sensación de indefensión sino avanzar sobre los derechos y garantías individuales.
La paradoja es que el endurecimiento legal y punitivo no sirve para combatir el delito, ni siquiera el delito que pretende combatir. Esa pelea no tendrá lugar porque los delitos menores y sus efectos psicológicos son funcionales al estado de temor generalizado. A lo sumo serán administrados y reguladas sus dosis para causar el efecto deseado (parece un escenario de ciencia ficción, pero no lo es. Recomiendo leer a Ragendorfer).
La delincuencia mayor, que implica relaciones estrechas y complejas entre las fuerzas de seguridad, el poder judicial y el mundo de la política, permanecerá a buen resguardo mientras la atención de los sujetos se concentra en los delincuentes de poca monta que no por violentos son menos intrascendentes. Sujetos que con gusto habrán renunciado a una buena porción de su autonomía, motivados por el miedo extendido al delito.
Esa renuncia los deja expuestos a represalias del poder político, toda vez que sus probables acciones de resistencia pueden ser caratuladas, por ejemplo, como actos de terrorismo o sedición y recibir castigos impensables en otras circunstancias.
En el fondo, o no tan al fondo, subyace la intención de blindar la propiedad privada concentrada de forma tal de evitar cualquier escenario en donde la legitimidad de la misma pueda ser cuestionada.
No hay que cruzar ríos engalanados con botas. Mejor, antes de cruzar cualquier río habría que, por prudencia, verificar la necesidad de ese cruce.

miércoles, 9 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO III: LA AMENAZA FANTASMA

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Al promover el miedo al delito, llamado genéricamente “inseguridad”, se apunta a dos objetivos centrales: por un lado obtener consenso en torno a medidas de corte punitivo y por el otro, centrar el foco de la atención sobre un determinado objeto punitivo.
El primer objetivo implica un achicamiento de perspectivas en torno a la política de lucha contra el delito: el estado de alarma permanente que se promueve tiende a buscar en los sujetos –dominados por el temor- consenso en torno a la pérdida de derechos y libertades que deberían sacrificar para recuperar la tranquilidad, esto es, no sentirse amenazados. Indirectamente (o no tanto) se sugiere que la libertad y las políticas que la incrementan aumentan la “inseguridad”, puesto que opera el concepto de libertad parcelada en vez de sumada. Se asocia derecho humano (con todos los límites que tiene el concepto) a delito, estableciendo una cadena de causas y consecuencias sin sustento ni evidencias.
El individuo se repliega y abandona los lazos colectivos que le proporcionaban sentido a su existencia social. Ese repliegue permite obtener control político efectivo, mediante la administración del miedo, que delimita y reconfigura los espacios colectivos.
El segundo objetivo, establecer un objeto punitivo excluyente, sirve para ocultar el amplio espectro de la actividad delictiva. Nombrar (que es hacer aparecer) al delito como “inseguridad” y señalar un culpable (antes de cualquier proceso judicial) esconde al resto de los actores, y, más que nada, las relaciones en donde se mezclan fuerzas de seguridad, organizaciones delictivas muy sofisticadas, cobertura política y legal, etc. Establecer como blanco de castigo y coerción a una sola de las porciones en las que el delito se despliega, hace que el sujeto amenazado concentre su atención sobre ese punto y no vea, no pueda ver, las verdaderas dimensiones y estructura del universo del delito. Si pudiera observar sin esas anteojeras, quizás por primera vez comprendería que las fuerzas de seguridad más que combatir el delito lo administran.
Y para tal fin, desvían la mirada de la sociedad (con la complicidad de los medios masivos de comunicación) centrándola en delincuencia menor (que tenga objetivos económicamente menores y que no tenga una estructura logística compleja no implica que no sea violenta, de hecho, la violencia de estos delitos menores logra el efecto de aumentar el temor del sujeto y de esta forma refuerza el imaginario en donde estos delitos son todo el delito),
En definitiva, la política fundada en el miedo al delito, la “inseguridad”, propone recortar derechos y garantías individuales en pos de obtener tranquilidad. Aumentar penas, endurecer leyes, limitar el despliegue de los sujetos en el espacio público. En esas propuestas subyace la amenaza a la sociedad en su conjunto, dado que cada vez que se reduzca el espacio individual y colectivo la explicación y justificación será “la inseguridad”, situación que legitimará cualquier medida que se tome, por más dañina que pueda ser.
Estigmatizar a una parte de la sociedad como culpable y objeto de castigo ejemplar refuerza el escenario anterior. El desvío de la mirada se acentúa con cada imagen de televisión que repite hasta la náusea la ocurrencia del delito (un solo delito multiplicado por cientos de exposiciones). Y, como dice el refrán oriental, mientras el dedo señala la luna, el imbécil mira el dedo. Y (sigo amontonando refranes) no hay peor imbécil que aquel que no quiere ver, ni peor sordo que el que tiene las orejas tapadas por los anuncios con música trágica.
Como consecuencia de lo anterior, y dado el escenario distorsionado, no hay políticas e control del delito de amplio espectro (como algunos antibióticos) sino modalidades punitivas dirigidas a una parte del mismo que se postula como un todo. Visto de esta forma comprobaremos azorados que la existencia de estos delitos menores (violentos, llamativos, dignos de titulares catástrofe) es imprescindible para poder dejar en la sombra todo el resto del mundo delictual, protegiendo de esa forma a los administradores y sus alianzas.
No es moco de pavo el asunto. Cuando uno cambia de perspectiva la cosa se vuelve mucho peor, pero al menos, más lógica.

