viernes, 7 de diciembre de 2012

EL LADO BUENO

El fallo de ayer de la Cámara en lo Civil y Comercial no me sorprendió demasiado. No porque acá poseamos algún contacto que nos batiera la justa con anticipación ni algún Horangel de bolsillo que, mediante conjuros, hubiera predicho el lado para el que salió la bala.
El fallo era previsible porque, al fin y al cabo, la justicia, las leyes en general, en su génesis más profunda, están pensadas para defender el capital concentrado. Basta recorrer a los autores "non sanctos", los parias del derecho, para comprobarlo. Y ni siquiera es necesario (aunque está de moda desde hace cientos de años) abundar en prebendas y favores para con los funcionarios de la justicia para obtener su beneplácito.
Su génesis misma la pone en situación de defender el status quo, que, vaya coincidencia, es el estado de cosas que favorece al capital.
Pensemos un rato, aunque sea algunos minutos, en la venda de la justicia: la venda es uno de los atributos que contiene la conocida estatua que representa a la justicia. Ese símbolo indica, supuestamente, que la diosa justicia es imparcial, que imparte justicia sin mirar a quién, que no tiene en cuenta clases sociales, ni fortunas, ni prestigios, o sea, que todos somos iguales ante la ley a la hora de aplicarla.
Pero en la práctica se puede comprobar que esta imparcialidad no existe. ¿La venda está torcida? No, no hace falta. Alcanza con las leyes tal como están y con las interpretaciones de las mismas realizadas por quienes deben aplicarlas. Alcanza con la génesis del derecho como objetivación de los privilegios de las clases acomodadas. El barbudo, y yo con él, ubica al Derecho en la superestructura de la sociedad, o sea, proviene del modo de producción material de la sociedad, de la infraestructura económica que determina el conjunto de las condiciones exteriores de producción que se expresan como normas de orden consuetudinario (costumbres) o escritas (leyes), cuyo cumplimiento está garantizado por la fuerza del estado.
O sea, no importa si la venda está o no está, porque la mirada de la justicia está sesgada a priori.
Que la jusiticia defienda entonces, las condiciones materiales de producción capitalistas, o sea, al capital concentrado, no es ninguna novedad.
La novedad ocurre cuando no lo defiende, cuando algún fallo afecta al fundamento de su existencia: si señores, el derecho está ahí no para "proteger" al ciudadano. Lo ampara como extensión del amparo que ejecuta sobre el modo de producción capitalista. Cuando la protección del sujeto entra en contradicción con la protección del capital ¿adivinen quién sale ganando?
La paradoja es que el estado, en este caso el nacional, que se ve perjudicado por el fallo, debe sostener a la justicia que lo contradice. Dicen los ingénuos que esto es lo que garantiza un estado democrático. Yo no lo creo, porque no soy optimista.
Pero busquemos el lado bueno (dicen los optimistas pesimistas que todo lo malo tiene un lado bueno, pero ese naroskysmo no es exacto). Con este fallo se desmorona otro argumento del multimedio, de los multimedios: no se puede invocar, como petición de principio, la indebida influencia del gobierno nacional sobre la justicia. Porque si tal cosa fuera cierta, el fallo sería otro (es una obviedad indicar que en realidad el corporativismo de la justicia fue más potente que las presiones del gobierno, que las hubo, pero el resultado en la práctica es el mismo). Por eso ahora, la línea de defensa acerca de la supuesta no independencia de la justicia explotó.
Coincido con Mendieta en su análisis. A corto plazo el fallo fue malo pero en el largo plazo fortalece la plataforma de lucha.
Sumemos: lo de la libertad de expresión que era la bandera primigenia fue tirado a la basura de la mano de la denuncia del Grupo Clarín contra periodistas.
Ahora acaban de perder la excusa de la no independencia de los poderes del estado (con lo que dejaron sin letra a constitucionalistas y otros falderos).
Están quemando las naves.
Hay que tener paciencia y como decía un DT de rugby que tuve el privilegio de conocer, acá el que se calienta, pierde.
Saben que no les quedan muchos caminos: ahora buscan explotar al máximo la condición de clase de la justicia. Habrá que ver cómo se lucha contra ese corporativismo, desde donde se pueda. Calculo que la calle en este caso sería un buen lugar para ese menester. Porque, sin quebrantar la ley, la justicia, que aparece como impermeable a cualquier clamor, puede sentir el aliento de los que esperan que la Ley de Medios sea aplicada, mucho más si los nombrados le hacen saber a los señores del palacio gris que están ahí afuera para vigilarlos y que no solo las cacerolas deben ser escuchadas. Y que, multitud por multitud, somos multitud.
Digo, de pronto, me parece.
Habrá que aprestarse.

2 comentarios:

Daniel dijo...

Lo mejor que leí hoy al respecto del fallo de ayer lo escribió usted, Dormi.

José Pepe Parrot dijo...

Daniel:
Chas gracias.
Es como para sublimar ¿vió?
No sea cosa que me las agarre con Cablevisión, ahora que este gobierno autoritario ha enviado gendarmes a proteger el edificio de Cablevisión...