viernes, 12 de octubre de 2012

TIME IS MONNEY

Suele uno escuchar personas que proclaman el siguiente deseo a viva voz y con ojos mirando al infinito: “-Me gustaría no tener horarios, ser dueño de mi tiempo”

Ay qué lindo sería, pensamos solidarizándonos con el soñador. No tener horarios, hacer con el tiempo que me transcurre lo que se me frunza.
Algo similar a lo anterior escuché hoy en una charla imperdible entre dos señoras que habitaban un asiento del Roca, cuyas voces se elevaban claras y argentinas por encima del estruendo de la locomotora y del resto de las charlas registradas en el vagón. Una vigorosa conversación diría yo.
Me quedé pensando en lo de no tener horarios y ser dueño del tiempo. Resulta ser, en primer lugar, que al menos estas dos señoras deseaban lo anterior pero en el mismo movimiento, como si de un contrapunto se tratara, renegaban de la falta de puntualidad del tren, de las oficinas, de los consultorios, etc.
O sea, poniendo blanco sobre negro o al revés, ellas querían ser dueñas de su tiempo y no tener horarios pero ese deseo era unilateral, dado que exigían al resto que sí tuviera horarios y que no fueran dueños de su tiempo.
Hemos arribado aquí a la primera encrucijada, le carrefour como diría el insigne Cornelius Castoriadis. Con la velocidad del rayo Mc Queen podemos verificar que en el fondo de las preocupaciones de las señoras medra un concepto acotado de libertad. Una libertad que es más bien la delimitación del espacio colectivo para ampliar el espacio individual. Mientras yo no tengo horarios y soy dueño de mi tiempo, el resto no tiene esa posibilidad porque debe cumplir horarios y no ser dueño de su tiempo para que no exista en mí esa sujeción. ¿Les suena conocido? Sospecho que sí.
Pero sigamos adelante.
Ser dueño de su tiempo y no tener horarios implica que uno no está sujeto a condiciones laborales que se apropian del tiempo y lo parcelan para planificar la producción. O sea, ser dueño del tiempo y no tener horarios implica de alguna forma no ser objeto de extracción de plusvalía. ¿Ahora sí me pescaron?
Pero entonces ¿cómo sobrevive uno en el sistema capitalista? Si es dueño de su tiempo y no tiene horarios probablemente sea el dueño de los medios de producción o viva de la plusvalía acumulada, y aquí será parcialmente dueño de su tiempo y sus horarios serán más flexibles, pero igual los tendrá.
Entonces para no tener horarios y ser dueño del tiempo, en el sistema capitalista, es necesario que otros sí tengan horarios y no sean dueños de su tiempo. Porque la plusvalía sale de algún lugar y ya sabemos de dónde emerge la sangre aquella del refrán.
Pero, supongamos por un instante que no estamos metidos en el vientre del capitalismo y todos somos dueños del tiempo y no tenemos horarios: ¿cómo funciona entonces la sociedad que requiere de cientos de miles de operaciones coordinadas para producir la subsistencia? Si nadie tiene horarios la respuesta es que no funciona.
Entonces ¿deducimos de esta última observación que el capitalismo y su organización del trabajo es inevitable y que, sin relaciones de explotación todo se va al carajo?
De ninguna manera. Ese razonamiento es una trampa, sutil, pero trampa al fin.
En principio ninguna sociedad humana sería viable sin organización. Esa organización permite al sujeto sobrevivir y satisfacer sus necesidades. Incluso los teóricos anarquistas, a los que se achaca querer crear el caos mediante sus acciones, sabían que no era posible la vida en sociedad sin algún tipo de organización.
¿Entonces?
El meollo del asunto se encuentra en la distinción entre trabajo y empleo, que no son lo mismo. El trabajo como actividad, además de servir a la sociedad para producir los bienes requeridos para la subsistencia, está relacionado con el despliegue integral del sujeto en el mundo en tanto es la objetivación de sus capacidades y la conjugación de sus preferencias y habilidades. El producto de su trabajo no le es ajeno, y el tiempo que requiere su ejecución no es un tiempo robado sino que es la actividad que lo construye. No es sólo un agente que merca con su fuerza de trabajo.
El empleo es lo contrario. En el empleo la actividad desarrollada casi nunca tiene relación con las aspiraciones o gustos del sujeto (y si los tiene la reglamentación de la actividad hace que esas preferencias se vuelvan en su contra, no otra cosa es la proactividad) y el producto de sus esfuerzos le es ajeno desde el principio. En el espacio físico es sólo un agente que agrega valor a la cadena de producción, en el “servicio” prestado, etc. Pero ese valor no le pertenece. Su tiempo es un tiempo robado a punta de pistola; o lo entrega o no sobrevive. El margen de acción es mínimo. Puede elegir la instancia en donde ser explotado, pero no puede abandonar la explotación.
En el trabajo es un sujeto, en el empleo es un objeto.
La sociedad organizada bajo el capitalismo no puede dar por resultado sujetos libres porque cada espacio de libertad presupone la apropiación de la libertad de otros (no es éste el momento para discutir qué cuernos es la libertad, pero prometo entrarle al tema más adelante si me da el cuero). El sistema capitalista está basado en la explotación que requiere que el otro acepte a como de lugar su condición de explotado, por las buenas o por las malas. Aparecerá el aparato cultural para producir un imaginario ad hoc y las distintas instancias de legitimación que tratarán de convencer al explotado que su situación está prevista por la naturaleza y que los últimos serás los primeros, etc.
Para ser realmente dueños del tiempo hace falta un sistema social que no esté fundado sobre la apropiación del tiempo de otros.
En donde los horarios partan de una organización colectiva que reconozca la necesidad de sostener las estructuras que posibilitan la vida, que reparta el esfuerzo que de todas formas hay que hacer y posibilite a cada uno de los sujetos la oportunidad de desplegarse en el mundo mediante su trabajo.
Otro mundo. Y como dicen por ahí, otro mundo es posible.

4 comentarios:

roberto dijo...

Mire don Dormi, ud. es un filósofo del Roca, no de Roca, nos entendemos?, las personas quieren lo que les conviene no lo que les conviene a todos. En éste mundo el que manda es el sr. Money, si tenés lo suficiente el tiempo lo tenés cuando querés.

José Pepe Parrot dijo...

Don José:
Me daré una vuelta.

José Pepe Parrot dijo...

Roberto:
Satamente.
La famosa ética del capitalismo que no es la que marcaba Weber.

Anónimo dijo...

La cuestione es: cuántos proletarios están siendo explotados hoy para producir los "bienes necesarios para la subsistencia"?

Y cuán posible es la automatización de esos procesos, de modo de prescindir de la contribución humana a tal efecto?

Para moi, la solución es la emergencia de una comunidad que autogestione su modus vivendi, que pase de la sociedad de la supervivencia a la vivencia.

Cordial saludo, gran blog!