martes, 8 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO II: EL CLUB DEL MIEDO

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Ojos que no ven corazón que no siente, indica el refrán popular que pretende refutar los efectos de una traición. Nosotros lo aplicaremos en otro contexto.
Siendo la inseguridad efectivamente una sensación (miedo al delito), es necesario que el objeto que produce ese temor sea conocido por los atemorizados. Dicho de otra manera, si el sujeto no se entera de los delitos que lo pueden afectar no tendrá miedo y no se postulará como potencial víctima amedrentada.
Por tanto, si la inseguridad (considerando inseguridad como temor extendido) se ha vuelto un tema central en la agenda de los ciudadanos, debemos inferir necesariamente que los citados se han enterado de que pueden ser víctimas de un delito.
Pero esto no basta. Para que el miedo haya recubierto las relaciones sociales es imprescindible construir un escenario de tensión insoportable en torno al delito. Pongo por caso, en tiempos no tan pasados, también había ilícitos, y también los sujetos se enteraban de ellos, pero no se suscitaba la sensación de desamparo que implica el miedo visceral a un potencial victimario. Los medios de comunicación tenían una sección (casi en desuso) llamada “policiales” en donde se alojaban las noticias de ese rubro.
El nombre de “policiales” indicaba de alguna forma una situación fuera de lo normal, una excepción, algo que no ocurría todos los días. Al leer, por ejemplo, que alguien había robado tal o cual cosa, el lector sabía que el asalto había quebrado la rutina del asaltado y que, efectivamente, era una ruptura del ritmo cotidiano de esa persona o personas. Y comprendía que el asalto no continuaba en el tiempo, y, aunque compartía con los delitos que ocurrían la condición de ilícito, la relación culminaba en ese factor común.
Esta situación mutó a nivel informativo cuando los delitos comenzaron a ser encuadrados en la categoría de “inseguridad”. Colocar como rótulo la palabra “Inseguridad” indica que hay un marco más amplio para describir y definir al delito. Y más que nada, implica construir en el imaginario la idea de que existe una relación que sobrepasa la ocurrencia de cada hecho particular, que los une y les da un nuevo sentido.
Esta situación en donde cada asalto u homicidio adquiere relevancia como singularidad pero también como parte de una supuesta red de actividades delictivas es la novedad.
Se podrá argumentar que ese cambio refleja un aumento del delito. No es el objetivo de estas reflexiones analizar esa relación, pero podemos decir que si los delitos no son enhebrados en una cadena de sentido que les de la unidad de un relato, mal podrían causar temor. Las páginas policiales tendrían más incidencia en un diario, pero aún así, seguirían siendo delitos.
Pero cuando el delito es una muestra de la “creciente inseguridad” la cosa cambia.
Porque en ese momento el miedo es posible, dado que la ola nos puede alcanzar a todos, según sugiere el discurso mediático dominante.
Ahora solo resta conformar un escenario plausible para ese fenómeno, una taxonomía que describa con claridad quiénes son los protagonistas y qué papel cumplen, dónde están, qué aspecto tienen, a quién hay que tenerle miedo.
De eso nos ocuparemos mañana.

