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Hoy es domingo, día de fulbo. Es un buen momento para acordarse de Dante Panzeri. Hace algún tiempo escribí un artículo para una revista sobre Dante. Tengo ganas de compartirlo con los leyentes, más que nada hoy, jornada en la que uno se puede hacer un tiempito para caminar encima de las letras montado en un Rocinante de papel.
Con Uds., el artículo.
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Dante Panzeri: periodismo a contrapierna
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Por Marcelo Fernández Olivares
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Hace algunos días caminaba por las catacumbas porteñas que almacenan ese gusano metálico llamado subterráneo cuando, en medio de la maraña de revistas y diarios que se amontonaban en un quiosco vi un libro de Dante Panzeri: “Burguesía y Gangsterismo en el deporte” es su título y fue publicado por primera vez en 1974.
¿Quién es Dante Panzeri? (y digo quién es y no quién fue porque considero que las verdades de Panzeri siguen cortando como un bisturí y en ese sentido está más vivo que nunca).
Dante Panzeri nació el 5 de noviembre de 1921 en Córdoba, en Las Varillas y murió el 14 de abril de 1978 en Buenos Aires. Al menos eso dice su biografía. Era, es, periodista deportivo. A mi juicio uno de los más lúcidos periodistas deportivos que ha dado nuestro país. Un periodista que excedió con mucho los parámetros de su generación anticipando fenómenos que ahora son moneda corriente en el mundo del deporte.
Panzeri trabajó en El Gráfico, La Prensa, El Día de La Plata, Satiricón, Así, La Prensa y La Opinión, escribió libros (dos, el citado y “Fútbol, dinámica de lo impensado”) y además, una enorme cantidad de artículos que deberían ser de lectura obligatoria para cualquier aspirante a periodista deportivo.
Dante Panzeri murió un mes antes del comienzo del Mundial 78, evento al que se había opuesto con tenacidad.
Pero ¿qué es lo que hace especial y distinto a Dante Panzeri?
Para responder a esa pregunta tendré que volver a los recuerdos.
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Tabú: el deporte es intocable
Tabú: el deporte es intocable
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Cuando el país recuperó la democracia, en 1983, comenzó el análisis de esa época negra y tenebrosa llamada Proceso de Reorganización Nacional, que se inauguró con el golpe militar de 1976.
Al revisar la actuación del periodismo uno se asombraba descubriendo la forma en que muchos comunicadores habían colaborado abiertamente con el régimen. Entre ellos, una nada despreciable cantidad de periodistas deportivos. Sorprendía aún más que muchos de ellos, ahora en democracia, siguieran al frente de micrófonos y cámaras como si tal cosa. Como si su apoyo a los militares del proceso fuera cosa olvidada, sepultada.
Se desmenuzaban las acciones de los periodistas políticos minuciosamente, pero el periodismo deportivo quedaba al margen de esa búsqueda, cubierto por un sospechoso manto de silencio. Hablar de ese tema era casi tabú. Decir que el Mundial 78 había servido como instrumento político de la dictadura lograba que algunos se encogieran de hombros y mirando para otro lado dijeran “-Bueno, es fútbol che.”
Como esas explicaciones de cosa cerrada no me convencían busqué a alguien que se le hubiera atrevido al tema del deporte. El escepticismo de Borges no me servía (“El fútbol es popular porque la estupidez es popular”) y la rabieta de Juan José Sebreli antes de cada mundial tampoco.
Tuve que esperar un buen tiempo antes de encontrar un libro serio, riguroso y profusamente documentado sobre el mundo del deporte. El texto en cuestión se llama “Los Señores de los Anillos: poder, dinero y doping en los Juegos Olímpicos” y sus autores son Andrew Jennings y Viv Simon. Fue editado en 1992, yo lo descubrí un par de años después. Jennings y Simon pusieron al descubierto la trama de corrupción que se oculta detrás de los juegos, con crudeza y sin tapujos, y además, con nombres y apellidos.
No me sorprendió confirmar las sospechas que tenía acerca del mundo del deporte, la corrupción institucional, la permanencia de tenebrosos personajes en puestos clave de los comités olímpicos de cada país, las luchas de poder a cambio de votos para retener posiciones de privilegio, los arreglos non sanctos con importantes marcas de ropa deportiva, la enorme cantidad de privilegios que solicitaban y aceptaban los funcionarios olímpicos a cambio de elegir una u otra sede para los Juegos Olímpicos, etc.
