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Los pilares del Analfabetismo Político
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El analfabeto político asienta su mirada del mundo sobre tres ejes que se confunden hasta volverse inextricables:
a.-El analfabeto político tiene una mirada distorsionada acerca de sus condiciones concretas de existencia. La forma en que conjetura su vida material es por lo menos curiosa, dado que supone estar uno o dos escalones por encima de lo que le permiten sus recursos.
Tal situación no es moco de pavo en tanto que sitúa el imaginario del analfabeto político lejos de los intereses que debería defender y cerca de los intereses que lo perjudican, que lo dejan afuera, que lo extraditan de su condición de ciudadano.
Esta deformación proviene de otro mito: del mito del progreso personal que los que tienen el chupetín por el palito se encargan de alimentar (en una estrategia propia de un aparato ideológico de estado) y difundir y que el analfabeto político consume con una sonrisa plena de éxtasis místico: “-Este es mi destino”, piensa, y en su cabeza aparecen imágenes de islas paradisíacas, hombres y mujeres hermosas que le rinden homenaje, llamadas telefónicas que anudan negocios faraónicos, ropa cara, autos lujosos, etc. Esta es la zanahoria, pero el analfabeto jamás querrá ver la condición de señuelo que tienen esas leyendas.
b.-El analfabeto político tiene una memoria de corto plazo que no puede anudar causas y efectos más allá de periodos cortos de tiempo. Como sus construcciones míticas no provienen del análisis racional de sus condiciones concretas de existencia y de los procesos históricos que hunden sus raíces en el pasado, cree (dije “cree” muy a propósito) que cada hecho es nuevo y novedoso, como el nacimiento de una vaca púrpura con lunares amarillos, y que la comprensión del mismo debe ser inaugurada cada vez.
De este reseteo permanente fluye su incapacidad para conjeturar la diacronía histórica, lo que propugna un análisis sincrónico que carece de sustancia. También de este Ctrl+Alt+Supr nace la imposibilidad de ubicar a los sujetos que se proponen como referentes de este o aquel espacio político en el contexto de su trayectoria.
El analfabeto político conjetura que la política es puro presente. De esta forma supone que el político no tiene más ideología que aquella que expone y que su historia comienza hoy (quizás ésta sea la razón por la cual Cavallo puede presentarse cada vez que haya una elección o Patricia Bullrich pueda mutar saltando de partido en partido impunemente o Scioli se haya vuelto un referente progresista y asì).
c.-El analfabeto político analiza la política como si fuera el campeonato de algún deporte (el fulbo sirve de ejemplo en Argentina, pero en otros países en donde no es tan masivo será otro) en donde hay, como no podría ser de otra manera, campeones. En donde la victoria despeja a los vencidos y evita conjeturar un escenario en donde deberemos convivir. En su imaginario binario, el ganador es bueno y el que pierde es malo. Y siempre es mucho más gratificante estar del lado del que gana, porque eso garantiza pertenencia. Y el analfabeto político, ya lo hemos dicho, quiere pertenecer.
c.-El analfabeto político analiza la política como si fuera el campeonato de algún deporte (el fulbo sirve de ejemplo en Argentina, pero en otros países en donde no es tan masivo será otro) en donde hay, como no podría ser de otra manera, campeones. En donde la victoria despeja a los vencidos y evita conjeturar un escenario en donde deberemos convivir. En su imaginario binario, el ganador es bueno y el que pierde es malo. Y siempre es mucho más gratificante estar del lado del que gana, porque eso garantiza pertenencia. Y el analfabeto político, ya lo hemos dicho, quiere pertenecer.
La victoria para el analfabeto político, proviene del ámbito del fanatismo, de lo que no se debe analizar porque ganamos perdimos el baile se lo dimos. No desmenuza la vida política desde lo racional, sino desde la pasión (luego comete el error inverso: analiza los eventos que provienen de la pasión racionalmente y así tenemos mesas redondas con miradas preocupadas y trágicas que intentan asignarle un grado de previsibilidad a lo que es nada más ni nada menos que un juego, la dinámica de lo impensado, según acierta Dante Panzeri). Esta falla en la elección de las herramientas idóneas para abordar el mundo político es aprovechada al máximo por los candidatos de uno u otro partido, que apuntan sus cañones a ese bug. Saben que no hace falta darle razones, sino crear una mística a la que el analfabeto pueda adherir sin mayores preocupaciones.
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De nuevo, to be continued...
Sinceramente, son más que elogiables estos dos post porque es muy bueno echar luz a que algo te interese por actitud civil, solidaria, diferenciándolo del hecho de escarbar mugre porque te lleva el odio y la fobia hacia el adverso.
ResponderEliminarDaniel:
ResponderEliminarSiempre dije que un poco de espíritu analítico no le hace mal a nadie.
Mañana seguiré insistiendo con el tema.
No parece muy popular, pero bueno, así es la cosa.
Muy buena serie, ciertamente el analfabeto político es un fenómeno de muchas aristas. Lamentablemente dudo que los encuadrados en esa categoría vean su propia imagen a pesar de su tendencia al ombliguismo.
ResponderEliminarMe llamó sobre todo la atención el detalle de la zanahoria, vendría a ser el "porque yo lo valgo", nada más pernicioso para la sociedad que gente que se siente más cliente de hotel de lujo que ciudadano con derechos y responsabilidades.
Iris:
ResponderEliminarHa nombrado uno de los fundamentos del analfabetismo político: la ausencia de autocrítica.
Por esa zanahoria que nombro es que el huevo de la serpiente es una realidad.