lunes, 7 de octubre de 2013

A INSEGURO SE LO LLEVARON PRESO I: NEW SENSATION

Vamos a meternos esta semana con un tema que es el caballito de batalla de la derecha reaccionaria, los renovadores que buscan la restauración conservadora, los medios de comunicación sumamente serios que riegan con nafta los incendios y así.
Dado que se habla mucho, mal y con alarma de “inseguridad” arriesguemos el pellejo y pensemos sobre el asunto tratando de desmenuzar lo que hay debajo, encima, atrás y delante de ese fenómeno que asola las pantallas y marca agendas y produce encuestas.
Vamos por parte, como dijo Jack el Destripador.
New Sensation
Aunque parezca una pavada decirlo, Inseguridad no es lo mismo que delito. ¿Cómo cómo?
El delito es el hecho mismo, la violación de una ley que implica el famoso ilícito. Un robo, un asalto, pero también una estafa, el ataque a una persona con fines de abuso sexual, y tantos otros etcéteras.
La inseguridad entonces, no es el delito sino el temor a ser víctima de un delito. ¿Me van siguiendo? O sea, no es el hecho mismo sino la representación del hecho. Y no cualquier representación, sino una representación prospectiva que presupone en el sujeto la percepción de que existe una alta probabilidad de ser víctima de un ilícito.
Ergo, la Inseguridad es una sensación. No podría ser de otra manera. Es la sensación de vulnerabilidad ante el delito. Los políticos de campaña insisten con que la inseguridad es “una realidad”. Tienen razón en un sentido, o sea, la “inseguridad” existe como el fenómeno descripto anteriormente.
Pero no tienen razón (o se hacen los boludos) en otro sentido: la inseguridad como percepción puede o no estar relacionada con el aumento del delito. No hay, repito, no hay, una relación directamente proporcional entre aumento o disminución del delito con aumento o disminución de la inseguridad, que como hemos señalado, es efectivamente una sensación.
No vamos a meternos con estadísticas del delito, de ninguna manera. No es ése el propósito de esta nueva serie (tiembla Lost). Lo que buscamos es desmantelar el sentido común instalado y naturalizado e impulsar el análisis, para aportar uno que otro elemento a la hora de soportar el bombardeo mediático sobre el asunto.
Decía entonces, la relación entre delito e inseguridad no es directa. De hecho, hay muchos factores que pueden provocar sensación de inseguridad, con lo que tenemos entonces que inseguridad no solo implica miedo al delito sino además otros temores que acechan en el imaginario del sujeto. De lo que se deduce que cuando se habla de inseguridad como temor a un ilícito se escamotean el resto de las causas que pueden producir sensación de inseguridad.
Además, al establecer esta delimitación taxativa se ocultan extensos campos de la vida social que se vuelven invisibles, opacos, impermeables al análisis.
Hablar de inseguridad y presuponer que un aumento de la misma implica necesariamente el aumento del delito es una petición de principio sin sustento empírico.
Sobre esta confusión teórica, sobre este recubrimiento discursivo se montan los dispositivos de control, que actúan, en ese sentido, como aparatos ideológicos de estado.
Mañana, si Tutatis lo permite, seguiremos tirando del ovillo.

viernes, 4 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO V: FANFARRIA FINAL PARA EL UOMO QUALUNQUE

