Que la Corte Suprema haya declarado que la Ley de Medios es constitucional ya ha dado sus primeros frutos.
¿Cuáles?, me dirá el descuidado ciudadano que anda preocupado por la tormenta perfecta esa que prometen desde hace unos días.
Respondo:
El fallo de la corte ha terminado por derrumbar los últimos vestigios del simulacro republicano que guardaron hasta ahora la oposición y la república cacerola. Hasta justo antes que la Ley de Medios fuera declarada completamente constitucional, amparados en la esperanza de un fallo en contra de la normativa, mantenían con dificultad cierto pudor. Fingían, haciendo un esfuerzo tremendo, que todo lo que hacían era para defender las instituciones, la república, las leyes y cuanta excusa solemne anduviera por ahí.
Perdieron todo recato y pudor.
Ahora son decididamente pornográficos.
Golpeándose el pecho en actitud heroica se postulaban como los defensores de la patria, los que elevaban su voz para proteger y protegernos de las acechanzas comunistas, troscovitas, montoneras, zurdas, etc. Proclamaban (aún proclaman) su cerrada confianza en instituciones estáticas, de las que guardan una foto que no se condice con la dinámica de la sociedad. Confundidos en un nacionalismo católico que tiende a lo medieval, un liberalismo económico que apunta hacia los noventa y un conservadurismo político que pretende refundar nuestras insignes décadas infames, salieron a la calle, más o menos conservando los buenos modales (aunque más de una vez se les corrió la máscara civilizada y vimos el monstruo que guardan entre pecho y espalda).
Todo ese simulacro se derrumbó estrepitosamente, dejando al descubierto el odio visceral del que nunca abjuraron y, dicho sea de paso, las verdaderas intenciones que ocultaban enarbolando la Constitución como un crucifijo para exorcizar herejes.
Detrás de las palabrejas sin sustancia (diálogo, consenso, no confrontación, acuerdo, institucionalidad, previsibilidad, etc.) estaba -y ahora lo hemos visto a la luz del día- el anhelo profundo de tirar abajo un gobierno, a como de lugar.
Si, lo que ya habíamos señalado una y otra vez, confirmado por sus propios dueños: buscan destituir al gobierno porque no les gusta, promoviendo un golpe de estado por cualquier medio.
¿Evidencias?
Basta recorrer un rato el contenido de los “medios serios e independientes” (diarios, canales, radios) para encontrarlas sin demasiado trabajo. Políticos adictos que piden desde juicio político hasta resistencia civil activa, que guiñan el ojo a la cámara cómplice cuando desean de la boca para afuera la recuperación de la presidente, que tratan de corruptos a los jueces de la Corte Suprema (olvidando que los habían aplaudido cuando fallaron en contra del gobierno), que plantean escenarios destituyentes, que aguardan una sola oportunidad para retrotraer el mapa de los derechos sociales a los noventa, que defienden programas económicos similares a los que nos mandaron al tacho una y otra vez, que lanzan anatemas y amenazas sin control, prometiendo caos y destrucción. Los periodistas de esos mismos medios replican y aumentan las invectivas, amplificando y magnificando en cuanta ocasión tienen disponible el clima de intolerancia y, una palabra que les gusta mucho, crispación.
Denunciando la supuesta confrontación (que no es nada más que la política moviéndose y transformando la realidad) apuestan a convertirla en una lucha abierta, con muertos y heridos, preocupaciòn que comparte con Los Cacerolos. Cosa que también uno puede comprobar recorriendo algunas muestras en donde los exaltados piden rebelión armada, entre otras cosas.
De esa forma pretenden defender la institucionalidad, destruyéndola a balazos porque no les gusta ceder ni un tranco de pollo. Y con ellos, a su lado, al costado, atrás y adelante, los grupos de poder que tampoco quieren perder ni un ápice de sus privilegios y amparados y legitimados por la República Cacerola buscan destruir lo que no pueden conquistar mediante herramientas democráticas y, es importante decirlo, institucionales.
Y aquí llega la advertencia (porque, ya lo he dicho, estamos con los tapones de punta): quienes aspiramos a un país distinto (al menos eso, no discutiremos las condiciones que son motivo de otro texto) hemos recurrido a los caminos estrictamente legales e institucionales como corresponde. Lo que se ha obtenido se logró mediante los mecanismos previstos por la constitución y las leyes. Ni más ni menos. Claro que hubo presión en la calle, eso también es parte del juego. La respuesta a los excesos y, a esta altura, apología del delito que pone en acción la Oposición XXX y la República Cacerola fue respondida legalmente. Cuando se perdió una votación, se perdió y la solución fue y es profundizar la propuesta, seguir peleando por ella dentro de los cánones que proponen las leyes.
No hubo respuesta física a las agresiones que en las marchas cacerolescas se multiplicaron por miles, traspasando cualquier límite institucional. Ni siquiera una contramanifestación para poner las cosas en su lugar. Hemos salido a la calle a pedir y festejar, haciendo lo que dicen que no hacemos, no confrontar.
Las cacerolas han salido al asfalto, y con todo derecho, se han hecho escuchar. No hubo ninguna reacción más allá de las críticas, a esas protestas. Como corresponde, por otra parte.
Pero la legalidad tiene un límite. Justamente, la legalidad. La Oposición XXX y la República Cacerola no tienen que confundir (sería un grave error) la apuesta potente que hemos hecho canalizando los conflictos a través de los medios institucionales previstos con pasividad.
Le pifiarían fiero fiero.
Porque hay una muy buena porción de la sociedad que no está dispuesta a rifar lo que consiguió y muchos menos, perderlo a manos de una oposición irresponsable que está dispuesta a quebrar el orden institucional para lograr sus fines.
No se confundan.
Porque estamos dispuestos a resistir, si las circunstancias así lo requieren.
…
PD: Off topic. Hoy vi y escuché a muchos protestando por Jalogüen. Les recuerdo, parafraseando un twitt que leí ayer, que celebramos navidad morfando mantecol y con el viejito pascuero vestido en riguroso traje de invierno, frente a un pino nevado y chupando sidra y engullendo panes dulces plagados de frutas abrillantadas, almendras, avellanas, nueces y otras delicias para disfrutarse en climas bajo cero. Me dirán que esa tradición es más añeja y nos pertenece. Responderé que no, que no nos pertenece y que su vejetud no le otorga ningún privilegio.
Hay cosas más importantes para rasgarse las vestiduras.
Veo repetirse la historia del '55. Un gobierno que no me gusta, pero enfrente unos energúmenos que quieren llevarse todo por delante.
ResponderEliminarY estoy de acuerdo: hay que pararlos porque son peligrosos, demostarles que no se les tiene miedo porque son cobardes, y estar dispuesto a defender lo que ellos quieren destruir.
Jack Celliers
Jack:
ResponderEliminarYo quisiera ser opositor, pero la oposición no me lo permite.
Hasta quienes deberían tener un poco de lucidez porque usan rótulos que yo apoyé en algún momento, celebran consejos de guerra con la derecha retrógrada y los cacerolos incontinentes.
Si, hay que pararlos, y en el peor de los casos, resistir.