Insisto, nada de eso me sorprendía. Me asombraba eso sí, el silencio. El silencio cómplice que como un manto cubría todas esas prácticas. Sobre todo el silencio del periodismo deportivo que miraba para otro lado, o, cuando mucho, ponía en duda los argumentos de Jennings y Simon sin la menor intención de analizar seriamente el tema.
Un amigo de esos que nunca deben faltar, al que comenté mi descubrimiento, me habló entonces de Panzeri.
“-Casi todas esas cosas ya las había contado o anticipado Dante Panzeri, en el setenta”.
“-¿Y quién es Panzeri”, pregunté.
Al cabo de unos días, como respuesta a mi pregunta, mi amigo me regaló “Burguesía y gangsterismo en el deporte”, de Dante Panzeri.
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El Libro
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“A mí el deporte me dio todo en la vida. Y como no puedo darle otra muestra de gratitud que defenderlo, ésta es mi defensa de él y a quienes pasando por él me enseñaron lo que es conducta, dignidad y alegría. Que de las tres cosas me dieron mucho. Yo solamente puedo darle protesta para defenderlo de quienes lo destruyen. Con lo que creo que construyo.”(pag.9)
Así, con esta contundencia, remata Panzeri el prólogo del libro. No hace falta mucha perspicacia para comprender que la lengua de Panzeri no tiene pelos.
Cosa que confirman los primeros párrafos:
“Mundialmente, el deporte es una logia secreta. Una secta socialmente contrabandista sin eludir aduanas…Un neocuatrerismo ajustado a derecho. Una chantocracia chantajista.”(pag.11)
El deporte, antes juego limpio, cultivo del honor, se ha transformado, dice Panzeri, en un gigante atrofiado e hipertrofiado a la misma vez: atrofiado en cuando al honor y al juego limpio e hipertrofiado en tanto el universo superprofesional montado en torno del deporte anula el aspecto lúdico (el juego mismo) transformando en una ocupación seria lo que debería ser diversión, desnaturalizándolo, quitándole su capacidad de colaborar en la formación de un mejor ser humano.
Esta mutación agiganta hasta límites insoportables la burguesía que se alimenta del deporte. Panzeri se asombra de que este hecho, la aparición y crecimiento de la burguesía deportiva, pase prácticamente inadvertido:
“Pero no veo que se advierta la existencia de la burguesía deportiva. Se la conoce. Pero no se le da importancia.
Y tampoco advierto aproximación imaginativa -cuando los inadvertidos advierten su existencia- de lo que esa burguesía deportiva consume del tributo impositivo y voluntario que la sociedad brinda para que esa burguesía se sustente.”(pag.14)
El autor deplora que el deporte hipertrofiado consuma recursos escasos, aún en países que se encuentran en situación de extrema pobreza o sumidos en crisis profundas (EE.UU. y la NBA, España y la Liga de Fútbol Profesional son ejemplos acabados de esta contradicción: dos países sumergidos en una debacle económica enorme, que han adoptado planes de ajuste fiscal cuasi salvajes, mantienen los privilegios de los deportistas de elite en desmedro del resto de la sociedad).
Panzeri apunta a la prensa deportiva como cómplice de este engaño.
En un momento en el que, como ahora, el periodismo especializado proclamaba las hazañas de los deportistas exaltando sus figuras hasta el paroxismo, escribía:
“Los abusos con los pueblos dormidos suelen culminar en pesadillas. Y esto es válido para el saqueo que el deporte les está haciendo a todos los pueblos del mundo, aun cuando una prensa adocenada y cómplice del engaño, aparentemente logre, momentáneamente, la felicidad de esos pueblos por verse así insultados en su pobreza.”(pag.15)
Panzeri no elude el papel que le cabe a la prensa deportiva en el proceso de atrofia-hipertrofia. Muy por el contrario, señala las responsabilidades que le caben en esta degradación del deporte, en este caso del fútbol:
“De allí la creciente desaparición de la opinión crítica y su reemplazo por la adulación empalagosa a través del reportaje constantemente recolector de tonterías, con las que los actores del fútbol se disfrazan de genios relatando cuatro sandeces y los periodistas se hacen, progresivamente, mejores dactilógrafos con menos opinión que la máquina de escribir” (pag.252).
En el capítulo titulado “Periodismo: culpable no compareciente” describe con lujo de detalles las prácticas cotidianas del periodismo deportivo, la superficialidad de sus análisis, la complacencia, los privilegios a cambio de publicidad, etc.
Tampoco se salvan de su agudo análisis las instituciones deportivas a las que dedica más de un capitulo.