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SURTIDO ANALFABETO
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Algunas consideraciones finales para cerrar (al menos por ahora) esta tosca caracterización del analfabeto político. Podríamos incluir lo que sigue en el rubro “misceláneas”
a.-Así como con casi todo, el analfabeto político busca fuentes de legitimación que le otorguen la seguridad de estar diciendo cosas que no merezcan repudio ni aporten inquietud a su monolítica concepción del mundo. Y como de algo hay que agarrarse en estos tiempos turbulentos el analfabeto recurre a la ciencia. Pero no como ejercicio ni buscando en ella por lo menos el ensayo de una respuesta. La usa como fetiche, como justificación absoluta, como excusa y chicana (es notable este uso de la ciencia como ídolo en tanto que la práctica científica implica ingresar en tembladerales que ni te cuento de donde uno sale más perplejo que al comienzo de la exploración y por ende, va disolviendo sus certezas, cosa que por lo general incomoda).
El analfabeto político usa la ciencia como adjetivo. Para zanjar una discusión (o suponer que queda finiquitada), un entredicho, una polémica, le pone a lo que dice la calificación de “científico”. De esa forma cree que impresiona al otro, a los otros, que se rendirán ante la efectividad de la ciencia, la que todo lo puede.
En consecuencia, también usa a la ciencia como justificación de la inmovilidad que es su estado intelectual cotidiano. Ante algún desaguisado, por lo general causado por la mano del hombre ayudado por la ciencia, el analfabeto espetará a sus oyentes “-Los norteamericanos ya tienen inventado algo para arreglarlo” o “Los científicos han inventado el automóvil que funciona con agua de mar, pero lo esconden para no cagar la producción de petróleo”. Tal construcción discursiva lo pone a él a salvo de hacer algo, alguna cosa, para revertir el problema y además, lo exime para siempre de la pesada tarea de indagar y conocer el asunto.
b.-Nicos Poulantzas dice que el poder designa la capacidad de una clase para realizar sus intereses específicos en oposición con los intereses de las otras clases, por lo tanto el poder es una situación estratégica (lo que articula el concepto de poder del marxismo con el de Foucault). El analfabeto político no concibe el poder de esta manera y por tanto, no puede percibir las estrategias que las clases dominantes despliegan para imponer sus objetivos de clase. Esto implica que no puede articular le vaca con el bife de chorizo, lo que hace que las más de las veces sea cómplice (consciente o no) de esas estrategias. Como un boxeador al que le han cerrado los ojos a sopapos, el analfabeto político no puede ver de dónde le llueven los golpes y acepta como válidas las explicaciones del que le pega. El victimario le sopla en la oreja que la culpa la tiene el que le pasa el agua y le pone el banquito al final de cada round. Y allá irá el analfabeto, a dirimir un conflicto inexistente con el sujeto equivocado mientras el verdadero agresor disfruta por partida doble.
c.-El analfabeto político concibe al mundo como un conjunto de oposiciones binarias. Dueño de un irreductible maniqueísmo mide la realidad con el barómetro de lo blanco o negro. No hay medias tintas ni atenuantes. Solo que los bandos no surgen de su análisis sino que provienen del sentido común que el analfabeto se apropia y ejecuta. Puede cambiar de bando con una velocidad asombrosa y no verá en esa mutación ningún problema, en tanto le digan que ese giro dramático es legítimo porque el mundo es sasí ¿vistes?
A veces el analfabeto político toma decisiones correctas por motivos equivocados. En esta coyuntura tal situación es poco deseable, dado que el analfabeto es por definición, un converso instantáneo. Como sus convicciones son epidérmicas (que no es lo mismo que superficiales) no sufre por esos bruscos cambios de rumbo. Es un error pedirle coherencia, porque su coherencia es estar en línea con lo que debe opinarse.
d.-El arte es para el analfabeto político lo que le dicen que es arte. Ni más ni menos. No tiene opinión propia sobre música, pintura, literatura, escultura, etc. Tiene las opiniones que hay que tener y basta. Y cuando lo apurás usa el argumento por excelencia en estos casos “-Sobre gustos no hay nada escrito ¿no?” como si con esa postura cerrara la discusión impidiendo el análisis estético.
Esta mutilación de la sensibilidad no es un dato menor, dado que el analfabeto político tiene recortada su capacidad de exploración del mundo a través del arte. Exploración que implica siempre ponerlo en cuestión, dudar de su validez, interrogarlo, dinamitar sus certezas, expandir los límites de lo posible.
Como no puede hacerlo, como no quiere hacerlo, porque “no es lo mío”, porque no se le frunce, descalifica esos esfuerzos y se conforma muy conforme con la cultura prefabricada que le otorga cierto sentido de pertenencia y que tiene escalafones: digamos, si quiere parecer popular citará a Arjona pero si desea posar como aspirante a intelectual usará a Sabina o a los Tres Tenores.
No le hace falta más. Con eso alcanza y sobra.
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Conclusión che, no seas pesado:
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A lo largo de estos cinco días nos hemos adentrado en la descripción del analfabeto político. Sin la pretensión weberiana de establecer tipos ideales, diré que estas características no se dan en estado puro, aunque algunas veces sí. Y además, muchas veces hemos ingresado con patas y marulo, en el terreno del analfabetismo político por error u omisión. Sirvan estas torpes reflexiones para evitar la tentación.
Nos vimos.
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jueves, 3 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO IV: ANDANTE CON VARIAZIONI

