Bad
...
Al promover el miedo al delito, llamado genéricamente “inseguridad”, se apunta a dos objetivos centrales: por un lado obtener consenso en torno a medidas de corte punitivo y por el otro, centrar el foco de la atención sobre un determinado objeto punitivo.
El primer objetivo implica un achicamiento de perspectivas en torno a la política de lucha contra el delito: el estado de alarma permanente que se promueve tiende a buscar en los sujetos –dominados por el temor- consenso en torno a la pérdida de derechos y libertades que deberían sacrificar para recuperar la tranquilidad, esto es, no sentirse amenazados. Indirectamente (o no tanto) se sugiere que la libertad y las políticas que la incrementan aumentan la “inseguridad”, puesto que opera el concepto de libertad parcelada en vez de sumada. Se asocia derecho humano (con todos los límites que tiene el concepto) a delito, estableciendo una cadena de causas y consecuencias sin sustento ni evidencias.
El individuo se repliega y abandona los lazos colectivos que le proporcionaban sentido a su existencia social. Ese repliegue permite obtener control político efectivo, mediante la administración del miedo, que delimita y reconfigura los espacios colectivos.
El segundo objetivo, establecer un objeto punitivo excluyente, sirve para ocultar el amplio espectro de la actividad delictiva. Nombrar (que es hacer aparecer) al delito como “inseguridad” y señalar un culpable (antes de cualquier proceso judicial) esconde al resto de los actores, y, más que nada, las relaciones en donde se mezclan fuerzas de seguridad, organizaciones delictivas muy sofisticadas, cobertura política y legal, etc. Establecer como blanco de castigo y coerción a una sola de las porciones en las que el delito se despliega, hace que el sujeto amenazado concentre su atención sobre ese punto y no vea, no pueda ver, las verdaderas dimensiones y estructura del universo del delito. Si pudiera observar sin esas anteojeras, quizás por primera vez comprendería que las fuerzas de seguridad más que combatir el delito lo administran.
Y para tal fin, desvían la mirada de la sociedad (con la complicidad de los medios masivos de comunicación) centrándola en delincuencia menor (que tenga objetivos económicamente menores y que no tenga una estructura logística compleja no implica que no sea violenta, de hecho, la violencia de estos delitos menores logra el efecto de aumentar el temor del sujeto y de esta forma refuerza el imaginario en donde estos delitos son todo el delito),
En definitiva, la política fundada en el miedo al delito, la “inseguridad”, propone recortar derechos y garantías individuales en pos de obtener tranquilidad. Aumentar penas, endurecer leyes, limitar el despliegue de los sujetos en el espacio público. En esas propuestas subyace la amenaza a la sociedad en su conjunto, dado que cada vez que se reduzca el espacio individual y colectivo la explicación y justificación será “la inseguridad”, situación que legitimará cualquier medida que se tome, por más dañina que pueda ser.
Estigmatizar a una parte de la sociedad como culpable y objeto de castigo ejemplar refuerza el escenario anterior. El desvío de la mirada se acentúa con cada imagen de televisión que repite hasta la náusea la ocurrencia del delito (un solo delito multiplicado por cientos de exposiciones). Y, como dice el refrán oriental, mientras el dedo señala la luna, el imbécil mira el dedo. Y (sigo amontonando refranes) no hay peor imbécil que aquel que no quiere ver, ni peor sordo que el que tiene las orejas tapadas por los anuncios con música trágica.
Como consecuencia de lo anterior, y dado el escenario distorsionado, no hay políticas e control del delito de amplio espectro (como algunos antibióticos) sino modalidades punitivas dirigidas a una parte del mismo que se postula como un todo. Visto de esta forma comprobaremos azorados que la existencia de estos delitos menores (violentos, llamativos, dignos de titulares catástrofe) es imprescindible para poder dejar en la sombra todo el resto del mundo delictual, protegiendo de esa forma a los administradores y sus alianzas.
No es moco de pavo el asunto. Cuando uno cambia de perspectiva la cosa se vuelve mucho peor, pero al menos, más lógica.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDisculpame Marcelo te acerco este videito. Alguna vez pusiste una foto de un cartel del partido liberal libertario, bueno, acá esta una representante. Perdona si recien comés y se te para la digestión.
ResponderEliminarhttp://www.infobae.com/2013/10/07/1514406-luisa-bunge-candidata-legisladora-portena-pll
Los libertarios deciden prescindir del Estado cuando ya no les queda necesidad (básica o no) sin satisfacer...
ResponderEliminarEduardo:
ResponderEliminarLo veo esta noche.
Después de cenar para no emporcar el teclado.
Anónimo:
ResponderEliminarLo que implica una falacia inmensa, dado que la presencia del estado asegura la cobertura de necesidades. El error es confundir un fin con un proceso.
El fin puede ser alcanzado pero como resultado de un proceso que debe seguir ocurriendo, de lo contrario el fin que no es un fin último sino un estado transitorio que se refuerza con el trabajo colectivo, dejaría de ser, en el sentido estricto de la palabra. Pensar que lo que ocurre diacrónicamente no tiene correlato sincrónico es un problema mayor.
Estimado Dormidano,
ResponderEliminaraprecio enormemente su respuesta a mi mensaje (anónimo de las 11:51). Quería aclarar que debí haber puesto mayor énfasis en las palabras "...no LES queda...", como una manera de significar que el libertario ni siquiera confunde un fin con un proceso, sino que arbitrariamente decide darlo por terminado una vez que sus problemas (individuales y propios) están resueltos. Muy bueno el blog...