Panzeri, que conocía como pocos los entretelones de la vida institucional de cada club, reseña la transformación de las instituciones deportivas en empresas privadas, trampolines políticos y sociales, que han prescindido de los socios transformándolos en meros clientes que abonan una cuota mensual a cambio de un servicio, sin participación efectiva en la vida institucional de cada entidad.
Deploraba además la impunidad con que el deporte eludía sus obligaciones, Impositivas y judiciales entre otras, con el Estado.
Tal como se puede comprobar todos los días, la cosa no ha cambiado mucho.
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El Adelantado
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Panzeri propone en su libro algunos cambios reglamentarios que en 1974 parecían una broma. Y de mal gusto.
Por ejemplo: impedir que el arquero tomara la pelota con las manos si se la devolvía un compañero o que al equipo ganador se le dieran tres puntos.
Pero no sólo en estas cuestiones reglamentarias se adelantó Panzeri.
Teorizando sobre la utilización política del deporte, sostenía Panzeri que, antes, los gobiernos hacían demagogia con el deporte aprovechándose del fanatismo que despertaba, pero que ahora (1974) son esas mismas masas las que actúan demagógicamente, sosteniendo de esa forma el andamiaje del deporte profesional: es la multitud la que clama por el ídolo deportivo y el gobernante está obligado a seguir alimentando la máquina del deporte superprofesional para que los fanáticos no se sientan defraudados.
Podemos comprobar que Panzeri acertó con este pronóstico, cada vez que los deportistas profesionales hacen huelga para solicitar mejoras en sus contratos, o en la seguridad de los estadios o cualquier otro pedido por el estilo y los gobiernos se apresuran a facilitar un arreglo, mediando entre las partes, eximiendo a la institución o a los deportistas de sus obligaciones impositivas e incluso aportando fondos para evitar un conflicto. Los fanáticos, que protestarían si estos privilegios le fueran concedidos a cualquier ciudadano de a pie, aplauden. Tal es el poder de la corporación deportiva.
Corporación deportiva que también integra la prensa.
Panzeri indicaba que la tendencia del periodismo deportivo a exagerar los hechos y saturar al espectador con información deportiva, la persistente costumbre de modificar con el relato lo que había ocurrido en el campo de juego, el creciente chauvinismo nacionalista de ciertos periodistas, terminaría quitándole al deporte su razón de ser: el juego.
Eso, lamentablemente, ha ocurrido.
Hace algunos días, el 24 de noviembre, un torneo de fútbol infantil en Rosario terminó con un herido de bala. El deporte, que debería ser para esos niños un entretenimiento, diversión, un lugar para encontrar amigos, se transformó, debido a las exageradas aspiraciones de los padres, en una batalla campal.
Esto también lo predijo Panzeri. De su descarnado análisis surgen los problemas que enfrenta el deporte de nuestros días.
Y queda en el aire una severa reprimenda para los periodistas deportivos que se hacen cómplices de este estado de cosas:
“Ésa es también la gran culpa del periodismo del deporte ante los deportistas: el no ser un rector porque prefiere ser un cómplice.”(pag.23)
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Conclusión urgente.
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No es posible en el espacio de una nota, reseñar en su totalidad un libro como “Burguesía y Gangsterismo en el deporte”. Apenas hemos esbozado un apresurado collage para tratar de brindar al lector una idea de lo que puede encontrar en sus páginas si alguna vez acomete la aventura de desmontar un mito apoyándose en la aguda inteligencia de Dante Panzeri.
El mito es el deporte tal como lo conocemos.
La utopía es el deporte tal como lo concebía Panzeri:
“Es una cosa tan sencilla,,,jugar limpio”
¡Y qué complicada se ha hecho por la necesidad de enmascarar a muchos hombres que no lo quieren sencillo! Lo necesitan dramático. Cuanto más grave, mejor. Cuanto más humilde, peor.”(pag. 42)
En este mundo tan contemporáneo, con los escándalos en torno a la elección de la sede de los próximos juegos olímpicos, con las sospechas de corrupción que envuelven a la FIFA, con las dudas que sobrevuelan ciertos árbitros y ciertos arbitrajes, con las denuncias por doping, partidos arreglados, sobornos, etc., etc., el libro de Panzeri no ha perdido ni una pizca de vigencia.
Por desgracia.
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Foto afanada de este artículo
2 comentarios:
la contracara de la basura que fue en vida el Gordo Muñoz
Nando:
Exactamente.
Un periodista de raza. Yo creo, humildemente, uno de los pocos periodistas deportivos que merece ese nombre.-
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