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MITOLOGÍA ANALFABETA
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El analfabeto político sostiene varios mitos a la vez que le dan forma a su particular mirada del mundo. Veamos algunos (ya que abordarlos a todos y cada uno sería largo y tedioso).
a.-El mito de la perpetua inocencia: el analfabeto político ha decidido excluirse unilateralmente de cualquier responsabilidad sobre la situación política-social-económica de su país. Como el sujeto que se pone por fuera de la sociedad y nunca se considera parte del asunto que describe Norbert Elias, nuestro analfabeto se extradita de la responsabilidad que le cabe por ser parte de esa red compleja de interdependencias llamada sociedad (adviértase que se usa la palabra “responsabilidad” y no “culpabilidad”). Por efecto espejo, siempre actúa el papel de víctima, nunca el de victimario. Y como víctima reclama derechos no reconocidos o que no se hacen efectivos, pero nunca admite tener responsabilidades de orden público. Su compromiso con el entorno político se limita a depositar un voto en la urna cada cierto periodo de tiempo.
Si se le reclama participación reacciona indicando que no se mete en política, que la política es una porquería, que es apolítico, que ¿para qué? Pero si hay alguna crisis, reclama participación.
Se proclama dueño de una decencia a prueba de balas y no considera que sus actos tengan algo que ver con la corrupción. Por ende, la corrupción siempre está en otra parte y lo perjudica. Nunca se reconocerá actor de algún acto de corrupción y mucho menos, admitirá responsabilidad por ello.
b.-El mito de la infalibilidad: este mito deriva del anterior, el analfabeto político no efectúa autocrítica alguna. No es que piense que nunca se equivoca, sino que disculpa de antemano sus metidas de pata amparado en una nebulosa equivocación estructural que lo apaña y asegura impunidad. Si todos nos equivocamos yo no me equivoqué, sería el resumen perfecto. No es capaz de advertir su impronta en los procesos colectivos.
c.-El mito del estado enemigo: como consecuencia de los dos mitos anteriores, el analfabeto político piensa que el estado es su enemigo. Nunca se pensará como parte del estado. Por lo tanto se exime de cualquier responsabilidad en el cuidado de lo público (que considera “propiedad” del estado del que él, supone, no forma parte). Confunde con total impudicia gobierno y estado, por eso no cree que esté mal engañar al estado evadiendo impuestos, obteniendo beneficios que no le corresponden, etc. Porque el estado, que ha confundido con administración, lo persigue o él supone que lo persigue cuando lo conmina a cumplir sus obligaciones (obligaciones que él considera, no tiene).
Sus acciones cotidianas son una evidencia de la vigencia de este mito en tanto atenta contra lo público cotidianamente y no cree que tal cosa esté mal, total, que pague el estado.
Como corolario de los tres mitos, diríamos que el analfabeto político reclama, siempre, beneficios. Y nunca reconoce tener obligaciones porque siempre se pone por fuera y a distancia de la sociedad en la que vive, de los sujetos con los que comparte esa red de interdependencia y de la dinámica colectiva que debe satisfacerlo pero sin reclamarle esfuerzos.
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miércoles, 2 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO III: ANDANTE CON MOTO

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L´UOVO
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Pese al sentido común (que es el más traicionero de los sentidos) el analfabeto político no crece con profusión en las clases menos favorecidas (por decir algo, decir “bajas” suena fiero porque tiene una connotación peor que lo dicho anteriormente). Muy por el contrario, el analfabeto político florece en aquellos sectores en donde ya se han resuelto algunos problemas económicos. 
¿Y esto por qué? 
Aquí tendremos que decir algo del capitalismo en relación a la tópica de la sociedad: para quienes son pobres estructurales o marginales, el capitalismo es una realidad que los extermina sin eufemismos. Estando fuera del sistema de una u otra forma, no hay mucha piedad con los sujetos que se encuentran en esa posición. No hace falta adularlos, convencerlos o tenerlos contentos. Se los combate y ya. Con mayor o menor intensidad, con esta o aquella estrategia. Ser la porción más débil de la sociedad los deja en un estado de indefensión tal, que pueden ser atacados con frecuencia sin que ocurra casi nada, sin que haya repercusión mediática alguna, impunemente bah (búsquese aquí uno de los motivos por los cuáles se los usa como chivo expiatorio de casi todo, más que nada de la “inseguridad” que para estos sectores es la tónica de su vida cotidiana). 
Y, aunque no siempre puedan conjeturarlo o ponerlo en palabras, saben que el sistema que los coloca y mantiene en donde están, es un enemigo. Lo saben a ciencia cierta y no se hacen ilusiones, al menos, no como nosotros nos hacemos ilusiones. 
En el otro extremo se encuentran los que se ven favorecidos por el capitalismo, los ganadores finales, los que acumulan la plusvalía, los que tienen el chupetín por el palito, etc. Ellos también tienen plena conciencia del capitalismo, de cómo funciona, de sus efectos y de lo que hace falta para que funcione. Saben que necesitan mano de obra barata y gente que la controle, también por monedas. Son los defensores conscientes del capitalismo dado que la vigencia del sistema les asegura a ellos sostener sus privilegios y acrecentarlos. 
O sea, unos y otros diseñan estrategias que provienen de un análisis dramático de la realidad, dado que en un extremo necesitan sobrevivir a los embates del capitalismo y en el otro, asegurar su existencia. 
En el medio, en esa nebulosa zona nace y florece el analfabeto político (no se usará la expresión “clase media” dado que la clase está relacionada con la capacidad económica y, como se ha dicho, el analfabeto político está desasido por imaginario de sus condiciones concretas de existencia, es más preciso decir “estamentos medios”, en tanto un estamento cultural se define por sus consumos idem). 
El analfabeto político, dada su posición económica también es víctima del capitalismo. Pero él no se siente víctima sino aspirante. Siendo parte de las clases subalternas cree que él no es como esos “negros”, que además le han enseñado: tienen la culpa de todo (y él ha estado muy contento de aprenderlo). Los mira por encima del hombro, así como observa desde abajo del pedestal a los que están en el otro extremo. Como tiene esa esperanza persistente en su destino de gloria, nunca atacará a los que están en ese pedestal, si, en cambio, a los que están por debajo (imaginariamente) de su dignidad. Y los atacará porque sostiene que ellos tienen la culpa de sus problemas y porque le recuerdan lo que apenas maquilla el sueldo y las compras en cuotas. 
Para el que lo explota hay un guiño cómplice y para los otros un escupitajo. 
De esa mirada interferida surge su analfabetismo político, que no es otra cosa que la ética de las clases dominantes que el analfabeto comparte esperando que lo dejen entrar alguna vez en ese paraíso. Y como esa ética le indica girar hacia allá o hacia acá, pero nunca en la dirección que le conviene, ahí anda el analfabeto, perdido como perro en cancha de bochas. 
No sabe, o se hace el que no sabe, que esas puertas están cerradas para él ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
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martes, 1 de octubre de 2013

ANALFABETO POLÍTICO II: ALLEGRO MA NON TROPPO

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Los pilares del Analfabetismo Político
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El analfabeto político asienta su mirada del mundo sobre tres ejes que se confunden hasta volverse inextricables: 
a.-El analfabeto político tiene una mirada distorsionada acerca de sus condiciones concretas de existencia. La forma en que conjetura su vida material es por lo menos curiosa, dado que supone estar uno o dos escalones por encima de lo que le permiten sus recursos. 
Tal situación no es moco de pavo en tanto que sitúa el imaginario del analfabeto político lejos de los intereses que debería defender y cerca de los intereses que lo perjudican, que lo dejan afuera, que lo extraditan de su condición de ciudadano. 
Esta deformación proviene de otro mito: del mito del progreso personal que los que tienen el chupetín por el palito se encargan de alimentar (en una estrategia propia de un aparato ideológico de estado) y difundir y que el analfabeto político consume con una sonrisa plena de éxtasis místico: “-Este es mi destino”, piensa, y en su cabeza aparecen imágenes de islas paradisíacas, hombres y mujeres hermosas que le rinden homenaje, llamadas telefónicas que anudan negocios faraónicos, ropa cara, autos lujosos, etc. Esta es la zanahoria, pero el analfabeto jamás querrá ver la condición de señuelo que tienen esas leyendas. 
b.-El analfabeto político tiene una memoria de corto plazo que no puede anudar causas y efectos más allá de periodos cortos de tiempo. Como sus construcciones míticas no provienen del análisis racional de sus condiciones concretas de existencia y de los procesos históricos que hunden sus raíces en el pasado, cree (dije “cree” muy a propósito) que cada hecho es nuevo y novedoso, como el nacimiento de una vaca púrpura con lunares amarillos, y que la comprensión del mismo debe ser inaugurada cada vez. 
De este reseteo permanente fluye su incapacidad para conjeturar la diacronía histórica, lo que propugna un análisis sincrónico que carece de sustancia. También de este Ctrl+Alt+Supr nace la imposibilidad de ubicar a los sujetos que se proponen como referentes de este o aquel espacio político en el contexto de su trayectoria.
El analfabeto político conjetura que la política es puro presente. De esta forma supone que el político no tiene más ideología que aquella que expone y que su historia comienza hoy (quizás ésta sea la razón por la cual Cavallo puede presentarse cada vez que haya una elección o Patricia Bullrich pueda mutar saltando de partido en partido impunemente o Scioli se haya vuelto un referente progresista y asì).
c.-El analfabeto político analiza la política como si fuera el campeonato de algún deporte (el fulbo sirve de ejemplo en Argentina, pero en otros países en donde no es tan masivo será otro) en donde hay, como no podría ser de otra manera, campeones. En donde la victoria despeja a los vencidos y evita conjeturar un escenario en donde deberemos convivir. En su imaginario binario, el ganador es bueno y el que pierde es malo. Y siempre es mucho más gratificante estar del lado del que gana, porque eso garantiza pertenencia. Y el analfabeto político, ya lo hemos dicho, quiere pertenecer.
La victoria para el analfabeto político, proviene del ámbito del fanatismo, de lo que no se debe analizar porque ganamos perdimos el baile se lo dimos. No desmenuza la vida política desde lo racional, sino desde la pasión (luego comete el error inverso: analiza los eventos que provienen de la pasión racionalmente y así tenemos mesas redondas con miradas preocupadas y trágicas que intentan asignarle un grado de previsibilidad a lo que es nada más ni nada menos que un juego, la dinámica de lo impensado, según acierta Dante Panzeri). Esta falla en la elección de las herramientas idóneas para abordar el mundo político es aprovechada al máximo por los candidatos de uno u otro partido, que apuntan sus cañones a ese bug. Saben que no hace falta darle razones, sino crear una mística a la que el analfabeto pueda adherir sin mayores preocupaciones.
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De nuevo, to be continued...